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El pelotazo de Laporta

(Diciembre 2009)

Después de las seis copas del Barça, el alcalde de la ciudad y el presidente del Fútbol Club Barcelona se han liado la manta a la cabeza y se han animado a lo bestia: más Barcelona dura, más pisos, más locales, más despachos, más cemento… ¿Y los metros invendibles en Diagonal-Fòrum, y los páramos de las grandes sabanas hormigoneadas de l’Hospitalet, y los millares de pisos vacíos en el resto de la ciudad…?

Se moverán 300 millones del ala (pero serán más, como siempre), abatidos sobre las 22 hectáreas indefensas y manipuladas urbanísticamente en la zona del Miniestadi. La nota chusca ha hecho su aparición: ¡se crearán 5.000 puestos de trabajo! (en un sector nuevo que obedece a una innovadora estrategia ante la crisis…)

La Sagrera, por su parte, según ha repetido Hereu recientemente, se financiará en un 62% con la venta de terrenos… ¿Pero, por Dios, a quién? ¿Al consorcio de la Zona Franca, que es una inmobiliaria pública? ¿Más cambios de cromos entre administraciones –tú me compras, yo te vendo- hasta que se difumina la silueta de la plusvalía? En el caso del Barça, ganará una empresa bien situada en esta malla de ventas, intercambios y permutas que tejen los políticos. Ojo a los próximos movimientos del bufete de Laporta. Porque tarde o temprano llega el producto estrella, el de toda la vida: el bloque de pisos con interiores de “alto standing” (y satrapías a favor de las Caixas en forma de hipotecas, contratos de gas, etc.). Si es posible, habrá un arquitecto de firma respaldando la jugada.

El famoso consorcio de la Zona Franca, promotor del rascacielos de Frank Gehry -aparentemente paralizado por la crisis- proviene de terrenos en su día comprados al… Ejército, y también a… la Renfe, claro. Una de las claves de estas operaciones políticas que juegan con bienes colectivos de la ciudad como si fueran Legos, consiste en renegociar –más o menos soterradamente– grandes solares manumitidos en su día a precios de risa, pero finalmente vendidos a alguna promotora pública ad-hoc mínimamente coherente (léase: con intereses particulares dentro), camufladísima por supuesto, quintacolumnista de Telefónica, de la Caixa de Cataluña, o de La Caixa (de Criteria, qué más da…); llega un momento en que la maraña de transacciones genera valor (a veces estratosférico), y esto se consigue, básicamente, porque uno o más de los actores involucrados “tienen mano” sobre las recalificaciones urbanísticas del territorio. La poca o mucha gente que vive ahí y sus prosaicos intereses son irrelevantes.

Se trata de rodar pelotas financieras (con efecto de bola de nieve) de gran envergadura, como sucede con el área del Miniestadi, sin que existan los mecanismos políticos para impedir tales latrocinios. “Ellos” lo saben. Ellos oficialmente sólo “promueven” para especular y “levantar” dinero bancario. Es el cuento de la lechera donde la leche no se derrama sino que se reparte. Los políticos no escarmientan. Si hay dinero para regalar, es para los bancos. Nadie piensa en refinanciar el tejido empresarial y productivo creador de la rica Cataluña, ahora en declive. Nadie piensa en reflotar la Universidad pública, hoy agonizante. Nadie piensa, por ejemplo, en extender jardines verdes, con el color de la clorofila por doquier, con arboledas y prados ingleses, SIN edificaciones en absoluto, como solución limpia y sencilla para regenerar grandes espacios urbanos. No hay créditos, pero sin duda Hereu y Laporta piensan en duro, en otro préstamo brutal con ayuda de bancos y Caixas que les lleve a la construcción salvífica, a la burbuja salvadora, al recurso de las “titulaciones” del BCE, al paquete de hipotecas sobre terrenos artificialmente revalorizados, etc.

Hereu predica un crecimiento sostenible para la Barcelona del futuro, con brillantes superedificios y con el Estado de dinamizador y eje. La homilía de una especie de socialismo, donde unos extraños “soviets” aprueban operaciones urbanísticas caracterizadas por el oscurantismo, por la “amigocracia”, por el nepotismo, por la especulación pronunciada con todas las letras. Es de nuevo el caso del Fòrum, un macropelotazo cuyas justificaciones financieras fueron defendidas en ‘La Vanguardia’ por un arquitecto sin escrúpulos: el bueno del Sodupe.

En el Bellvitge de inicio de los 60 (aun siendo la peor de las ciudades dormitorio de la época), miles de obreros encontraron un techo por 150.000 pesetas firmando letras de 1.500 ptas. al mes. Los primeros módulos comerciales se vendieron a unas 6.000 ptas/m2. Pues bien, absolutamente nadie con la capacidad de compra de aquel segmento de población, hoy, encuentra vivienda, ni buena ni mala; ni cuarenta metros de hormigón prefabricado, ni sin prefabricar. Y sobran un millón de pisos por ahí, sin nadie dentro. Por no encontrar, la gente no encuentra ni trabajo. Los propios hijos se amontonan sin salida en aquella imposible vivienda paterna, o antiguos dueños las alquilan y convierten en “pisos patera”, es decir, en barracas de hormigón, en favelas disfrazadas. En la Barcelona periférica, estamos ahora como en los 50, pero peor, sin sueños y con droga, mucha droga. Estamos en la Barcelona progre y socialista.

En zonas colindantes de Barcelona, una generación después (en los 70-80), se encontraban hipotecas de 400.000 pesetas a doce años con carencia de dos, entradas de 100.000, y letras a convenir de hasta 10.000 a cinco años. Con eso, un obrero podía pagar su vivienda en cinco años, ¡y comer!. En la actualidad se necesitan veinte años, se adquiere una vivienda de peor calidad posiblemente, ¡y no se puede comer!

Los actuales “pelotazos” urbanísticos no se programan para este tipo de comprador, popular y obrero. Sí, en el proyecto se destina en teoría un porcentaje de viviendas a “precio fijado”, o con carácter “social”, o bautizadas con cualquier otro eufemismo que esconde un nuevo reparto del Poder, el rebañamiento final de la tostada (¿cuántos de estos pisos “sociales” se reservan para familiares de los promotores, para hijos jóvenes de los jerarcas de las Caixas, etc.?). En fin, ¡a especular!… Es el diamante del cuento, todo ocurre entre ejecutivos compinchados… “Tú me compras ese terreno, y yo pongo 100 pisos para el fondo inmobiliario tal o cual”… Yo te vendo Riofisa (a quien jamás la pagará) y contabilizo 305 millones de euros de beneficios, como cuando Narcís Serra solucionó las cuentas de explotación del 2007 de su Caixa de Cataluña.

Lo divertido es que hasta hace poco el Ayuntamiento de Barcelona presentaba la operación inmobiliaria-especulativa del Minestadi como la guinda de un pastel llamado “Portal del Conocimiento” (!!)

Hablando de ejecutivos e inmobiliarias, al tiempo que el grupo Caixa de Catalunya despide y rediseña plantillas, recontrata a un tal Eduard Mendiluce de ‘Inmobiliaria Colonial’ (ex La Caixa)… Es decir, de oca a oca; pero no es un juego win-win. Después de la quiebra y la crisis, el trasiego de ejecutivos de caixas o bancos a inmobiliarias, y viceversa, demuestra que la depredación que ha conducido a un país al mayor derrumbe económico de la historia, no se cobra –en España y Cataluña– ninguna víctima selecta. Un crack que, lejos de los suicidios dramáticos del 29, ha producido inmensas fortunas entre ejecutivos, directivos, políticos y entre sus “hombres de paja”, los inmobiliarios y constructores (no olvidemos a los arquitectos), que sumados a los narcotraficantes, acumulan la mayor cifra de “dinero negro” de Europa, en cuentas en los casi cincuenta paraísos fiscales que quedan en el mundo.

(texto extraído del blog ‘http://lagrancorrupcion.blogspot.com’, y comentado libremente)

[Palabra de Mono Blanco]

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