(Febrero 2015)
No hablemos de seres extraterrestres: Marta Ferrusola en la comisión de investigación del Parlament de Cataluña.
Centrando el caso: ¿existen las alfombras chinas?. Segundo, ¿puede hacerse el amor sobre una alfombra china con una abultada gavilla de polvo debajo? Tercero: ¿es el mejor sitio para hacerlo? Dudemos sensatamente de la motivación política de la nomenclatura de Pekín (pues los hijos de los super-chinos van en Ferraris) y catalana (ídem de ídem), y dudemos de lo siguiente: ¿puede un facundo ciudadano barcelonés caminar cómodamente sobre un lecho de hojas de plátano diseminadas a su libre albedrío? Puede. Sucedía así con las originales hojas de árbol de Barcelona, otoño tras otoño, año tras año, pero hoy es diferente, al haberse abusado tanto de las palmeras en los últimos tiempos, y, fundamentalmente, al haberse transparenciado unos extraños folículos bajo el nuevo pavimento de la Diagonal. ¿Esconde el rutilante suelo, recién estrenado, alguna comisión (aparte de, eventualmente, algun delito)?
Es curioso cómo se lee la intemperie urbana, tanto de día como de noche; el gremio de los hoteleros ha conseguido actualizar “lo suyo” con inteligencia de artista, con poder de capital, a calzón quitado (como dicen los madrileños). Con la excusa de las baldosas, han enchufado a plena luz del día un piedrolo de 100 m de alto –chúpate ésa– para alojar en suites bestiales a japoneses, chinos, rusos, kazajos, uzbekos y a quien se tercie, con camareras posh. A los súbditos de los emiratos y de Catar ni te cuento (y el harén, a cuatro velas).
Las hojas del nuevo pavimento de la Diagonal son un vitrificado exclusivo promovido por el lobby de sopladores de euros de la ciudad. Es el reflejo de lo que llaman músculo financiero, derrapen o no las turistas con Louboutins en la nueva superficie. En definitiva, para el viandante hay gente que dice A y gente que dice B. Pero siempre hay N posturas mezcladas en la agenda del alcalde, quien, como en la decisión de remodelar la Diagonal, es adepto a la estrategia internacional del peti qui peti. Ah, pero él tiene siempre “la ma estesa”… Es bonito oir idiomas en los súpers. La genuflexión graciosa de Trias y Vidal de Llobatera ante al rey Gaspart, vendiéndose el vellocino de oro (la esquina más cara) del Paseo de Gracia, ha sido un ademán que honra a los barceloneses, similar al gesto de extenderle una alfombra roja a los entrañables amigos de Putin en el puerto.
Lo cierto es que el pavimento del Paseo de Gracia aún resbala, viscoso como el concejal Vives, florentino él (escribe novelas), aunque ignoramos su participación en el rascacielos del Ferrater, que huele a los cambalaches del hotel fallido del Palau –con Tusquets–, un escándalo de órdago. Ante las próximas elecciones, los ilustres regidores tienen delante de las narices una auténtica piel de plátano. La modificación ad hoc del Plan General Metropolitano (PGM) de Barcelona ha permitido ampliar en 5000 m² de techo residencial la torre Deutsche Bank, que pasará… de 14.000 m² a… cerca de 20.000. Una trempada. Bien por el arquitecto Carlos Ferrater Lambarri. Y pega mucho, en una zona huérfana de iconos que evidencien quién es el que manda. ¿Colmatación simbólica del comercio en una de las calles más solicitadas de la urbe catalana? ¿Aniquilación definitiva de ácaros, pulgas y hormigas (sinónimos de vecinos) en la gran alfombra de Barcelona? ¿Se están revolcando metafóricamente los amantes de la plutocracia sobre la nueva superficie de la Diagonal? ¿O tumbarán este regalito –el superhotel, las aceras sobredimensionadas, el monopolio del turismo, etc.– los siguientes arrendatarios del Ayuntamiento?
De no ser por la añoranza del cuadrilóbulo de Puig i Cadafalch, tradicional, casolà, gris, pero muy de tieta de l’Eixample (y que nos encanta pisar con garbo), el tema tendría un aire pornográfico.
[Palabra de Mono Blanco]