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Calambur

Abril 2012

Extraño y travieso en esta revista, llamándose como se llama y estando dedicada a los humores de la cultura, sería pasar por alto el viaje de Juan Carlos I a Africa, dado que -lo sabemos- no era para saludar a Bokassa, aquel individuo que de sargento pasó a emperador del orbe. La fauna y la flora han sido siempre de gran interés en España, en Botsuana y sobre todo en la factoría Disney, que prepara ya nueva película: “El Rey Borbón”. Juanito va con muletas, sí, pero el calambur hispánico más famoso sobre la monarquía se atribuye a Francisco de Quevedo, quien llamó “coja” a la reina Mariana de Austria (lo era de verdad, sin haber cazado más que resfriados). El literato ganó una apuesta a unos colegas que aseguraban que no habría ……. suficientes para restregarle por la cara tal defecto a la segunda esposa de Felipe IV, malhumorada siempre por su hándicap. Pues bien, adquirió Quevedo un ramo de claveles y otro de rosas, y allá que se fue a palacio. Con una reverencia, Quevedo extendió ambos brazos y ofreció a Doña Mariana de Austria, reina consorte de España, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, duquesa consorte de Milán, duquesa consorte de Borgoña, soberana consorte de los Países Bajos y regente del Reino, las humildes flores, pero recitando estos versos octodecasílabos sin carraspear:

“Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja”
“Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es-coja”

Pardiez que funcionó pues el valiente Quevedo no murió en el acto (lo hizo en un convento, años más tarde), pero hay otro juego de palabras famoso que tiene que ver indirectamente con Madrid, que es la capital del reino según la Constitución. Decimos “indirectamente”, porque Madrid y su televisión local son el coto privado no del monarca, sino de Esperanza Aguirre, quien de todas maneras está casada con un conde al que le gustan los terrenos, lo cual no se comenta ahora por el título (de conde), sino porque los terrenos no valen nada, según ha experimentado Paco el Pocero -quien, a falta de escudo nobiliario, patrocinó una escudería de motos. La cadena de televisión Telemadrid se metió en arenas movedizas, qué digo yo, en camisa de once varas, cuando hace unos años levantó el siguiente y brillante spot:

“Telemadrid: espejo de lo que somos”

Enseguida hubo quien leyó la frase como perteneciente al Siglo de Oro:

“Telemadrid: Espe, jode lo que somos”.

Hiciéronle notar las consecuencias silábicas de la campaña a Aguirre, dolida aún por la pifia de Sara-Mago, escritora nóbel, y entonces sí, la regis potentia de Melchor, Gaspar y Baltasar, de Juan Carlos o de Felipe, de Idi Amin o de Isabel II, por no decir de las celebridades del panteón de la Almudena (donde están enterrados el Fari, Lola Flores y el Pescadilla), aunque se juntara en masa, fueron una minucia, una fruslería, una bagatela, un detalle, al lado de la brutal cólera desatada de Dios -de Aguirre- pidiendo a gritos la cabeza del responsable.

Se rumorea que dicha testa cuelga como trofeo cinegético en la oficina de la presidenta.

[Palabra de Mono Blanco]

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