En un encuentro reciente de economistas en Barcelona, surgió el tema de Cuba. De pronto, una intervención vagamente de izquierdas propuso algo breve y chocante que silenció de inmediato a los asistentes. Se trataba de una reunión informal, era una confrontación colectiva de ideas después de una cena, pero dicha reflexión, no esperada, recibió intuitivamente el crédito momentáneo del grupo. En Cuba la solución es muy sencilla, aseguró alguien: se instaura un régimen democrático en el que se liberaliza todo menos las prestaciones públicas fundamentales, que serán competencia del estado, y entonces se aplican a estas últimas (transportes, energía, educación, sanidad…), ex-novo, las técnicas de gestión que se han mostrado más eficaces en los países occidentales, las técnicas que un viacrucis de décadas ha conseguido “destilar” en la tarea de la explotación de unos servicios públicos eficientes… ¡Y resuelto el problema de Cuba…!
Uno cavila si la espontaneidad tiene aún cabida entre nuestros políticos, pero aplaude los planteamientos ingeniosos, directos, sintéticos, y éste al menos parece serlo. Frases cortas para conflictos complejos. Quizá –de prosperar esta insólita iniciativa– Cuba no tendría un problema, sino una oportunidad, y además envidiable. De un plumazo, podría librarse de las ironías que escarnecen a los ciudadanos occidentales a propósito de las cuasi-dictaduras financieras que operan en nuestras latitudes. Porque, ya en nuestros dominios, ¿las compañías energéticas no son monopolios de facto que heredaron en su momento (en condiciones políticas sonrojantes) servicios de interés colectivo indudable, y que están en la cresta de la ola de las finanzas –codiciadas por los grandes agentes económicos, cortejadas por los financieros, mimadas en la Bolsa, etc.-? Sí, pero tales empresas solicitan con cara de tonto, sin remilgos, machaconamente, una desregulación tarifaria de urgencia igual que si estuvieran al borde del abismo, para entendernos, como en la situación de Caja Castilla-La Mancha recientemente, es decir, a punto de quebrar. ¿No es obvio que -al menos en muchos años anteriores a la crisis- los beneficios publicados, conocidos, difundidos, de dichos “monopolios” han sido estratosféricos? Se da el caso de que algunas de estas empresas han mostrado incluso músculo levantando rascacielos (’Agbar’ y ‘Gas Natural’ en Barcelona, por ejemplo). Y aun así, tanto en la era pre-crisis (sobre todo), como en la etapa actual, y gozando siempre de una reputación esplendorosa en el llamado ‘parquet’, y disfrutando de una imagen muy saludable en los medios, tales corporaciones –pordioseras, las pobres– no han dejado de reclamar un aumento constante de tarifas…(¿?). ¿Cómo se digiere eso? ¿Es puro recochineo?
Juan José Millás tampoco lo sabe, y se muestra patidifuso; lo exponía hace poco en El País (20-XI-09):
Del mismo modo que leyendo atentamente los anuncios por palabras se pueden interceptar mensajes de los extraterrestres, que utilizan este medio para dar órdenes a sus contactos, si se presta atención a los anuncios a toda página, descubre uno disputas soterradas entre organizaciones poderosas. Endesa viene colocando en los periódicos una publicidad encabezada por la siguiente leyenda: “En Endesa, cuando hablamos de eficiencia energética, no vendemos pájaros y flores”. Lo sabíamos, vende kilovatios, y a precio de oro, para decirlo todo, de ahí que no tengamos relación alguna de afecto con sus directivos, por más que se empeñen en mostrarnos fotografías de gente feliz pronunciando con naturalidad frases artificiales: “Para mí decir domótica es decir comodidad”, por ejemplo. ¿Pero por qué esa puntualización absurda respecto a las flores y los pájaros?
Acabo de descubrirlo. Trata de prevenirnos sobre los falsos encantos de otra empresa, Acciona, que pretende hacerse pasar, con otra campaña carísima, por una ONG dedicada al medio ambiente. Si no conociéramos las dificultades económicas de las ONG, quizá habría colado, pues Acciona vende, en efecto, los pájaros y las flores como nadie. No sabemos quién ganará esta batalla librada a golpe de talonario, pero Acciona tiene una desventaja frente a Endesa, y es que no hemos logrado, ni siquiera después de entrar en su página web, averiguar a ciencia cierta a qué se dedica (aparte de hacer el bien, lo que resulta sospechosísimo en gente tan rica). En cualquier caso, hay unos perdedores fijos: usted y yo, que tendremos que pagar esos movimientos de pavo real en celo a través de los recibos del agua o de la luz del mismo modo que sufragamos los gastos del ejército de coches oficiales de los que entra y sale todo el día gente que cada día nos inspira menos confianza.
[Palabra de Mono Blanco]