(29-IV-2011)
A una televisión australiana le han prohibido hacer juegos de palabras sobre la boda del año, es decir, sobre el enlace del Príncipe Guillermo -hijo de Diana de Gales y Carlos de Inglaterra- con Kate Middleton, y el impedimento no ha venido, desde luego, de Felipe de Edimburgo. Los cónyuges, curiosamente, van a tomarse unos años sabáticos para preparar el reinado.
Sabáticos… La prensa en épocas anteriores llegó a escribir que William fue fumador de hierba; aunque en las últimas horas el aprendiz de rey se ha limitado a tartitas de fruta, al chocolate (de cacao) y a otros delicatessen legítimos y compartidos con los 2.000 invitados, y cuyo coste ha bordeado la suma de 50.000 euros. Nótese el burbujeante champán Bollinger exclusivo de la recepción.
El gasto de la ceremonia de Westminster, en pleno centro de Londres, se calcula en 650.000 euros, en concepto de boato y catafalcos. Antes de la ceremonia, la novia y su cortejo se habían hospedado en el lujoso Hotel Goring. La alianza del dedo anular de Kate está valorada en 9.000 euros, y el vestido –incógnito hasta el comienzo del espectáculo- era una bagatela, 300.000 euros. Para levantar el meñique.
La seguridad era lo más importante. La Casa Real ha invertido millones en garantizarla, con riadas de policías, personal militar y una legión de guardaespaldas yendo de aquí para allá, sospechando de tutti quanti. Lo de Marruecos ha explotado en las noticias: casi 20 muertos.
¿Quién dijo crisis?
Los australianos; y están enojados. Claman que esto no es democracia. Restricciones jurídicas han obligado a la Australian Broadcasting Corporation (ABC) a anular un show alternativo a las nupcias. Habían previsto una emisión con el grupo cómico The Chaser, pero el programa se canceló, porque, una broma sobre la pareja, y adiós al contrato de retransmisión.
Kim Dalton, director de la cadena, dijo estar anonadado “por la censura a nuestro enfoque… ¡era un hito tan importante en la vida del futuro jefe de Estado!”. Julian Morrow, miembro de los comediantes, señaló: “Para una monarquía, emitir decretos sobre la forma en que los medios la cubren está fuera de los tiempos… supongo que eso es precisamente la monarquía”.
Olvidan el buen tono del abuelo, exhibido desde tiempos inmemoriales a lo ancho de la Commonwealth, difundido siempre por el espacio radioeléctrico. ¿No recuerdan los números de Felipe de Edimburgo -por eso lo citábamos-, aplaudidos en América, Australia y Oceanía? A este caballero parece atribuírsele el apócrifo:
– El chiste avant toute chose
Si el nieto Guillermo, con sabáticos o no, logra quedar a la altura de los zapatos del abuelo, los australianos van a resarcirse. Por ahora, el beso público en la boca ha divertido, y los paparazzi babearán si en el futuro atrapan al novio –además de en alguna metedura de mano– en mínimas anécdotas inspiradas en la grandeur del marido de la reina de Inglaterra, apodado en este sentido “el metepatas”. En USA, la periodista Kathy Griffin, directora de un programa para la ocasión, había declarado: “Como comentarista de la realeza durante cierto tiempo –y seamos sinceros, me refiero al adorable trasero del príncipe Harry–, estoy eminentemente calificada para reportar sobre el evento, y no sólo porque alguna vez me encontré a Helen Mirren en un burger”.
El consorte de la reina Isabel II, antes, durante y después de la boda de su nieto, navega por otra galaxia. Es un noble de los pies a la cabeza, y nunca ha desviado la mente del lugar correcto. En 1947 interpeló a un empleado ferroviario sobre sus posibilidades de ascenso, y éste exclamó honesto: “¡Ah! Tendría que morir mi jefe”, a lo que Felipe replicó, mirándole a los ojos: “Igual que lo que me pasa a mí”.
Es un crack.
Fiesta organizada en Londres por la oficina de la Commonwealth, hace un tiempo. Felipe de Edimburgo está presente, se pasea y se comporta (I party, therefore I am). De repente se dirige a un hombre negro y le dice: “¿De qué exótico lugar del mundo procede usted, amigo mío?”. Como resulta ser lord Taylor de Warwick, responde: “De Birmingham”… Cuando Barak Obama estuvo en Gran Bretaña en 2010 y fue recibido por la reina, el príncipe consorte se interesó por cómo andaba la jornada. El norteamericano convino que bien, que había conocido ya en Londres al primer ministro, Gordon Brown, al líder de la oposición, David Cameron, y también al presidente ruso, Dmitri Medvédev. “¿Es que puedes distinguirlos a unos de otros?”, preguntó.
En Escocia, durante la visita del Papa al Reino Unido, el líder del Partido Laborista luce corbata con tartán (cuadrícula) típico de la comarca. Instinto, desparpajo, alcurnia, afloraron de nuevo en Felipe, quien –casi nonagenario- le espetó a la representante tory local, Annabel Goldie, lo siguiente: “¿Annie, tú en las bragas llevas estampado ‘esto’?”…
“No comment -dijo la interpelada, con Isabel II próxima. Lleve bragas o no, de ningun modo puedo enseñarlas, majestad”.
[Palabra de Mono Blanco]