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Illa deserta

En el sentido de deserción, el nuevo presidente de la Generalitat, Salvador Illa, ha desertado; pero como mero adjetivo también funciona en catalán: “deserta” encaja en una crítica adecuada en algunos aspectos, de modo que las nuevas elecciones de Cataluña equipararían la presidencia a una “isla desierta”.

Además “Illa” rima con “Montilla”, y se verá la coincidencia. A continuación, se expone el tipo de abandono en que ha incurrido el nuevo presidente del Principado.

En términos generales, nos apuntamos a la teoría churchiliana de lo “menos pernicioso” para juzgar la llegada de este político a la plaza de Sant Jaume en 2024, eso no se discute. Es positivo. Sin embargo, Illa ha obviado una prerrogativa decisiva, ha descartado una responsabilidad máxima del poder (una vez alcanzado), que es la cultura y los medios de comunicación, e incomprensiblemente les ha hecho un regalo fabuloso a sus oponentes, que seguirán el guión previsto: no solo morderán con fuerza la “carpeta” (Cultura) ofrecida, sino que devorarán la mano y el brazo entero que se les tiende.

Este rubro no ha quedado como “tierra de nadie”, ni siquiera. Las inercias y las connotaciones son demasiado fuertes…

Los seguidores de Illa saben que la cultura no sobresalía en un programa pragmático, es verdad, salvo la alusión al tópico recurrente de la lengua, etc. Lo que muchos no esperaban es que tanta educación por parte de Salvador Illa –que en principio se agradece– se trocase en pusilanimidad, es más, en una debilidad temeraria, en un fallo imperdonable. A los votantes socialistas ya se les puso cara de boniato cuando ni Pascual Maragall ni José Montilla, en su momento, cuando tuvieron ambos a Joan Majó al frente de la “Corpo”, no se molestaron en variar el full de ruta del llamado “soviet carlista” (Coscubiela dixit), después de décadas de dominio cultural y mediático del pujolismo más rancio.

Con un hombre tan docto, preparado y hábil como Majó en la dirección de la CCMA, la maniobra indispensable de depuración de la “mamella” (así se denomina cariñosamente a la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals), y en su ubre más voluminosa, TV3, ni se inició, sorprendentemente. Nadie movió una pestaña. La imprudencia fue histórica, y desembocó en lo que todos conocemos.

Con la presidencia de Illa, en la actualidad, se presentaba otra ocasión de oro en lo mediático, ámbito que sigue siendo la clave de lo cultural. Illa, de nuevo, lamentablemente, parece haber desertado de una misión crucial que los socialistas catalanes –entre otros ciudadanos– están demandando desde hace siglos a sus representantes; y lo hacen –hoy como ayer– en sordina, o a grito pelado, da lo mismo: paren de manipular las entidades públicas con fines partidistas e ideológicos.

Todo parece seguir igual. El staff de TV3 se perpetúa como uno de los destinos laborales más deseados de Cataluña en la órbita de la cultura y de los mass-media. Algunos líderes de la ‘casa’ (como por ejemplo Clara Cabezas, pareja de un icono inagotable de la telebasura, el showman Manel Fuentes) ya se han vuelto ostensiblemente mayores. Otros han intentado el sorpasso directamente político, como Tomás Molina. El periodista de La Vanguardia Sergio Vila-Sanjuán ha recordado como Miquel Iceta fue el único que protestó en su época ante tamaño despiste: “No fue buena idea ceder a Esquerra Republicana la conselleria de Cultura”.

Efectivamente, con el tiempo se había visto que la decisión del presidente Montilla de no renovar en el 2006 a Ferran Mascarell como conseller de Cultura y dar el puesto en su lugar, añadiéndole Medios de Comunicación, al independentista Joan Manuel Tresserras, representó un frívolo deslizamiento de dedo que tendría consecuencias.

A partir del segundo tripartito, los oponentes del PSC, hasta entonces culturalmente minoritarios respecto al maragallismo y el pujolismo, al colocarse al frente de la conselleria y también de TV3 y Catalunya Ràdio aprovecharon la oportunidad y los presupuestos, ampliando su influencia. Quién lo iba a decir… Tal como Joan Coscubiela ha señalado con acierto, incluso hasta el programa Polònia de TV3 ha sido, y es, «uno de los grandes focos de creación de pensamiento hegemónico en Cataluña camuflado de humor»… Los ejemplos son innumerables: los tertulianos de Xavier Graset, por las noches, eternamente sentados en una mesa mayoritaria con respecto a invitados ocasionales (no pertenecientes al “soviet”)… las constantes dádivas contractuales de la CCMA a un personaje culturalmente lineal, pero de inconfundible sesgo político, como el “historiador” Toni Soler. Etcétera.

Dice Vila-Sanjuán en su artículo que “el movimiento que ya se vio como un error del tripartito reaparece ahora en la estela de la necesidad de un apoyo partidista, algo que puede resultar decepcionante para quienes se ilusionaron pensando que con Illa en la Generalitat se podría intentar una reedición actualizada del maragallismo cultural”… Y continúa: “A veces, lo barato sale caro. Porque la cultura, aunque económicamente modesta, resulta simbólicamente muy potente y constituye un importante aparato de difusión. Despierta un amplio interés mediático, y por eso los grupos minoritarios tienden a reclamarla… La cultura en el campo político no es solo gestión, ni ejecución técnica, ni servicio público. Es, ante todo, discurso, producción de valores e imagen. Es el alma. Diríamos que para un partido con vocación de perdurabilidad debería constituir un elemento irrenunciable…”

Pues bien, Salvador Illa ha vendido todo eso por un plato de lentejas. Ha desertado en la batalla más importante que tenía que librar. TV3, por seguir con el dilema, continúa con una esterilidad de tipo preciosista, en el sentido de que es una de las televisiones públicas mejor realizadas de Europa –nada modesta, también es la más cara– sin ningun contenido inteligente que se precie, salvo exhibir las tendencias de toda la vida, con puño de hierro y en guante de seda, diríamos. Aparte de promocionar la lengua vernácula (objetivo de Perogrullo, entendible), seguimos con la loa absurda de un republicanismo passé (hoy en Occidente “monárquico” o “republicano” no quieren decir nada realmente), el impulso de un folclore fácil, la prohibición de un topónimo presente en todas las cartografías mundiales desde hace siglos (“España”); por no hablar del esencialismo filoagrario de siempre, o, como ejemplo alternativo, de los cortes de edición online, inmediatos –ipso facto– cuando alguien, incluyendo el president, comienza a expresarse en castellano.



[Palabra de Mono Blanco]



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Tomás Molina y el Aunchluss

Cada vez que oigo a Wagner, me entran ganas de invadir Polonia
(Woody Allen)

Tomàs Molina nunca ha formulado opiniones políticas explícitas, por lo que resulta una sorpresa su adscripcción a ERC. Oir las explicaciones sobre su entrada en el frente de batalla, hecho por amor a la Reserva (invento de Miquel Bonet en un reciente artículo de prensa) ha sido esclarecedor. No se ha apuntado a un partido cualquiera, es decir, ni al PSC, ni a la CUP, ni a Ciudadanos, ni, por supuesto, al PP o a Vox.

Argumentemos cosas.

El meteorólogo de TV3 y docente de la universidad de Barcelona ha unido el anticiclón y el manifiesto. No nos dábamos cuenta, y la añagaza se ha revelado entrañable, ha sido un plujim mental cayendo sobre nuestras cabezas “sin que se note el cuidado, pero produciéndose el efecto”. Duró décadas, el asunto. Con la excusa del gráfico de bajas presiones del Telenotícies, resulta que el hombre del tiempo, parte tras parte, emisión tras emisión, era un amable profesor de Geopolítica a la manera de Von Clausewitz dando charlas en la Kriegsakademie.

A estas gráciles maneras hemos de añadir que TV3 nunca ha sido la BBC, es decir, que tras la performance de llevar 37 anualidades seguidas apareciendo en la Mamella (alias la ‘Corpo’, la empresa de radiotelevisión pública más cara del mundo, per cápita) a Molina se le ve el plumero. Y es calvo. Después de casi 40 años, ha hecho un pan i pipa a la audiencia, y la verdad es que la jugada merece unas palabras.

Porque con Tomàs Molina y su picardía hemos captado que las borrascas, les garbinades y les gebrades se detienen en seco en el frente de Aragón –a pesar de la Franja–, o en la frontera de Alicante con Murcia, donde hay alambre de púas.

¿Epifanía? Bueno, sutil. El conejo ha salido del sombrero. Ahora entendemos que la clase magistral de T.M. era de geografía a la carta (¡es la anexión, idiota!), y hasta una marioneta deduce que el meteoro depende del idioma. No es lo mismo un viento en Fraga que en Lérida y, tras el pas endavant, nuestro futurólogo lo sugiere al cien por cien y lo corroboran sus afinidades electivas, y hasta su guiñol, qué ridículos éramos. Molina ha sabido siempre que la confusión gráfica en los mapas (la confiscación o la anexión de Valencia y las Baleares en la tele) eran un plus, menos mal que el Soviet Carlista –bautizado así por Joan Coscubiela– elude un conflicto diplomático más allá de los Pirineos; los cuales parecen constituir un Charlie Point, una barrera infranqueable, pese a las alusiones recurrentes en TV3 a una “Catalunya Nord” (¿porque no incluir a Cerdeña, Nápoles o Neopatria?), y donde nuestros vecinos votan en masa a Le Pen.

La lección era cartográfica, hombre de Dios. La anexión de Valencia e islas adyacentes dictada por nuestro evangelizador de misa i tortell dominicales (como Junqueras, según biógrafos) está decodificada. No es tardía, pues se ha mostrado siempre en los noticiarios, podríamos decir que honestamente, igual que hizo aquel bigotudo histórico en el siglo XX, quien, tras un vistazo a un mapa mural en su cancillería de Berlín, se apoderó de Austria (Aunschluss) debido a que todos hablaban la misma lengua. Pues claro.

Aquí es un barrido en el muro de Molina, sinóptico y sin problemas. ¿Conocer las temperaturas de Aragón, o de Navarra, o La Rioja, lugares foráneos ajenos a la Reserva, como Liechtenstein? Las predicciones del panel meteorológico de TV3 intercalando nubecitas, pajaritos, fotos monas y puestas de sol incluyen Torre de la Horadada –útima población de Alicante, donde no hablan catalán– y fomentan el greenwashing de cajón de superMolina con el tema del medioambiente y el cambio climático, asuntillo que concierne sólo a ERC.

Se trata del paso de un muñeco, of course, pero representa un gran salto en la humanidad.



[Palabra de Mono Blanco]



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Villatoro lo vuelve a hacer

Febrero 2024

Lo malo de Convergencia no es la mefistofélica risa de Míriam Nogueras, que recuerda un pujolismo no acabado, como tampoco ha muerto el caso del 3% pendiente de juicio. Tanto los miembros de la antigua formación (recauchutados en Junts) como los siete hijos del patriarca y la Ferrusola siguen campando por sus fueros y reivindican que “aquí no ha pasado nada”. Al menos, lo insinúan en los medios de comunicación unos, y en petit comité los otros. Es decir, esto, más que a Blancanieves (por lo de los siete retoños), se parece al Rally de Sitges. Ganar una carrera con los neumáticos pinchados, es lo que parece que Pujol reivindica esporádicamente con el discurso de que “algo positivo ha habido”, actitud difícilmente sostenible después de veintitrés años de lanzaderas a Andorra + prórroga de dol por el asunto de la deixa + colección de coches de Junior. Y eso, tras el mapa doblado y vuelto a doblar del full de ruta.

El contexto ahora es más dócil, pero el registro del 3% vuelve a asomar una y otra vez en la cuneta, haciendo cierto aquello de que la justicia lenta ya no es justicia.

En este sentido, las aguas bajan más tranquilas, es cierto, aunque igualmente turbias, y siguen fluyendo enmedio de la sequía. El pujolismo fue como una plaga bíblica (y lo continúa siendo en los tribunales), y, a fe nuestra, la carrera no ha concluido. Después de agitarse drásticamente la bandera ajedrezada, hay gente que conduce varias vueltas más dando la tabarra.

No nos referimos a David Madí, un personaje etéreo en el sentido más fantasmal del término. Hablamos de Vicenç Villatoro, que publica novela.

En su competición de fondo, perpetrar ‘La Ciutat del Fum’ (texto infumable) no le resultó bastante a Villatoro y mira que muchos pensamos entonces que este paisano caería en la cuenta de que una cosa era vivir de la política dibujando comillas aéreas, y otra elaborar literatura para adultos.

Sin embargo, aquí está. Ha vuelto el lletraferit. Al frente del rebaño adicto (escribió lo suyo después del hito fuliginoso) y exhibiendo en la viquipèdia diversos premios que funden intelectualmente al país, como el Prudenci Bertrana o el Ramon Llull… ¿Pero qué diría “el pare de les lletres catalanes”, Jordi Rubió i Balaguer, si levantara la cabeza y viera como el nombre de Llull –predilecto del erudito– fuera vilipendiado de este modo en un trofeo que ha conseguido hasta el líder de “Sopa de Cabra”?

Esto no hay quien lo suba, y la cuesta se pone apurada en esta esquina nororiental ibérica. Derrengados como estamos, hay gente como Villatoro que insinúa que el pujolismo puede cambiar de marcha i llestos, y que vamos a lo de siempre, que tranquilos Jordi, que pronto llegará un galardón, o una creu, o un refuerzo televisivo con Xavi Graset.

Yo saco libro porque lo valgo.

Implícitamente, “Urgell. La febre de l’aigua” (la nueva novela de Villatoro) no nos ahorra el panfleto consabido pasado-presente, un procés marginado y la aventura de pa sucat amb oli de su familia no andaluza –de nuevo la penuria de los ancestros, que ya vale…–, y resulta ser la prolongación de la biografía incomprendida del vate; nuestro hombre también es poeta, lo que bastaría para identificarse con su particular work in progress.

Con este autor siempre aflora el presentimiento de que las anécdotas y la moralina arruinan cualquier formato literario, además de advertirse una intimidad sospechosa con la lengua catalana. Subsecuentemente, el aparatus Villatoro es una manifestación del síndrome de Torquemada.

Ha ocurrido antes (los ejemplos son innumerables, empezando por el suyo), no es el primer intento de blanqueo subconsciente de una saga, pero, en cualquier caso, ¿es creíble que un heraldo del corro intelectual local, mimado por el poder (por razones ignotas), un auténtico rasputín de la venerable Tarrasa, no haya leído, por todos los santos, ni a Lacan ni a Freud?

Ay, el fetiche de la lengua…

Repasemos al dominico histórico para acabar. La pista de la fumarola de las hogueras asando herejes la da el propio Torquemada, pues las prendía personalmente para hacer desaparecer a sus antepasados. Molt de fum. No superó el problema de la limpieza de sangre, dando pie a una escabechina (antológica) con el tizón y el fuego. Ahora, mucho después, tras honores audiovisuales, sillas institucionales y otros oropeles –afortunadamente sin delito–, Villatoro presenta un caso de edipo no autodiagnosticado en pleno siglo XXI, negro sobre blanco. Pagan justos (lectores aburridos) por pecadores (escritores-plasta). Cualquier psicoanalista argentino sabría de qué hablamos.

Tener que explicar esta purga familiar –la paradoja de Torquemada– tan burdamente literaria a un señor como Villatoro es el colmo de los colmos. Pero en TV3 todo es posible.


[Palabra de Mono Blanco]



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Las satrapías del golfo

Octubre 2023

Por fin hemos caído del caballo con los rusos. Por fin hemos caído en la cuenta de que los llamados “putines” no eran una nueva clase de pasta, sino una cleptocracia que somete a su país a los máximos niveles de depravación: manejo total de las personas, de los medios, de la policía, de los jueces, etc.

La invasión de Ucrania nos abrió los ojos.

En cambio, para estupefacción de curiosos, con los regímenes árabes seguimos siendo indulgentes. La ceguera es persistente, crónica, y alguien tiene que decir que el rey Salmán bin Abdulaziz (de Arabia Saudí) es una figura feudal, como surgida del fondo de la historia, y que está desnudo. Una cosa es tener que comprarles la gasolina para mover nuestros vehículos o nuestras centrales de energía. No hay más remedio.

¿Pero, y el resto? ¿Es indispensable?

Hace poco el periodista y escritor Paco Cerdá denunciaba en la prensa el escándalo del fútbol patrocinado por jeques con túnica y harén. El deporte más popular en Occidente ostenta el lema del “respeto” colado por sus responsables de marketing. Sin embargo, la retransmisión, la difusión y la exhibición de la mayoría de partidos está paradójicamante costeada por personajes salidos de la negrura más honda de la humanidad. El atuendo de estos sponsors del fútbol en la sombra es igual al de los personajes de las escrituras bíblicas. Apenas ha variado. Y el respeto a la mujer y sus derechos en estos países es equiparable al derecho de pernada en la Europa del siglo XII.

La diferencia entre la Biblia y el Corán es sustancial. La Biblia contiene preceptos religiosos, y acaso éticos, para afines y simpatizantes, como el Papa de Roma; pero aquí se detiene el asunto: desde hace varios siglos, el texto bíblico no cuenta jurídicamente. El Corán, por el contrario, además de dictar una disciplina religiosa que siguen millones de personas, resulta ser el código penal de muchos países árabes, de modo que los delitos se rigen por el Corán, ahora, en pleno siglo XXI. Verbigracia: los “jueces” de Quatar, un estado que se jacta de ser uno de los territorios más adelantados de la media luna, conceden sistemáticamente el doble de valor al testimonio de un hombre que al de una mujer, cuando ambos instan un procedimiento de divorcio o de separación. Para empatar con el testimonio del hombre, en Qatar, actualmente, ella necesita dos testimonios, al menos: el suyo y otro más. ¡Y con eso, empatan! La mujer que pleitea contra un hombre en Qatar –por poner un caso– siempre lo hace en inferioridad de condiciones: necesita tres testimonios favorables contra uno de él, para que un supuesto “juez” (en materia civil o penal) mueva un dedo.

Pero la cosa es más grave. El escándalo lo tenemos al lado; no hace falta irse al Golfo.

Mohhamed VI, rey de Marruecos, donde rige la ley sálica -que impide reinar a las mujeres-, representa un estado de cosas igualmente perverso. Posee uno de los mayores patrimonios de África, y es el jefe del Gobierno, del poder judicial, de las Fuerzas Armadas y líder religioso; también es el máximo accionista del Grupo ONA (telecomunicaciones, minería, sector bancario, energía, agroindustria). Sus caudales ascienden a 5 mil millones de euros, por lo que ha alcanzado el puesto 18 de la lista Forbes. Cuenta con 600 coches, dos aviones privados, un yate, 12 palacios, un hotel de lujo, joyas. Tiene más de mil sirvientes, los cuales cobran un millón de euros al día. Además de un gran edificio en Rabat, Mohamed VI es el dueño del hotel Royal Mansour, en Marrakech, atendido por 500 empleados. También es el dueño del Badis I, un megayate de 70 metros de eslora.

Sabemos que este enfoque tiránico, decrépito en la historia, opresor, que llena las pateras de gente desesperada, está peligrosamente cerca de nuestra geografía. Uno sólo tiene que atravesar el mar de Alborán para atisbarlo. La cuestión es que Marruecos es peccata minuta comparado con las satrapías del Golfo Pérsico.

El escándalo es increíble. El quinqui-facineroso del Luis Rubiales vendiendo partidos de los campeonatos españoles de fútbol a Arabia Saudí, asociándose con la empresa de Gerard Piqué (pícaro, o pseudo-delincuente), y nadie dice ni mu. Nuestros parlamentarios miran la luna. Se sabe que Piqué mostró inclinación, incluso, a negociar con el rey emérito español (maleante fiscal, en Abu Dabi) por si fuera conveniente lograr mejor “mediación” en el chanchullo anterior, cuyo resultado alucinante –sin objecciones relevantes en la opinión pública, ni en la clase política–  fue que la final del la SuperCopa de España se juegue en Riad. ¿En Riad? En 2024, se jugará allí por tercer año consecutivo.

¿Cómo es posible tanta alienación, sin que nadie rechiste?

¿Es sólo candidez frente al colapso de los derechos humanos más fundamentales?

¿Es apocamiento?

Resulta que los países de golfo son los más contaminantes del mundo, per cápita. En la web ‘The Global Footprint Network’ puede comprobarse que los países más sucios, los regímenes más “guarros”, los territorios más puercos del orbe –per cápita– son precisamente Qatar, Emiratos Árabes Unidos, AbuDabi… Todos están muy por encima de la mierda que tiran a la atmósfera Rusia, China o los EEUU. Las cifras son de locura. Muy recientemente, alguno de estos sistemas despóticos, es decir, familias o clanes que controlan con mano de hierro los medios, la política y las finanzas, han empezado a instalar sus primeros campos solares. Tímidamente, en los últimos meses, parece que hay alguna plaquita solar por el desierto. El caso es que siguen quemando petróleo en cantidades gigantescas, lo siguen extrayendo de la tierra como descosidos, entre otras razones, para cubrir las necesidades energéticas de sus propios rascacielos, aquellos de los que hacen gala en sus downtowns, o para hacer funcionar sus pistas de esquí entre las dunas (!), o para pagar proyectos urbanísticos aberrantes, supuestamente confortables, enmedio de la arena y con un calor inhumano. La factura anual del aire acondicionado de Qatar equivale al producto interior bruto de Ghana.

¿Cómo es posible tanta alienación, tanta demencia?

Veamos. En Barcelona, en los hospitales de la parte alta de la ciudad, hay médicos especialistas que se embolsan fortunas por sus diagnósticos (habiéndose formado muchos en la sanidad pública) y que se vanaglorian de tener entre sus pacientes, por ejemplo, a “emiratís” (pronúnciese el gentilicio con un plus de afectación): “yo tengo emiratís, ¿qué te parece?” Si esta frivolidad se da entre profesionales y colegas –supuestamente prestigiosos– matriculados en la universidad un mínimo de seis años, y a los que se les presume un nivel intelectual y un código deontológico de los más antiguos del mundo, entonces…

–Pues oye, un príncipe (que llegó a Barcelona en su jet) me viene y me pide consejo sobre la próstata, y le he cobrado lo que no te puedes imaginar.

–¡Más de un riñón!

–Correcto. Como bonus, con la chilaba me ha barrido la clínica…


Link relacionado (Enero 2024):
Sportwashing


[Palabra de Monoblanco]



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La obscenidad de Madrid

Marzo 2023

Xavier Rubert de Ventós creó una categoria gramatical en sus clases universitarias cuando retorizó sobre la “etimología-ficción”: consistía en un origen fabulado de una determinada palabra con el propósito de explicitarla. Por ejemplo, barroco derivaría de barraca (de feria). Etcétera.

Viene a cuento lo anterior porque quizá el presidente del Gobierno Pedro Sánchez lo esté haciendo bien, y sus equilibrios tácticos sean lo que conviene en este momento histórico. Es cierto que, en la actualidad, la política camina por un alambre muy delgado en España, por no hablar de la política catalana, donde el funambulismo del president Pere Aragonès también causa pasmo.

La tensión no decae, y a pesar de ello, lo grave de la situación política española no varía. La relevancia de Madrid sigue siendo obscena en el sentido de aquel malabarismo verbal de Xavier Rubert de Ventós (ob-scena = que está fuera de la escena). El gobierno de España será un invento, pero ignora que la sobrevivencia no reside en una coalición, ni en un gabinete-cremallera, ni en las políticas de igualdad (innecesariamente polémicas), ni en cierta perspectiva económica más o menos halagüeña. La clave es algo ancestral y como transparente (a los madrileños), un marrón que ha estado ahí toda la vida. Permanece delante de las narices del presidente del gobierno, desde que lo es, pero como si no.

Es el problema más acuciante del país.

En cambio, José María Aznar, lo ve todo. Este tipo celebra su cumple delante del “tout Madrid” (hace pocas semanas) como si España fuera su cortijo. Aznar es una mente esteparia con un toque vintage (el abuelo navarro, periodista, seguramente era buena persona), y un CV personal del cual –que se sepa– sobresalen unas oposiciones a Hacienda como único y modesto trophy (dicho con el permiso de la exalcaldesa de Madrid)… Aznar lo borda de verdad: con lo mínimo, hace lo máximo: llega a presidente del Gobierno.

Nos reíamos mucho con el teleñeco de este funcionario, pero óptimamente refleja el state-of-the-art de la piel de toro, es decir, de la frustrada serie de televisión Hispania. No hay un regocijo general, es verdad, pero los políticos de Madrid siguen cómodos en esta obra putativa de La Moncloa, y, por supuesto, de La Zarzuela. ¿Título de la tragicomedia? El ocultismo del centralismo. ¿Sería una sitcom, o bien es un quítame-allá-esas-pajas de Sánchez y su eminente compañía (el Rey…) encuadrable en el psicoanálisis? Nos tememos que es peor, y Aznar “el desenvuelto” lo sabe: están ciegos porque ellos mismos se tapan los ojos. De hecho, los oftalmólogos conocen casos en que la fisiología del invidente parece normal, porque el daño está en las conexiones neuronales o cerebrales más profundas.

Esta patología reprimida, histórica, impúdica, la padecen por igual Sánchez, Aznar (al que no le importa ver monstruos), y hasta personajes como Juan Luis Cebrián, quien acaba de pergeñar un texto contra los que vituperan sistemáticamente a la Transición (penúltimo capítulo de la serie). Cebrián se enfrenta en El País al singular Ignacio Sánchez Cuenca, un populista con cátedra que diserta según el zeitgeist de ahora: demagogia para las masas; e indulgencia para los independentistas. Pero ni el crítico ni el criticado, en ese artículo, aluden al problema, al nudo de la cuestión.

Ni lo mentan, es sintomático.

A esta especie de somnolencia se le ve el plumero. Desde la periferia, Ximo Puig –presidente de la Comunidad Valenciana– la ha diagnosticado correctamente. Ha manifestado por activa y por pasiva que lo más opuesto al interés de España es precisamente ese vacío innominado, cohibido y endémico en el meollo de la cabeza pensante de los que mandan, y hacen como que duermen. Desde hace siglos hay un plus de riqueza de Madrid no generado por un espíritu arcangélico, sino por “el sustento público estatal y las economías de aglomeración”. En 2019 Puig declaraba que Madrid reúne a 150.574 empleados del sector público estatal, casi un tercio del total. “Son más funcionarios estatales que afiliados a la Seguridad Social en 22 demarcaciones provinciales”. Añadía que nueve de cada diez contratos del estado se gestionan desde Madrid y cerca del 60% de las adjudicaciones se hacen a empresas residentes en la capital. Por último, las rebajas fiscales para las rentas altas gracias a las ventajas de la capitalidad suman, según Puig, 4.500 millones de euros, es decir, un dumping fiscal asombroso.

Por otra parte, hay un dictamen de un sabio de las finanzas y ex de La Caixa, el gallego Antón Costas. Luciendo su neutralidad de siempre, Costas dijo en 2020 que el repliegue histórico del estado español en los territorios, con la privatización de empresas públicas y la concentración de sus sedes en Madrid, junto a los nuevos organismos reguladores surgidos con la privatización y la liberalización, eso, era lo más tóxico de nuestra economía.

Pasan los quinquenios, las décadas, y una solidez granítica, a prueba de fantasmas y molinos, queda en la concentración de poder orgánico, económico y mediático de los madriles, que inicialmente fueron una aldea. Este dislate histórico ha sido vulgarizado en libros como “La Gran Expropiación” de Jesús Mota, e innumerables textos y documentos, como, por ejemplo, varios artículos periodísticos de Xavier Vidal-Folch.

Vidal-Folch escribió en 2021:

“… En ningún otro Estado compuesto es tan feroz la concentración de organismos…”

“…El reparto capilar del poder central en varias ciudades es clave para el proceso autonómico…”

“…En Madrid siguen sentados en sus reales el Museo Naval de la Armada, la Dirección General de la Marina Mercante o el organismo público Puertos del Estado. Y así hasta el infinito, pasando por el Organismo autónomo de Parques Nacionales, tan necesitado de centralismo próximo a la naturaleza; o incluso el nodo de control del Corredor Mediterráneo. La arquitectura de la Administración General del Estado (AGE) empieza en la estación ferroviaria de Atocha y acaba en la plaza de Castilla. Todas las sedes de los organismos estatales –con alguna excepción para confirmar la regla– radican allí… para uso, disfrute y gestión de las élites extractivas de los altos cuerpos de la Administración y adláteres, surgidos éstos de la fusión entre la burocracia, las altas finanzas y el diktat administrativo sobre las provincias irredentas, hoy vaciadas…”

“…Esa burda anomalía no se registra en ninguno de los Estados compuestos –sean regionalizados, autonómicos o federales– del orbe democrático avanzado. En el centrípeto esquema federal de EE UU, proliferan las agencias públicas fuera de Washington. No solo algunas principales –la de Control y Prevención de Enfermedades, en Atlanta; o la de Alimentos y Medicamentos, en Silver Spring–, sino muchas otras de menor empaque. Como las de Salud de las Minorías, Servicios de la Salud o Seguridad en el Transporte. Por su lado, en la República Federal de Alemania, la distribución institucional es honda. De los 14 ministerios federales, ocho radican en Berlín y seis en Bonn. El Bundesbank habita en Fráncfort. El Tribunal Constitucional, en Karslruhe. Y desde luego, la Agencia Federal Marítima e Hidrográfica no es vecina de la capital, sino de la Ciudad Libre y Hanséatica –portuaria– de Hamburgo…”

En resumen, en España la retahila de obscenidades (en sentido hondo) sería interminable, igual que la aparente invulnerabilidad de los concernidos. El presidente del gobierno, de silueta hábil, y su elegante cortejo (doquiera que lo haya), deben ver delirios, pelusas, resquemores, en este recuento de apuntes. Si es que notan las cosquillas.

Pero no es un memorial de agravios. Imaginemos otro pormenor, un pellizco, a ver si alguien despierta de una vez: véase la gigantesca prosperidad del tocho en la villa de Madrid, ciudad-icono que condensa el pelotazo que ha deformado la faz de toda la geografía española en las últimas décadas. La ley de Aznar fue decisiva, y la nueva escalada del sector de la construcción es demencial, pero es como si oyeran llover (¡es que no llueve casi nunca!). Hoy la llamada “operación Chamartín” es un festival de hormigón que se sumará en breve al accidente invisible que todo progreso conlleva, según Paul Virilio; o bien, será la consagración de la categoría de lo “Real” de Jacques Lacan, incorpórea y esencialmente escatológica. Es decir, el espectro del Pocero elevado a la enésima potencia, en los mismísimos madriles. En la salvajada del crecimiento de la capital (la ciudad más latinoamericana de Europa, en la acepción funesta –por entrópica– que utilizan los urbanistas) nadie ve nada, y menos desde la España vacía… ¡porque no queda un alma en la meseta para otear las cuatro torres de la Castellana! La Business Area fue el fruto del chanchullo inmobiliario más pornográfico del orbe, incluyendo la erección de algun pepino en la City londinense. A estas curiosidades se añadirá ahora la operación ‘Madrid Nuevo Norte’, faro, guía y emblema de la nueva industria española, la más productiva del mundo. Hay un barrio por ahí que se llamará “Nueva España”.

No hay parámetros para juzgar un ladrillo mental de estas características, que se hunde cada vez más en lo que pueda quedar de “España”. La invisibilidad, la obnubilación generalizada, la especulación desatada, el lastre del poder ejercido durante una eternidad, la infamia del “uno pasaba por ahí”, o el casticismo del “yo es que me vine a Madrid”, es lo que tienen. No son una nimiedad. El mito de Madrid es un timo.

Link relacionado (Dic 2023):
Madrid me mata



[Palabra de Monoblanco]

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Napoleón en Barcelona

Carlos I de España y V de Alemania (en realidad, oriundo de Flandes) se coronó emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en la localidad de Aquisgrán, y tres siglos más tarde Napoleón Bonaparte –le petit caporal– se coronó a sí mismo emperador en Notre Dame de París.

Pues bien, otro rito de coronación tuvo lugar en la basílica de Santa María del Mar de Barcelona el 30-IX-2021. Ese jueves la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) invistió Doctor Honoris Causa al célebre arquitecto Ricardo Bofill Levi, un individuo medio francés (por lo bien que lo habla) y un provecto señor de 82 años breve de estatura, pero grande en ambición a tenor de los encargos de su currículum, el cual se exhibió con un PowerPoint espectacular e irreverente. Irreverente porque los organizadores del acto optaron por proyectar un haz de luz profana en el esplendor de la iglesia gótica más conocida de Barcelona, por cuyo pasillo central desfiló Bofill a birrete calado –al final– como igualmente lo hicieron sus eruditos acompañantes, todos ellos profesores de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB). Una vez coronado como emperador de la más solida de las bellas artes, se sopló las hilachas de la frente, que le molestaban, pero, cuidado, el homenajeado no deslizó la mano en el pecho (la toga académica no lleva sisa), al estilo del corso, como más de un taimado predijo.

El evento fue más parecido a una boda, quizá.

La pareja feliniana de la UPC hubiera sido el obispo de la ciudad (Omella), que no celebró la liturgia por poco, y que había cedido el escenario. Hay que suponer que el rector de la UPC alquiló a su eminencia el templo y pagó. Tan pagana fue la ceremonia que incluso alguien estuvo a punto de lanzar un manojo de arroz negro –en vez de blanco– sobre el cortejo que apareció por el soportal gótico, en el cierre de la gala, para las fotografías de exteriores; lo cual hubiera representado toda una señal para Abraxas, deidad cabalística y gnóstica muy adecuada al homenajeado, de ascedencia judía por parte de madre.

¿Qué hubiera ocurrido si la UPC concediese distinciones en el espacio de una sinagoga?

La virgen santa rehuía el portfolio profesional de Bofill. Se percibía un olor a chamusquina, tomada la arquitectura como una inclinación por construir/erigir lo que fuere en el sitio que fuere y según patrones encontrados en cualquier segmento de la historia edilicia, por supuesto sin darle la espalda a la recepción de emolumentos, manía universal, sagrada. Hoy Bofill recibía este magnífico honor, y ayer los correspondientes honorarios. Hablamos de un arquitecto que ha construido, y al que se rendía pleitesía en un templo. Por otra parte, Nicolau Rubió i Tudurí, al filo de sus 90 primaveras, dio una charla en los pabellones de la ETSAB (ya derribados), hace muchos años, y en ella sentenció que “las reglas de la arquitectura son tres: copiar, copiar y copiar…”

¿Qué queremos decir? ¿Denostamos a quien se declara “copión” (en un sentido inteligente) de Gaudí?

No; pero diversas circunstancias confluían en la delicada mampostería de Santa María del Mar. El entourage transformaba el acto en una especie de aquelarre. El episodio exhibía –¿porqué no decirlo?– un ligero desbarajuste. Primero, la estatua incolora, impávida y santísima de la virgen María presidiendo el oficio, en el eje de la nave medieval tan majestuosa. Al recinto católico, súmese el ciempiés sobre la coronilla y las capelinas de cromatismo profuso (código de la masonería, universitario) sobre los hombros de la comitiva. Estos sombreritos tan curiosos obligaron a levantar más de una ceja, y no nos referimos a los aplaudidores (doctos), sino a las beatas que se habían colado en la parroquia, a pesar de que la entrada fue por invitación.

Un ceremonial pagano, en suma, intrigante y un pelín oscuro en una iglesia consagrada, pero que fue bello, según escribió un periodista de ‘El Periódico’ que presenció el tronío y la pompa académica, la cual, por cierto, podía ser de jabón. El espectador anónimo advertía enseguida que el discurso preparado en remoto de los amigos corporativos de nuestro Vitruvio (retransmitido sobre las pantallas) aturullaba -a todo espíritu objetivo- por lo obvio: superficial, demasiado zalamero.

La orquestina estuvo correcta. Cuando fue claro que la marcha nupcial de Mendhelson no iba a sonar –lo cual era lógico, pues era una coronación–, se interpretó el “Gaudeamus Igitur”, composición en latín que cantó/carraspeó con poca energía la audiencia (había muchos universitarios), por hallarse embozados todos, es verdad, en incómodas mascarillas tardopostpandémicas.

El batiburrillo de capas, diplomas, guantes, birretes y antifaces en el altar fue divertido para este observador, y el abrazo del rector al diminuto Bofill fue como el abrazo del oso, es decir, mi primo en el orden de las especies. Fue como si el rector abrazara a un hijo pródigo, pues el ilustrísimo jefe actual de la UPC es más bien alto, de 1,90 m (aunque ganó las elecciones a rector por un escaso margen del 0,3%). Es de sobras conocido y difundido que Ricardo Bofill fue expulsado de la universidad por revolucionario, et pour cause, como lo fue Napoleón en su momento. Bofill fue expulsado y expedientado por antifranquista, por oponerse a la dictadura. Ahora volvía majestuosamente al seno de su alma mater, pero imperaba cierto desconcierto (celebrar efusivamente… ¿TODA la obra del doctorando?, ¿y en la superiglesia icónica de la ciudad…?). Alguna lágrima debió soltar Oriol Bohigas, un anciano venerable que llegó justo a tiempo: estar ahí, y en el primer banco, fue un detalle de un acérrimo enemigo de Bofill en otras épocas. Se sabe que Oriol no va a misa, normalmente.

Nos preguntamos si esta tramoya exorcista, concebida por un director de la ETSAB desenvuelto, no hubiera tenido más recorrido en el espacio laico del Palacio de Montjuic, por poner un caso. Nos preguntamos si en Valencia ya especulan con doctorar de esta manera a Santiago Calatrava en la Seu de la capital del Turia, es decir, no al estilo mascletà, sino en un sitio consagrado por la devoción. Con cierta naiveté académica nos preguntamos qué pasará en la escuela de Barcelona –en el solemne Tribunal de Proyectos de Fin de Carrera, por ejemplo– con futuros alumnos; o sea, qué pasará, a partir de ahora, cuando un incauto que finaliza sus estudios decida presentar a examen (antes de ingresar en el paro, posiblemente) algo similar al Teatre Nacional de Catalunya, de Bofill.

Félix de Azúa, ex-docente de la ETSAB, ya explicó en su momento que la ética de una obra de arte no está en el resultado (del que no cabe opinar, en realidad, si está bien o está mal), sino en el proceso seguido persistentemente, tozudamente, aplicadamente, por el artista a lo largo de su elaboración, el cual puede durar una vida: en ese empeño que puede no flaquear –considera Azúa– residiría el eventual valor ético de una obra. Por tal motivo, desde aquí, y estimando todo lo estimable, felicitamos a Ricardo Bofill, cuya trayectoria lo convierte en un valeroso esforzado de la arquitectura.


[Palabra de Monoblanco]

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¿Lealtad al centro? ¿Porqué?

Fernando Vallespín suele ser un analista lúcido de la realidad política española. Siendo un académico notable, sin embargo, como buen madrileño, no “ve” ciertas cosas; lo que sucede en el artículo de El País de 8-VIII-2021 que se reseña a continuación.

El mal crónico de este país es haber asociado la llamada “administración central” a la villa de Madrid sin más, en el momento precursor de la democracia, es decir, en la llamada Transición. La Administración Central española, ciertamente necesaria, podría ser denominada “Administración Federal” si España fuera una verdadera federación, una estructura a la que el sistema de autonomías actual –de cualquier modo–se parecería mucho.

Sin insistir en lo último (pues el nombre no hace a la cosa), la verdad es que dejar la gobernanza que coordina o unifica operativamente el sistema autonómico global, asociada a Madrid, fue una desgracia, un error histórico, una pifia importante.

Veamos. Washington no está localizado en Kansas, sino en el extremo este de los EEUU, igual que Berlín respecto a Alemania, o igual que Londres queda en el extremo sur de la Gran Bretaña. En la era contemporánea, por lo demás, diversos países han cambiado la capital de una ciudad a otra (Holanda, Brasil…). La capital de Canadá, por ejemplo, ha cambiado hasta seis veces de ubicación a lo largo de su corta historia, sin aparentes daños, y quizá con grandes ventajas.

El sistema autonómico español fue en sí mismo un hito de la arquitectura política del país, para los tiempos que corrían, pero quedó incomprensiblemente sujeto al lastre histórico-político que arrastraba la actual capital, cuya posición geográfica estrictamente central no se contempló como una formalidad innecesaria, ni como una inercia irrelevante de otros tiempos, ni como un defecto ¿menor? de la solución dada entonces. Fue un precio político que, simplemente, podía no haberse pagado.

Hoy en día, desgajar porciones de la “administración central” de Madrid es dificilísimo. Lo sigue siendo desde hace décadas. Ya fue evidente con el tímido intento del entonces ministro de Industria José Montilla (luego presidente de la Generalitat), en los primeros 2000, para expulsar alguno de los órganos “centrales” al exterior de los madriles: fue una tragedia. Los funcionarios concernidos entraron prácticamente en pie de guerra, y se desistió de la idea, desvirtuándola muy poco después (procediéndose a la disolución salomónica de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones –CMT–, que iba situarse en Barcelona, en el seno de la Comisión Nacional de la Competenecia – CNMC –, en 2013, la cual, por supuesto, siguió donde estaba).

Es cierto que el texto de Vallespín desgrana actualizaciones que requiere el sistema español autonómico en el presente, y así, el autor desglosa con pertinencia diversas enfermedades tangibles, empíricas, que nos asuelan: partitocracia rampante, un Senado zombie sin aparente sentido, o la España vacía y vaciada (Vallespín, claro, no se detiene ni un segundo en el efecto vampirizador de Madrid respecto al hinterland circundante inexistente: un espacio arrasado, desertizado). Por no hablar de la ubicación de la jefatura del Estado, la morada protocolaria del rey, que bien pudiera situarse en cualquier espacio áulico existente en el rico patrimonio arquitectónico de la península; siquiera para eludir las connotaciones históricas del absolutismo de la monarquía hispánica (un pasado negativo paralelo, es verdad, al de otras monarquías europeas, hoy parlamentarias)

Vallespín concluye su artículo con la exótica sugerencia de que para tener “sentido de Estado” (sic), en España sería deseable que tuviéramos una “lealtad al centro” (sic), cuando lo que quiere decir es que, obviamente, las partes coaligadas en una organización política “X” han de ser fieles y leales a la estructura coordinadora o sistémica que da sentido a dicha organización. Pero ello no implica “centralidad geográfica” para nada.

Es más, también nosotros tenemos sugerencias. Sostenemos que gran parte de los problemas del estado español disminuirían significativamente con pequeñas modificaciones del vocabulario político oficial, y –eso sí– con un cambio estructural en la ubicación de la capital del Estado. Proponemos que el conjunto de entes que forman la denominada “administración central” pase a llamarse “administración estatal”, la cual por supuesto seguiría estando yuxtapuesta a (y articulada con) la “administración local” y la “administración institucional” existentes hoy en día. Por cierto, esos cambios nominales podrían llevarse a cabo a propósito del aggiornamento también urgente que necesita nuestro Derecho Administrativo, según la opinión de diversos especialistas.

Puestos a sugerir, los cambios nominales podrían extenderse también, por cierto, a todas aquellas instancias que ahora se llaman “nacionales” y se refieren al ámbito español, por aquello de que también los especialistas –en el ramo profesional de la Geografía y la Historia esta vez– no advierten nada desaconsejable en la definición de España como “nación de naciones”, ni mucho menos la Constitución española. Por tanto, la propuesta es que, a partir de ahora, digamos “Policía estatal” en vez de “Policía nacional”, o bien, que apelemos a la “Selección estatal” en vez de a la “Selección nacional”, etc., etc. Todo, por aquel simple detalle de que, al parecer, técnicamente, puede haber más de una “nación” dentro del suelo ibérico. Unos cambios minúsculos, cosméticos, puramente verbales, difíciles de digerir para a un madrileño militante, desde luego, pero que arrojarían tantos beneficios a buena parte de los españoles…

Y, ya metidos en faena, en el área de las propuestas y de las insinuaciones que aluden al agobiante panorama político patrio, si Barcelona se convirtiera algún día en la capital del estado, como ya se intentó en el siglo XIX, entonces, mil problemas desaparecerían de un plumazo.


Victimismos y fobias interterritoriales

Fernando Vellespín, El País 8-VIII-2021

Nuestros conflictos territoriales se montaban sobre un eje bastante nítido, ese que distinguía a los así llamados nacionalismos periféricos del resto. La novedad es que el “resto” ya no es un todo indiferenciado. La gestión regional de la pandemia ha provocado que las Comunidades Autónomas (CC AA) no adscritas a alguna nacionalidad histórica hayan alcanzado su mayoría de edad, ya no van a dejarse tutelar con tanta facilidad desde el centro. Más leña al fuego de nuestra ingobernabilidad. La fragmentación del sistema de partidos impide que los dos grandes cohesionen al país. Primero, porque el PP apenas tiene representación en Euskadi y Cataluña. El PSOE, por su parte, debe de sostener su mayoría con otros partidos “territoriales”, que van desde los nacionalistas clásicos a los independentistas, pasando por los regionalistas a lo Teruel también existe. Carentes de una segunda cámara federal, el Congreso ha devenido poco a poco en algo parecido a lo que debería ser el Senado, que queda como una cámara zombi. Hay que pensar también que los grupúsculos a la izquierda del PSOE están integrados por fuerzas regionalizadas —En Comú, Compromís, en cierto modo también Más País—.

Segundo, porque esto mismo está provocando incentivos para que los liderazgos regionales emprendan su propia estrategia de oposición al poder central. Ayuso es el mejor ejemplo del salto desde una oposición en el Congreso a una oposición desde las CC AA. El código gobierno/oposición se territorializa y amaga con ser otra fuerza debilitadora de los dos partidos tradicionales. Añádanle a esto el nuevo eje de tensión creado por las demandas de la España vacía frente a la populosa. El resultado es una superposición perfecta de los que hasta ahora eran dos sistemas políticos relativamente diferenciados, el de cada autonomía y el nacional. El regional está fagocitando cada vez más a este último.

El resultado es el giro hacia una re-feudalización de España, cada vez más carente de elementos cohesionadores. Ahora que va a caer el maná europeo y entramos en la fase de la distribución de estos recursos, nos adentraremos en una gestión endiablada, marcada por la subasta de agravios (ya se sabe que hoy solo tiene prestigio quien puede presentarse como víctima) y la exhibición de las fobias interterritoriales hasta ahora más o menos larvadas. La acusación de Ayuso de que el Estado practica la “madrileñofobia” ante el temor a una intromisión en sus políticas fiscales es el aperitivo de lo que nos viene encima. O las críticas al acuerdo sobre la ampliación del aeropuerto de Barcelona y la práctica de la bilateralidad con Cataluña. O las quejas de la plataforma Soria ¡Ya!, representativa de las demandas de la España vacía.

Todo esto podría ser bienvenido si ayudara a resolver nuestro conflicto territorial clásico, el de la integración de los nacionalismos históricos. Me temo, sin embargo, que va en la dirección contraria. A menos que nos tomemos en serio la federalización real del país mediante una cámara puramente territorial y lealtad al centro. Definamos qué es lo común y en qué desea diferenciarse cada comunidad. Y, desde luego, partidos con sentido de Estado, no reducidos a la gestión de sus propios intereses para mantenerse en el poder o acceder a él. Puede que esto último sea más difícil que el propio sudoku territorial.


[Palabra de Monoblanco]

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Ximo, el héroe

El presidente de la Comunidad Valenciana ha puesto el dedo en la llaga.

El principal problema del estado español es Madrid, no es Cataluña. En Cataluña hay fanatismos aguados, populismos etnocéntricos, pseudofascismos de balneario, nacionalismos de psiquiatra, etc., pero el verdadero problema de España es Madrid. Es el problema número uno. Hace 2500 años, Aristóteles ya dijo que un problema no se arregla con otro problema, por lo que no cabe enlazar el problema de Madrid -gravísimo, estulto, invisible para los madrileños- con el problema de Cataluña, si es que este es un verdadero problema, o bien un delirio. En cualquier caso, los políticos catalanes menos dotados, por no decir los más patanes (actualmente en palacio) son los primeros en postular la existencia de un círculo vicioso entre los dos “problemas”. Los herederos del carlismo mas amarillento, torticero, cutre y hueramente filoagrario, constiturían ellos mismos el problema de Cataluña.

Que las dos “cuestiones” se retroalimentan eventualmente no se discute. Sólo tuvimos que observar la política de Aznar y sus perversidades en este sentido. Pero aun así, han sido y siguen constituyendo DOS problemas diferentes, aislables. Y, de nuevo, un problema no se arregla con otro problema.

Por ello, lo que está enunciando Ximo Puig en los últimos tiempos es intelectualmente heroico; es de una lucidez pasmosa. Puig apunta netamente al problema madrileño en sí, a su naturaleza purulenta, al cáncer centralista que es independiente de otros conflictos, al lastre histórico que corroe los cimientos de cualquier reconstrucción posible de la solidaridad ente las diferentes partes de la península.

Es lo que hay que arreglar primero, urgentemente, perentoriamente; si es que hay alguna posibilidad de salvar algo.

El siguiente texto señala al principal talón de Aquiles de la democracia española.

Ximo Puig reclama una compensación económica del “efecto capitalidad” de Madrid

El País, 21-VII-2021

El presidente de la Generalitat Valenciana, el socialista Ximo Puig, ha formulado este miércoles un completo alegato a favor de la descentralización de la estructura del Estado y ha defendido que, en cualquier caso, se debería plantear una nueva fórmula fiscal o económica que compense al resto de España por el “efecto capitalidad” que, en su opinión, beneficia actualmente a la Comunidad de Madrid. Se trataría, ha dicho Puig, de “compartir con todos esa mayor productividad generada por el apoyo público”. Según ha expuesto, el plus de riqueza del que goza Madrid no se genera por azar, “sino gracias al sustento público estatal y a las economías de aglomeración”. “La filosofía es sencilla: Si hay privilegio, debe haber contraprestación”, ha resumido. Puig no ha descartado que esa compensación se fije a través de un impuesto específico a las rentas altas madrileñas: “Podría ser una opción”, ha respondido a esa pregunta específica.

Ximo Puig ha participado en Los Desayunos de Europa Press durante los que ha desgranado cinco problemas y las que considera deben ser las soluciones a los desafíos territoriales: independentismo, centralismo ineficiente, financiación injusta, la España invisible y la despoblación. El presidente valenciano, que gobierna en coalición con Compromís y Unidas Podemos, ha puesto especial atención en la necesidad de la descentralización. Y para ello ha aportado tres datos: el primero es que Madrid acoge a 150.574 empleados del sector público estatal, casi un tercio del total. “Son más funcionarios estatales que afiliados a la Seguridad Social hay en 22 provincias”, ha dicho. El segundo dato es que nueve de cada 10 contratos estatales se gestionan desde Madrid y cerca del 60% de las adjudicaciones se hacen a empresas residenciadas en la capital. Por último, las rebajas fiscales para las rentas altas gracias a las ventajas de la capitalidad suman, según Puig, 4.453 millones, algo que ha calificado como “dumping [competencia desleal] fiscal”

Ante este sistema centralista, “ineficiente” según ha calificado él a lo largo de su intervención, Puig ha propuesto cohesión. “En todo el mundo, el crecimiento de la productividad se concentra en las megaciudades y eso consolida la dinámica de varias velocidades, pero la capitalidad debe asociarse con equidad y solidaridad”, ha afirmado. Así, ha reclamado la compensación de ese plus con “una nueva herramienta” que planteará al comité de expertos y que tiene una base teórica en las tesis del Paul Collier con el objetivo de limitar la capacidad del “efecto capitalidad” para atraer bases fiscales. “Hay un entorno que favorece una mejor productividad y se trata de que eso se reequilibre”, ha dicho.

Además, ha hecho referencia también a la necesidad de una reforma del sistema de financiación y lo ha relacionado con el centralismo que, “en lugar de corregir asimetrías, está alimentando las divergencias de renta entre españoles con una financiación injusta”. a la parálisis institucional y la fractura social”. Ha apoyado explícitamente la política del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sobre Cataluña y ha calificado de “insano” afrontar una fractura emocional desde la cultura de la derrota. “Una sociedad no puede vivir siempre con perdedores. En mi opinión, ese es el gran defecto de las bases ideológicas de las actuales derechas españolas: que busca derrotados, humillados y vencidos”, ha alegado.

Frente a la España invisible ha pedido una “España policéntrica” y ha puesto ejemplos de varios países en los que existen multicapitalidades políticas, jurídicas y económicas, y ha planteado la posibilidad de que la fiesta nacional se celebre cada año en una ciudad distinta “para coser este país”.



[Palabra de Monoblanco]

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Toca Milagros

Invocando la Copa de Europa (Barça/16-V-2021/féminas) con léxico del balompié, Milagros Pérez Oliva, periodista con formación científica, verdaderamente “la toca”.

Nos referimos al contencioso que dirimen desde hace tiempo el Ayuntamiento de Barcelona y la Autoridad Portuaria (APB, el puerto de la ciudad) alrededor del Hermitage, campo espinoso sobre el que Milagros juega muy bien; o al menos arbitra el match correctamente. Ha publicado una crónica que vale la pena resaltar.

En el asunto del Hermitage, dice la periodista que ve la confrontación entre dos modelos opuestos, y dos estrategias urbanísticas diferentes. Loables son el tono didáctico, la lectura de la situación, el desglose del problema… en una pizarra técnica que contrasta, por ejemplo, con la opinión de cierto abogado que escribe en los diarios, Pablo Salvador Coderch, quien hace semanas apostaba a bulto por la implantación del museo exactamente donde quiere la ‘coach’ Mercé Conesa (presidenta de la APB, convergent de sempre y, por consiguiente, fiel a Artur Mas, quien contrató el negocio en Rusia). Y se acabó. En su día, afirmaba este asesor jurídico que el proyecto era excelente. Pero el pueblo llano siguió ignorando porqué.

O sea, resumiendo: Artur Mas, Mercé Conesa, los patrocinios de Qatar, los aperitivos business friendly en el Camp Nou, tots Junts i arreplegats, junto a la Rusia de Putin, cuyo megayate fondea apaciblemente al final de las ramblas; por un lado. Coderch parecía bendecir eso. Por el otro, y representando al equipo del consistorio, tenemos a la estrella Ada Colau con sus laterales cualificados (Joan Subirats), los cuales, últimamente, no exhiben más que bagatelas pintarrajeadas sobre la ciudad. Vaya. Tuvo que ser precisamente Milagros Pérez Oliva la única que puso luz al urbanismo pop de Janet Sanz (analfabeta en arquitectura, según currículum), por ejemplo, justificando indulgentemente las últimas intervenciones municipales. Y Milagros habló mientras replicaba –a la vez– un artículo sorprendente, pero adecuadamente polémico, del ex–arquitecto en jefe de Barcelona José A. Acebillo (véase El País de 7-III-2021 comentado en estas páginas).

MPO vuelve ahora con su toque pedagogo. Informa en un instante de lo que está pasando realmente en el culebrón del Hermitage, cuando se suponía que es el Ayuntamiento (donde militan  figuras del aula universitaria como Joan Subirats) el lugar oportuno, público, de donde debiera venir la explicación lúcida sobre la cuestión a la ciudadanía: o sea, qué es lo que está en juego. Pues no. Para intuir cómo va el marcador –en este enfrentamiento singular e hipotéticamente cultural–, los vecinos de Barcelona solo hemos oído declarar a una críptica Janet Sanz que “es más importante que los negocios se acomoden a la ciudad, y no que la ciudad se acomode a los negocios”. Vale. Sí, señora.

Es cierto: también conocimos de rebote cuatro informes negativos que llegaron al Ayuntamiento hace unos meses sobre el llamado Hermitage-bis (una “franquicia” que anula ipsofacto la unicidad propia de un museo); pero todos estamos esperando una recensión crítica, o una divulgación pública, oficial, dirigida al simple burgués de a pie, sobre el asunto. La buena de Milagros funciona, por tanto, como una tabla de salvación, y da más de lo que le corresponde. Se agradece de nuevo. Hace unos días, sencillamente, ha tenido la generosidad de explicarnos en una tribuna pública (a continuación) lo que está verdaderamente en liza.

Apostilla adicional: Milagros roza el tanto, pero no lo mete…

Pues desconoce (imposible ser Messi, no es una queja) qué es el ‘European Urban Tech’ que ella menciona. Véase el artículo que sigue. Este edificio es otra artimaña del Puerto –absolutamente vacía– para captar el dinero ‘Next Generation’ de Europa, para lo cual la APB ha logrado involucrar a la Facultad de Náutica de Barcelona –perteneciente a la Universidad Politécnica de Cataluña– a fin de constituir uno de esos “hubs” que hoy proliferan como setas, aplicando una metodología inversa para cualquier proyecto científico: primero, se consigue el envoltorio (en este caso, de 20 millones de euros) y la financiación pública (ay) de la “cosa”; luego, on verra, ya pondremos algo ahí partiendo de un diagrama de burbujas… Atención, ecologistas de bien (por si la ingenuidad es pegadiza), los únicos lugares del orbe en donde en épocas recientes se gana terreno al mar para instalar grandes bloques, tipo Hotel-Vela, o el hub de marras, etc., son, a saber: las diversas satrapías del Golfo y… Barcelona.

El País, 16-V-2021

El Hermitage, algo más que un museo – Milagros Pérez Oliva

Al proyecto de la franquicia rusa le ha salido un poderoso competidor, el ‘European Urban Tech’. En la decisión sobre qué debe construirse en la nueva bocana del puerto se dirime el modelo de ciudad

En unas semanas se decidirá si se autoriza la construcción del museo del Hermitage en el puerto de Barcelona. No es una decisión cualquiera. En ella se dirime algo más que el emplazamiento de un museo: se decide el modelo de ciudad y hasta qué punto la iniciativa privada movida por intereses particulares debe condicionar su desarrollo urbanístico y cultural. Hasta ahora la discusión se centraba en las ventajas e inconvenientes de ubicar en el puerto una franquicia internacional que tendría como reclamo un edificio emblemático del arquitecto japonés Toyo Ito y atraería cientos de miles de turistas a una parte de la ciudad ya muy congestionada y con graves problemas de movilidad.

El Ayuntamiento encargó cuatro informes externos sobre el impacto urbanístico, la afectación sobre la movilidad, la viabilidad económica y la idoneidad de la propuesta cultural, y todos fueron negativos. Pese a todo, no resultaba fácil negar la autorización a un proyecto avalado por la Autoridad Portuaria de Barcelona y que supondría una inversión de 52 millones de euros. La negativa sería munición fácil para los que aprovechan cualquier ocasión para acusar a Ada Colau de ser una rémora para el desarrollo económico de la ciudad.

Pero ahora al Hermitage le ha salido un competidor, el European Urban Tech, que representa una apuesta completamente distinta y en muchos aspectos, antagónica. La aparición de esta propuesta sitúa el debate en un punto mucho más interesante: el choque entre dos maneras de enfocar el futuro de la ciudad. Ya no se trata de decir sí o no a una inversión privada. Se trata de elegir entre una propuesta muy vinculada a la actividad de los cruceros, que es la que menos valor añadido aporta, y que refuerza un modelo de turismo masificado y concentrado que desertifica el centro de la ciudad. O un proyecto que busca convertir el puerto en un hub de economía azul, con un edificio también emblemático y sostenible destinado a albergar iniciativas, empresas y proyectos de alcance europeo centrados en la transformación ecológica y tecnológica de las ciudades. El primero aspira a atraer un millón de turistas al año. El segundo a liderar un polo de conocimiento en el que trabajarían de forma permanente varios miles de profesionales e investigadores y al que se sumarían otros actores como la Facultad de Náutica.

El proyecto del Hermitage inició su andadura en 2012, cuando el entonces consejero de Cultura de la Generalitat, Ferran Mascarell, acompañando al presidente Artur Mas en un viaje oficial, firmó en Moscú un convenio con el museo de San Petesburgo. La propuesta entró con muy buen pie. Venía avalada por Jorge Wagensberg, una de las figuras de mayor prestigio en el mundo museístico, y entroncaba con el discurso entonces dominante de reforzar la proyección de Barcelona en el mercado turístico global. En 2016 se firmó un acuerdo con la Autoridad Portuaria para emplazar el edificio en un solar de la Nueva Bocana del puerto, junto al hotel Vela. Pero Wagensberg murió en 2018 y las dudas sobre la viabilidad económica del museo nunca se disiparon. Otras franquicias del Hermitage, como la de Ámsterdam, son deficitarias y el riesgo de tener que rescatarlo con fondos públicos es una sombra.

El 80% de las acciones de la promotora son del fondo de inversión Varia Europe, que opera desde Suiza y Luxemburgo. El restante 20% pertenece a la sociedad Cultural Development Barcelona, liderada por Ujo Pallarés. Que el puerto no sea el emplazamiento más adecuado no significa que no deba construirse. Si los inversores asumen los riesgos económicos, puede ubicarse en otro lugar y de hecho el Ayuntamiento ha sugerido otros emplazamientos. En la Sagrera, por ejemplo.

El paradigma ha cambiado. La discusión es otra. Ha pasado ya el tiempo en que se utilizaba la construcción de grandes equipamientos, como fue el caso del MACBA, para regenerar una parte de la ciudad. Es el modelo Guggenheim de Bilbao, un proyecto vinculado a la regeneración de la ría que pretendía dar proyección a una ciudad en declive. Barcelona tiene ahora el problema contrario: reorientar el modelo turístico para evitar la concentración excesiva en una parte muy reducida de la ciudad. El objetivo es ahora evitar la saturación y repartir los costes y los beneficios de un turismo más equilibrado y sostenible.

Vincular la viabilidad del proyecto a la ubicación en el puerto es una falacia interesada. Los visitantes interesados en la oferta de la fundación Louis Vuitton de París, una franquicia del MOMA de Nueva York en un edificio que en sí mismo ya merece una visita, no dejan de visitarlo por no encontrarse en un extremo del Bois de Bologne. Y lo mismo ocurre con el interesante Centro Botin en Santander, situado en el muelle de la Albareda, en un extremo de la ciudad. Estos, y no otros, son los términos del debate.

 

 

[Palabra de Mono Blanco]

 

 

 

 

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Perversidades valencianas

Hace diez años se terminó en Valencia el edificio L’Ágora (que clausuraba el ‘complejo’ de la Ciudad de las Artes y las Ciencias), supuesto logro arquitectónico de un ejecutivo que presidía Francisco Camps.

Este hito con forma de mejillón y de color cobalto nació sin tener un uso claro, no obstante tener un coste de 100 millones de euros de la época. Actualmente seguimos así. Nadie se atreve a demoler el ‘Disneyland’ de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, como si fuera una falla.

Desde que el PP alcanzó el gobierno autonómico en 1995, la política de fastos arquitectónicos incorporó fallas, por supuesto, pero algo raras comparadas con las que –exacto– se queman para gran regocijo de todos. ¿Quién le hinca el diente hoy a los numerosos regalos no solicitados de Calatrava, el Arquitecto? ¿Y quién es el vivo que se atreve con el parque temático Terra Mítica? ¿O con el aeropuerto sin aviones en la provincia de Castellón? Menos mal que la rocambolesca transformación del puerto de Valencia para albergar la fórmula 1 –en un saqueo más de las arcas públicas–, está siendo reparada, saneada en lo posible, por parte de urbanistas competentes.

Hoy la política de la Generalitat autonómica ha cambiado de manos, por fortuna, y los cachivaches de Calatrava pasarán a la historia como una broma narcisista. Las fantasmadas no parecen tener remedio, sin embargo, y además tienen sello gubernamental; y el caso es que continúan, y son escandalosas, de auténtica falla gigantesca. Además de espectaculares, estas –a las que nos referimos ahora– son fallas directamente obscenas, ya antes de nacer en la mesa de diseño. Véase sinó la alarmante noticia que da el diario El País de 27-IV-2021, sobre unos cuantos rascacielos que, si Dios no lo remedia, emergerán pronto –desafiantes, letales– en el entorno rural de Torrevieja.

¿Qué han hecho los valencianos (en general) para merecer esto? ¿Qué mal ínclito, secular, se ha abatido sobre la comunidad valenciana durante las últimas décadas, para llegar a deformar hasta lo irreconocible su bella línea de costa? ¿Llegará algun dinero europeo a España si alguien –en Bruselas– se entera de que las iniciativas “Next Generation”, en latitudes ibérico-mediterráneas al menos, irán acompañadas a la manera local de toda la vida, es decir, a la manera Benidorm?

Toda “cremà” es fácil, jocosa, celebrativa, sí, pero tener que dinamitar edificios resulta mucho más problemático.

El Ayuntamiento tramita la construcción de torres de hasta 29 pisos gracias a dos cambios realizados hace más de 10 años en el plan urbanístico

La euforia del ladrillo se reaviva en Torrevieja: se proyectan 18 rascacielos en primera línea de mar

El País, 27-IV-2021

Los rescoldos del frenesí del ladrillo se han reavivado en la localidad alicantina de Torrevieja. El Ayuntamiento, gobernado con mayoría absoluta por el PP, está tramitando la construcción de 18 rascacielos de hasta 29 plantas en varias parcelas separadas con el denominador común de las vistas al mar. La ciudad con 85.000 habitantes censados, que multiplica por cuatro su población en verano, cambiará para siempre su perfil con las nuevas torres de viviendas, de apartamentos turísticos y de uso hotelero. Ahora apenas hay media docena de edificios que superan las seis plantas de altura.

El proyecto más novedoso y llamativo es el planeado frente a la popular playa de Los Náufragos, donde las mercantiles Puerto La Sal y Costa Santamar han previsto nueve torres de diferentes alturas, siendo la mayor de 23 plantas. El área de Urbanismo del Consistorio ya ha emitido un informe ambiental y territorial estratégico favorable al estudio de detalle y ha impuesto algunas condiciones, como evitar que los hitos verticales proyecten sombras sobre la playa. Ahora se encuentra en fase de exposición pública. Todos los proyectos tienen que ser aprobados por la Junta de Gobierno.

Más avanzada está la promoción de las dos torres de 26 alturas y 82 metros de altura junto al parque de Doña Sinforosa que obligará a transformar el mismo, lo que ha generado polémica entre los vecinos y los grupos municipales en la oposición. El Grupo Baraka anuncia en su página web que todas las “130 viviendas y 250 apartamentos turísticos” de las Torres Sinforosa, enclavadas en pleno centro, junto al puerto marítimo, tendrán “vistas al mar”.

El plan de choque en el parque, una joya verde junto al mar, es de los más controvertidos. Los vecinos, casi todos españoles y de edad avanzada, hacen más ruido en redes que en las calles, pero coinciden en sus críticas. Rosa, madrileña jubilada, defiende que se trata de una zona agradable y muy frecuentada, como la playa de Los Náufragos en los veranos sin pandemia, y sostiene que en ninguno de los dos emplazamientos cabrá la gente que llegará con las torres. Manuela, cocinera salmantina también retirada, señala que la falta de espacio “será terrible”.

Muy cerca, junto al Acequión, Metrovacesa promueve tres rascacielos, dos de uso residencial y uno hotelero, con una altura máxima de 29 plantas. Más al norte, también en un enclave privilegiado, en la curva del Palangre, el Grupo Sento ha planificado cuatro torres más, con un máximo de 29 alturas, y una parte reservada para uso hotelero. Ya hace unos años que la promotora ilicitana inició la tramitación en el Consistorio, presidido por Eduardo Dolón, que en 2019 recuperó la vara de mando para el PP.

Todos estos proyectos son posibles gracias a un par de modificaciones puntuales entre 2006 y 2010 del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), aprobado en 1987 por un Consistorio entonces presidido por los socialistas, que limitaba a seis las alturas de las edificaciones, según afirma el actual portavoz del grupo municipal del PSPV-PSOE, Andrés Navarro. “Fue el Ayuntamiento del PP de [el entonces alcalde] Hernández Mateo el que hizo esos cambios en el PGOU en la época del pelotazo del ladrillo, con la aprobación de la Generalitat entonces gobernada por el PP y es el actual Ayuntamiento del PP el que está permitiendo reactivar todas las torres que pueden suponer casi 20.000 personas más para las que la ciudad no está preparada”, asegura. Pedro Hernández Mateo fue alcalde de Torrevieja entre 1988 y 2012…

Los permisos medioambientales fueron la única salida que vio el gobierno municipal, un pentapartito liderado por Los Verdes que descabalgó al PP del poder durante cuatro años, para “intentar frenar el proyecto”, reconoce Israel Muñoz, portavoz de la formación ecologista… “Las torres son una aberración”, apunta, “un caos urbanístico que cambiará la filosofía de una ciudad en la que está demostrado que el ladrillo está caducado y no va a funcionar”.

Etc.


[Palabra de Mono Blanco]


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Acebillo, una pica en Flandes

Asombroso discurso el del veterano arquitecto José Antonio Acebillo, que en su día fue mano derecha de Oriol Bohigas, en su artículo de La Vanguardia de 22-II-2021 “Barcelona no merece un urbanismo cutre”. Fenomenal, decididamente interesante…

He aquí un Acebillo desconocido, ignoto. Que si Benjamin por aquí, que si Foucault por allá. Es este un Acebillo tropical -intelectualmente hablando-, cultísimo, exhibiendo un tipo de vergeles absolutamente exóticos para lo que daban de sí (conceptualmente) sus clases de Proyectos de una época que se llamó gloriosa en la Escuela de Arquitectura de Barcelona. He aquí un Acebillo absolutamente florido respecto a las desérticas razones que se ofrecían cuando la cooptada ‘Barcelona Regional’ (empresa municipal donde las haya) emprendía iniciativas de gran calado sobre la ciudad, como por ejemplo, el Fòrum, una operación tan frívola y demagógicamante explicada en su día como en general lo han sido las grandes operaciones inmobiliarias sobre Barcelona. Hubo artículos numerosos de La Vanguardia sobre el Fòrum de les Cultures –y sobre la liaison con su hormigón amancebado, promovido por BR– que daban grima al ciudadano, la verdad, unos textos firmados por Acebillo y por su adlátere de entonces, el también arquitecto Jaume Sodupe, de los cuales las hemerotecas dan fe. Textos holgados, esponjosos, de líderes con ínfulas de prócer, y que planteaban la eterna cuestión que ya preocupó en su día a Anatole France: ¿la pastelería es una rama de la arquitectura, o bien la arquitectura es una rama de la pastelería?

Desde un ángulo erudito, los textos justificativos del Fòrum que se publicaron en su momento por parte de Acebillo & Co. eran, bueno, inenarrables. “Tiraos palante” era poco. La línea de pensamiento urbanístico detrás era indiscernible, era nula, pero la cosa fue normal porque veníamos de décadas de una manera de entender la arquitectura donde la materialidad de los diseños y la competencia y el saber práctico de una élite lo tapaba todo: tapaba los padrinazgos, los concursos amañados, los encargos personalizados, la pertenencia o no a entidades hegemónicas (léase BR), y en general amagaba un hampa profesional de línea clara donde los atuendos de Armani (negros) eran ley. Una red que se extendía –intangible, pero implacable– sobre el dominio de los émulos de Vitruvio en Barcino.

En cualquier caso, lo que no podía esconderse entonces, porque no existía en absoluto, era un discurso cultural digno detrás de los denominados “proyectos de ciudad”, los fastuosos “portales del conocimiento”, etc., etc.

Esa edad de florilegios verbales (tremendamente huecos) para justificar las plazas duras, ya pasó, mantengamos la calma. Hola al nuevo ‘zeitgeist’ donde la gente “ha leído”.

No ironizamos. El artículo de J. A. Acebillo en La Vanguardia es una buena noticia. Todo lo que afirma y razona el exarquitecto en jefe de Barcelona es sensato. Sus apreciaciones son sutiles. Como barceloneses, celebramos este “aggiornamento” tardío, honestly. Simplemente, subrayamos el contraste.

Al parecer, los romanos obligaban a los arquitectos de puentes a dormir bajo ellos la primera noche tras concluir las obras; también se dice que a los grumetes de la marina imperial china se les imponía el requisito de no saber nadar, para que trataran de salvar el barco a toda costa. Creemos sinceramente que Acebillo y/o Janet Sanz –esta última abogada y politóloga, analfabeta en arquitectura y urbanismo–, deberían pasar una noche al raso en alguna de las obras de la época de Bohigas.

[Palabra de Mono Blanco]



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Pilotos italianos

Hace ya bastante tiempo, precisamente cuando Italia estaba de moda (¿ha dejado de estarlo alguna vez?), ciertos deportistas italianos no solían caer simpáticos en Cataluña y en España. La gente veterana recuerda la solidez, y a la vez la sordidez, del ‘catenaccio’ como estrategia básica en los equipos de fútbol del país transalpino de hace décadas. Todos los aficionados al balompié (entrados en años) conocieron la disciplina bronca de los defensas italianos de la época, sus faltas tácticas para evitar contragolpes, la verdadera comedia “dell’arte” interpretada ante los árbitros del momento en los instantes decisivos del partido, etcétera. No hay duda de que históricamente se dieron en el Calcio muestras de conductas zafias que se prolongaron hasta entrado el siglo XXI, como, por ejemplo, el famoso salivazo del jugador Totti a un contrincante en el año 2004. Los equipos de básket de la dolce Italia, por su parte, en esos mismos tiempos, singularmente, no solían lucirse tampoco en el capítulo del fairplay.

Los lectores más memoriosos recordarán, quizá, a aquel baloncestista con perfil de soldado pretoriano llamado Dino Meneghin, en los encuentros televisados de los años 80: en cuanto los jueces volvían la espalda, Meneghin (110 Kg, 2,06 m de altura) hacía una de las suyas, verbigracia, lanzaba un puñetazo a un incauto defensor, el cual caía al suelo fulminado, sinó lesionado. Había un hombre tirado en la cancha, y retorcido de dolor, pero Meneghin se acercaba a él con un semblante inocente preguntando qué demonios ocurría.

– Ma che cosa?

Meneghin sería la horma de un tipo de deportista que no era inusual en ese admirable país llamado Italia, hace ya mucho tiempo, y que logró despistar a más de un árbitro de la época; Meneghin constituía un emblema de la dureza exhibida en muchos deportes de equipo.

Constatado esto, y aunque el mundo del deporte ha cambiado mucho desde entonces, es hora de hacer una reflexión sobre los pilotos italianos de automóviles de competición. Con ninguna ambigüedad, nos referimos a los pilotos italianos de coches. Aquí las diferencias son abismales, y las peripecias de los ases del volante son cautivadoras. Los automovilistas del país de la bota del mapamundi (¿un botín que pisa el acelerador?) son la excepción que confirma la regla en el área histórica del fairplay o de la práctica deontológica del deporte. En las antípodas de cualquier marrullería, en la esquina más limpia de la habitación de la fama, los ases del volante italianos de las etapas “heroicas” del automovilismo forman una saga de nombres exquisitos y maneras de gentlemen que empiezan en la Belle Epoque con Tazio Nuvolari, envuelto en una nube de éxitos y de leyenda. ¡Qué hermosa fonética mantiene ese apellido! Un nombre facilísimo y felicísimo de pronunciar: Nuvolari…

Le seguirían, sucesivamente, Caracciola y Campari. Rudolf Caracciola era alemán, pero de padres italianos, y fue un piloto brillante entre la primera y segunda guerra mundial. En esa era, asimismo, las hazañas vividas por Giuseppe Campari (1892-1933) en la carrera de la Targa Florio y en las Mille Miglia se sumaban a sus dotes como cantante de ópera, pues Campari era barítono, lo que expresa un pluriempleo fenomenal que no ha vuelto a repetirse.

En la década de los 50 del siglo pasado reinaba Juan Manuel Fangio, cómo no, de ancestros italianos. También descollaba uno de los primeros campeonísimos del mundo, el entrañable y risueño Alberto Ascari, que ganó el Gran Premio Peña Rhin de Barcelona en 1951, y todas las carreras internacionales en 1952, y revalidó el título en el 53. Ascari fue el único capaz de competir con Fangio y el famoso Stirling Moss. Fue amado por sus compatriotas, y muy querido por sus rivales.

En los años 60 del siglo pasado, todavía en el inicio de una Formula 1 adolescente, el escocés Jim Clark se batía con tres estrellas ascendentes de Ferrari: Bandini, Scarfiotti y Parkes, un tridente mítico. Los dos primeros, por supuesto, eran italianos. Lorenzo Bandini fue un corredor fantástico, pero fue una promesa truncada, pues murió en el circuito de Montecarlo llevando el número 18 en su Ferrari, un número (el 18) que fue y sigue proscrito de cualquier coche de la marca desde aquellas fechas. La orden tajante de no exhibir ya jamás el número 18 la dio Il Commendatore Enzo Ferrari, y luego, hasta hoy, la han seguido a rajatabla todos los directores deportivos de la Scuderia. Nunca se verá ya un Ferrari de competición con el número ’18’ en sus flancos, en reconocimiento a la última carrera de Lorenzo Bandini. La mala suerte de este piloto se atribuyó, con sorna agorera italiana, a la proximidad del ‘diciasette’ , el 17, que es una cifra de mal fario en Italia. En España, en cambio, como recordaba Angel Nieto, la cifra fatídica ha sido siempre el 12+1. El piloto Ludovico Scarfiotti, por su parte, fiel compañero de Bandini en la marca del Cavallino Rampante, junto con el británico Mike Parkes, tuvo una trayectoria deportiva breve, pero igualmente destacada. Era sobrino del magnate Giovanni Agnelli y cautivaba por su refinada educación, a la altura, podría decirse, de la portentosa habilidad de sus pies y de sus manos. Scarfiotti ganó el Gran Premio de Italia de 1966 en el circuito de Monza, lo que le hizo enormemente popular en su país. Italia en aquel momento empezaba a disfrutar de un notable prestigio cultural internacional, en parte debido a su último cine vanguardista y a su incipiente diseño. Con la victoria de Scarfiotti, la bandera tricolore ondeó en el podio entre una multitud enfervorecida. Scarfiotti murió en una competición menor, cuando trató de evitar a un corredor que yacía en la carretera, despedido desde un coche accidentado.

Un poco más tarde, la relación de conductores italianos caballerescos y a la vez magos del volante no se acaba. En los 70 del siglo XX, se recordará sin duda al elegantísimo Ignazio Giunti, gran piloto de monoplazas y de prototipos, muerto en un accidente absurdo provocado por el polémico Jean Pierre Beltoise en el inseguro circuito de Buenos Aires. Italia lloró entonces otra promesa en ciernes.

También cabe rememorar a Arturo Merzario (otro nombre bellísimo), piloto de la casa Ferrari inicialmente. Fue un astro del campeonato de prototipos en los mismos años 70 con su Ferrari 312-P, y también lo fue en Fórmula 1. Merzario, amante incondicional del motor, se arruinó personalmente al pretender organizar una escudería con su propio automóvil y su propia marca.

Ciñéndonos a la Fórmula 1, todos los barceloneses veteranos que acudían a las carreras de Montjuic antes de la clausura del circuito, es decir, en los 80 y 90’s del siglo XX, pueden rememorar a un italiano notable -en realidad, suizo del Ticino-, Clay Regazzoni. Sin duda, sus derrapajes antológicos en los Grandes Premios de España, coreados por la multitud en el trazado barcelonés, pertenecen a otra época, pero hacían las delicias de los aficionados. El bueno de Clay Regazzoni hizo más de una jugarreta al eterno amo de la parrilla de salida, que por entonces era Jackie Stewart, el cual -por su eficacia y elegancia en la conducción- tenía seguidores devotos entre los catalanes. Pero Regazzoni era otra cosa: ascendía por los curvones del Estadio con su Ferrari semicruzado y con la última velocidad puesta, como si nada. Protagonizó las mejores derrapadas vistas en Montjuic. Más tarde, el piloto de Lugano paseó su campechanía por los paddocks en silla de ruedas, donde quedó confinado tras un accidente en 1980.

Ignoramos si los pilotos italianos que fueron rivales de Fernando Alonso en la Fórmula 1 (Trulli, Fisichella…) hubieran llegado a la altura deportiva y personal de sus predecesores históricos de no haber mediado el genio asturiano; pero de cualquier manera, la retahíla de corredores italianos que se deslizaron por el asfalto en los circuitos de competición del mundo, de todas las épocas, es impresionante. Es un gozo de la memoria y un placer casi auditivo evocar en voz alta a los imperecederos maestros del volante de la grande Italia: Nuvolari, Caracciola, Campari, Ascari, Farina, Bandini, Scarfiotti, Merzario, Giunti, e incluso el simpático Regazzoni…

En esta lista vibran los recuerdos de los buenos aficionados al automovilismo, una especialidad deportiva y espectacular que hoy –a la vista de la proliferación desenfrenada de automóviles, por una parte, y a su repercusión medioambiental, por otra– tendría que convertirse en historia, o probablemente en un deshecho romántico.


[Palabra de Mono Blanco]



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Escripturología

Es la ciencia de conseguir escribir algo interesante de cualquier longitud -y en cualquier medio-, y que además no sea mentira.

Se trata de la meta de muchas publicaciones, en el bien entendido de que, aunque todo logro cultural, estético o científico no puede definirse sino con palabras (mediante, en definitiva, lenguaje verbal y/o escrito -J. Mª Valverde dixit-), a sensu contrario las consecuencias de esta constatación parecen obvias; pues la simple generación textual, el puro arte de hilar sentencias heterogéneas o aleatorias, pero gratificantes por sí mismas -en la eventualidad de hallar una prosodia funcional-, consigue generar y difundir el milagro de la información válida y buena, verdadera, y, de hecho, con repercusión en múltiples disciplinas; como fruto espontáneo de su propia coherencia.

Se trataría de la fecundidad literaria del relato, no buscada, en principio no temática, producto de la generalidad y la generosidad del escribiente en un texto francamente planteado, pero casi sin querer. Esta estrategia culta es clave, por ejemplo, en una obra como la de Javier Cercas, donde todo juicio vertido en el texto, sea cual sea, resulta atractivo.

Por otra parte, ese mismo empeño -escribir por escribir, pero con rigor máximo- tiene su antípoda. Lo tiene en otro fenómeno de mal pronóstico; hablamos del delito de escribir por no escribir, en el sentido más frívolo que existe, el de un derroche que nos afecta a todos y que aparece desparramado en el globo como otra pandemia: los grafitti. Los grafiteros deberían ser multados por alguna organización internacional como criminales, como terroristas culturales y como agresores de la civilización. Lo que escriben siempre es mentira.

El formato del grafitti, nefasto para la literatura, es el mismo formato anómico, agnotológico y planetario, del tatuaje, del tatoo, de la herida corporal autoinflingida, un rasgo furioso y maligno característico de aquellas personas que, en su psicopatía narcisista, han “perdido la letra” y el respeto hacia la humanidad más básica: la suya propia. Si antiguamente el tatuaje era un castigo para maleantes, el grafitti es el tatuaje urbano -infraescalado al cuerpo humano- que da la medida moderna de la “civitas”.

El tatuaje generalizado de los cuerpos, igual que el grafitti, refleja la quiebra final de la escritura, el colapso de la recepción estética de la Literatura; el cuerpo humano ya no sabe cómo relacionarse con la letra, con la escritura, con la literatura; de modo que insensatamente inscribe, a sangre, caracteres, glifos y anagramas (entrópicos, absurdos, hirientes) en su propia piel, con la nostalgia de la pérdida del poder de la palabra


[Palabra de Mono Blanco]



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A cavall de l’euga blanca

La paremiologia catalana -la ciència dels proverbis- ofereix exemples fantasiosos i d’orígens incerts, però sempre nobles: punts situats entre l’acudit efectista, la rima gratulatòria i el joc de paraules. De vegades, l’eufonia d’un sol títol ja dona paral.lelismes. Lliguen amb topònims de casa nostra, amb romanços abreujats, si es vol, i la cosa empitjora, o emmillora, quan t’adones que Catalunya no és pas un continent, encara que ho sembli. Tenim refranys per donar i regalar.

Els refranys són raons i són astúcies. Són misteris. Alguns il·luminen; alguns couen. Un país gran en refranys, forem. Presents a totes les cultures, guarden un estrany equilibri entre la substància i la comicitat. A Catalunya, la bellaqueria d’un proverbi pot fotre la glorificació d’un artista, i això seria una trava. Els francesos en aquesta lluita són fins com La Fontaine (“à beacoup de plaisirs, je mêle un peu de gloire”). Frases comunes n’hi ha moltes, on es barreja filosofia de butxaca amb genis de comarques com ara en Fages de Climent. Ultrapassen la metàfora. Són figures retòriques de la parla sobrevolant els segles. Comforten els sentits. L’encapçalament d’aquest text, per exemple, no expressa equitació qualcuna, i molt menys sofisticada, o una cosa a l’atzar; al contrari, poetes (perquè a Beniarrés tot ho fan al revés): “a cavall de l’euga blanca” vol dir simplement que pateixes, que passes una mala ratxa.

I més volàtil que això…

L’univers s’atrapa en un adagi, el qual, amb formes de rodolí, camina com un centpeus amb sabates de diumenge.

“Un ase i una somera, tot ho paga mossèn Pere”

“A Palafrugell, qui abans no mor, arriba a vell”

“Caçador de perdiu, caça menys del que ens diu”

“A Cullera, vora mar, més val vendre que comprar”

A Copons, n’hi ha de dolents i de bons”

“Menjar raïm a cap d’any porta diners per tot l’any”

Etcètera.

El poeta Francisco Brines (premi Cervantes 2020) diu que no suporta els rodolins (los pareados), i s’enten plenament i fàcil, igual que Alejo Carpentier deia allò que “los adjetivos son las arrugas del estilo”.

Resumint, a nosaltres no s’ens passa per la barretina “badallar de son, com el sastre Anton”, i desmentim el calendari del monjo: “El bon nap, per Sant Jaume treu el cap”. Potser el lector en conegui unes quantes, de dites populars. Demanar benevolència amb les nostres és un deure: “Quina culpa té el cirerer, si el seu amo et fa un despler?”.

Salvat-Papasseit no fumava porros, però Sisa sí -ho suggeria sempre, al menys- i va composar cançons molt vàlides amb rodolins. A continuació es va retirar com un anacoreta per jugar amb el temps i amb els records (“Ai, la pipada d’en Catiu, que va començar a l’hivern i es va acabar a l’estiu”).

Xerraires, naturalment, n’hi ha a gavadals, tothora, arreu.

D’aquest material fungible, inesgotable, debades en podriem dir “càpsules”, oi? (i ens quedariem tan panxos mirant TV3, sempre)


[Paraula de Mono Blanco]

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Síntesis


Octubre 2020

Dicen que en el Barroco existieron publicaciones cuyo título podía ser más largo que el propio contenido de la obra, y hoy nos situamos en el lado opuesto de ese esfuerzo casi místico de la literatura: hoy hablamos de un libro cuyo título resume su mismo interior, es decir, hablamos de un ejemplar de “tomo” cuyo encabezamiento vuelve inútil lo que sigue, por completo, por prosaico, porque el título ya lo ha destilado, sintetizando y deglutido. Viene rotulado en la cubierta y hace absolutamente innecesario lo que va después, pues aparece en el título.

Se trata de una verdadera performance, de retórica o de economía expresiva, y desde luego, es un logro de la arquitectura editorial. Peso muerto de páginas blancas, en verdad, diríase: no es un texto bizantino, o un antojo churrigueresco, o una fachada sin edificio. El libro que reseñamos no es comparable al rodaje de un Western tras el cual no hay vida. Es mucho peor. Lo que hay detrás no sirve absolutamente para nada: ni siquiera hay armazón. No es el típico hueco libresco para camuflar botellas de whisky, que -en sí- ya sería algo. El mero titular del encabezamiento lo es todo.

¿Es posible este derroche? ¿Hablamos de un autor y una editorial fanáticos de la letra por la letra? ¿Esto pondrá de moda la costumbre de acumular hojas y hojas que no sirven a ningun propósito? ¿Y porqué un libro así sale a la luz? ¿Para qué tanto árbol talado, si puede saberse?

Pues para darle un premio. Este derroche de dinero -de alguien- se llama demagogia, y en este caso, merecedor de un galardón, se ofrece bajo el título “La república del bé comú” (sic), un monumento cuyo escribiente esforzado no es anónimo (como a veces sucedía en el Barroco) sino que es el conocido y encarcelado Raül Romeva. No es un niño y sus gustos literarios son discutibles (es un fan del “Mecanoscrit del segon origen”, de Pedrolo). Querríamos compadecerle -por todo-, pero es que si alguien se toma la molestia de averiguar la etimología de la palabra “república”, verá que quiere decir supinamente (y precisamente) “la cosa pública”, es decir, “la cosa común”.

¿Hay alguna república en el orbe que –oficialmente– no persiga la cosa común, el bien común?

Intentemos frases rápidas con petición de principio, a ver si ganamos algo:

“El boli que escribe”

“El lápiz que dibuja”

 “El fuego en llamas”

“El aire del éter”

¿Vale la pena seguir? ¿Le añadimos 100 páginas? ¿200?

(¡Es el título, estúpido!)


[Palabra de Mono Blanco]

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La Llei de la Ciència

Julio 2020

Que se imponga la ciencia. Que gane el saber. Que el poder del conocimiento triture la inopia, el analfabetismo y la fantasmagoría donde sea, y nos dé larga vida. Bueno, esto no es exactamente una maldición del Jedi. La expresión “La Llei de la Ciència” es actual y responde a una iniciativa del Parlament de Cataluña: se trata del comienzo de una ley que ha salido a información pública. El título de este anteproyecto es sintético (y, por tanto, aparentemente loable), y su trámite de audiencia diríase oportuno –jurídicamente sin duda–. No obstante, la ambición del legislador al caracterizar este proyecto trastoca su significado. Es decir, impone; en el sentido de evocar hitos famosos del séptimo arte: La Ley del Peligro, o La Ley de los Fuertes (con Charlton Heston), o La Ley de la Calle, o incluso La Sombra de la Ley, o la estupenda Sin techo Ni Ley (de Agnés Varda).

¿Es “La Ley de la Ciencia” un epígrafe justo, adecuado, para lo que se pretende? Pues mira… Este anteproyecto suena marchoso, pero al final es un nyap.

Empecemos reconociendo que ya existía la ley estatal 14/2011, “de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación”. Y la Generalitat no puede quedarse parada, de modo que se apunta a la fiesta (I party, therefore I am) dentro del ejercicio irreprochable de sus competencias. Pero, y sin que –por ahora– esto sea una censura, es difícil no sentir cierta nostalgia por aquella frase de Daniel Innerarity: “si somos más, ¿cómo es que entonces no hacemos las cosas mejor?” (con mayor materia gris, en un área fija del mundo, el output sería optimizable, o coordinable, etc.)

Para muchos, claro, es dudoso que entre Cataluña y el “resto ibérico” (incluyendo a Portugal) seamos más. No hace falta recordar que los mitos del cine son pura fantasía. Poca broma. Se trata de algo importante. En tiempos de pandemia, un foco de las alarmas catalanas se ha situado, como decíamos, en el denominado “Avantprojecte de la Llei de la Ciència”. El cual, en resumen, constituye una regulación del impulso erudito en todos los ámbitos del país, del país que tenemos ahora y del futuro, en una esquina de la península; es decir, la Llei sería la madre de todas las madres en cuanto a investigación, conocimiento científico, innovación, etcétera, en el Principado de Cataluña.

Y aquí empieza la crítica (seria), puesto que la prensa no parece preocupada: del mismo modo que Cataluña es un Principado que no tiene príncipe (esta es, precisamente, la gracia), la presente Llei de la Ciència encierra poca ciencia, y se diría que establece, en cambio, “su” ciencia. Pero por la ley de Murphy, después de leerla. Es otra vuelta de tuerca en el afán de controlar gubernamentalmente la cultura, la ciencia, el conocimiento, y, vaya, tot plegat. Este Avantprojecte es rabiosamente político, por todos los costados, y hablamos de política castiza y de la buena.

La misma exposición de motivos (EDM) de la futura ley es inenarrable. El texto comienza citando a Prat de la Riba por doquier, y lleva a este prócer en volandas durante páginas y páginas en un sermón que ruboriza, indigno de cualquier publicación intelectual, o impropio de cualquier documento normativo que tenga mínimamente que ver con la ciencia y la investigación, las cuales, por definición, son universales. ¿Una ocasión perdida?

Veamos: Prat de la Riba fue el artífice de la Mancomunidad de Cataluña, una entidad básica que, entre otras hazañas, consiguió enderezar el patrimonio arquitectónico del territorio catalán, un patrimonio absolutamente devastado a principios del siglo XX, después de un siglo casi “tirado a la basura” (el XIX), en palabras de un historiador de la época. Merced a Enric Prat de la Riba, a la Mancomunidad que él ideó, y a un funcionario dispuesto, el arquitecto Jeroni Martorell, se restauraron iglesias, castillos, murallas, monasterios, torres, palacios, y un largo etcétera. El Servei de Patrimoni de la Mancomunitat de Cataluña realizó una tarea extraordinaria y antológica, aún no bien valorada, recuperando con competencia histórica y estilística –gracias a Martorell– lo que en algunos casos eran casi ruinas. Runa o ruïna: Martorell las transformó, cuidó y repuso, y gracias a él los monumentos emblemáticos del pasado han llegado hasta nosotros. Es simple, aunque ya nadie lo recuerde. Jeroni Martorell reconstruyó la piedra; Pompeu Fabra, la lengua. La Mancomunidad llevó a cabo una labor educativa y pedagógica encomiable, admirable, bien conocida y estudiada, e igualmente valiosa, que se prolongó hasta el comienzo de la Guerra Civil.

Lo anterior sólo son ejemplos esporádicos de la actividad ingente e importantísima llevada a cabo en el primer tercio del siglo XX por la Mancomunidad de Cataluña, la gran obra de Prat de la Riba.

Ahora bien, Don Enric era una persona de carne y hueso, y no era Dios, y desde luego –aunque sólo sea por el desfase cronológico– no puede ser en absoluto un fetiche para inspirar una Ley de la Ciencia del siglo XXI, en ningún país, en ninguna autonomía y en ningun estado. Colarnos a mansalva “el pensamiento” de Prat de la Riba (útil en su momento, como todo lo útil en la historia de la cultura) a lo largo y ancho de una soflama patriótica, también llamada Avantprojecte de Llei de la Ciència (en escrutinio público), no únicamente resulta caduco, es algo enormemente inmoral. No se trata de un oximorón. En su discurso histórico de inauguración de la Mancomunidad (6-IV-1914), Prat de la Riba elogiaba la “raza catalana” sin disimulos, directamente.

What?

El zeitgeist racial, nacional, etnocéntrico, intensamente localista, del discurso de este político tan relevante en su día –para Cataluña fue positivamente “instruméntal”, como dicen los anglosajones– no puede ahora constituir el árbol vertebrador de la ciencia y sus vergeles en Cataluña, en pleno siglo XXI. Esto es una barbaridad. Se nos recuerda constantemente en la EDM que la ley persigue alcanzar “un conocimiento y un modelo propio” e idiosincrático de los saberes de Cataluña (?): objetivo antitético, antiético e infumable, directamente inspirado en algunas frases lapidarias del tatarabuelo cebolleta (Prat), que en este sentido (sólo en este sentido) no se aguanta ni los pedos. ¿Cómo es posible este tipo de declaraciones amarillentas, decadentes, anacrónicas, casi nazis, en plena Europa? Algú s’ha begut l’enteniment…

Por otra parte, es pura diversión cómo cita la universidad el texto; dedicada la EDM a la paráfrasis entusiasta de las excelencias científicas catalanas históricas, cosa improcedente en un documento jurídico-técnico. Hay que saber que la universidad pública de Cataluña, erosionada una y otra vez por los poderes fácticos de la Generalitat, especialmente por los bastonazos de The Three Amigos (Artur Mas / Mas-Colell / Antoni Castellà) aparece en el documento de refilón, con un papel de mero figurante, coadyuvante de la tarea y la atención que dedica a los organismos públicos de la Generalitat controlados y financiados con mano firme por la institución. Para nadie es un secreto que la ciencia y la investigación en Cataluña están gubernamentalizadas de una manera obscena. Esta ley, mirada en detalle, aumentará la sodomía. Aunque, es cierto, se trata de un defecto hispánico que NO padece nuestro mismo vecino Portugal, con un “pasado científico-técnico” de un nivel al que los catalanes no llegamos ni a la suela del zapato (y eso descontando la glosa patriótica del Avantprojecte). Portugal confía a sus universidades públicas el grueso de su “alta investigación”.

La ley adelantada ahora en Cataluña, en período de consultas, refuerza el patrón que se sigue –es verdad– en el ámbito del estado español (programa “Ramón y Cajal”), o también en Euskadi con Ikerbasque, etc. El patrón de marras –inaugurado por la Generalitat en su día– es ir abandonando poco a poco a la universidad pública como lugar genuino (neutro, imparcial, universal) del desarrollo de la ciencia e investigación, “consiguiendo el efecto sin que se note el cuidado”. Si alguien todavía no ve este desideratum corrupto –técnicamente hablando– en la política científica de la Generalitat, es que está ciego.

Cualquier intelectual catalán –incluso los de medio pelo, como nosotros– debería sentirse abrumado cuando advierte que la meta declarada de la Llei es que todos los profesores, científicos e investigadores de la comarca y alrededores (incluyendo Llívia) “contribuyan a la construcción nacional de Cataluña”, dado que los científicos catalanes hasta la fecha han sido en realidad y literalmente –se nos alecciona– herramientas para este fin (sic, parrafo tercero, pagina 2, EDM, no ponemos cita al pie porque nos morimos de vergüenza).

Esta ley es épica, y, después de todo, Mas-Colell ya lanzó lo de un “perfil científico” esencialmente catalán (!?) en una conferencia de 2002. Toma mantra nasional, y, de no quererlo, dos tazas. A partir de sus recortes de Conseller, en toda la universidad pública catalana (excepto la UOC controlada por la Generalitat), a Mas-Colell se le conoce como “el destraler“.

Por fin: es admirable el candor de la regulación del mecenazgo en el actual Avantprojecte, el mecenazgo que se volcará en las “instituciones científicas catalanas” (las cuales son tachadas de “públicas” en el mismo sentido en que el Ejército es “público”); mecenazgo esperado como agua de mayo, parece, y que obligatoriamente se producirá gracias al efecto balsámico de esta disposición. Por supuesto, el conjunto de las empresas del país, y el mercado en globo, cuando se promulgue la norma, pasarán por alto (?) que su altruismo se dirigirá a entidades fuertemente ligadas a la Generalitat, con fines retorizados en los papers de Quim Torra, y con objetivos quizá difíciles de distinguir del folclore más cariñosamente popular.

La ciencia y sus leyes funcionan con hipótesis valientes.

Dicen que Debussy solía poner el título a sus composiciones después de crearlas. Muchos catalanes –hojeando el texto que comentamos, y más los aficionados al cine– aprobaríamos rápidamente otro titular para esta ley, o, al menos, para su exposición de motivos:

“Senderos de Gloria”, de Stanley Kubrik.

[Palabra de Mono Blanco]

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Pixar fora de test

Es definitivo: hoy lo heroico es decir algo mínimamente razonable. Gente solvente que antaño solía ser argumentativa, sensata intelectualmente, al menos en sus áreas disciplinares, hoy desbarran sin ninguna precaución. Esto es una nueva epidemia, todavía más peligrosa que el Covid-19. Tomemos por ejemplo, lo que acaba de defender el abogado civilista Pablo Salvador Coderch (PSC) en la edición de El País de 11-VI-2020. Es cierto que este letrado –cuyo manejo de la crítica de arte es sorprendente– hace tiempo que da discursos en la prensa, los cuales suelen ser bastante lúcidos, la verdad, aunque se precipiten fuera de su campo de conocimiento; pero se le perdona –vamos a decir–, dada la natural propensión de los licenciados en derecho a escribir, patología que padecen los de su gremio; y que en el exterior del foro, a veces, no es tan virulenta. Sus opiniones en los diarios son divertidas.

La pandemia, sin embargo, ha hecho estragos, y no se sabe cómo ha sido. Ignoramos si la amenidad característica de los artículos de PSC era genuina, o bien obedecía a intereses más prosaicos que su prosa. Tras el artículo –y la imagen delatora–, nos preguntamos ahora si este jurista y académico, hijo de un arquitecto famoso, tiene tomadas acciones en la empresa de un Vitruvio moderno denominada “Museu Hermitage Barcelona”. O si PSC, además de ser funcionario en la UPF, cultiva los afectos más directamente business-friendly de Convergència, la cual se arremangó ostensiblemente para lanzar esta iniciativa “cultural”. O si siempre ha sido así. O si hablamos de ambos extremos. O qué.

Resulta que en la órbita de la arquitectura y el urbanismo (otro gremio de cuidado) el desconocido instigador de una posible –o putativa– sucursal del museo Hermitage en Barcelona era, en efecto, un donnadie, lo cual no es naturalmente negativo, no, en absoluto, dados los estragos que en los últimos decenios han causado algunos protagonistas de la Más Bella De Las Artes en nuestro entorno inmediato. Pensemos, por ejemplo, en la grapadora de Bohigas de la plaza de las Glorias. Al parecer, en esta ocasión, con el Hermitage, se trataba de la propuesta de un arquitecto anónimo, entendido… ¡pero ah amigo! amigo del yudoka más ducho del orbe, y experto mundial en hockey, el más profesional que existe: Vladimir.

Por no mencionar sus dotes a caballo descubierto.

La pinacoteca de San Petersbugo es –no hay duda– un auténtico festín para la humanidad, pero juzgar que los dirigentes de un establecimiento de este calibre no tienen nada que ver con el régimen político de referencia, vale, sólo pensarlo y se nos funde el candor como la nieve en los bulbos del Kremlin, o, por poner un ejemplo, se nos derrite visualmente el chupachups rojo de “Lolita” de Nabokov (pronúnciese Nabókov).

En un momento dado, la polémica e hipotética erección de un Hermitage-bis en el puerto de la capital de Cataluña parecía acorde con la máxima plus ça change, plus c’est la même chose, teniendo en cuenta el dominio que los zares de Rusia –forjadores de la fabulosa colección del Hermitage– tenían del idioma francés. La Autoridad Portuaria de Barcelona y el Ayuntamiento, respectivamente, estuvieron entretenidos en un partido de tenis de alto copete, concluido con la pelota boba del film Matchball de Woody Allen. Era dudoso por qué banda iba a caer, pero finalmente los colaboradores de Colau se hicieron fuertes en la red y ganaron el punto.

La ciudad entera profirió un respiro de alivio, y esta vez sin mascarilla. No obstante, mira por dónde, Pablo Salvador Coderch, siempre locuaz en temas de arquitectura –siendo jurista, mmm…–, se sintió dolido.

No sabemos la causa. No sabemos cuándo nuestro Pablo cayó del caballo (de Putin), pero un individuo tan leído como él, asesor del despacho Cuatrecasas, ¿cómo es que ignora aún la secuencia de los hechos? Las evidencias pueden rastrearse en las hemerotecas, el desconcierto de los medios, la frivolidad de una idea que iba cambiando de ubicación y de aspecto, la naturaleza privada (y en principio legítima) del asunto, donde, de una semana a otra, se modificaban parámetros clave sin ton ni son, igual que en un desfile de moda. Fuera lo que fuese –cambiara el arquitecto, los planos, la inversión, el emplazamiento, el acuerdo, etc.–, los promotores insistían que la apuesta iba a funcionar. El affaire es reciente, y la historia vergonzante, tampoco es tan difícil encontrarla y ordenarla en Internet.

Un día, en los diarios saltaba la volumetría de una propuesta “X” para el superHermitage de Barcelona; otro día, de golpe, era designado como responsable el arquitecto Toyo Ito, que apareció como el salvador del proyecto –cuando proliferaron las pegas–, como el hombre del saco de serpientes, pues lo cambiaba todo con un coup de rendering (precisamente, el que muestra la instantánea de El País)

Ríete tú de los excesos del hotel Vela, hito fantasioso, histórico, no lo olvidemos, crecido en el terraine vague eternamente interpuesto entre las competencias del Puerto y las del Ayuntamiento. Recordemos el desespero histórico del alcalde Joan Clos rebajando plantas en el rascacielos (Hotel Vela) de Bofill, erigido gracias a una “ocurrencia” del Puerto –vamos a llamarla de este modo– en un volumen casi calcado –por otra parte– de un edificio de… Mongolia (en Ulan-Bator). En estos días, alguna universidad quiere darle a Ricardo Bofill un birrete honoris causa. Pues ok. Por cierto, el envoltorio de Ito en las fotografías del proyecto del Hermitage, tan caras al gusto del connoisseur Coderch, vulnera en varias alturas la normativa vigente.

Leningrado va a quedar muy lejos, y Japón no te digo. Pero lo más remoto que nos queda en este instante es la ecología, la ecología que empieza con el lenguaje y con el sentido de las palabras, y que acaba con un mínimo conocimiento disciplinar de la arquitectura y el urbanismo, que no todo el mundo tiene, aunque detente la condición de “hijo de”. Por otra parte, está la propensión a corromper la opinión pública por intereses no declarados (ay). Un individuo avispado con buenas conexiones (de nombre éste: Ujo Pallarés) tuvo el mérito de haber contactado –eso sí– con los herederos espúreos de Catalina La Grande, y parece que arriesgaba su dinero personal privado (el 20% de la operación) junto con el de una compañía muy característica con sede en paraísos fiscales (un fondo de inversión suizo-luxemburgués). Pues eso.

En fin, que si el texto libre que comentamos es fruto de una pirueta del jurisconsulto PSC, lletraferit donde los haya, resulta veleidoso e indocumentado (por no decir naïf), y deja de estar a la altura de las performances anteriores del autor.

Si es otra cosa, el asunto ya es más serio.

[Palabra de Mono Blanco]

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¿Saben de motos las pescateras?

Mayo 2020

En 2016 el escritor y ensayista Félix de Azúa cometió la imprudencia de equiparar el mindset de Ada Colau con el de una pescatera. Era un modo de insinuar que Ada Colau, a su juicio, no estaba preparada para entender y asimilar los problemas de una gran metrópoli como Barcelona. En este sentido, un financiero catalán famoso se ha despachado recientemente –atrapado por un micrófono abierto– con una ironía alusiva a la supuesta zafiedad de la alcaldesa, de nuevo, mujer que no dispone, objetivamente hablando, de ningún mérito intelectual, universitario o académico (no acabó Filosofía, dice la wikipedia). En esta ocasión, la puya del hombre de negocios fue un gancho a la mandíbula: “¡Què s’ha cregut aquesta senyora? ¡Però si tirava pedres fa dos dies…!”, refiriéndose a un pasado activista en el movimiento okupa, los movimientos anti-hipoteca y los anti-deshaucio. Un currículum singular del que su protagonista se enorgullece públicamente.

Cabe reseñar que, en jornadas inmediatamente posteriores a la anécdota de 2016, en las calles de la ciudad, entre los empleados de diferentes comercios, y a la hora del pitillo o de tomar la fresca, unos a otros (unas a otras, etc.) se espetaban la siguiente frase:

– ¡Pescatera, que eres una pescatera!

Por las mañanas, la broma popular podía escucharse en los umbrales de las tiendas de Barcelona, incluso las situadas en lados opuestos de no pocas calles. Entre los dependientes de muchos establecimientos, dejó poso.

La solidaridad espontánea del gremio del comercio con su alcaldesa no era baladí: en realidad, todos los barceloneses –incluido Félix de Azúa, juraríamos– continuamos ignorando, ciertamente, lo que sabe y lo que no sabe Ada Colau, y lo mismo sucede con la treintañera Janet Sanz, actual mano derecha de la primera munícipe de Barcelona. Janet Sanz Cid es una licenciada en Derecho y en Ciencias Políticas, bien, pero con un período de prácticas que coincide, temerariamente, con su etapa de vice-gobernadora de millón y medio de habitantes, una responsabilidad sobre la que convendremos que no es ideal para un administrador que –prácticamente– se acaba de estrenar en la función pública.

Digamos que el historial de ambas políticas (la acaldesa y su adlátere) no es el de Pascual Maragall, precisamente, ni el de Manuela Marchena, para entendernos. Ninguna de las dos empata con la hoja de servicios de Bill de Blasio, alcalde de Nueva York graduado en Columbia, abogado general de la ciudad (public advocate) con anterioridad, y concejal durante largo tiempo antes de desempeñar un cargo tan decisivo.

Sin embargo, todo es posible, tal y como aseguraba un risueño Artur Mas –enmedio del funeral– el día después de que Trump ganara las elecciones (véase vídeo publicado por La Vanguardia). Y qué, diríamos. No en vano una buena lectura de Daniel Innerarity nos enseña que la democracia es el sistema que gestiona mejor el desconocimiento, la fatuidad y la miseria colectiva; y lo dice en serio. Jürgen Habermas, por su lado, ha dejado establecido: “¡Por Dios, nada de gobernantes filósofos!”

De acuerdo. Lo que nos preocupa de verdad a los barceloneses son las motos. El tema de las motocicletas. Es un asunto que, bien llevado, es una bendición para Barcelona, y se trata de una cuestión moral que no pilla la alcaldesa, ni su elenco de concejales, ni su corretela de asesores áulicos, entre los cuales figuran mentes lúcidas, nos consta. ¿Sabe la primera gobernanta de la ciudad –o su círculo– cuál es la diferencia entre una bicicleta eléctrica de gama alta y una motocicleta eléctrica de gama baja? Pues nosotros tampoco.

Resolvamos esta torpeza inexcusable. Las bicicletas son para el verano, y el “llano” de Barcelona es un mito para arquitectos y urbanistas: lo humanizó un crack de la planificación en el siglo XIX. Pero por desconocer, oiga, nadie sabe lo que opinaría Ildefonso Cerdá con tanto asfalto de colores. Porque a nadie en sus cabales se le ocurre subir la calle Santaló a pedales, aunque quizá pudiera ser en una bicicleta (¿o motocicleta?) eléctrica, o quizá en una “máquina” (llámale H) de baja cilindrada. Reciclémonos como carniceros: en la relación kilogramo-de-carne-movido / hardware-necesario-para-ello, el ingenio mecánico más eficiente que se percibe en el universo –no hace falta ser Sherlock, ni Shylock– es la moto (una bicicleta con motor), se mire como se mire. En particular, sin la solvencia y la libertad que dan las motocicletas, Barcelona sería un infierno circulatorio y un averno de contaminación.

Nadie quiere marginar el transporte público. Es fundamental. Se trata de favorecer la diversificación que otorgan las motos, simplemente,  pero no a cualquier precio. Lo primero que tendría que hacer el Ayuntamiento de Barcelona es declararla “ciudad de las motos”, pero con un gran matiz. Tendría que publicitar y asegurar el uso de la motocicleta como medio de transporte seguro, urbano y civilizado. Porque lo que ocurre ahora en Barcelona es una calamidad.

Vayamos por partes. Es absurdo que con el índice de contaminación de Barcelona se permitan camiones 4×4 tipo Cayenne, tipo BMW X6, tipo Mercedes GLE, tipo Range-Rover, tipo Audi gigantesco, y así, desplazándose tranquilamente por la ciudad: automóviles que se han vendido como rosquillas en España hasta hace bien poco. El sorprendente análisis del RACC confirmaba hace un tiempo que únicamente el 5% de estos SUV’s de lujo habia hollado un camino forestal, alguna vez. ¿Cómo es posible? ¿Admitimos el serpenteo obsceno de estos mastodontes normalmente con un solo pasajero (el piloto), por la Plaza Cataluña? ¿Cómo es que no se embrida este insulto a todos los barceloneses, cómo es que el consistorio cierra los ojos ante este derroche innecesariamente suntuoso, antes que adoptar normas que afectan indiscriminadamente al transporte de superficie de toda el área metropolitana? E igualmente, y aquí vamos: ¿qué pinta en Barcelona una Harley-Davidson petardeando a sus anchas, un artilugio pensado para las largas rectas interestatales de los Estados Unidos de América? El ruido brutal de estas moticicletas es insufrible, inmoral, contra-natura, en una ciudad tan densa como Barcelona. Ningún barcelonés ha visto en su vida a un guardia municipal deteniendo y multando a un motorista escandalosamente sonoro (por culpa de su bruñida Harley, o debido a un tubo de escape fuera de la ley), jamás, nadie lo ha visto. La afrenta de los escapes infumables y las Harley-Davidson’s “libertarias” (sus jinetes suelen ser burgueses con cadenitas) tiene en vilo a toda la ciudad a cualquier hora, impunemente.

Es urgente, perentorio, promocionar la urbanidad de la moto como vehículo de transporte seguro y civilizado. He aquí una idea básica, de perogrullo, antes de empezar a dictar bandos sobre el tráfico de vehículos en Barcelona y, en concreto, sobre la reducción de las motocicletas o sus aparcamientos: hay que montar una brigada municipal dedicada selectivamente a una nueva “policy” de la moto en Barcelona. Una nueva “policy” que tutele la motocicleta eléctrica (compartida y particular), que impida la circulación de motos térmicas a partir de una cilindrada bien estudiada, apta para moverse por todo el hinterland barcelonés; no hace falta una máquina de 750 cc para eso. Y mucho menos una Harley-Davidson. Hay que estudiar los recorridos de los commuters que pueden realizarse idóneamente mediante un invento tan sofisticado y tan útil como la moto. Etcétera. Y por descontado, al mismo tiempo que se ensalza y se fomenta la motocicleta como cultura genuina de Barcelona, valiosísima e indispensable, hay que anular de raíz el gamberrismo de la moto que aún queda en la ciudad, y que desprestigia automáticamente a los demás motoristas, además de provocar muchos accidentes.

La moto bien regulada, cortés, vital, controlada, forma parte indispensable de la solución circulatoria de Barcelona.

– Ada, reina, carinyu…

Kafka y su amigo Max Brod circulaban en moto por Praga, y Georges Bernanos por París. Lawrence de Arabia ratoneaba a lomos de su Brough Superior SS100, es cierto, pero nunca por una calle estrecha y empinada como las de Gràcia. Embestir institucionalmente a la moto sin criterio (o sin soluciones compensatorias creíbles), no es sensato, no es científico. Ignorar el ‘bendito patrimonio’ de la gente que rueda en moto fluidamente por la calle de Aragón, o censurar este hecho, o atacarlo sin racionalizar el dispositivo regulador, es desaprovechar lo que desde los negocios –al menos– se llamaría coste de oportunidad. Desde un ángulo puramente electoral, no digamos.

No olvidemos, por otra parte, la tozuda topografía de Barcelona, que será la misma siempre.

El suramericano Horacio Quiroga, ciclista histórico, en su “Diario de viaje a París” (1901) relataba sensaciones locomotrices nuevas y alentadoras. Narra el encanto de ciertos “triciclos a petróleo” que conseguían velocidades colosales…

[Palabra de Mono Blanco]

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La gàbia

Enric Company acaba de escribrir un artículo en prensa que resume la inteligencia del presidente de la Generalitat, el más nefasto que se recuerda en la historia del país, se numeren los presidents como se numeren. La fullerías mezquinas de Artur Mas se desactivaban sólas recordando la frase del jurista medieval Narcís de Sant Dionís (“Cataluña no se puede gobernar con astucia”), de acuerdo con las crónicas. Pero el discurso actual de Torra es de una perversidad tan lineal, tan de balneario y tan infantiloide, que su postura se recordará como la de un Maquiavelo vestido de marinerito. En la historia de la política, Torra es el epítome de Flannery O’Connor cuando pedía “a grain of stupidity” en el lector de sus novelas. El president, TV3 y los medios afines al “soviet carlista” (Coscubiela dixit), están demandando al personal algo más voluminoso (que un grano) para entender sus anécdotas: se piden un silo entero -como los del puerto-, con lo que evocamos directamente a Einstein: “Diría que hay dos cosas infinitas en esta vida: el universo, y la estupidez humana; y no estoy seguro de lo primero…”

https://cat.elpais.com/cat/2020/04/01/opinion/1585741609_908949.html


[Palabra de Mono Blanco]


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Concierto de primavera

Hay sesiones alternativas en el Liceo que difunden música del panorama cultural de Barcelona, como, por ejemplo, interpretaciones originales de conjuntos de cámara. Entre este tipo de iniciativas, complementarias a la ópera, hemos de glosar la pieza ganadora de un certamen de la Generalitat convocado en su día por el exconseller Lluís Puig. El autor ha organizado un ensemble para solista, viento y coros, con los siguientes componentes armónicos:

– Solista: motor bicilíndrico de Harley-Davidson

– Radial a 2000 rpm

– Cotorras (argentinas, no necesariamente en celo)

– Black & Decker doméstica

– Perforadora neumática callejera conectada a grupo electrógeno

– Batucada

Este repertorio de sensibilidades ha recibido el vistobueno de la normativa CSAPS (Contaminació Sonora Arreu Pertot i Sempre) del ayuntamiento, y está a punto de caramelo para inaugurar la temporada alternativa del coliseo barcelonés. Los jefes de la guardia urbana han reservado butaca por Internet. De entre ellos, uno de los más significados -vestido de flecos, estilo country- acudirá al evento en su Harley modelo “fat boy”. Ada Colau ha confirmado fecha, y se le espera. El ganador del concurso ha preparado un combo novedoso que recoge tradiciones acústicas muy asentadas en Barcelona, mezclables, desde luego, con una buena batucada, componente esencial que organizará el propio Consistorio en las Ramblas. Batuca, que algo queda. Será de las que hacen historia, a las puertas del foro lírico de la vieja Barcino. De hecho, una tamborinada gigantesca romperá las hostilidades, y quizá el oído medio de algun paseante de la zona que pille el mensaje. Es una fusión que se proyecta hacia el futuro.

Como dicen en TV3, estos dinámicos percutores faran boca, esto es, fundirán la historia de la música desde Jubal. Parecería una metáfora del estilo urbano de ­moda, sí, pero no, hablamos de un escupitajo de Euterpe sobre la pobre sardana, lo cual es una lectura que no se esperaba Puig. La batucada como bazooka para melómanos funcionará como obertura sutil de una obra vanguardista.

El salón de los espejos del Liceo estará cerrado al público por precaución. Se piensa que las farmacias del área, justo en el momento del esfuerzo percutor del batucador máximo (previsto para Marzo-Abril), harán su Agosto (!) vendiendo tapones de espuma: podría ser.

[Palabra de Mono Blanco]

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Y eso sin contar la boda

Xavier Vidal-Folch ha vuelto a escribir un texto sobre el origen del actual desastre político español, incardinado en la cultura del pelotazo y en el nepotismo descarado. Recordemos dos hitos históricos: el artículo de prensa “Madrid se va” de Pascual Maragall publicado en 27-II-2001, y la erección de las 4 torres de la Castellana, que permanecen como el icono de la mayor corrupción del ladrillo habida en el orbe mundial, junto con alguna que otra perla en la city londinense.

Vidal-Folch (El País 16-XII-2019) vuelve a ser certero sobre Aznar, y eso sin contar La Boda. Y eso sin contar La Guerra (de las Azores). Y eso sin contar la hiperinflación de la ciudad de Madrid a costa de todo lo demás, etc.

“Aznarismo buitre – La política de vivienda de Aznar se desplegó en tres pilares nefastos”

https://elpais.com/elpais/2019/12/15/opinion/1576424767_788994.html?prod=REGCRART&o=cerrado&event_log=oklogin

Periodismo indispensable.

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[Palabra de Mono Blanco]

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Blanqueo de capitales

La palabra “capital” puede no usarse en sentido económico, ni mucho menos marxista. Tampoco aquí es un epíteto que subraye la condición de “importante”.

“Capital” es simplemente una acepción de ciudad, de urbe, como lo es Barcelona, capital de Cataluña. En este sentido, la capital catalana resulta ser capital para este país, es verdad, un lugar de Europa, por cierto, donde la política se deteriora a pasos agigantados, y donde algunos ingenuos adelantan, optimistas, que las expresiones de la cultura debieran ser consideradas como una tabla de salvación. Después de todo, tenemos un país bimilenario a nuestras espaldas, y el profesor Joan Subirats una concejalía del ayuntamiento. Porque este hombre, en concreto, exhibe una trayectoria intachable: nunca se le ha detectado un fallo ético en sus opiniones, en sus reflexiones, en su contextualización de los problemas, ni en el aula, ni en su bibliografía, ni en su tarea correspondiente al gobierno consistorial. Subirats argumenta bien cada cosa que dice.

La importancia histórica, demográfica, arquitectónica y urbanística de Barcelona se merece elevar a este tipo de personas a cargos preponderantes, como es el caso. Inversamente, la población barcelonesa en su conjunto, y más allá del estrecho ámbito municipal, no ha merecido jamás el desastre de las instituciones políticas que padecemos actualmente, por no aludir al daño que inflinge a la población el entorno mediático.

Entonces, hay un desiderátum que se alza como clamor: ojalá que la cultura logre protegernos de la chapuza continuada de nuestros administradores; ojalá que los intelectuales no contaminados por la corrupción (política, semántica, semiótica) logre purgar los pecados de la charanga que nos está gobernando. Porque, entre otras cosas, ya quedan pocos especímenes del talante de Subirats. Atrás quedaron Ramoneda y Mascarell ahogados en el discurso de los contumaces.

Un deseo social e ingenuo quizá nazca como clamor, desde luego. Terriblemente inocente cuando lo yuxtaponemos al blanqueo que está teniendo lugar en Barcelona, por otra parte, y delante de nuestras narices: porque hay un blanqueo que sí debiera explicarse en su acepción más común, aun siendo metafórica; no hablamos del encalado de muros en la construcción tradicional. Exactamente. Por blanqueo la gente entiende hoy, en su mayoría, una operación delictiva, fraudulenta (mediática); como mínimo de ocultación de un chanchullo. En Barcelona está a punto de colarse un gran negocio por la puerta de atrás, habitual en el Puerto de la ciudad, esta vez bajo la máscara del arte. La ley no obliga a dar explicaciones nunca, y la Autoridad Portuaria de Barcelona sigue siendo, en este sentido, un ornitorrinco; la APB deriva su autoridad del poder del estado, que en materia marítima es un caos, pero es peor bajo el dominio que ejerce una Generalitat descaradamente business-friendly. La cual, como decimos, genera más entropía y está a punto de explotar a plena satisfacción una apuesta “cultural” y de altos vuelos. Traducción: se repite el episodio del Hotel Vela y del Port Vell (no hablemos del Imax, etc.). Plus ça change plus c’est le même chose. Un Ayuntamiento progresista, en este contexto, ¿aceptaría lo que atufa a una especulación urbana colosal?

Hablemos del Hermitage de pa sucat amb oli. Recordemos el desespero del exalcalde Joan Clos rebajando pisos y pisos del Hotel Vela, en su día. Insistimos: una tragedia está a punto de suceder de nuevo, y Subirats, nuestro hombre en La Habana, reserva de la biosfera o de la integridad que pudiera quedar a los intelectuales más crédulos de esta zona del mundo (en una arriesgadísima conjetura nuestra) parece respirar enmedio de la melée. Hay expectación. Parece que faltan dos o tres informecillos…

En el panorama de la ciudad, el supernegocio del Hermitage (de la sociedad “Museu Hermitage de Barcelona”) se presenta como apremiante, y se dibuja quizá como “cura cultural” de los conflictos político-sociales que se citaban, mediante una doble terapia. En cualquier caso, la apuesta del Hermitage ha sido tejida sobre humo: acudiendo in extremis a un apellido final “prestigioso” (Toyo Ito) para justificar una operación indocumentada desde su origen, desierta siempre de una argumentación articulada, urbanísticamente hablando, y que le viene de perillas a un régimen (el ruso) a todas luces subestándar. Confiemos en no padecer -ni siquiera por vía informática-, una enfermedad que ya nos ha sodomizado alguna vez. Dos: la iniciativa arrancó igualmente, con la apelación a un “prestigio” personal muy alejado de las disciplinas de la arquitectura y el urbanismo, el del físico y divulgador de ciencia Jorge Wagensberg.

Los abogados suelen decir que el nombre no hace la cosa. ¡Ni la casa! Lo rubricamos, y cualquiera que examine este tema, y con nuestros respetos por uno y otro (por el científico y por el arquitecto) todavía más; nosotros afirmamos que las Islas Vírgenes son un oasis. Que Londres es una ciudad maravillosa. Que los bulbos acebollados del Kremlin son estupendos. Y que la instalación del Hermitage en Barcelona huele toda ella –como un pack– a una cabildada de oligarcas y a una astucia frente a la población.

Oh qué blanca la nieve de San Petersburgo.

En el último comunicado de prensa de la APB (Noviembre de 2019), se da “por hecho” (sic) que el museo tendrá sede en Barcelona. Brindis inaplazable, por tanto. Hay una explicación concienzuda, poderosa, argumentada, que suena como lo siguiente (atención, no hacen falta apuntes): “El Hermitage incrementará el atractivo arquitectónico del frente portuario de Barcelona”. Hermenéutica para tontos: oración única + tiempo en futuro + petición de principio. Por la patilla. Las palabras literales de la presidenta del Puerto, Mercè Conesa, no constituyen una tesis, pero, wait, hay más. el florilegio desinteresado del representante de la ingeniería “Idom”, Josep Ribera, quien –como refleja el comunicado oficial–, al tanto, “ha asegurado (al bueno de Toyo, ¿cómo no?) que el proyecto del Hermitage es muy importante para el puerto” (sic). Punto. “Barcelona es una ciudad que ama la arquitectura y estamos muy contentos de que usted haga este proyecto”, ha remachado el conseller Damià Calvet, de gira en Japón con los otros dos personajes citados.

¿Ha encontrado Calvet nuevas maquinillas de afeitar en Tokyo? (o un nuevo aftershave para Puigneró?). La involucrada “Idom” también está cofoia; hombre, claro. ¿A alguien se le escapa que el desglose de la inversión inicial, de 60 millones de euros, es el de una macrooperación donde se juega con el espacio más frágil y desprotegido de la ciudad (no hagamos chistes sobre la demanio de la APB), como es su línea marítima? ¿Alguna pega, por ventura, a la colaboración del municipio con un régimen impresentable -putiniano-, cuyas autoridades, retóricamente, vinculan esta clase de iniciativas con un diálogo intercultural…? Señoras y señores, ¡Artur Mas -que Dios nos proteja- esté con nosotros!

Un individuo anónimo decide liderar una idea avispada, legítima, pero absolutamente misteriosa desde el punto de vista urbano; desconectada –salvo prueba en contrario– del contexto o red de los equipamientos culturales existentes en la ciudad. Huérfana de “relato”, infinitamente más corto que los de Augusto Monterroso. Entre los gestores y las instituciones culturales de Barcelona, no ha habido debate posible. CONCA, ICUB, Consell de Cultura, incluso Escuela de Arquitectura de Barcelona y Colegio de Arquitectos de Cataluña, etc., son lugares donde el silencio al respecto se puede cortar con una navaja. La ciudadanía lo ignora todo sobre los acuerdos del Hermitage entre el Ayuntamiento y la APB. Las asociaciones de vecinos del área están peleadas por un problema, lógicamente, de definición pública de la maniobra, y del señalamiento de beneficiarios. Para rematar la faena, Ujo Pallarés –protagonista de la jugada– resulta ser un desconocido en los círculos de la arquitectura y el urbanismo más sólido de Barcelona (de reputación internacional). Este señor tiene el mérito de haber contactado –eso sí– con los amigos del mejor yudoka aficionado que existe, el bueno de Vladimir, el de la vieja Leningrado (cuya pinacoteca es fabulosa), y ha asociado su dinero, parece ser, al de un fondo de inversión suizo-luxemburgués, etcétera. Si esto no suena a envite de capitalismo opaco, estaliniano, heavy metal, que baje del cielo Mark Fisher y lo vea, o que venga Thomas Piketty embozado en su gorro frigio, por favor.

Habría que conformarse con que, si us plau, Joan Subirats tenga la deferencia, la gentileza, de aclararnos algo en los dos o tres dossiers sancionadores que quedan…

(Los responsables del Puerto, cuando tienen sueños húmedos sobre la candidez de los barceloneses, acuden a la frase de Lenin: “la confianza está bien; pero el control es mejor”)

[Palabra de Mono Blanco]

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La marquise sortit à cinc heures

Octubre 2019

Un espectro recorre Cataluña como un “artifact”, es decir, como una anomalía que ocurre en las pantallas digitales, consistente en un hermetismo pictórico o bloqueo de una zona gráfica. Un “artifact”, en el argot anglosajón de los Computer Graphics, es un grumo momentáneo de píxels que a veces llega a moverse veloz por la pantalla, como un hatajo de manchitas. Los técnicos hablan de una defectuosa rasterización del fotograma, de un reparto incorrecto del flujo de información, etc.

Viene a cuento lo anterior porque hay un error indigerible en el reparto político de roles en el Principado. Al PP le ha brotado un aparecido, o sea, le ha salido como un “artifact”. Nadie entiende qué pinta en Barcelona Cayetana Alvarez de Toledo, una marquesa francoargentina (?) que, emulando al escritor François Mauriac –que a su vez parodiaba a Paul Valéry–, ha emergido a las 5 en punto enmedio de las Ramblas, es decir, la marquesa salió a pasear a la hora de los toros. ¡Pero si los toros están prohibidos en Cataluña! Una tragedia, ahora que el Instituto de Humanidades del CCCB da un curso sobre la misma. ¿Gorrinada de la gaviota a un tipo legal como Alejandro Fernández? Incluso: ¿qué mal ha inflingido a las siglas del PP el turgente Josep Bou, digno representante suyo? A Bou se le conoce afición a la buena mesa, pues ha sido detectado repetidamente en el 7 Puertas (cuya paella es sublime) departiendo con personalidades de distinta ideología y condición, lo que le honra ¿Pero qué barbaridades se les achaca a estos dos señores para que desde las centralidades del PP -ignotas- se les avasalle con tanto honor?

El problema de la marquesa CAT en Barcelona (del PP en Cataluña) es que neglige a políticos existentes y el tema se ha vuelto indecodificable, y, vaya, creemos que los electores sabrán hacer un buen visionado.

No es que la ciudad “condal” exija abolengo, en absoluto; no hablamos tampoco de retruécanos para no decir nada: “cabeza de lista, pedazo de tonta”, por ejemplo. ¡Es que ya tenemos a super-Valls, la gran esperanza blanca! Manuel Valls es catalán –como cualquier francés en Agosto– y quizá un lenitivo para himnos y declaraciones que, a día de hoy, asuelan los territorios entre el Ebro y los Pirineos. En este contexto aparece una avecilla arrogante, mírala, surgida por gentileza de la FAES, fletada desde Madrid. Puente aéreo y deposición icónica sobre BCN.

Ay, las gaviotas. El Instituto de Humanidades no ofrece cursos adhoc en pajarracos –entendidos como figuras heráldicas– los cuales nos han sobrevolado siempre, y que hemos tenido por estos lares, o casi (y no me refiero a la aristocracia local, que se fugó hace siglos); léase un polemista como Vidal-Quadras, con carrera de Físicas, estupendo argumentador, cuya deriva a la derecha de la derecha no la entendieron ni los monos del zoo (yo mismo), ni mucho menos sus ilustres antepasados, si renacieran de sus tumbas.

En definitiva, un “artifact” por su naturaleza puede dar pie a cualquier cosa. El recibimiento de esta dama en Barcelona demuestra un ojo nulo por parte de sus partidarios. What? Tenemos una marioneta deambulando entre el Paseo de Gracia y la fageda d’en Jordà. Vino como un zombie, una extraterrestre. En televisión queda lunática, como llegada de otro planeta.

[Palabra de Mono Blanco]

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Errejón al paredón

En el mes ‘nueve’ del año ‘dosmildiecinueve’, en la sección de Opinión un diario ha publicado un artículo del periodista Gascón sobre el político Errejón; de manera que EMB -en el encabezamiento- no ha podido dejar de señalar ciertas coincidencias.

Ojalá pudiéramos más. No deseábamos titular una rima, únicamente, sino también descabezar una falacia. Querríamos llevar un análisis de El País al tablero de los afiches, querríamos ponerlo en la pared virtual donde se comentan las críticas, fijarlo en el muro de las empresas literarias bien trabajadas, como un póster.

En este sentido, consideramos, efectivamente, que Daniel Gascón, con su retrato del ex-amigo de Pablo Iglesias, ha dado en el clavo definiendo a un seguidor de Ernesto Laclau. Otro pillado. Y van… Pinchemos pues este texto en el panel de los recortes de prensa indispensables, los que denuncian la demagogia feroz abatida sobre nuestras cabezas.

El País, 28-IX-2019

Las conversaciones de Errejón

Una de las ventajas que tiene Errejón es que todo el mundo piensa que es brillante. No importa lo que diga o haga: pensamos que es una observación o decisión inteligente. Es en buena medida un invento de la prensa. Ayudaba a debilitar a Iglesias. Y los periodistas somos sensibles a la adulación: tomamos un café con un político y salimos pensando que él es De Gaulle y nosotros Raymond Aron.

Ofrece una imagen de pureza y moderación. Ambas cualidades son discutibles. Se le considera responsable de los éxitos de Podemos, pero no de sus fracasos o defectos, y no le ha manchado su deslealtad. Lleva años en primera línea, pero se vende como un personaje fresco en nuestra sitcom electoral.

Que parezca dialogante y pragmático —una forma de votar al PSOE sin votarlo— no significa que sea moderado: se finge moderado porque es populista. Su tradición busca capturar las instituciones para desarrollar un proyecto antipluralista, que combina el unanimismo político y cultural con el dirigismo económico. Lo que criticamos como excesos de otros partidos es en su caso un rasgo programático. Que no pueda lograr sus objetivos no debería cegarnos ante sus intenciones.

Es un peronista, capaz de adaptarse a cualquier ideología: lo inmutable es el ansia de poder y la demagogia. Escrachador en la universidad y admirador de los “procesos del cambio” latinoamericanos, descubrió la necesidad del pluralismo en la treintena, pero solo porque había perdido. Hace unos meses elogiaba el régimen de Chávez y Maduro: “Una transformación en sentido socialista, inequívocamente democrática”, que permite que los venezolanos “coman tres veces al día”. En las elecciones autonómicas lanzó un discurso de orden, seguridad y pertenencia. A veces, la mayor diferencia de sus proclamas y las del populismo europeo es que él usa más subordinadas. Propone un nacionalismo de todas las naciones, una mezcla de lo peor de ambos mundos: un nacionalismo español de inspiración peronista, camuflado en metáforas y eufemismos, y los nacionalismos periféricos. Su perfil ecologista es un giro paradójico para un vendedor de humo.

Sería una hermosa ironía que el régimen de 1978 hubiera convertido al leninista en un burgués y al populista en un socialdemócrata. Podemos creerlo e ignorar el pasado, pero solo porque, como la carta robada de Poe, está demasiado a la vista.

[Palabra de Mono Blanco]

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Anatomía de un fósforo

Un movimiento súbito de la muñeca. Una tira de lija fina adherida a un prisma de cartón, o de cartulina, y bum, surge la luz que encendió mil pitillos en la adolescencia y en la juventud. Los artefactos que actualmente conocemos -de plástico-, no existían. Zippos americanos sí hubo, y fueron populares, numerosos; pero estaban sometidos a una gimnasia interminable abre-cierra con el objetivo de que, además de alumbrar, lograran seducir (seducción que era también un clic, pero más importante). En cierto momento, los Zippos tenían que empacharse literalmente de gasolina, y hacían bulto.

En esa época era frecuente llevarlos en el bolsillo corto del Levis, pantalón de precio largo, desorbitado, y por tanto huérfano de calderilla, y no digamos de billetes. No había un duro después de agenciarse un par -con su etiqueta correspondiente- pero ahí se introducía el Zippo en un último esfuerzo.

Con una simple cerilla podía ponerse una vela a San Pancracio y amén; y era posible incinerar las estampas de la primera comunión como murmurando: no es por gamberrismo, es por simbolismo. La verdad es que se abandonaba la infancia encendiendo mucho fósforo. No hay que olvidar que potencialmente cualquier hijo de vecino podía estallar cargas de dinamita conectadas a una mecha de cordel, según mostraban films de acción norteamericanos que precedieron a las películas X, las cuales, en cierto modo, fueron básicas. La caja de cerillas era un recurso mínimo, barato y estupendo. Problemas de la sensación inigualable del fuego: un par de rascadas sin éxito, y era como si pifiaras un gol. Un paquete de tabaco sin llama a punto -o con llama marrada- suponía un planchazo imperdonable. En catalán usamos la palabra “misto” (llumí en catalán es fósforo) para una torpeza en el fútbol: el xut fantasma a puerta. Un fallo en la candelaria y se rompía la brujería del “¿Me das fuego?”

Una colección de astillas para encender el mundo, sí, un mito a tener a mano. Capaz de custodiar el surgimiento de la vida, verdaderamente.

Hablo de lo que hablo, es decir, hablo del amor, de las estrategias de acercamiento de géneros en una época de heterosexualidad no excluyente, y de natalicios espontáneos; por cierto, en la que todo fumador sabía lo universal: que con el frotamiento insistente de dos troncos -uno vertical y otro horizontal- en una aldea neolítica, la cosa no rutllaba. Por eso la caja de cerillas daba seguridad y democratizaba la pelea. Tiempos arqueológicos, mágicos, donde la producción de calor y la socialización eran un pack que se conseguía con un fósforo mondo y lirondo. Tan sencillo como eso. Pero tenía que ser a la primera. De tanto en cuando, el ardid funcionaba bien: la simple rascada en la lija transportaba a un muy veraz rasponazo de dos o más cuerpos -generando un calor inigualable.

Prueba con otro, o con otra, decían. Y no sólo se referían a las cerillas, o a los fósforos. Era un momento de oportunidad. Una simple chispa podía convertirse en un frenesí en cuestión de horas si jugabas la “opción nicotina” como mínimo, es decir, si con rituales crematorio-psicológicos (fiables, efímeros) de alguna hierba, alcanzabas la cumbre en el sentido de lo que entonces era un 10 entre los aplaudidores de Osho.

Intensa y mera nostalgia, sí. En cuanto al tabaco, se trataba de algo copiable, nada proteico, sino prosaico, promiscuo y procanceroso, similar a lo que había experimentado la generación de nuestros padres envueltos en nubes de Chesterfields y Luky-Strikes, por doquier, descontando Celtas e Ideales; con Humphrey Bogart apantallado en blanco y negro dando la hebra (sin filtro) a Lauren Bacall, hipnótica.

En esa época no existían pifias futbolísticas, ni TikTok, ni frustraciones como la de quedarse sin conexión a Google… En realidad se estaban matando el uno al otro.

[Palabra de Mono Blanco]

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La mejor droga

http://www.maravillol.com

El Maravillol es un producto creado por unos laboratorios de Barcelona que están a la vanguardia de la investigación médica.

Tomas jarabe Maravillol como tomarías una aspirina u otro fármaco; acto seguido, las cosas son maravillosas, igual que si hubiera surtido efecto la independencia de Cataluña.

También existe en grageas. Su acción se dirige a las neuronas del cerebro afectadas por las sutilezas del lenguaje. Te tomas un comprimido antes de ir a dormir, y al día siguiente te levantas con ganas de ir a comprar plátanos (y no por el color de la fruta) sintiéndote óptimamente independiente. Con un Maravillol entre pecho y espalda, sales a la calle como nuevo, como si Cataluña, en Nueva York, tuviera un asiento en la ONU. Sin más. Lo hemos conseguido, te dices. Para quien lo necesita, la sensación es indescriptible. Somos independientes.

Lo exhibía TV3, las caras de la multitud que aguardaba en el exterior del Parlament cuando Carles Puigdemont declaró la independencia (27-X-2017) eran exultantes, pero de pronto, las mismas caras, lo vimos en directo, se tornaron mortuorias. Introdujo Puigdemont la conjunción adversativa “pero” afirmando que la independencia la dejaba en suspenso, y entonces fue una tragedia. Los semblantes se mudaron y languidecieron…

La pobre gente no conocía ni la causa ni el remedio, pero el vaivén -brusco- hubiera podido evitarse con una píldora de Maravillol. Con una simple dosis hubiéramos mantenido nuestras espectativas, sin necesidad de hacer caso a psicoanalistas argentinos (expertos en los avatares del “goce”), ni tampoco al President catalán en un momento pusilánime, pero inapelable. La empresa está registrada.

Está claro que la declaración histórica de Puigdemont es un ejemplo de “lenguaje performativo o ilocucionario”. Dada la jerarquía del personaje, al punto de anunciar la independencia ya éramos independientes de golpe (con perdón). Como en un twit de Trump, todo dependía de un acto exquisitamente verbal para que cambiara el estatus jurídico-político de toda Cataluña; y cambió, en un sentido y en otro, en cuestión de segundos.

Lamentablemente, la performatividad en boca del President siguió adherida a las palabras al enunciar él que suspendía la independencia recién declarada. Tot just després. Por arte de birlibirloque, y en nombre de las cualidades mágicas del lenguaje (teorizadas por J.L. Austin), los catalanes caímos del cielo de la independencia. De las nubes. Con lo bien que se estaba.

Entre el gentío aquello fue un desastre similar a la guerra de Cuba. Fue una sensación de fracaso, sí, pero que pudo convertirse en un instante de gloria, de disfrute colectivo máximo, perfectamente recuperado y dilatado ese tiempo mediante el uso del Maravillol.

¡Hay que probarlo!

Al final del prospecto se lee que el medicamento es placebo; pero, ojo, el laboratorio asegura poder vender unos dos millones de pastillas, aproximadamente.

[Palabra de Mono Blanco]

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Síndicos cínicos

Abril 2019

La verdadera biografía de Rafael Ribó empieza a ser difundida urbi et orbi; aunque para una simple semblanza vale un sintagma genuino de esta tierra nororiental ibérica, como es (sobre el vigente Síndic de Greuges de Cataluña): “amb la cara paga”.

La sociedad catalana, en vez de convertirse en una sociedad más solidaria, más compasiva y más altruista -como aseguran que ocurre en algunas comunidades animales-, se está convirtiendo a marchas forzadas en una sociedad cínica -lo cual casi es una declaración semántica. De un tiempo a esta parte, un cinismo monocorde y peligroso lo invade todo en Cataluña, incluso los detalles más banales. Y la presencia de un ombudsman como R.R. acentúa la cosa.

Esta desvergüenza no podía intuirla Francesc Cambó cuando nombró secretario personal a Xavier Ribó i Rius (1903-2000), padre de Rafael Ribó i Massó, nuestro actual y flamante Síndic de Greuges, un cargo nombrado en 2004 (hace sólo quince años…) que técnicamente sirve para clausurar las garantías del sistema legal, en el sentido de cerrar lagunas jurídicas; un cargo pingüemente remunerado, por cierto, y el cual está en espera de renovación, como todo en Cataluña. No es culpa de la familia.

(Ribó percibe –desde hace 15 años– 130.000 euros anuales, más que la remuneración de los consejeros de la Generalitat –110.759 euros–, un 56 % más que el presidente del Gobierno y un 13 % por debajo del presidente de la Generalitat –147.000 euros).

La pega no es la paga; no es que Ribó tenga un sueldazo presente, ni tampoco que, como actor mercantil, sea un simple hijo de vecino lucrándose al máximo como la mayoría de sus congéneres, ahora y en el pasado. Eso es lógico. No en vano Rafael es o ha sido copropietario accionista –junto a otros hermanos suyos– de numerosos establecimientos famosos de Barcelona (históricos) como el restaurante “El Mató” de Pedralbes, el local “La Vaquería”, las discotecas “Up & Down” y el mítico “Bocaccio”, o bien el “Ribelino’s”.

No es ahí donde duele. Las herencias las dejamos para Artur Mas. Lo revelador es que un personaje de la talla de un Defensor del Pueblo se posicione políticamente y pierda su equilibrio, destruyendo un empleo que nació en el derecho escandinavo para bien de la civilización universal. Lo vituperable es que una figura que debiera mantener una exquisita neutralidad en un conflicto de la magnitud del generado en Cataluña, opte por una de las facciones en liza. Extralimitándose en su papel, a Ribó no le ha sido suficiente haber sido secretario general del PSUC y presidir a sus partidos estela (Iniciativa per Catalunya, etc.) siendo simultánemente una persona muy rica –aparecería en una lista top catalana fácilmente–, sino que, al parecer, sus ínfulas patrióticas necesitaban un acicate; Ribó necesita hoy, al parecer, pronunciarse en un conflicto insensato que divide a Cataluña por la mitad, y en el que él, por alguna razón (abans de plegar), quiere meter más cizaña, darle más caña, inyectarle más cinismo.

Interroguemos a Ribó cara a cara, y en carta abierta: ¿Se trata de la purga de una desfachatez personal soportada en el currículum, o ha sido por una comezón irresistible, un natural íntimo de él -digamos-, o bien ese entrometimiento en política teniendo en cuenta el cargo es el resultado de estímulos más… patateros? (¿los llamamos crematísticos pensando en la crema de El Mató?)

Dejemos flotar en el viento las respuestas del Síndic de Greuges…

Pasemos a los sindicatos, que la cosa es más grave. Lamentamos, de cualquier modo, el cariz de denuncia política que está adquiriendo esta publicación últimamente. No era nuestra idea inicial de EMB. Pero es que, por estos lares, la situación se parece cada vez más a la película El Hundimiento (caida en desgracia de Hitler, etcétera), una comparación que no afecta a la ley de Godwin y que tampoco es una crónica, que sería superflua. Por la trascendencia de lo que está sucediendo.

En principio, el mundo laboral en que vivimos debería ser aislable de la esfera política, de nuevo, aunque por motivos diferentes a los expuestos para el Síndic. Cada vez que aparece el Síndic nos acordamos de los sindicatos… ¡por asociación! La verdad es que los sindicatos catalanes mayoritarios (UGT, CCOO) están sumidos en un verdadero deterioro, sinó sistemático, al menos, como diría Pániker, retrohistórico.

En gran parte por la irrupción de la llamada “Intersindical” en la órbita de los sindicatos actuales. Las últimas elecciones en varios ámbitos profesionales de Cataluña (2018, 2019) indican que estamos volviendo a la época del sindicato vertical exclusivo, parasitario de cualquier otra formación. El llamado sindicato “Intersindical” es una organización que -ya por su mismo nombre- sugiere una redundancia tenebrosa. El prefijo “inter” desea connotar (no lo discute la propaganda) que la susodicha formación aspira, no a constituir un mero sindicato de representación laboral, sino a convertirse en EL sindicato definitivo, es decir, a enmendar la plana al viejo sindicato franquista. La “Intersindical” parece un ectoplasma que -según la web-, aspira a una inflamación horizontal y totalizadora del espacio de representacion del trabajo existente; de modo que su lema se adapte al ciclo mesiánico que se avecina en el país. Con el Síndic Ribó, por lo demás, asintiendo a todo por omisión (cuando precisamente en este punto podría haber metido baza)

¿Corporativismo sindicalista entre Uno y Otros?

Es inquietante, pero la “Intersindical” preocupa y prospera. Sus máximas son las del sindicato joseantoniano español. Este sindicato reciente de Cataluña se postula bajo similares notas con las que progresó históricamente el Frente Alemán del Trabajo (Deutsche Arbeitsfront, abreviado DAF), la estructura sindical nacionalsocialista de la Alemania de los años treinta que inspiró luego a la española. Los sindicatos alemanes “normales” fueron suprimidos en mayo de 1933, mientras Hitler tomaba el poder; porque el DAF ya hacía la función que se le demandaba, para entendernos. Este sindicato único, dirigido por el jerarca Robert Ley, reunía tanto a trabajadores como a empresarios. Llegó a contar con 25 millones de afiliados.

Se sabe históricamente que, desde la cúspide hasta los jefes menores, todos los empleados del DAF acabaron siendo sobornados por las empresas germanas a cambio de un trato preferencial en los contratos.

En Italia, Mussolini, en fecha de 19 de diciembre de 1923, presidió la firma del acuerdo entre Confindustria y la “Confederación de las corporaciones fascistas”, que hacía innecesarios los sindicatos oficiales. Mussolini fue el artífice de la Intersindical avant-la-lettre. Un decreto de 1923 estableció la creación de los ‘Enti Comunali di Assistenza’ (ECA) con la misión de «coordinar todas las actividades, públicas o privadas» del mundo del trabajo.

Claro que entonces no había ombudsman.

DAF, ECA, OSE (Organización Sindical Española), ¿Ponemos a la ‘Intersindical’ en el mismo desfile?

Unificar el espacio de representación en la calle, sencillamente para hacerlo mas legible, dada su evidente decadencia en las fábricas, que desaparecen como tales; se trataría de “retroceder avanzando”, dirían los “intersindicalistas” de hoy emulando a Pániker (Salvador). Éramos pocos, y parió la abuela.

Seamos objetivos. Todo concuerda, todo encaja como un guante si analizamos a estos individuos que se han nombrado a sí mismos “Intersindicales”, una fuerza en Cataluña de carácter político. Broma importante, aunque suene a antiquísimo agitprop; confirmada ya, nominalmente, la corrupción inherente a la nueva secta que banaliza a obreros y a empresarios. Por otro lado, como guinda del asunto, al frente de esta superestructura preparada para la nueva era de las relaciones laborales, surge, inmaculada, victoriosa, la figura de un exterrorista, un exconvicto al que se imputaron, en su día, formalmente al menos -en sede judicial-, dos asesinatos con bomba adherida al pecho de las víctimas.

En Cataluña nada de camisas pardas, negras o azules: aquí vamos directamente a los delitos. Los purificó en prisión un montón de años, eso sí. En pocas palabras: Carlos Sastre es el jefe de la “Intersindical”, el líder de una nueva época.

Nietzsche habló del eterno retorno. Nos ha pillado el ave fénix, el secretario general de un Sindicato que salvará a los catalanes apelando a su vergüenza: Carlos Sastre, capo di capos, no es una rémora histórica, es actualidad…

[Palabra de Mono Blanco]

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Inhóspitos armarios

Febrero 2019

¿Cuántas veces lo hemos dicho? ¡Ha salido del armario! Imputamos a veces a gente diversa, de manera inexacta, haberse convertido en una especie de okupa en un mueble incómodo, y con toda seguridad, estrecho. Afirmamos metafóricamente que algunos individuos del sexo masculino “salen del armario” de buenas a primeras, cuando en realidad no estuvieron verdaderamente en él, o al menos en apariencia, o al menos -concedamos- no durante el suficiente tiempo como para hacer oportuna la expresión que se ha extendido y que se usa con cierta ligereza.

En el teórico interior del mueble, el culpable encajonado (con frecuencia casado, marginado y ridiculizado) pudiera ser reo incluso de espiar a su pareja femenina por el ojo de la cerradura, mientras ella haría quizá el amor con otro varón; es decir, permaneciendo ella en estado de acoplamiento carnal con un verdadero y auténtico macho, para seguir con la misma insidia, facecia o hipótesis.

Tal despilfarro de hombría no existe en el universo; sin embargo, los clisés aparecen a menudo, y puede que, en efecto, un caballero del género masculino “salga del armario” y nadie se inmute en las inmediaciones. Porque suele acontecer -entre otras cosas- que el descubrimiento no valga la pena.

Sin embargo, el tópico del descubrimiento del rival en la alcoba del prójimo se relaciona justo con el mismo mueble: un armario. Se desconoce el vínculo de un supuesto con el otro, pero es así. En ocasiones, el rival (furtivo) pudiera tener una constitución enclenque, lo cual ni quita ni pone énfasis. Cristóbal Colón -que era de complexión media- descubrió América, y no es un trauma para nadie excepto quizá, hoy en día, para los americanos. Hoy el adulterio mediante intruso mobiliario ha perdido aura y cualquier pedigree, es éticamente inocuo, y la mayoría de las veces pacífico, y ni siquiera se celebra en los chistes. Aquel que en su discurso dice que en su dormitorio abrió la portezuela de la ropa para descubrir que había alguien dentro que dice oh, sin prendas, de la manera más naif posible, no está recurriendo, como si dijéramos, a un Deus ex Machina para el público que atiende la narración. Nadie se conmueve a estas alturas. Es inútil ponerle guindas. La anécdota se ha vuelto trivial e incluso familiar. Hay -es factible- connotaciones exóticas por las que se visualiza a la mujer (siempre vecina) con un individuo que no habría pasado nunca por la vicaría o por el juzgado. Y qué, diríamos. El episodio suele ser, por otra parte, independiente del género masculino, femenino u otro: regularmente estos cuerpos aparecen como ovnis sin orientación, según un paradigma extendido entre los psicoanalistas, por el que uno nunca es uno, es decir, su “yo y su circunstancia”, sino que es siempre, irremediablemente, el Otro, alguien llamado: Fulano, Mengano, Zutano (e incluso Perengano y Esperancejo, añaden en Cuba). Además, los lacanianos afirman que “la mujer no existe”.

Si para un tercero es irrelevante el tenor de estas acusaciones (fantasmales en cualquier caso), para el tipo penal de acoplamiento adulterino se añade la infamia para quien abre la puerta de las perchas y enuncia un desapasionado “hola” ante uno o dos seres que se encuentran(n) allí presente(s) en cuerpo y alma, quizá copulando como conejos, de vuelta a lo suyo si son marido y mujer, y no en la cama como deberían. Lo dicho: no pasa nada. Todas las ubicaciones son posibles. Estamos acostumbrados. Pero es verdad que en los acontecimientos in fraganti, cualquier oyente de la historia se retrae un mínimo, si no es un analfabeto.

Todo lo expresado indica que los más mayores, incluso los de mentalidad más carca, han vencido como Viriatos a clisés y estándares, y todo a cuenta del folklore popular. En supuestos judiciales suele haber incluso juegos de palabras. Por ejemplo: ¿Cómo se pronuncia ‘divorcio’ en griego? Atrapalos Enkopulas

Volviendo al inicio, sobre lo que quiere decir verdaderamente “salir del armario”, el tema da para muchas especulaciones. Por contra, sobre las vicisitudes de la heterosexualidad regular -la cual sigue siendo estadísticamente predominante-, no hay tantas.

Se ha de distinguir la mera calificación u opinión de lo que es inexactitud y falsedad, tal como hizo Santo Tomás de Aquino, que vivió cincuenta años y debió ver muchas excepciones.

Pongamos, ya puestos, un cincuentón que ha tenido mujer e hijos, y que sutilmente manifiesta y difunde que es claramente homosexual y que le gustan los hombres (casos: los que se quiera); estamos aquí en la corrupción del tópico, y sobreviene el ensalzamiento del ideal psicoanalítico: “el deseo del hombre es el deseo del deseo de la mujer”. De nuevo, decanatos de hombría no existen, aunque se afirme comúnmente, en la Facultad del sexo, siguiendo ciertos patrones, con cierta frivolidad, que “ha salido del armario”…

Hay frivolidad, pero un poco es inferencia, porque este pensamiento supone erróneamente la continuidad del carácter de una persona a lo largo de la vida, una cuestión sobre la que muchos teóricos, dramaturgos, e incluso filósofos, como Santo Tomás de Aquino, han mostrado sus reservas (y no olvidemos que, a cualquier edad, con independencia de su reputación, el enclaustrado siempre tiene la duda: ¿salgo o no salgo?).

Es que el interpelado podría no estar realmente en “el armario”, sino encerrado en otro tipo de recinto. Pudo ser un asalariado camuflado y confundido en lo que antes se llamaba un meublé, o quizá un empresario que cohabitó -décadas atrás- con una secretaria suya licenciada en Románicas y de pecho protuberante (antigua modelo, a la que obligaba a no llevar bragas), o simplemente pasó mil horas en la butaca de la sala deseando al presentador del telediario, o al ganador de un teleconcurso, a un metro de distancia, y tocándose la mandolina.

Por otro lado está la mujer casada, la pareja de este macho alfa (o véte a saber) considerado aquí, que puede no haber sido fiel toda la vida, e incluso puede no haberlo sido nunca, e incluso pueden haber estado coqueteando los dos en el engaño desde el “sí, quiero”. Cualquier momento es bueno para la sorpresa (dar un vuelco a los apetitos libidinosos). Sin perjucio del comportamiento que suele darse entre heterosexuales de la misma acera, como si dijéramos, hay también el insumo de la procacidad mínima -quítame allá esas pajas- que en ocasiones atrae a un miembro de la sociedad, o aquel que ha cambiado sus hábitos, su ego, su recóndito y lúbrico ser, no por una alteración de la durée bergsoniana, sino, sencillamente, por culpa de un porrón de años. Todo muy banal, pero la monotonía hace llaga, dicen los sexólogos.

Por tanto; se puede entrar en el armario por un lado y salir por el otro. El tiempo hace virguerías. Se puede entrar por la despensa de la cocina y salir por el aparato del AACC (verbigracia: alguien de un dúo que se torna obsesivo-mórbido, y luego travestido, como Paul Preciado), o aparecer por los estantes de la biblioteca (cambio en el objeto del placer) o incluso salir por la ventana del office, o por la ventilación del bathroom (como en una canción de los Beatles), o por el sótano frío y duro de la mansión -donde existe un gabinete de correajes-, etcétera. Hay personajes beneméritos que antes de entrar en el armario han estado en lugares pintorescos, mazmorras que pueden ser cuartos del amor, u otras concavidades ampliadas sobre las que no pensamos de modo riguroso, o a las que no se suele mencionar, aludir ni maldecir sin una sonrisa; quizá fueron de tránsito, bien que hayan resultado, eso sí, misteriosas, y por eso se han abandonado en el túnel del pasado.

¿Y qué opinar de los lugares más profundos e inquietantes de la conciencia humana, tras siglos y siglos de usar los homo habilis habitaciones virtuales -llámense circunvalaciones- en el cerebro? De hecho, uno puede alojarse décadas y décadas en estos refugios íntimos, antediluvianos y enigmáticos (“humanos, demasiado humanos”, diría Nietzsche), y luego -aclaradas algunas ideas- dar un paseo por los alrededores buscando rollo.

No pongamos límites.

[Palabra de Mono Blanco]

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Aznar habla inglés en la intimidad

Seguimos con política. Este hombre es un lince, y puede que hable idiomas como su mujer (ella prácticamente bilingüe, español-inglés), en su opinión la mejor alcaldesa de España. Ahora Aznar va y suelta que Vox es un partido moderado; Vox, igual que afirmaba de Rato que era el mejor ministro del país, y que ETA fue la causante del 11-M, igual que afirmaba que en Irak había armas de destrucción masiva.

Da coraje lo de Vox, porque José Mari no estaba afirmativo últimamente. Es más, en septiembre de 2018 lo negaba todo en la Comisión de Investigación del Congreso. Sobre la pronunciación de las frases de Hamlet, hay alguna sospecha, no obstante.

Aquellos labios farfullantes y aparentemente semicerrados (mortales para las consonantes British), su teleñeco histórico los imitaba a la perfección!

Lo insinúa el periodista Xavier Vidal-Folch en su artículo de prensa de 3-XII-2018.

https://elpais.com/elpais/2018/12/02/opinion/1543775620_333141.html

[Palabra de Mono Blanco]

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Un millón de euros

Aproximadamente, es lo que ha costado la exposición actual exhibida en el MNAC sobre Gala, la pareja histórica de Salvador Dalí (la muestra se abrió en Junio y durará hasta Octubre de 2018). Mucho dinero para una hagiografía cuya necesidad no acaba de verse en Barcelona, y que, incluso desde las posiciones del feminismo cultural más solvente de nuestro país, se considera fallida. Hace tiempo que las instituciones culturales de la ciudad parecen más aturdidas de lo esperable, quizá por la situación política. ¿Cómo es posible que los responsables de las ciencias y las artes aumenten el desconcierto de lo público, cuando debería ser al revés? La cultura tendría que suponer un plus de ilustración y raciocinio contra la banalidad y sectarismo que nos invade. La cultura debiera ganar claridad y lucidez frente al aluvión de mentiras, fake-news, televisión manipulada y populismo barato (henchido de lazos y trapos pintados de todos los colores) que nos agobia.

Hace ya años, hubo estupefacción general ante un ilustrado como Ferran Mascarell, quien, de pronto, pasó a encerrarse en un mutis de opinión, con una salvedad: se inclinaba por una postura política legítima, pero que, en definitiva, no era más que un ‘parti pris’, una opción sin enjundia ideológica o intelectual conocida hasta la fecha (si se descartan los “escritos” del actual presidente de la Generalitat, ante los que el ex-Conseller de Cultura debió taparse los ojos); Mascarell pasó a preocuparse en exclusiva, eventualmente, por una opción de cariz político, adhiriéndose a una mera “volición” colectiva -coincidiendo en ello con una parte de la población catalana- que no ofrecía, ni ofrece, nada revestido de densidad teórica, filosófica o programática -lo que suele informar cualquier propuesta cultural. Tal actitud, sin duda, era absolutamente plausible y defendible (“desempallegar-se de l’estat espanyol”). Por cierto, la contrapartida política a Mascarell (la que venció en las últimas elecciones catalanas), parece culturalmente plana también. ¿Pero qué ha ocurrido con los demonios “culturales” (genios inspiradores, etc.) que se le suponían a Mascarell? Y de un tiempo a esta parte, un interrogante similar podría formularse sobre Josep Ramoneda, responsable del CCCB durante años, agitador notable en el mejor sentido de la palabra, pero en la actualidad inmerso en la misma enfermedad, es decir, muy angustiado -en la prensa, al menos- por conflictos acuciantes que no destilan ningun “suc” intelectual digno de este adjetivo.

El último caso es sangrante dado que al frente de todo un CCCB, después de Ramoneda, ha controlado el timón durante años un personaje de la categoría de Vicenç Villatoro, un santo, mago de las comillas aéreas, un individuo que escribió “La Ciutat del Fum”, novela que sintetiza su labor al frente de uno de los centros señeros de la ciudad condal; aunque, de hecho, esta auténtica obra de arte de la literatura universal se refiera afortunadamente a Tarrasa. Más afortunadamente aún, cumplido ya el periplo que le asignó el pujolismo, Villatoro ha sido relevado de su cargo.

Respirando y volviendo al tema. Los presupuestos que manejan los responsables de la cultura barcelonesa son lógicamente elevados, y tiene sentido. Pero que cunda el desbarajuste y la confusión en los foros políticos de la Generalitat, y no digamos del Ayuntamiento, no justifica este páramo. Voces objetivas, cultas y elocuentes, al menos para tomar el pulso a la ciudad y al país desde un punto de vista no inercial, imparcialmente enterado, y presupuestariamente sensato, deben surgir y sobreponerse al impasse de las ideas políticas, cada día más esteparias. Un millón de euros es una factura excesiva, superflua, para una exposición como la del MNAC cuyo verdadero propósito se desconoce; cuya aportación a la inteligibilidad de lo que ocurre en la sociedad catalana es nula; cuyo “redescubrimiento” del personaje de Gala resulta, tal como explica Rita Rakosnik en el siguiente texto, casi grotesco.

https://www.nuvol.com/noticies/gala-dali-i-la-mediocritat-del-feminisme-institucional/

[Palabra de Mono Blanco]

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El caos, descrito con precisión

Javier Cercas vuelve a aproximarse a los límites de la elocuencia, denunciando la manipulación que sólo puede ser neutralizada, se diría, por el castellano como lengua ya sin raíces, cosmopolita y global, impasible ante las coartadas del casticismo (Madrid) y la autocompasión en Cataluña (Torra). El lenguaje de Cervantes, en manos de Cercas, aumenta la inteligibilidad de los asuntos, y vuelve más poderosa -e inquietante- la realidad.

El País-Semanal 19-VIII-2018

El creador de caos
Los buenos políticos nos simplifican la vida. Pero los malos hacen peligrar la paz social a base de miedo e inestabilidad. Tomen como ejemplo a Carles Puigdemont.

En cierto sentido un buen escritor es lo contrario de un buen político. Un buen político es aquel que, al afrontar un problema complejo, lo reduce a sus líneas esenciales y lo resuelve por la vía más rápida posible; en cambio, un buen escritor es aquel que, en la misma tesitura, en vez de resolver el complejo problema lo vuelve más complejo todavía (y un escritor genial es aquel que crea un problema donde no existía ninguno). Un buen político fue Adolfo Suárez, que en menos de un año resolvió contra pronóstico el problema en teoría irresoluble de desmontar una dictadura y montar una democracia, o los fundamentos de una democracia, sin mediar una revolución o una violencia ingobernable. Un escritor genial fue Cervantes, antes del cual la diferencia entre cordura y locura no era un problema, porque no era difícil distinguirlas y porque la cordura era preferible a la locura; pero, al inventar a un loco cuerdo, Cervantes nos obligó a preguntarnos qué son la locura y la cordura y si una es preferible a la otra, y de ese modo creó un problema tan complejo que todavía hemos sido incapaces de resolverlo, porque de hecho es irresoluble. Así que los buenos políticos nos simplifican la vida y los malos nos la complican (y complicándola nos la empobrecen), mientras que los malos escritores nos simplifican la vida y los buenos nos la complican (y complicándola nos la enriquecen): por eso los políticos suelen ser tan malos escritores y los escritores tan malos políticos.

Dicho esto, se entenderá que la peor clase de político sea una suerte de escritor metido a político; es decir: un creador de problemas; es decir: un creador de caos. Este tipo de político funciona según el método del escritor: enfrentado a un problema pequeño y sencillo, lo convierte en un problema más grande y más complejo; luego, en un problema más grande y más complejo todavía; y así sucesivamente, hasta que el problema es tan descomunal y tan enrevesado que deja de ser un problema propio para convertirse en un problema ajeno, del mismo modo que, si usted le debe 6.000 euros a un banco, tiene usted un problema, mientras que, si le debe 60 millones, el problema lo tiene el banco. Ese es el objetivo del creador de caos: como dijo con prodigiosa exactitud Carles Puigdemont, “muntar un pollastre de collons”, frase que se entiende a la perfección sin necesidad de ser traducida. Puigdemont es de hecho, como saben quienes mejor lo conocen, un formidable creador de caos; su brevísima trayectoria política lo avala. En enero de 2016, cuando llegó a la presidencia de la Generalitat, Cataluña era una sociedad próspera, cohesionada y pacífica, pero en menos de año y medio, antes de fugarse de la justicia, este hombre la partió por la mitad, provocó la fuga de más de 3.000 empresas y creó durante dos meses de pesadilla una atmósfera de enfrentamiento civil. He dicho que el caos es su principal objetivo; añado que también es su mérito principal: gracias al caos, este hombre surgido de la nada, sin apenas apoyos ni experiencia política, ha conseguido no sólo convertirse en el jefe sin discusión de su partido y en el ganador contra pronóstico de las pasadas elecciones, sino también en el caudillo y líder carismático del separatismo. Que esto haya sido así —que el hombre que puso pies en polvorosa después de provocar el desastre haya sido premiado por los mismos catalanes que han despreciado a quienes, a pesar de ser corresponsables del desaguisado, han asumido dignamente su responsabilidad y la están pagando con la cárcel— es un enigma que, me temo, no puede descifrarse sin el concurso de la psiquiatría.

Una cosa es segura: el creador de caos se mueve como nadie en el caos, que es su hábitat casi innato y en el cual es imbatible. Y otra: el creador de caos necesita, siempre, más caos. El ejemplo de Puigdemont es de nuevo evidente: ahora mismo, o monta otro “pollastre de collons”, sólo que mucho más salvaje que el anterior, o le esperan 20 años de destierro. Y, dado que es un genio del caos y tiene en sus manos resortes muy poderosos con que desatarlo, mi pregunta es: ¿ustedes qué creen que hará?



[Palabra de Mono Blanco]

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El último cuento inoculado a los niños

Julio 2018

Una editorial del Ampurdán ha publicado una obrita infantil que sin duda no pasará a la historia, pero sí a los fondos de bibliotecas de los centros escolares catalanes, públicos, concertados, etc. Si no forma parte ya de dichos fondos…

Desde EMB nos declaramos desde el principo iconoclastas de la opinión, reacios a publicar imágenes yuxtapuestas a los textos. Sin embargo, también desde nuestros inicios, reservamos la columna de la derecha de la web para recoger documentos audiovisuales (fotografía y vídeo) culturalmente interesantes, intrigantes, o simplemente con alguna relación notable con Barcelona.

En esta entrada, hoy quebramos nuestras propias normas, sí, pero es por necesidad y por no morir de vergüenza. No podemos considerarlo un asunto marginal porque la educación a ciertas edades –sobre todo– debería ser una cuestión clave de la sociedad, un tema delicadísimo que debiera estar sometido, incluso, a cierta censura. A continuación ofrecemos a nuestros lectores, en primicia, las imágenes de unas páginas impagables del libro titulado “L’1 d’octubre explicat a la menuda”. El tomito ilustrado ha aparecido en las librerías catalanas recientemente, y sobre él nadie ha dicho absolutamente nada.

Raro, porque hace poco el dueño de una librería barcelonesa que vendía ejemplares del ‘Mein Kampf’ cumplió una lógica condena de prisión por exaltación del fascismo. No era una collonada.

En la misma colección NO ha aparecido el correspondiente “Els dies 6-7 de setembre explicats a la infantesa“, claro, e ignoramos cómo debieron ser las narraciones para niños, específicamente, en la Alemania de los años 30. No hay monografías sobre la intromisión del fascismo en la llamada tierna edad, en los colegios, en los fondos bibliográficos de la época, etc., pero seguro que lo de ahora –el mal es innato a la especie humana según escribió George Steiner– se le acerca mucho.

Pensar que la niña que aparece en la portada entienda algo de lo que acontece políticamente en Cataluña es obsceno. Este tipo de actitud manipulativa y perversa -por no decir siniestramente didáctica- sólo puede complicar más las cosas en un país machacado por la demagogia.

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[Palabra de Mono Blanco]

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Falacia del parásito

Junio 2018

Ultimamente Josep Lluís Carod-Rovira circula mucho por la ciudad de Barcelona: se le ha visto distendido en diversos teatros y en cines. También, y cómo no, el ubicuo expolítico aparece en medios audiovisuales catalanes con regularidad. Por otra parte, los últimos avistamientos en la calle confirman que Carod-Rovira gira mucho la cabeza a un lado y otro, bigote en ristre, como confiando en el reconocimiento del pueblo.

Sin embargo, en los platós de televisión vistosos (gracias al chroma-key) es donde Carod-Rovira muestra su excelencia, y donde destaca por su retórica, y donde airea sus opiniones más concomitantes.

Fue Aristóteles quien dijo hace 2400 años que un problema, en sí mismo, no se puede arreglar con otro problema. Fue Aristóteles también quien denunció las primeras falacias del lenguaje, dañinas para la democracia griega. Por lo que el filósofo no solo ahondó en materias de física, ética y moral, sino que además investigó mucho la lógica. Llegó a catalogar hasta trece falacias clásicas, entre las que no se encuentra, por cierto, la falacia del parásito.

Arreglemos este despiste, aquí, ahora, y qué mejor que poner como ejemplo las tesis de Carod-Rovira, quien fue recientemente interrogado por el lío-embrollo montado en Cataluña entre los seguidores de la opción independentista (una opción legal sin espesor ideológico), a lo que Carod respondió con la naturalidad de quien adopta un simple parti pris (repetimos: legítimo) como si fuera un tratado de 1000 páginas. Folletón monumental, pero levemente insinuado en el interviu que citamos (fechado el 7-V-2018, lo cual queda para los “anales”, y no se descarte cierta analogía biométrica): la excusa de Carod, aparte de su bigote, era que estaba combatiendo un gigante político más o menos, y tenían enfrente a un estado con 158 embajadas de verdad (sic). Ojo. El adversario no era moco de pavo, y contaba asimismo con ejército de Tierra, Mar y Aire.

Opinaba y opinaba, mientras se atusaba el mostacho, el cual, ante un despliegue de tal potencia -contraria-, no se arrugaba. Era necesario evocar la parábola de David y Goliat, pero sin mencionarla explícitamente, no fuera que alguien le recordara al expolítico, en un giro inesperado, la bíblica corona de espinas que se puso por sombrero en 2005 estando él en Tierra Santa. Recordemos que Carod adoptó el papel de mártir ciñéndose la tiara áspera e hiriente que le ofrecía Maragall. Quién osaría decir trece años después que el erudito Carod-Rovira continuaría en su rol de víctima, con letanías como “no podemos llegar a un acuerdo interno entre nosotros –y nos confundimos mútuamente, en una sopa de letras– porque la presión exterior a la que nos somete (el estado español) es desmesurada”.

Dado que Carod tiene un aire como de monje enterado de Monserrat y bien comido, el entrevistador preguntó: “¿Alguna salmodia –¿algun programa político en el alero, por ventura?–, entre ustedes, los independentistas, alguna prospección para el día D, el de la liberación?”. No, de momento. “Pelillos a la mar”, añadía Carod. La democracia nació en los monasterios medievales, pero el pollastre actual del Parlament de Cataluña después del “dret a decidir” está quedando impune. Nadie tiene la mínima idea de en qué ha consistido la “decisión”, es decir, del gobierno (en educación, sanidad, finanzas, comunicación, defensa, lo que sea, dáme “argo”…). El futuro del Parlament es una gominola gastada antes de disfrutarla, y todo es achacable a las artimañas de esa gente africana, fraudulenta y desarraigada, en la ribera sur de Zaragoza. Gente que no ve más allá de sus narices. ¿El Ebro en el Pisuerga? ¿Narices?

Bajo las suyas, y rozándose la pelusa, las recetas de Carod-Rovira sobre la tiranía española suenan de perogrullo y fáciles de formular, y de aventar, lo cual se agradece, sobre todo en una etapa tempestuosa. El argumento es como una petición de principio. Hay una tiranía, luego vamos a desembarazarnos de ella.

Aleshores viene el silogismo, o sea, la sofisticación en la que se detectan la pulga y la garrapata –entre otros animalejos– sobre el objetivo pasivo: un aspecto, ciertamente, que se le escapó a Aristóteles en su obras.

El oyente-televidente mira un documental de TV vespertino y suele desembocar en el sufrido coach-potato crónico de los medios catalanes. No hay manera de evitarlo, y se trata de no ponerse nervioso. Los sopapos mediáticos que suelta TV3 dicen que emulan a los de la BBC, pero no puede ser; en los medios de la Corporació, el pulgón o la garrapata saltan y saltan en la misma dirección y se meten en la piel como condenados. Los catalanes lloramos mucho, pero nunca como un cocodrilo del Nilo.

Nos nos desviemos. Nos hemos propuesto definir la falacia del parásito. Es una nueva falacia. Es un tipo de argumento reversible como el ecosistema del cocodrilo; la falacia aludida es un ardid que utilizan los animales de charca, eso sí, y lo digo por experiencia, y en ello, un mono que ha bajado a la sabana se compara a cualquier ser humano que se precie de su especie, y perdón por las rimas; jamás me han gustado.

Lo bueno de Carod no es que acabe en odd (extraño, en inglés), lo bueno es que según el currículum de las redes domina la prosa catalana (la de algunos concursos escolares organizados por la Conselleria d’Educació), pero nosotros desconfiamos bastante. Su truco imbatible es como de adolescente declamando “La vaca cega” ante el coro de Montserrat, pero, al tanto, siempre que está presente Carod, por debajo de las sotanillas revuela –ay– una mosca cojonera.

Veamos los sucesivos movimientos mentales de un personaje que puede protagonizar la falacia planetaria menos catalogada de la historia. La falacia del parásito funciona a partir de unos co…, de acuerdo, como los del caballo de una feria en que Carod sería picador, y eso hasta cierto punto. La falacia representa unos globos categóricos y demagógicos donde los haya, en donde cada uno de los participantes (el parásito) depende del otro (huésped, hospedador o anfitrión) y obtiene beneficio. En la mayoría de los casos, el hospedador víctima advierte un picoteo o banderilleo en las zonas básicas (un robo “X”), o bien un perjuicio por parte del parásito en el intersticio del culo (perdón, del ciclo), o de la vida del afectado.

Es más, que el parásito se duela de emplazar sus huevos en el nido del hospedador, para más inri, ya colma el vaso del abuso, y en el supuesto de la homología en ciernes (entre una emisora de TV más o menos bufona que mira el “pueblo”, y el entrevistado, siempre lúbrico), entonces se presenta un ítem ideológico, aleluya, hay chicha aparentemente en la zona de la claca: pero, oh decepción, es unilateral y dogmática. Al climax se llega cuando un aguijón sin veneno (la independencia) se clava en la complejidad del cuerpo parasitado de la plebe apantallada (máxime en áreas rurales), la cual no se inmuta por nadie ni por nada, i ara, aunque explote la bomba atómica: se trata de la sociedad densa, compacta y compleja que trabaja durante el día, se desloma en el ordenador y finalmente es machacada por la tele antes de irse a dormir.

El parásito mantiene afilado su pico. Es retórico, porfiado y mecánico, y obedece al monotema de chinchar. Pero no lleva nada dentro. Hay una dramaturgia general del parasitismo donde la enjundia, el espesor, la riqueza, la energía, los otorga el simple cuerpo parasitado.

Si España no existiera, ¿qué sucedería con Carod-Rovira y este tipo de entrevistas?

La falacia del parásito empieza porque a un problema inicial se le pringa o adhiere otro adicional, el cual acaba parasitando (contra-parasitando, realmente) al problema del principio. O sea, España como fantasmagoría, y Cataluña como alucinación.

El parásito cree que está chupando algo (por roce más que por goce), aunque no chupa nada, porque el chuche no existe, con lo cual la gominola se desvanece virtualmente y no le salen granos. Vamos a llamar a esta última entidad o presunción Hespaña, con hache, a la cual, producto de ser usufructuada psicosomáticamente por quien cree extraer beneficios consistentes –siquiera por lengüeretazos en catalán–, le sale una personalidad que no tenía, eso sí, y la exacerba, y entonces todos pretenden cantar “el novio de la muerte” (o sea, Els Segadors) en cualquier medio posible, en cualquier bando, por doquier, lo cual, por demás, constituye el cénit soñado del estereotipo (el paraíso del parásito), es decir, la síntesis de lo que queríamos decir.

Quod erat demonstrandum

[Palabra de Mono Blanco]

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Spain-of-the-art (II)

Este es nuestro segundo artículo sobre tot plegat. El primer diagnóstico nos lo facilitaba Joan Boada en una lectura lúcida del momento político (véase hemeroteca EMB, columna izquierda). El texto que se enlaza a continuación es un artículo claro y contundente de Javier Cercas, aparecido en un periódico alemán, y luego difundido en El País de 12-IV-2018.

https://elpais.com/elpais/2018/04/11/opinion/1523464188_024497.html

Tampoco podemos dejar de reseñar otro artículo de prensa del mismo escritor, publicado al cabo de un mes, sobre el mismo tema. He aquí lo que él describe como una pesadilla:

https://elpais.com/elpais/2018/05/14/opinion/1526318502_232076.html

Por otra parte, nos alegramos inmensamente de que un opinador político de la categoría de Ramón Tamames se haya alineado con las tesis de esta publicación (véanse propuestas “descentralizadoras” en hemeroteca EMB), tal como muestra el vínculo:

http://www.abc.es/espana/catalunya/abci-tamames-propone-enmienda-constitucion-y-bicapitalidad

Lo último es relevante de nuevo, por no decir increíble… ¡nos copian ideas desde un periódico madrileño!

[Palabra de Mono Blanco]

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Desgaste

José María Valverde definía la literatura como “aquello que no se puede resumir”, y, acto seguido, no paraba de hacer comentarios, generalmente de corta duración –adaptándose al tiempo disponible en sus lecciones y seminarios universitarios– sobre cualquier obra de arte o literaria universal.

La literatura era para Valverde, al menos, “aquello que se puede reseñar”, lo cual era reconfortante para sus discípulos. Por otro lado, la reseña es una facultad inherente a las listas, es decir, esas colecciones de cosas susceptibles de expresarse con signos, con letras, con guiones, y a las que una infinidad de personas echa mano. Los congéneres del homo sapiens han aprendido a hacer listas desde la prehistoria; algunos se han dedicado a listar, incluso, las frases brillantes de Valverde.

Lo malo es que llegará un día en que toda palabra, eventualmente dentro de la mejor “lista” –hasta la más sucinta, la más sintética–, será tan “tonta” que abandonará su fondo semántico, icónico o indicativo. Charles S. Peirce se irá a hacer gárgaras (con perdón) ante: la notación y la connotación, la voz principal y la auxiliar, la mímesis y la diégesis, la retórica más abstrusa y el dicho a beneficio de inventario. Es decir, toda sustancia se evaporará irremisiblemente de la lengua.

Denuncia este peligro como inminente Salvador Oliva (guardián de la inteligencia que le queda a la especie) frente a la velocidad con que se deteriora/destruye/pulveriza el lenguaje en Cataluña.

Desglosemos su reflexión.

Salvador Oliva, El País-Quadern 7-XII-2017

Corrupció del llenguatge

En política, la corrupció del llenguatge és sempre resultat d’una corrupció moral. Posaré exemples:

– D’un referèndum de per riure i sense control, n’hem de dir mandat del poble.

– D’un president covard i pròfug, n’hem de dir president a l’exili.

– Dels empresonats per delictes comesos, n’hem de dir presos polítics.

– Del fracàs de la DUI, n’hem de dir calcular malament el temps (i davant dels jutges, que era només simbòlic).

– D’aplicar l’article 155 de la Constitució per tal de restaurar la legalitat, n’hem de dir cop d’Estat.

– De les sentències jurídiques, n’hem de dir retorn al franquisme.

– Dels partits constitucionalistes, n’hem de dir partits repressors.

– De vulnerar l’Estatut i la Constitució sense majoria autoritzada, n’hem de dir compliment del programa electoral.

I l’inefable duetto Junqueras-Rovira hi afegeix que hem de lluitar perquè el bé (la independència) triomfi sobre el mal (les lleis). Tot plegat demostra que aquesta corrupció moral funciona exactament igual que una fe religiosa

– En primer lloc, la va sembrar el pujolisme.

– En segon lloc, la van afavorir els errors del govern espanyol.

– En tercer lloc, la van inocular les necessitats partidistes (manca de vots) i personals (inhabilitació, imputació i multes) de l’Artur Mas.

– En quart lloc, la va incrementar en Puigdemont, un tossut idoni per fer de marioneta del seu amo.

– I en cinquè lloc, l’ha dut a terme una feina enormement astuta d’uns malfactors que han treballat amb una gran efectivitat des de l’ombra, organitzant un sistema de mentides molt ben estructurat basat en procediments molt semblants als de Goebbels. La fe creada per aquests agents, la van abraçar immediatament els polítics amb interessos partidistes. Després, la van adoptar alguns pallussos cultivats (professors i escriptors). I uns i altres la van inculcar sense escrúpols a la bona gent del país.

Com a fe religiosa que és, la bona gent que hi va creure no admetrà mai que van ser enganyats i, per tant, continuaran votant els partits independentistes perquè el primer manament d’aquesta religió és afirmar que totes les culpes venen sempre de Madrid (algunes procedeixen del PP i aquestes, efectivament, són les més benvingudes pels independentistes). Temo que el dia 21 el país no torni caure en els desastres econòmics i socials que els responsables esmentats van causar.

Resumint:

Catalunya es va posar malalta per culpa dels inacabables anys de govern d’en Jordi Pujol; després es va voler suïcidar votant l’Artur Mas. Després, amb l’elecció d’en Puigdemont va rebre un fort cop de gràcia. Però potser el definitiu ens vindrà donat per l’Ada Colau i els seus acompanyants facilitant que en Junqueras (o encara pitjor: la ploranera Rovira) sigui el futur president. En tot cas, el resultat de les pròximes eleccions ens dirà si Catalunya ha mort o només agonitza. La veritat és que no sé què és pitjor.

[Palabra de Mono Blanco]

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TV3, la Ben Plantada

Estábamos aún en 2014 cuando Laura Freixas escribió “Cataluña y el pensamiento mágico”, sobre el documental “L’endemà” producido por TV3 y emitido en Diciembre de aquel mismo año. Aquella película pretendía, según se dijo oficialmente, “aclarar las dudas de los indecisos” sobre la conveniencia de tener un Estado propio. El argumento consistía en hilvanar entrevistas a jueces, escritores, economistas y otros profesionales, que describieron cómo iba a ser la Cataluña independiente, con predicciones similares a éstas: “Habrá más plazas en las guarderías”; “Más inspectores fiscales”; “Más jueces y mejor formados”; “Una economía productiva, no especulativa”; “Seremos la California de Europa”; “El periodismo será más plural e independiente”; Nuestro presupuesto anual aumentará en “16.000 millones, o sea cuatro veces más de lo que hemos recortado”…

Pues bien.

A día de hoy, en pleno Noviembre de 2017, han pasado tres años, y lo que es más significativo, se han fugado 2700 empresas (el 40% del PIB), Barcelona ha perdido la sede de la Agencia Europea del Medicamento, e incluso puede que pierda la organización del Mobile World Congress. Es factible empezar a sospechar que en Cataluña no tendremos “el mejor país del mundo” (como aseguraba Forcadell en sus mitines). Presumimos actualmente de haber enviado a un president republicano a un país monárquico (Bélgica).

¿Alguna previsión más? No, por favor. El fascismo puede ser un nazismo de balneario, pero, ojo, los totalitarismos son peligrosos. La hibernación de ideas que exhibe TV3 es preocupante y recuerda un contraejemplo: “¿Qué diablos hubiera ocurrido si Goebbels hubiera disfrutado de Internet?”

Terror del yermo. Recordamos un artículo de prensa, “Hasta aquí TV3”, sobre las reticencias de la tele ante el paso de la oca catalana. La empresa estrella de la Corpo continúa como si no existiera el tiempo, muy bien realizada en sus escenografías, lo habitual, esto es, a lo Leni Riefenstahl. Divina, hipnótica, mágica. La televisión pública catalana ha erigido un púlpito de hielo en el espectro, y hasta aquí. Dos mil años a rebosar de civilización, consenso y pragmatismo, cualidades de un territorio europeo único, reducidos a chatarra, a una caricatura, a un oprobio infernal que sale periódicamente en las pantallas (y en el Born) y comenzó en la “guerra entre catalanes y españoles” de 1714.

La cosa es grave, realmente, y lo vuelve a explicar el siguiente artículo en El País (de Íñigo Domínguez), que enlazamos a continuación.

https://politica.elpais.com/politica/2017/11/11/actualidad/1510405274_761069.html

[Palabra de Mono Blanco]

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Eureka

Agosto 2017

En 2017 lo hemos conseguido. Por fin, la parte más emblemática y una de las más antiguas de la ciudad, el Port Vell, ya es de los rusos, y además de los cataríes (una sociedad conjunta), lo cual añade una distinción vintage a Barcelona, la ciudad que -como nos recordó Núñez- toma el nombre del club. El dueño del accionariado anterior del Port Vell, el grupo Salamanca, formalmente british y presidido por un individuo con sombrero hongo que vino a parlamentar en su día con el concejal Vives, se lo ha vendido, se lo ha sacado de encima, y en pleno Agosto, es decir, el mes perfecto para el reparto de piezas urbanas entre los que se las juegan al ajedrez, es decir, con la alevosía justa para el qué, el cómo y el cuándo. Lo inteligente era una adquisición sin sobresaltos, en una partida calculada con excelentes augurios bajo el alcalde Trias.

En su momento la alarma era que los putines estaban comprándolo todo, la costa brava, la costa dorada, la costa amarilla, Cadaqués, las Ramblas, el puerto de Barcelona, los prostíbulos, equipos de balompié y el orfeón donostiarra, pero entonces, hemos de retroceder de nuevo, por favor, al dúo dinámico (Trias-Vives) diciendo con cara de póker: Chto?

Desde que se quitaron los pantalones, perdón, desde que se quitaron los pantalanes de barcos de pequeña eslora y el Port Vell fue dragado, a fe que espléndidos superyates aparcan en el núcleo histórico de la ciudad como si fuera un meublé, lo cual sólo sucedía en el enclave de lujo de Montecarlo, sitio que -como se sabe- está a rebosar de gente de recursos medios. Y aun así; porque algun potentado de la zona de Catalina la Grande se estaba poniendo nervioso, y sabemos por las películas americanas cómo son los “gusos” cuando los comisionistas se pasan de la raya. Ojo, además de wáteres de oro en sus barcos, los putines náuticos querían prioridad de fondeo en Barcelona-Barcelona, y máquinas expendedoras de caviar en el amarre, y pidieron ayuda al vivales del Vives (nunca mejor dicho) y simultáneamente a Trias y a Lourdes (es decir, a Londres), quienes les dieron cierto camouflage -porque las Islas Vírgenes, las Caimán y la city, respectivamente, lavan más blanco-, y acto seguido, zas que lo viste, las satrapías futboleras del Golfo, para despistar, también pusieron su granito de arena.

Se puede decir más claro, pero no más corto.

[Palabra de Mono Blanco]

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La izquierda bien aprovechada

Una mezcla de Bakunin y Trotsky: hipnosis en el Principado. Se trata de un nuevo tipo de peronista que haría feliz a Stalin (incluso), y sin embargo, hay que creer en la regeneración de la izquierda en las tertulias de TV3. Un contrapeso imposible.

No hay toma y daca en el discurso que vampiriza la televisión pública de Cataluña. Hay una sensación de mitin generalizado, y la población asiste a la presentación de unas postverdades ingenuo-liberaloides; las que regala, entre otros, un sujeto disfrazado de banquero.

Reconozcámoslo: el esfuerzo por laminar el leninismo y la apuesta por el rol capitalista-anarquista de Pessoa están conseguidos. No obstante, alguien tiene que decirle a Antonio Baños –pues nos referimos a él– lo más evidente. No existen los toreros de extrema izquierda.

Después de abandonar la CUP por su defensa de Artur Mas (no de Durruti), Baños ha asaltado la TV con su traje de rayas y sus oximorones, es decir, con su rebanada de pan con tomate camuflada entre las piernas. Pero esto no es lo peor en los medios de la Corpo. Tampoco lo es que Baños no pegue ni brote, lo cual anularía ipso-facto un pasado ácrata-sindicalista que siempre gozaría de un fondo ético: el trabajo duro de las clases sociales menos favorecidas. Este señor viene de las bases –al parecer, con un familiar en Falange y otro en la CNT–, pero ha vivido siempre del cuento.

Lo malo no es que Antonio Baños haya conseguido no trabajar en toda su vida, sino que funcione todo él y su gracejo como opinador en los platós de Convergencia, un partido mancillado por un pecado original, también llamado el pecat del PDeCAT (Jordi Pujol), y donde el militante ordinario no es el típico holgazán chistoso.

O sea, mientras Baños torea junto a las webs más neoliberales y fascistas de Cataluña que disponen de tiempo y de subvención (véase artículo de prensa antológico de Christian Segura), hay otro Baños que aparece como la virgen del Carmen, es decir, como el eslabón perdido de TV3, lo que sintoniza en algun momento con las contradicciones del gran Marx, un teórico famoso de nombre Carlos.

Hubo gente del PSUC que en su día clavó banderillas en la “rive gauche” barcelonesa para figurar como digna y estilosa. Catalanismo esencial. Baños ni se ha olido ese “ruedo antiguo” con la bajamar que inunda su cerebro (Trump confundido con Mas, etc.). Fue quizá inteligencia tal como revela algun antiguo compañero de colegio, en su momento, sí, pero ahora apelamos a la bondad de cualquier alma caritativa, salga de donde salga. La mutación ha sido fuerte. No sabemos si hablamos de fascio puro, de la CUP pura, o de qué demonios (quizá es un trilero, como le retrató Màrius Carol), pero necesita asistencia. Apelamos a cualquier persona que trate a Baños en la actualidad y que conozca los rudimentos del psicoanálisis.

Primero, es el look. Por favor, hay que disuadirle. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y lo decimos por experiencia. Dicho en inglés, este diestro es un payaso, fake-news en carne viva. Después, hay que denunciar la autosatisfacción y la holgura, consecuencia de una frustración de clase (sobre todo intelectual, inalcanzable), honda, sublimada por unas intervenciones que pretenden ser irónicas y perversas, pero se quedan en chuscas. Mentiras retratadas en calçotets de paño viejo, como de abuelo cebolleta, sobre una deuda simbólica no superada desde la niñez.

[Palabra de Mono Blanco]

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Desasnar

Se trata de des-asnar, es decir, de des-Aznar España, líricamente sería desandar anti-machadianamente lo andado, pero en una palabra clave se trataría de ‘desaznar’ lo aznarizado por un personajillo de Madrid, un pegaso de cartón en la historia reciente; y no hay nada personal en ello. Cierto que quien escribe estas líneas es un mono, un simio cantarín. La armonía refiriéndose a España sería “el desAznarizador que la desAznarice, buen desAznarizador será… etc.”.

¿Es esto un argumento ad hominem? No.

Es y no es personal, como todo en la vida. De hecho, ciertos votantes de carne y hueso eligieron a Aznar presidente del Gobierno, tras haber superado éste, como único mérito, oposiciones de funcionario, lo cual no parece malo. Sencillamente, era poco. Intelectualmente, era nada. ¿Fue la escasez de currículum el detonante –la piula– de la fiesta de calcetines que JM se montó más tarde con Bush y Blair, quienes, no lo olvidemos, se apoyaron en la explosiva desfachatez de Ansar? Dijimos una fiesta, pero fue una fiestecilla, comparada con la verdadera FIESTA de la Almudena.

Somos un burro subido a un campanario. Planteamos preguntas sin respuesta, y el remedio no es sencillo. No sabemos nada, partiendo de lo cutre.

Sí, jugamos a política de Estado, y hablamos de un Teleñeco. Recordamos el caso de Idi Amin, que desde caporal subió hasta mariscal de campo, sin solución de continuidad. Vertiginosamente ascendió también Bokassa, el sargento que superó su rango. En la presidencia histórica de Aznar, sucedieron cosas tangibles, pero increíbles, en la piel de toro; o sea, galones que se puso este señor pendientes de desasnar, o de desaznar, o de desansar, no sé cómo decirlo. Lo único que puede desbaratar el lío en este país es revertir la situación con soluciones tomadas en dirección opuesta. Es decir, contrarrestar simétricamente las asnadas perpetradas.

Lo más dificíl, quizá, es revertir el pelotazo mayor de todo el Occidente, el de las torres de la Castellana, cuestionado por la Comisión Europea, un emblema del fenómeno urbano más terrorífico que ha tenido lugar en nuestras latitudes, culminación simbólica de una devastación salvaje a partir de la ley de liberalización del suelo, punto de partida de la burbuja inmobiliaria que arruinó a España. Ojo, porque en Madrid, o, cambiando de escala, por ejemplo en Mataró, vuelve a haber actualmente, hoy mismo (Junio de 2017), conatos de rebuzno. Atención a las grúas presentes en cualquier comarca, ciudad, o paraje: no son para que aniden las cigüeñas.

Maragall tuvo que escribir “Madrid se va”, en célebre artículo de prensa, por culpa de varias asnadas de alcance cósmico. El regalo de Telefónica a un amigo de pupitre, así sin más, y sin que ningún hijo de vecino se alterara, fue de cómic. Un hito en las crónicas del desfalco mundial, como categoría, y ante lo que nadie protestó. La única manera de arreglar este tipo de bromas (casi de viñeta de El Roto) es desansar, desasnar, desaznar, venga, para siempre. Internet público y gratuito para el grueso de la población (hoy Internet en España es el más caro del mundo, según la OCDE). Devolución al Estado de las cantidades colosales ganadas por Villalonga (con cuenta en las islas Vírgenes) y subsiguientes. Además, el tamaño financiero de Telefónica es un peligro público, europeo, universal.

Otra asnada histórica, antológica, fue la concentración en Madrid de recursos públicos, instituciones, núcleos de poder, líneas de negocio latinoamericanas, autopistas de grandeur, etc., en un país que no era Francia. Actualmente, enmedio del caos, y para evitar el desmontaje territorial que se avecina (que no sería peor de lo que hay) la alternativa a este apelmazamiento absurdo de burradas es: desasnar, desansar, desaznar, por aquí y por allá…

La solución no es destruir la administración central española, que al parecer da seguridad jurídica (sistémica) y atrae inversiones: el asunto es banal, sólo hay que expeler piezas del Monopoly mesetario de Madrid, repartirlas en simiente por la geografía hispánica. ¿Co-capitalidad con Barcelona? Claro; las Cortes, en Bilbao. El Senado, en Tarragona. El Ministerio de Exteriores, en Sevilla. El Rey, que siga visitando Mallorca en verano, de acuerdo, pero que se pase dos años largos en Pedralbes, donde le arrojarán tomates y huevos durante un tiempo y no podrá dejar el parque, pero tendrá fibra óptica; después, alguna visita de cortesía -de un trienio?- al Pilar de Zaragoza, y así. Que se mueva por esos mundos de Dios. Que no se aproxime a la Zarzuela en una década como mínimo, ni al palacio de Oriente, ni a la Almudena: esto es mano de santo. De este modo, rentabilizando periféricamente el AVE, repartiendo juego, habría una ínfima posibilidad de subsanar la gran chapuza ibérica.

Desansar, desasnar, desaznar…

[Palabra de Mono Blanco]

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Anacoluto del PSOE

Alex Grijelmo cuenta en El País de 14-V-2017 el desastre sintáctico de la carta que el socialista Javier Fernández ha enviado a otro político, recién publicada en los medios. La misiva dice:

“En lo que si estoy de acuerdo contigo, es en la gravedad de la situación, y convencido de que, tanto en lo que tiene que ver con la corrupción, como en otros asuntos que están pendientes en el Parlamento, y me refiero (sin ánimo exhaustivo) a la reprobación y dimisión del Fiscal General del Estado y del Fiscal Anticorrupción, a la comparecencia de los ministros de Justicia e Interior o a la constitución inmediata de la Comisión de Investigación de la financiación del PP, que ya han sido solicitadas por el Grupo Parlamentario Socialista, en lugar de hacer de la política un juego de apariencias, deberíamos propiciar acuerdos que exigirían una relación más fluida y más sincera entre nosotros, por el bien de nuestra patria como tu dices (o de la ciudadanía como acostumbro a decir yo)”No es necesario obsesionarse con la lingüística, ni con la política, ni con las comas, pero este texto es deplorable. La sección final, siendo generosos, es aberrante. Josep Pla, que insistía en que “la persiana és verda” (en catalán se declina el adjetivo), se hubiera comido la gorra. Por otra parte, cualquier colombiano advertiría un socavón sintáctico. “En Colombia abundan los artículos periodísticos sobre la lengua en radio y TV, y quienes resuelven dudas del idioma son estrellas de los medios. Los embelecos de la RAE, tanto como las sugerencias del diccionario, son recibidas con unción cuasirreligiosa por la gente”. Lo explicaba así, en el mismo diario, no hace mucho, el poeta Mario Jursich, al que un puñado de hispanohablantes felicitarían efusivamente por su reflexión. Ofrece un buen contraste con el desaliño de Fernández.

Jursich recordaba la condición estipulada en la Convención de Cúcuta (1821) para aspirar a la presidencia de Colombia: ser mayor de 30 años, tener una renta de 500 pesos y ser profesores de alguna ciencia. Pues bien, a eso se le añadió tácitamente el requisito de escribir con corrección y elegancia, y dominar las literaturas grecorromanas y del Siglo de Oro, así como tener conocimientos suficientes como para poder pergeñar un ‘Tratado del Participio’, tal como hizo en 1847 el presidente Miguel Antonio Caro.

Los viajes de barones del PSOE a Venezuela no son especialmente penosos, ni fructíferos, pero quizá los mandamases españoles debieran aparcar su actual riña de gatos –¿diferente a la zapatiesta de Caracas?– y ponerse a aprender gramática, concordancia e hilación prosódica. Al hilo de tanto vuelo transatlántico, les vendría bien visitar más la muy vecina Colombia y, de pasada, rememorar su intachable y gratulatoria historia con el idioma.

[Palabra de Mono Blanco]

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Y también…

Véase el artículo de Juan Claudio de Ramón en El País 3-IV-2017:

“…Como clave, hay que proceder a la reforma del Estado… Porque reconocer fallos de diseño territorial no supone conceder a los nacionalistas pretextos para encizañar a la ciudadanía… La técnica federal puede ayudar… Hay problemas fiscales: falta un mecanismo claro, justo y eficiente para la financiación del autogobierno…

…Hay asimismo una fatigosa querella lingüística, agravada por la indiferencia del Estado (que ignora la dimensión política de varias lenguas españolas, de las cuales ha cedido con desdén la gestión en exclusiva a las comunidades)… Es necesario estabilizar el marco regulatorio del plurilingüismo español con criterios de equidad, haciéndose cargo de todos los hablantes…

y también se ha de pensar en una desconcentración de la capitalidad del Estado y de sus instituciones; no parece mala idea en un país con una fragmentación territorial –o nacional– tan acusada, y por otra parte tan rica…”


[Palabra de Perogrullo, enlazada con subrayados de Mono Blanco]

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Departamento de cohetes

TV3 es como el ministerio de defensa de Corea del Norte, que acaba de lanzar varios misiles caídos en aguas japonesas. Los cohetes han acabado en la ZEE de Japón, un área marítima de jurisdicción propia, aunque atenuada.

Las indirectas de TV3 sobre el independentismo son constantes, y siempre bordean la zona de lucidez del “poble” (pronúnciese po-ble hinchando los carrillos en la “b” fricativa como hacen Mas u Homs); pero todos los tiros son mediáticos en el sentido de que son espectáculos de pirotecnia —inventada en China. En cualquier caso, TV3, en los últimos lustros, se luce.

Así lo dice el psiquiatra Adolf Tobeña entrevistado por Christian Segura en El País de 7-III-2017, a propósito de la reciente aparición de su libro La Pasión Secesionista. El académico de la Universidad Autónoma de Barcelona aborda el independentismo desde la psicobiología y la neurología, y subraya la importancia de la manipulación ideológica.

TV3 posee “técnicas” de lanzamiento de proyectiles, sugiere, hasta el punto de que, a veces, incluso un barco neutral que navega bien en aguas internacionales, culturalmente hablando, como la nave del historiador Josep Fontana, sucumbe ante los impactos próximos, intimidantes.

He aquí parte de la entrevista mencionada.

Pregunta (C.S.). Usted cita de qué manera modificamos nuestra memoria por la presión del grupo.

Respuesta (A.T.). Un individuo ve una película, al cabo de una semana la recuerda perfectamente, pero el grupo del experimento le dice que no es así, ¡y él cambia! El 48% se apunta al recuerdo de los demás. Es una técnica tradicional en el combate político.

P. El libro apunta que uno de los factores de éxito del independentismo es que los medios de comunicación partidarios de la ruptura con España están muy bien realizados. Si TV3, medio que usted destaca en especial, decidiera emitir de forma constante informaciones a favor de la unión con España, ¿la ciudadanía que la mira, cambiaría de opinión?

R. Por supuesto, y rápido, en cuatro o seis meses. Lo saben todos los publicistas. Si se quiere acentuar el elemento apetitivo de un producto, desde un objeto a la república perfecta, solo hay que insistir con una ingente promoción de la virtud con la que se vivirá en la república perfecta habitada por individuos perfectos. Los medios periodísticos más cercanos al carro secesionista han aprovechado una creatividad, una capacidad para generar productos atractivos, entretenidos, con diseño espléndido, coreografías magníficas.

P. El libro también destaca el cambio de paradigma que habrían experimentado pensadores como Josep Fontana.

R. Que un historiador que se ha pasado 40 o 50 años apuntado a tesis marxistas economicistas, de repente se apunte a versiones casi románticas de la cuestión, es un cambio monumental. Es paradigmático que toda una tradición historiográfica catalana, que se había apuntado al economicismo, ahora, sin avisar, se apunte a tradiciones épico-románticas: espectacular.

Etc.

[Palabra de Mono Blanco]

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Hurto en el huerto

Mas-Colell reconoció al final que España no robaba nada, pero no hay que ser un Trueba para ver qué es lo que soluciona los conflictos políticos de este país: evitar topicazos.

Curioso el caso de Ciudadanos. Se trataría de no-nacionalistas in pectore interpretando a nacionalistas a gritos (de la cosa española). Raro, porque de los estructuralistas en su día aprendimos que la primera interpretación del fenómeno es su representación, es decir, su mera imagen, la interpretación más débil.

¿Es visible desde Marte la morbosa concentración central en el huerto de España? Algo hay, pues sin ser una paradoja, resulta tanto más escandaloso cuanto más lejos se sitúe el observador del hotel Westin Palace (Dios nos perdonará la blasfemia). Es que “en provincias” se nota como un polvo cósmico por allá, al que Rivera y Arrimadas no le sacan ningún intríngulis.

Preguntado X. Rubert de Ventós sobre la definición de la belleza, dijo: acudamos a la enciclopedia, a ver qué pone. Así, nosotros -que le copiamos- seguro que nos perderíamos en una hermenéutica multifactorial del centralismo en la Wikipedia, etcétera.

Entiéndase, el hecho de que exista una “delegación del Gobierno” en Madrid da risa; es un feo dirigido a todos los españoles en general. Es un oxímoron, pero también una curiosidad, como el nihilismo de C’s en este insumo. Por el contrario, las autopistas aznarianas y gallardas de Madrid son la pera, lucen una catadura, un empaque solidario, un vuelo digno de las cornisas escurialenses de la Almudena, que de bonitas y de gúrteles dan dos vueltas a la manzana.

Véase el texto a continuación; muy bueno.

Francesc Valls, El País 18-XII-2016

Autopistas radiales y fotos del Rey

Los trazados innecesarios son expresión de una concepción centralista del Estado cuando no declaradamente comisionista: en beneficio propio o para los partidos

Un nuevo hito”, “la solución a los problemas de transporte en torno a Madrid” o una “apuesta clara que muchas generaciones de españoles tendrán que valorar y agradecer”. Las inauguraciones de las autopistas radiales de peaje básicamente en torno a Madrid, en su mayoría del consorcio compuesto por Abertis, ACS, Sacyr y Bankia, suscitaron una amplia muestra de vocabulario épico. Las expresiones que encabezan estas líneas fueron pronunciadas en plena efervescencia desarrollista por el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar; el ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, o el entonces alcalde de Madrid Alberto Ruíz Gallardón. Era tiempos en que no era cabal oponerse a esas vías que oxigenarían el corazón del gran Madrid. Apenas 10 años después de aquel Plan de Infraestructuras 2000-2007, el dinero público acudirá al rescate de las autopistas. La fiesta va a costar entre 4.000 y 8.000 millones de euros. La cláusula de Responsabilidad Patrimonial de la Administración (RPA) obliga al Estado a asumir una infraestructura en caso de quiebra y a pagar a las concesionarias el importe de la inversión que aun no han recuperado. La RPA es el comodín contra el riesgo de bancos y concesionarias.

Que las radiales no funcionaban era un secreto a voces. Contra la evidencia, Ana Pastor, anterior ministra de Fomento de Rajoy, mostraba gran aplomo al asegurar que las autopistas, más allá del peaje, no iban a costar un euro al contribuyente. Esquizofrenia total, pues, entre relato y realidad, ya que en 2013, el tráfico había descendido en un 48% respecto a 2007 y , claro, no salían las cuentas.

Como sucedía en los planes quinquenales soviéticos.

Hay otros precedentes recientes de ese auxilio social obligatorio a negocios privados ruinosos. Con la paralización del proyecto Castor, por medio millar de pequeños seísmos en la zona de Tarragona y Castellón, la Administración ya tuvo que pagar 1.350 millones de euros —pactados bajo el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero— a Escal UGS, controlada por ACS.

O sea que en el círculo vicioso entre infraestructuras y dinero público parece que España continúa sumida en el siglo XIX, cuando el negocio consistía en hacer kilómetros de vías de ferrocarril para lograr subvenciones, aunque se tratase de un proyecto inútil. Tiempos aquellos del Marqués de Salamanca, ministro de Hacienda, en que se concedió un crédito para la compañía ferroviaria de la que él mismo era principal accionista. Las ayudas públicas supusieron el 50% del capital desembolsado en la época de gran fiebre ferroviaria española. Los síntomas se prolongaron con vaivenes hasta la dictadura del general Primo de Rivera. La II República supuso un punto de ruptura. El socialista Indalecio Prieto, ministro de Fomento, denunció en referencia a la no nata línea Santander-Mediterráneo su trazado “caprichoso” que “describía curvas innecesarias cuyo objetivo era aumentar el beneficio de las empresas concesionarias”.

El despropósito ferroviario y de infraestructuras en España forma parte de una historia que llega hasta hoy día. Trenes de alta velocidad vacíos —como sucedía con los convoyes que circulaban en el siglo XIX—, o trazados radiales o innecesarios, expresión de una concepción centralista del Estado cuando no declaradamente comisionista: en beneficio propio o para financiar partidos. La única enmienda pactada para los presupuestos de 2010 entre PP, PSOE y CiU fue la que concedía 250 millones de euros en créditos participativos a las concesionarias de las autopistas radiales…

(…sigue un excurso sobre la quema de fotos del Rey)

[Palabra de Mono Blanco]

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La Broma Infinita

El tema, sí “toca” estos días (Noviembre de 2016, final de una época), y nadie como David Foster Wallace para hablar de populismos, neopopulismos o populismos neofascistas. Casi un pionero, en La Broma Infinita (Infinite Jest) -que la revista Time puso entre las 100 mejores novelas en inglés-, David Foster Wallace disecciona con inteligencia y acrimonia una sociedad posmoderna en que la adicción es un símbolo: es el síntoma del malestar del espíritu capitalista. Y Wallace [1962-2008] considera a la televisión como la forma narrativa del futuro. Cataluña, para los adeptos a las tertulias; el futuro está teledirigido por TV3. A Artur Mas se le compara ya con Martin Luther King (sic).

Como en otros buenos relatos suyos, Wallace viene a decir lo siguiente. Que el vínculo del hombre con la realidad está salvajemente manipulado por el impacto de los medios visuales y por la televisión.

Por otra parte, La Broma Infinita transcurre en una clínica para toxicómanos, en un lugar de rehabilitación, es decir, en un topos literaturizado donde los haya, centro de relevantes gestas novelísticas (Oliveira y el manicomio de Cortázar –Rayuela-, Castorp y el hospital de La Montaña Mágica de Mann, etcétera). En la Barcelona pasmada ante el nuevo presidente de EEUU, aunque nos quede un poco lejos, la escritora Núria Amat acaba de publicar El Sanatorio, obra sospechosísima por la coincidencia.

T’en diré una….

El País-Quaderns 17-XI-2016

L’art de la mentida és un fenomen mundial (Christian Segura entrevista a Núria Amat)

Núria Amat apareix a la portada d’El sanatorio (ED Libros) mirant al lector, davant del famós paisatge romàntic de Caspar David Friedrich. La imatge resumeix el contingut d’aquesta novel·la, una crítica al nacionalisme i al populisme. El text s’adapta a la realitat de qualsevol societat, tot i que els paral·lelismes amb el procés independentista a Catalunya són explícits. El sanatorio és un diàleg a dues bandes, amb intel·lectuals que viuen el present reprimits i amb escriptors europeus universals com Thomas Bernhard, Robert Walser o Marguerite Duras.

P: “Tot el que escric, s’acaba complint”, diu. Posi’m exemples.

R: Quan vaig començar a escriure Todos somos Kafka, jo parlava amb escriptors com si fossin la meva família. Alguns escriptors em van dir que com m’atrevia a situar escriptors com a personatges literaris. Després ho van fer molts, però jo vaig ser la primera, ho afirma Anna Maria Moix al pròleg de Viajar es muy difícil

P: Quina és la premonició d’El sanatorio?

R: És una crítica al que passa a Catalunya, Espanya, els Estats Units, Anglaterra… Hi ha una premonició, perquè jo sabia que el populisme guanyaria. El Sanatorio té una voluntat de crítica, és un llibre de resistència. Estic farta de mentides dels polítics d’avui. L’art de la mentida és un fenomen mundial. És el mirall d’una realitat en què ens han ficat alguns polítics per interessos creats més enllà del sentit de la raó. Ara mana l’emoció, el sentiment interessat. Els populismes d’esquerres o de dretes són iguals, utilitzen les mateixes estratègies, la mateixa demagògia…

P: El llibre és molt polític. No només per la qüestió catalana, sinó que també ho és quan parla de l’experiència vital de Thomas Bernhard o Franz Kafka.

R: Què fan els populismes als quals estem sotmesos? A Catalunya o a Madrid amb Podem. Tots els populismes són nacionalistes. Això ho vaig escriure a El sanatorio i fa dos anys, aquesta és la premonició. Els populismes que estem patint aquí, i als Estats Units, i al Regne Unit, i a França -on, a més, tenen l’islamisme-, divideix entre bons i dolents. És una tragèdia; així comencen les guerres. La situació és més que incòmoda. Vaig ser part de la primera Assemblea de Catalunya, jo als vint anys lluitava contra Franco, vaig ser de les primeres a fer classes en català, a l’Escola de Bibliotecàries.

P: Té la sensació que se la considera una traïdora, com exposa el seu alter ego a El sanatorio?

R: El populisme divideix entre bons i dolents, “aquests són traïdors, inquisidors”. Jo estava escrivint un altre llibre, però això era urgent. És aquesta atmosfera, l’efecte sanatori, d’un grup de persones que anomeno “els callats” i que s’han d’amagar per reunir-se i parlar.

P: Vostè se sent marginada i oprimida com apareix a El sanatorio? Per exemple, diu la protagonista que “me huele que vamos a morir de odio y de frustración”.

R: Les mentides que patim aquí són les mateixes del Brexit o de Trump. Les pallassades del populisme.

P: La cloenda del relat és el suïcidi de Stefan Zweig, d’un home que no suporta que el seu món s’enfonsi. Això està passant?

R: A vegades el pensament suïcida és pitjor que el suïcidi en si mateix. Potser per escriure aquest llibre m’he salvat d’aquests pensaments. Al llibre hi ha un diàleg dins del sanatori i amb escriptors del passat. El llibre és una crítica al món que estem vivint… És un reflex del que estem vivint les persones que creiem en la cultura, en la ciència, en la solidaritat. El pitjor que està passant, per descomptat, és que la situació pot derivar en qualsevol guerra; ho acaba de dir Manuel Valls [el primer ministre francès].

P: Insisteixo: un suïcidi paradigmàtic com el de Stefan Zweig, d’un món que s’acaba, es produeix avui?

R: Exactament, és un món que se’n va, el de la cultura. Quan es posen estrelles a la roba de les persones, o marques als llibres. O “aquest és bo o dolent, a aquest no li parleu, no li doneu premis”. Jo sóc una persona non grata a Catalunya. El més important és que és un llibre a favor de la cultura. Com pot ser que en aquest país hi hagi un populisme que faci fora el pensament, la reflexió, faci fora els llibres que relaten veritats. Per sort, la premsa sembla estar en contra dels populismes. Als Estats Units i a Catalunya succeeix exactament el mateix, les ciutats voten Clinton, la demòcrata, i tot el món suburbà, rural, vota l’antidemòcrata. Mai havia sentit un polític [Trump] dir tantes barbaritats, com les que hem sentit a Catalunya. Igual. Les mentides del populisme apareixen al llibre, i tothom entendrà de qui parlo, perquè és el que tenim a prop. Si jo hagués estat als Estats Units, hauria escrit el mateix.

P: Vostè parla d’un fet global, però El sanatorio és eminentment urbà. Per què no parla d’aquest món rural que ara em cita?

R: És que ara el món rural, el camp, ve a la ciutat a manifestar-se. És el que hem viscut. Recordo la manifestació de l’11 de setembre del 2012, jo baixava al vespre per l’autopista de Girona, i veia tota l’autopista plena d’autocars, tota l’autopista…

P: L’enfrontament de Bernhard amb la societat conservadora austríaca pot ser més fàcil de pair a la Catalunya actual. Els paral·lelismes que estableix entre el procés i la propaganda de Goebbels o la de Lenin, són correctes?

R: El populisme és igual d’adaptable, a la propaganda nazi o a la propaganda estalinista. No comparo els catalanistes (nacionalistes) amb això, dic que la manipulació que fan segueix la mateixa lògica. És la gent que dirigeix la propaganda, aquí o als Estats Units. Cadascú a la seva escala. Jo no dic que Catalunya sigui nazi. Sóc molt sensible al llenguatge i capto les mentides molt ràpid. El llenguatge que s’utilitza en els sistemes populistes és el llenguatge de la violència psicològica, no el de la violència física. És la violència perversa. Com pot ser que hi hagués un percentatge tan petit d’independentisme aquí o al Regne Unit, i en tres anys s’hagi quadruplicat? Perquè les víctimes d’aquesta violència perversa reaccionen com davant del maltractador familiar. El maltractament psicològic és igual o pitjor que el físic perquè dura més; crea una dependència a la víctima. Es basa en l’amor-odi. “Et maltracto perquè et faig creure que jo tinc raó dient-te que sóc el teu salvador”. Oriol Junqueras es pot dir Nigel Farage. Les dones víctimes de maltractament psicològic neguen que siguin maltractades, perquè és com una droga.



[Palabra de Mono Blanco]

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Oferta de empleo

Octubre 2016

Firma puntera en nuevas tendencias busca jóvenes de ambos sexos preferiblemente con carrera universitaria. Se pide originalidad a la hora de seleccionar atuendo y look. El vestuario ‘casual’ es aceptable, aunque se valorará la presencia de:

– Shorts intrauterinos.

– Pantalón pirata.

– Piernas peludas.

– Barba de profeta.

– Zapatilla con dibujos culebreantes y calcetín huidizo (se valorará que no funcione como calcetín).

Nuestra empresa se centra en la indumentaria y en el aspecto personal como estrategia de marqueting, y persigue una innovación constante, por lo que las siguientes indicaciones serán tomadas en cuenta.

– Rastas capilares (unisex), mínimo 20.

– Chanclas combinadas con tatuajes en la pantorrilla, y, aún mejor, compatibilizadas con un ciclomotor o scooter como vehículo de transporte (pero siempre mal mantenido).

– El piercing, especialmente el denominado “moco metálico” (o, en su defecto, el simple aro trepanando el tabique nasal), se considerará un plus, y ello debido a razones culturales. La empresa quiere visibilizar el branding en lo corporal, y especialmente la violencia autoinflingida.

Se aceptarán piercings hirientes y anillos de sumisión, asi como la mejor sensibilidad del candidato (es decir, la reminiscencia con señales del esclavismo atávico). Pezones, tetillas, entrecejos, ombligos, vulvas y prepucios perforados serán tenidos en cuenta el comité de selección, que revisará caso por caso.

Por razones culturales y de promoción, el tatuaje está bien visto, sobre todo en las partes íntimas del candidato o de la candidata. Se valorará el arañazo o la arañaza con más similitudes con las marcas a fuego practicadas históricamente sobre los delincuentes (en las mazmorras, con hierros al rojo).

El candidato gozará de una excelente atmósfera laboral, y cuenta particular en Facebook.

Serán igualmente dignas de consideración:

– Las camisetas de talla XXXL con logotipo de equipo NBA, o incluso con logotipo de la ACB (aunque nuestra empresa no patrocine ninguna liga de baloncesto)

– Las gorras de visera grande, tipo béisbol americano, y con el emblema de una marca completamente ajena a nosotros (y a los intereses del propio candidato)

Para el estilo de guardarropa descrito, lo importante es exhibir logos comerciales gratis, sin percibir royalties ni beneficios de ninguna clase. En nuestro código deontológico, se considera solidaria la propaganda gratuita a favor de un tercero absolutamente desconocido.

Se entenderá como habilidad, y no como desventaja, la concurrencia de los siguientes rasgos en los candidatos:

– Cualquier patología narcisista exhibida con soltura. No se requiere certificado médico para acreditar el conocido síndrome de la “víctima narcisista”.

– Una dicción clara y sin remilgos, es decir, con presencia de exabruptos y expletivos (coño, joder, puta, hostia, etc…), cuyo conteo aritmético influirá positivamente en los méritos. El habla de los personajes de las sitcoms catalanas y españolas se considera un referente.

– Estilo directo, WhatTheF…

Los raperos de cualquier condición -y jerga- están invitados a presentarse. Al igual.

Están prohibidas las subordinadas.

Ref. #12345678

[Palabra de Mono Blanco]

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Spain-of-the-art

El estado de la cuestion en España actualmente (17-VIII-2016), la radiografía de tot plegat, queda en evidencia en otro buen articulo reciente de Joan Boada en El País, del que entresacamos dos párrafos:

“…En España llevamos ocho meses con un gobierno en funciones. Eso quiere decir que durante este periodo las políticas de recortes, de involución democrática, de laminación de derechos sociales del PP han continuado. Al mismo tiempo no ha sido posible controlar en el Parlamento las políticas del gobierno ni los innumerables casos de corrupción de los miembros del PP. A pesar de todo, el PP vio refrendadas sus políticas y la oposición de izquierdas no ha podido crear una alternativa para apear del gobierno a la derecha más antisocial y corrupta que ha padecido España…

…En Cataluña, los nacionalistas que gobiernan la Generalitat están tensionando a la sociedad hasta conseguir romperla. Nunca había visto en mi país las actitudes supremacistas, sectarias y xenófobas ejecutadas por un gobierno, por su televisión pública, por su prensa amiga y por entidades privadas, como l’ANC. Estos elementos fomentan el odio a todo aquel que no siga sus consignas independentistas. Los puentes que tanto costó construir en los inicios de la democracia entre pueblos diferentes, se están demoliendo uno a uno por un nacionalismo tronado que no tiene ningún proyecto de futuro viable que no sea el de romper el país para satisfacer su ideología…”

[Palabra de Mono Blanco]

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Como si no pasara nada

Hay personas que a lo largo de la vida cambian de parecer con mayor o menor velocidad.

A un periodista que le recriminaba una declaración sobre cierto tema, distinta a la de hacía un año, Camilo José Cela repuso con pasmo: “no pretenderá usted que sea consecuente con mis propias opiniones”.

Se sabe, por ejemplo, que el escritor Stephen Zweig era belicista durante la primera guerra mundial; y sin embargo, acabó hastiado de la segunda, hasta el extremo de que se suicidó. Y algo parecido pasó con Thomas Mann.

Jorge Luis Borges declaró una vez: “Quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser enemigo de las mías”.

Una vida es un trecho muy largo, pero incluso sin ir tan lejos hay personas que que cambian de estilo, o mudan significativamente su manera de ser, o también de orientación sexual. No se trataría de un mero cambio de punto de vista, sino de algo más relevante, aunque para los anglosajones cuentan las variaciones estacionales del mindset; es decir, estaríamos hablando de una alteración importante y con frecuencia positiva en la existencia de la gente. Así, en nuestro contexto, en relación al ámbito comunicativo, hemos de destacar el inopinado cambio que se produjo hace algunos años en la persona del sindicalista Joan Coscubiela. Porque al tanto, este caballero comenzó de la noche a la mañana a emitir enunciados interesantísimos, muy objetivos, desligados de lo que quizá en el pasado había limitado su libertad de maniobra. Viniendo de un camino claramente progresista, militante de CCOO, Coscubiela hace ya tiempo que ha impuesto su criterio por encima del ruido mediático: y es capaz de impartir clases en un centro liberal como ESADE sin perder neutralidad, elegancia pedagógica, o profundidad de pensamiento.

¿Han cambiado las ideas de Coscubiela? No creemos. ¿Simplemente, un epifenómeno de la célebre máxima de Paul Valéry: “yo a veces no soy de mi misma opinión…”?

Volviendo a ciertos personajes de la vida política de Cataluña, hemos de confesar que últimanente el ex-diputado Joan Boada, historiador de formación, nos tiene robada el alma. Con los años, hemos observado en Boada una mutación provechosa, un mejoramiento de sus percepciones de la cosa pública en general, aunque quizá éramos nosotros los que no percibíamos con el debido escrúpulo el itinerario de una mente lúcida. Boada muestra ser un excelente analista al formular síntesis como las siguientes.

Joan Boada, El País 13-VII-2016

Irreformables

Tras el 26-J los nacionalistas proclamaban orgullosos, en tono supremacista, que en Cataluña no había ganado el PP y que España era irreformable. Pero los males que critican de España también están en Cataluña

Una de las reacciones del día siguiente a las elecciones generales que más me llamó la atención fue la que afirmaba que “España es irreformable” debido a la nueva victoria del PP. Los autores de esta lapidaria frase provienen de los sectores nacional soberanistas y era dicha con un tono supremacista, como si no hubiera nada que hacer y una vez más se demostrara que tras el Ebro solo existen los bárbaros, inhabilitados para ejercer un voto inteligente e incapaces de entender la corrupción, la pérdida de derechos y la miseria a la que les condenaba un nuevo triunfo de la derecha española.

Los nacionalistas proclamaban orgullosos que en Cataluña no había ganado el PP, que era el único territorio peninsular, junto al País Vasco, no manchado de azul. Así quedaba demostrado que los catalanes (algunos) tenían un juicio electoral superior, digno de los herederos de los griegos que anclaron en Empúries. Tampoco les gustó la victoria de la izquierda plural, ya que hicieron una campaña de acoso, con la ayuda de TV3, la siempre adicta al régimen soberanista, y no dejaron pasar la oportunidad de afear la posición de los insensatos de En Comú Podem por buscar el diálogo y el pacto con los bárbaros.

¿Por qué esa gente se cree superior? ¿Por qué ve la paja en el ojo ajeno y al mismo tiempo es incapaz de ver la viga que tiene en el suyo? ¿Acaso muchas de las actitudes y decisiones políticas allende el Ebro no son las mismas que en Catalunya? Veamos.

No entienden cómo aún hay personas que votan al PP a pesar de ser un pozo de corrupción que se extiende por toda la geografía peninsular. Pero tampoco se debiera entender que haya personas en Cataluña que voten a CDC ya que es otro pozo de corrupción que durante años ha echado mano a la caja pública capitaneados por su fundador, el confeso Jordi Pujol y con la ayuda de su prolífica familia. Es tanta la podredumbre que invade este partido que ha tenido que cambiarse el nombre para así parecer una cosa nueva, aunque sean los mismos.

Hemos visto cómo el gobierno del PP usa los medios de comunicación públicos a su antojo, utilizándolos como correa de transmisión de su pensamiento o como propaganda de su gobierno. Pero también vemos como esto mismo sucede con la radio y televisión pública catalana que no duda en manipular y tergiversar informaciones en beneficio de las tesis independentistas y en concreto de sus patronos políticos, CDC y ERC. La actitud de la moderadora en el debate electoral fue tan beligerante en favor de los candidatos nacionalistas que por la red fue tachada de hooligan por su ardor sectario.

Se culpa al PP, y con razón, de haber desarrollado unas políticas sociales de recorte abusivas, de pérdida de derechos laborales y de un empobrecimiento vital de la población. Pero no se interpretan igual los seis años de gobierno de la derecha en Cataluña que ha significado una depauperación de los servicios sociales y una privatización de los bienes públicos. Mas se convirtió en el paladín de las políticas neoliberales, aplaudido por el PP y por toda la derecha europea, defensora del liberalismo salvaje. El nuevo gobierno de CDC y ERC ha continuado los recortes en educación y salud, ha bajado los impuestos al sector del juego y en ningún momento ha aumentado la presión fiscal a los poderosos. Han hecho las mismas políticas antisociales que el gobierno del PP.

España está perdiendo fuelle en el tablero internacional, sus gobernantes son inoperantes, no tienen propuestas nuevas ni modernas y gobierna un presidente que parece una figura del museo de cera por su quietud. Pero a Cataluña le pasa lo mismo. Desde que los nacional soberanistas se inventaron el Procès, el país se ha parado. Cataluña está en un bucle, incapaz de avanzar en un sentido u otro, con unos gobernantes que convierten la nación en un páramo social y cultural. Tenemos un gobierno incapaz de aprobar unos presupuestos, con un vicepresidente de ERC que se pierde con los números y sólo se reencuentra con la épica nacionalista y con un presidente de derechas sometido a las infantiles reacciones de los anticapitalistas de la CUP.

Un nuevo gobierno del PP será un desastre para la ciudadanía española, pero la continuación del gobierno catalán nos sumerge en la nada.



[Palabra de Mono Blanco]

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Patriotismo español

De nuevo un gran artículo de Francesc Valls en la prensa; lástima que las efigies políticas madrileñas -que parecen estatuas de sal-, no hayan podido leerlo en la edición del periódico del estado. Apareció en la separata ‘Cataluña’ del rotativo, pero nos atrevemos a reproducirlo aquí ad coram omnium.

Es que es tan simple solucionar algunos problemas fundamentales del país, antes de que deje de serlo y antes de que procedamos a consumar el mayor despilfarro histórico de todas las épocas; antes de que el mundo contemporáneo asista a otra disgregacion o desagregación territorial improductiva, absurda, estéril, que dejaría tirado en la cuneta al reciente Brexit. ¡Por favor! Sólo hay que leer bien lo que comenta Valls entre líneas, aunque lo que escribe sea literal a veces. Es que es tan fácil.

Antes de reproducir el artículo de Valls, e inspirados por él, aventuramos unas cuantas soluciones por defecto, sin coste económico ninguno (podemos jurarlo) y, en cambio, con un rendimiento estratosférico para el conjunto de “pueblos ibéricos” entre los que nos encontramos, y entre los que aún cabe la hipótesis -no obstante los políticos- de que cierta solidaridad interterritorial siga siendo posible.

He aqui la receta mágica de EMB, tres consejos ante los que se eleva únicamente una barrera mental:

1) Suprimir la palabra “nación” para referirse a España. No es incorrecto hacerlo (España es una “nación de naciones”, cuentan historiadores solventes), pero, sobre todo, amigos de Madrid, es que no es NECESARIO. ¿Por qué no sustituir la palabreja de marras, en cada acto, en cada parlamento o escrito oficial, público, etc., por la palabra “Estado”? Es sencillo, y proponemos que sea sistemático, incluyendo a TV1 y a las alocuciones navideñas de gente importante. Por escrúpulo estilístico, para no repetir “estado” muchas veces, también puede considerarse apta, en último término, la voz “Reino” -siempre que la democracia española siga conservando este recubrimiento cosmético, frecuente en sistemas europeos. Adoptar esta actitud léxica es realmente inocente. En síntesis, nos referimos a no mentar “la nación” al referirse a España, ni emplear el adjetivo “nacional” para lo mismo; emplear en cambio con profusión “Estado”, o bien “estatal” en oportunidades equivalentes: el esfuerzo es exiguo (únicamente verbal), y tanta, tanta la ganancia a conseguir…

Obviamente, el fomento del adjetivo “estatal” (nimio, técnicamente pertinente), podría extenderse a otras locuciones muy desgastadas en el vocabulario político hispano y que en muchos lugares de España suenan ya anacrónicas, como, por ejemplo, hablar de la Policía “nacional”, o de la Audiencia “nacional”. En el nuevo Libro de Estilo de la política ibérica que defiende EMB, dicha instituciones deberían pasar a llamarse Policía Estatal, Audiencia Estatal, etc.

2) Descentralizar la Administración Central; lo que no quiere decir que desaparezca, y ni siquiera que se desactive, la Administración española (¿e ibérica en el futuro?), la cual, por el contrario, debería coordinar mejor y más eficientemente un conjunto de paises en el que destacan una infinidad de vínculos, intereses y (ay) desastres compartidos. La articulación de las administraciones autonómicas (o ‘naciones’, según dicen algunos) requiere la coordinación competente, efectiva, federal, o como convenga denominarse o vestirse esta tarea crucial. El nombre no hace a la cosa. De modo que nadie está solicitando desmontar el entramado de derecho administrativo y político que hoy, como mínimo, da seguridad jurídica a la totalidad del suelo hispano. El truco no consistiría en eliminar la Administración Central (ni la llamada Administracion institucional), sino en desubicar, señoras y señores, en desubicar. Es tan elemental la idea. ¡Sólo hay que descentralizar el estado aprovechando la rica geografía española! Desubicar, o reubicar, significa expeler urgentemente a unos cuantos funcionarios y trabajadores estatales de Madrid. Escampar generosamente por la geografía peninsular un manojo de organismos, instituciones (sobre todo las vetustas), Ministerios, e incluso honorables y sonadas cámaras españolas (¿el Parlamento, el Senado…? ¿Que me dice?). Una siembra no factible pocas décadas atrás, de acuerdo, pero ahora es de una facilidad casi ingenua; está completamente a nuestro alcance en la era de Internet y de la sociedad en red; y sostenemos que sería un remedio inventivo, estimulante y sanador. Podemos patentar incluso un modelo central-descentralizado, con lo que sentaríamos un precedente en derecho político, y a lo mejor nos lo copiaban fuera. Para hacerlo, disponemos de las herramientas adecuadas (la fibra óptica se extiende por todas partes) y gozamos del marco empírico idóneo (es decir, no somos Francia): tal empeño no supondría esfuerzos considerables en pleno siglo XXI. Eso sí, el beneficio psicológico y político para la sufrida piel de toro (castigada con tanta burricie) sería inmenso…

3) Obligar constitucionalmente al máximo representante del Estado (al Rey, o al Presidente de la República, en su caso) a residir periódicamente en varias capitales españolas, por un tiempo, anual o plurianual, en una sede representativa -con seguridad adecuada- y a la altura del empleo del huésped. Para entendernos: el Rey (o eventualmente el Presidente), el jefe del estado, no sólo debería pasar una temporada en Palma de Mallorca en verano. Es obvio que da exactamente lo mismo despachar desde el rancio Palacio de la Zarzuela que desde cualquier palacete digno (y ameno, arquitectónicamente hablando), presente en cualquier parte de la geografía española. La arquitectura áulica hispana, en general, no es versallesca, pero tampoco está nada mal en muchos lugares: se encuentran ejemplos muy cosmopolitas razonablemente repartidos por distintas ciudades españolas.

Postdata: ¿porqué no rentabilizamos mental, política y centrífugamente el AVE?

A continuación, el texto citado.

Francesc Valls, El País 27-VI-2016

Patriotismo español

La idea de patria del PP está más cerca del húngaro Orbán que de la izquierda española

Los efectos psicotrópicos de las victoriosas noches electorales seguramente alteran conductas, pero tal vez tengan la virtud de hacer aflorar ideologías en su toda su rotundidad. Una de las consignas más coreadas ante una sede tan visitada por la justicia como la del PP, en la madrileña calle Génova, fue “yo soy español, español, español”. Hubo otros gritos con retranca y políticamente mucho más comprensibles dirigidos a su gran adversario: Unidos Podemos. Ese fue el caso del célebre “Sí se puede”, coreado bajo una inusual escenografía de banderas populares y de España. Pero que un partido que hace gala de no ser nacionalista, porque es antitético con su supuesto constitucionalismo, emplee tanto el orgullo patrio comienza a ser sospechoso. Es el juego que con menor sutilidad dialéctica emplean esa lista de gobiernos populistas que pueblan el Este de Europa.

¿Por qué gritan “yo soy español”? ¿Por qué Mariano Rajoy, en su tan improvisado discurso desde el altar de la patria la misma noche de las elecciones, dijo que el PP era un partido español? ¿Alguien lo había puesto en duda? ¿Hay que ser del PP para ser español? ¿Era para reforzar su perfil de bastión frente a la masonería internacional, el comunismo y el separatismo? ¿Era una respuesta a ese mapa de España en el que solo dos nacionalidades —Cataluña y el País Vasco— escapan al uniformismo azul?

Lo lamentable e inquietante del caso es que quienes han hecho un uso partidista de las instituciones democráticas pretendan erigirse en guardianes de las esencias patrias. Las conversaciones que hace solo unos días trascendieron entre el jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña y juez en excedencia, Daniel de Alfonso, y el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, son un ejemplo de su visión torticera del Estado de Derecho. Estas comunicaciones telefónicas entre dos patriotas —de Alfonso se autojustifica con un rotundo “soy español”— publicitadas por el diario Público ponen en entredicho todas las acciones que la Fiscalía y la inagotable Abogacía del Estado han generado, siguiendo órdenes del Gobierno central, contra, por ejemplo, los organizadores de la consulta del 9-N. ¿O qué decir de los escritos apócrifos de la UDEF contra políticos independentistas que elaboraba un grupo de policías —como desveló este diario— supuestamente dirigidos por Eugenio Pino, director adjunto operativo de la Policía del Ministerio de Interior?

Hay muchas maneras de sentirse español, pero sólo hay una de entender las libertades y el Estado de Derecho. La idea de patria del partido que ha impulsado la ley mordaza está más cerca de la visión del premier húngaro, Viktor Orbán, que de la izquierda española. Nada se parece tanto a un populista español como un populista húngaro.

Las urnas han arrojado el 26-J un mapa preocupante. El PP gana en toda España excepto en Cataluña y el País Vasco. El partido más inmovilista respecto a la situación catalana volverá a gobernar en España. ¿Qué oferta hace ante el laberinto catalán? De momento, el don trancredismo y la guerra sucia policial contra el independentismo han sido las credenciales de Mariano Rajoy en sus cuatro años al frente del ejecutivo. Afirmaciones patrióticas como las de la noche electoral no ayudan a desencallar situaciones que precisan mucha cintura política.

La hoja de ruta de los independentistas catalanes, que llegaron al 48% de los votos en las últimas elecciones catalanas, aparece a ojos de una parte del electorado como una confusa aventura, muy parecida a una declaración unilateral de independencia sin un triste aliado internacional. Quizás eso explique la segunda victoria consecutiva en unas generales de En Comú Podem. Hay una voluntad explícita de al menos una cuarta parte de los votantes catalanes de buscar una solución que pase por un referéndum acordado. Pero si el PP no cambia su estrategia y pone sobre la mesa una propuesta hasta ahora inexistente, la situación seguirá enquistada.

La continuidad de la recentralización y el uso torticero del Estado de Derecho, desarrollado en la última legislatura por los populares, da alas al independentismo catalán. Ya sucedió con la Esquerra de Josep Lluís Carod-Rovira. Los republicanos obtuvieron sus mejores resultados en votos en unas generales cuando la versión más montaraz del PP imponía su ley. Encastillarse pensando que ya bajará el suflé, al tiempo que se potencia el nacionalismo en el extremo opuesto no parece lo más inteligente. Acostumbra a pasar lo contrario.



[Palabra de Mono Blanco]

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SOB Madrid

El acrónimo SOB, que quiere decir en inglés Son of a Bitch, fue el título de una película norteamericana que se estrenó en España con las mismas siglas, las cuales, por “intraducibles” se respetaron en las carteleras, aunque al film se le colocó entre paréntesis un subtítulo pintoresco: Sois Honrados Bandidos.

Pues bien, el diario El País (12-V-2016) acaba de publicar una editorial que alude a una primera actriz que, igual que con Fernando VII, ha pasado a ser de nuevo –con la leve recuperación económica española–, “la deseada”: la construcción. Porque ¿quién ignora que la plutocracia del ladrillo representa hoy una versión del bandidaje, así como sus ramificaciones, siendo la primera de ellas la financiera, tras la correspondiente burbuja? El descalabro que la voracidad del tocho ha provocado en el ámbito político no hace mella…

Son curiosas las camaraderías que a veces afloran en las páginas un diario que se mira a sí mismo como objetivo e independiente. El País logra serlo en muchos de sus reportajes e iniciativas, no siendo menor la tarea que –con notable erudición– desarrollan sus periodistas y colaboradores.

Sin embargo, en la crónica de 12-V-2016 el rotativo rompe con su tradición y vuelve a exhibir sus peores defectos. Empezábamos a sobreponernos de la campaña que parecía haber emprendido el diario contra Podemos, logrando quizá el efecto opuesto en la opinión pública. ¿El País agrediendo, semana sí y semana también, a una legión de oportunistas, a una panda de pseudorrevolucionarios que únicamente gente formada como Antonio Elorza –que los padeció en carne y hueso– criticaba con elocuencia? No lo entendía nadie. Las planas de El País sobreexplotaban las sangrías con vituperios constantes contra Podemos. Hace ya bastante, afortunadamente, el fuego a discreción paró. La oleada se detuvo. En Barcelona, muy sensible a lo contraproducente de algunas maniobras político-mediáticas, y sin perjuicio de afectos públicos personales, los lectores del diario lo agradecieron.

Ahora se trata de obviar que en España hay dos millones y medio de viviendas vacías. Al parecer, no “hemos pasado pantalla” y la película -o el drama- no sólo se titula mal, es que sigue siendo horrible. Se trata del parque habitacional desocupado mayor del continente, y quizá del globo. Consecuencia de un modelo de desarrollo territorial que ha reventado miles de poblaciones hispanas, que ha desfigurado hasta lo irrecuperable nuestras costas, que ha desmembrado nuestras ciudades, como la misma capital del estado, a la cual los urbanistas de prestigio tildan de “la primera ciudad latinoamericana de Europa”, con las peores connotaciones que tal calificación tiene; es decir (desde el punto de vista urbanístico), un caos entrópico de materiales y con un crecimiento “en mancha de aceite”, según la verborrea técnica, aún más eufemística. Madrid fue el centro de la operación especulativa más bestial de Occidente después de alguna perla hormigonera de la city. El pelotazo de las cuatro torres de Madrid fue la síntesis de la vergonzosa deflagración que ha barrido la piel de toro de cabo a rabo (Cataluña incluida) y que ha sido investigada hasta por la Comisión Europea.

Y de pronto, han cesado las lamentaciones. Las secuelas que han descarriado severamente nuestra economía, los intereses espúreos que han planeado décadas sobre nuestras cabezas, y que, convertidos ya en cemento, escarnecerán para siempre a nuestros ojos, y a nuestros hijos –perdón por la cacofonía– ya no son un problema. Quizá sea todo un milagro, un milagro como los que intentan atribuirse actualmente en Barcelona a Gaudí, cuya beatificación se espera para finales de este año de 2016.

Es innoble que un periódico que en su cabecera parece representar al país entero, precisamente, difunda una editorial-trampa, una editorial que desdeña un pasado colectivo antipedagógico e inmoral, que en su tribuna más relevante jalea lo más casposo y amarillento de nuestra realidad sociohistórica: el mal de la piedra.

Aznar lo consiguió. Con el pelotazo de las torres de Madrid, la edificabilidad legal del barrio era de 0,3 m² de pisos por m² de suelo, y mutó, por arte de birlibirloque, a 1,7 m² (voilà: se quintuplicó); todo por gentileza de un Ayuntamiento no exactamente permisivo, sino, vamos a decir, gallardo. Con el saleroso ‘Plan de la Castellana’ ahora, alguien pretende mejorar aquella performance.

La dimensión inmobiliaria del nuevo megaplan es monstruosa y queda reflejada en cifras. En un ámbito de 302 Ha que se extienden 3,7 km al norte de los madriles, se podrán construir 1.200.000 m² de oficinas, 165.000 m² de hoteles, 165.000 m² de comercios, 350.000 m² de equipamientos (por cierto: ¿cuáles? ¿públicos o privados?) y 542.000 m² de zonas verdes (¿sobre una losa de hormigón?). Culminan la jugada 17.000 viviendas a estrenar, de las cuales 4.000 serán protegidas (pudiendo ser vendidas a fondos buitre, con moradores dentro, si lo requiere la situación –ahogada– de los promotores).

No problem. El diario en cuestión legaliza todo mediante un prodigioso “La incertidumbre política y la mala gestión arruinan los proyectos urbanos”. Escrupulosa es la alcaldesa de Madrid, pardiez, que ha presentado objeciones a esta animalada. Con un viso aparentemente neutro, dos planas más allá, el mismo diario rubrica que no es infame, sino una operación buena para la humanidad. Los regidores de Madrid son unos aguafiestas. Y titula: “Los conflictos municipales madrileños desincentivan la inversión inmobiliaria de grandes fondos”. Y añade: “Los países que ofrecen más garantía para la inversión son los que disponen de una regulación clara y rápida para aprobar o rechazar un proyecto. El caso del Distrito Castellana Norte es ilusionante, pues es una gran oportunidad para reformar (sic) esta zona de Madrid, con una inversión evaluada en 6.000 millones de euros y una creación de 120.000 puestos de trabajo…” (no especifica de qué tipo, para no disgustar a los ingenieros superiores de sistemas informáticos).

Todo ello en el respetable El País.

Lástima que Carmena y su tropa no hayan concedido este favor, primero, a Florentino –cuyo lado salvaje está poco publicitado–, segundo, a la empresa devoraurbes llamada “San José”, tercero, a los bancos acreedores de la editora Prisa (la de El País) –putativamente interesados– , y cuarto, en general, al gran Madrid de nuestros amores, y a España entera, que se lo merece.

[Palabra de Mono Blanco]

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Distingamos, distingamos…

Porque donde no hay distinción, hay confusión, lo decía Tomás de Aquino en el siglo XIV, nada menos. El esfuerzo de la distinción vendría a cuento por comentarios recientes de dos personajes famosos en sus respectivas disciplinas, la geografía social y la filosofía del arte. Se trata de Jordi Borja, por un lado, y de Félix de Azúa, por otro.

Recordamos escritos antológicos de Jordi Borja sobre las ciudades, muy profesionales, alguno de ellos reproducido en estas páginas. Y qué decir de las eruditas reflexiones de Félix de Azúa en sus libros y trabajos; Azúa es uno de los mejores ensayistas de la actualidad, y maneja varias lenguas (siendo el idioma catalán lengua materna: no en vano Azúa nació en Barcelona y se apellida Comella).

Pues bien, en la misma edición catalana de un rotativo, ambos contendientes se lanzan flechas envenenadas desde páginas opuestas. Borja alude al flamante discurso de incorporación de Azúa a la RAE, una institución que, siendo sinceros, a los peninsulares de varios mundos de Dios, no-madrileños (castellanohablantes a tiempo parcial), les resulta un tanto amarillenta. EMB ha sostenido siempre que lo mejor que puede suceder a este tipo de entidades es situarse a muchos kilómetros de la capital del estado: dejarían de tener las connotaciones del universo rancio, miope y funcionarial de Madrid.

Esto es, más o menos, lo que viene a decir Jordi Borja del ingreso de Azúa en la RAE, además de recriminarle su radical postura contra el nacionalismo catalán. Azúa en su línea, a su vez, arremete contra esa lacra, más ibérica que el fútbol, es decir, contra el nacionalismo, pero con el estilo propio del personaje –y el estilo, como dijo Wilde, es lo único que importa. Todo lo que toca Azúa con su prosa se vuelve relevante –bien como tragedia, bien como sarcasmo–, y desde su columna de la contraportada de El País este pensador se antoja irascible. Hay una especie de fatum con Azúa: su inteligencia desborda objecciones eventuales de la audiencia; incluso en el periódico citado, en ese día, queda desactivada su alusión fácil a los nazis, cosa que espontáneamente despierta la llamada reductio ad Hitlerum o célebre ley de Godwin, que estipula lo siguiente: “Una discusión caduca cuando uno de los participantes menciona a Hitler o a los nazis”.

Al contraportadista le atiende la razón. Azúa se adelanta al tiempo y a las réplicas. De hecho, no hay ninguna discusión posible entre él y Jordi Borja, pues éste no es mencionado. Hablando de un jardín, y fuera de hojas escamosas, lo que dice Felix es casi demoníaco. He aquí, literalmente, lo que cuenta este escritor de Barcelona exiliado por sorpresa a Madrid (aunque siempre le quedará Francia).

Félix de Azúa, El País 5-IV-2016

Hedor

El Holocausto judío comenzó en Austria cuando unos fornidos idiotas, disfrazados con el traje nacionalista, obligaron a los dueños de algunos comercios de Viena a pintar en sus escaparates la palabra “judío” en grandes letras blancas. También pusieron a fregar suelos a las mujeres judías, que, comparadas con sus esposas, les parecían demasiado elegantes. La gente rodeaba a los humillados, se reía y daba palmaditas en la espalda a los matones. Era sólo un aviso a la población para que entendiera que aquella gente no formaba parte del género humano y por tanto podía ser aplastada como chinches.

Hace días, unos nazis de la provincia de Girona asaltaron el jardín que Albert Boadella tiene en uno de esos pueblos del Ampurdán de cuyo nombre es mejor no acordarse y talaron tres hermosos cipreses. Era su manera de marcar a aquella familia. Así anunciaban que, cuando les den permiso, irán a por ellos, marido, mujer e hijos, y los talarán.

He esperado unos días por si alguna autoridad catalana mostraba un gramo de conciencia. Por ejemplo, la detención de los nazis. Siguen libres y con hachas. Nada ha dicho quien fuera alcalde de Girona y hoy preside la Generalitat. Nada han dicho los alcaldes en general y Colau en particular, que está al frente de una ciudad que reúne a más de los dos tercios de la población catalana. La alcaldesa odia la misoginia, el machismo y el clasismo, según dice. Yo no sé si odia a los nazis, pero no dan una imagen demasiado democrática de Cataluña. Tampoco han dicho ni pío los 300 paniaguados que exigen la reducción de Cataluña a lo que ellos alcanzan a comprender. Ni los periodistas y redófilos a sueldo. Ni los jefes de partido progresista. Da un poco de asco.



[Palabra de Mono Blanco]

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Algú ho havia de dir

Matemático tenía que ser, y con nombre romano. Un César ha escrito un artículo de prensa aparentemente sarcástico, subjetivo y autobiográfico, pero que en definitiva es imparcial y preciso como las cosas que caen por su propio peso (lo que Kant venía a a decir de las matemáticas). Panfleto brillante que debería ser de obligada lectura en determinados foros, tanto madrileños como locales. Parece importante reproducir este texto. Ojalá unos cuantos se pongan al día.

César Molinas, El País 17-III-2016

Madre, lengua, nación
Hay que reconocer la diversidad y dar sentido al término “nacionalidad”, no suprimirlo

Madre no hay más que una, dicen. Pues vaya. A mí, a ojo de buen cubero, me salen tres: la que pone los genes, la que pone el útero y la que pone la educación y el cariño. Aunque coinciden en muchas ocasiones, no tienen por qué hacerlo siempre. Y me dejo en el tintero a la que pone las mitocondrias, porque todavía está el asunto en fase experimental, pero seguro que este tipo de madre se popularizará en el futuro. Las unicidades monolíticas no resisten el paso del tiempo.

Lengua materna no hay más que una, dicen. Pues vaya. Lo dijo Pedro Laín Entralgo cuando era director de la Real Academia Española. Pero el turolense no se molestó, faltaba más, en mirar lo que ocurría más allá del Ebro. Millones de catalanes son perfectamente bilingües en catalán y castellano. Médico de formación, Laín prefería hablar de esquizofrenia en vez de bilingüismo: los catalanes serían un caso clínico, no político. Pues vaya. En mi familia, sin ir más lejos, los cinco hermanos hablábamos en castellano con nuestros padres y en catalán con nuestra abuela, que vivía en casa. Mi padre y mi abuela hablaban entre sí en catalán y mis padres, entre ellos, en castellano. Entre los hermanos se hablaba indistintamente en catalán o castellano, dependiendo de las circunstancias, costumbre que hemos mantenido hasta hoy. Y nadie parece haber sufrido trastornos mentales. ¿Cuál es nuestra lengua materna: el catalán o el castellano? La pregunta no tiene mucho sentido porque la respuesta sería que o bien las dos o bien ninguna. Mejor ninguna, creo yo. A los que insisten en que la lengua materna es aquella en la que se piensa les contesto con el chiste del políglota. En una entrevista de trabajo un joven había demostrado su absoluto dominio del inglés, francés, alemán, mandarín, suajili, ruso y japonés. Asombrado, el entrevistador le preguntó en qué pensaba, a lo que, sin cortarse un pelo, el joven respondió que en fornicar, como todo el mundo. Bromas aparte, la mayor parte del pensamiento tiene lugar en fase pre-verbal y los políglotas, cuando verbalizamos, lo hacemos en un idioma u otro dependiendo de las circunstancias. No traducimos de una supuesta lengua materna en cuyo exclusivo uso se articularía el pensamiento. Cuando me entrevistan por la BBC en directo en inglés, por ejemplo, contesto en inglés, sin pasar por el castellano o por el catalán. Sí, pero, ¿en qué pienso? Pues ya que insisten se lo diré: pienso en lo mismo que todo el mundo.

En un Estado cabe una sola nación, dicen. Pues vaya. Eso se publicó en estas mismas páginas en un artículo en el que se afirmaba que la plurinacionalidad no existe y que, además, es imposible. ¿Y eso? Pues porque la nación estaría definida por el contenido y el ámbito geográfico de aplicación del BOE. Genial. La Brigada Aranzadi aplaudiendo con las orejas. Yo adopto una definición más subjetiva, basada en el sentimiento de pertenencia y en el concepto de amistad civil aristotélica. Por orden alfabético, ¡porque no hay otro posible!, yo me siento catalán y español. No puedo ser lo uno sin lo otro y si esos bípedos que se atascan en los polisílabos a uno y otro lado del Ebro acabaran obligándome a elegir, yo me volvería a Londres, como Blanco White. Pertenezco al demos español y al demos catalán. Soy militante activo de la construcción de un demos europeo. Todos ellos son ámbitos de amistad civil y de fraternidad diferentes, complementarios y enriquecedores. En todos ellos es necesario un marco democrático de convivencia que se debe respetar. Estos marcos diversos pueden entrar en conflicto y estos conflictos deben tratarse con política, no con electroshocks, construyendo proyectos de futuro que den sentido a las naciones y los demos involucrados. Para Ortega, son estos proyectos los que integran y definen a las naciones. ¿Cuáles son los nuestros?

Una madre, una lengua y una nación. Tres certezas minerales que se yerguen como menhires gigantescos e intimidatorios en el secarral mesetario español. Gabriel Magalhães afirma en su nuevo libro, Los españoles, que una de nuestras principales características es la tensión personal y social que deriva de nuestra profunda e irreductible diversidad. Ya va siendo hora de que esa diversidad se reconozca en nuestro ordenamiento político. Hay que dar sentido al término “nacionalidad”, no suprimirlo. Hay que salir de la sombra de los menhires. Y hay que leer a Magalhães, créanme.



[Palabra de Mono Blanco]

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Autoengaño, incomprensión, idiocia

El autoengaño, una afectación tipificada en los manuales de psicología, es la que padece quien se engaña consciente o inconscientemente a sí mismo, y de la que derivan diversos síntomas (insinceridad, opacidad comunicativa, reincidencia, etc.). El autoengaño induce a un registro de la realidad distorsionado y se clasifica como transtorno adictivo de dependencia emocional. Se trata de una dependencia morbosa marcada por la retroalimentación de ideas y creencias, y cuya presencia en el paciente tiende a perpetuarse, obstaculizando la toma de conciencia del problema, o la adopción de remedios.

La clínica del autoengaño es dificil en psiquiátricos convencionales, pues no siempre el fenómeno viene asociado a sustancias psicoactivas, y suele aparecer en contextos económicos adversos. Por otra parte, es indistinguible de las pautas inter-género, sobre todo en lo relativo a la terquedad del individuo en eludir soluciones imaginativas, tendiendo a emplear abusivamente la manipulación y el percepto del propio modus vivendi mixtificado y ficticio.

Existe una correlación fuerte, probada por la estadística, y en numerosos estudios poblacionales, entre la patología del autoengaño y el perfil cerril de mandril característico del inculto (o falso político, o idiota, en términos griegos aristotélicos)

Por ello, abruma un poco la ininteligibilidad que manifiesta el pobre exdiputado Joan Boada ante ciertos acontecimientos de la escena pública local, que hay que subrayar desde este punto de vista. Le compadecemos, pues hablamos de un profesor de historia, una persona sana y docta. Nos solidarizamos totalmente con sus penas. Además de la idiotez (supina) que denuncia, congénita a la dolencia descrita, Boada también menta la abducción –un clásico, en política ibérica–, la cual, según la wikipedia, es un “secuestro de un ser humano por parte de seres extraterrestres (léase: il·luminats), para llevarlo, generalmente, a su nave espacial”.

Joan Boada, El País 21-X-2015

Incomprensión

“…Las manifestaciones y concentraciones de la semana pasada, delante del Palacio de Justicia de Barcelona, en apoyo a políticos imputados por desacato me producen una gran tristeza. Los gestos, las palabras, las banderas, los bastones de mando, todo huele a naftalina y a adhesiones exóticas que creíamos desaparecidas, como mínimo desde el franquismo, y como máximo desde el siglo XIX. La fotografía publicada en la portada de El País parece una muestra de afección a un régimen y a su líder: el president arropado por miembros del Govern, de pie sobre las escalinatas del Palacio de Justicia, con los cuatro dedos formando la bandera catalana sobre el corazón, mirando al horizonte y, a sus pies, centenares de personas, algunas con la vara de alcalde en una mano, y en la otra el teléfono móvil inmortalizando la escena. Cierro los ojos y siento una profunda indignación.

¿Qué hacían los alcaldes y concejales, representantes de la ciudadanía, dando apoyo a una ideología y a un político que ha manipulado en su beneficio el movimiento popular independentista? ¿Cómo se atreven, en nombre de todos nosotros, a usar el poder popular contra una institución como el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña? Es difícil de entender que representantes populares se enfrenten y presionen al poder judicial. Sólo es comprensible en una sociedad abducida, que ha dejado la razón de lado y se rige por el estómago, bien alimentado por las descerebradas decisiones de los nacionalistas del PP. Señores alcaldes: ni Mas, ni Rigau ni Ortega son Cataluña. Así que, mejor, quédense en sus pueblos y ciudades y usen la vara para tomar decisiones que mejoren la calidad de vida de sus conciudadanos. Dejen de izar banderas que no representan al país y gobiernen para todos, también para los que no sean fieles a Mas y su proceso.

Además, también me pregunto ¿qué hacían los centenares de personas (seguro que entre ellos maestros y profesores, también padres de alumnos) detrás de la consellera de enseñanza Irene Rigau, que se ha pasado cuatro años destrozando el sistema educativo público? Ha eliminado millares de puestos de trabajo, ha recortado y suprimido subvenciones al transporte escolar, a las becas comedor, a las becas para libros, ha cerrado aulas de acogida, ha dejado de subvencionar las guarderías, ha potenciado la Religión en la escuela y ha hecho poco contra la elitista ley Wert a excepción de proteger nuestra lengua, cosa que comparto.

No entiendo cómo puede haber tanta gente que sale de su casa para vitorear a esas personas, cuando esa misma semana, la Red Europea contra la Pobreza y la Exclusión (AROPE) publica un informe demoledor donde afirma que en un año ha aumentado dos puntos la pobreza, que en este momento afecta a un 22% de nuestra población. Casi 1.600.000 catalanes están en el umbral de la pobreza y de éstos, unos 470.000 (6,3%) padecen pobreza severa. Con estos datos, con la corrupción que invade al Gobierno, con las decisiones privatizadoras que toman, soy incapaz de comprender esas muestras de apoyo…”



[Palabra de Mono Blanco]

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Artículo magistral de Jordi Borja

La experiencia y la sabiduría de este geógrafo urbanista no tienen precio, y vuelven a desmontar tópicos -tópicos que fomentan un interés muy concreto- en el siguiente texto especialmente aplicable a Barcelona. Recordemos que las tarifas de Telefónica en nuestro país, donde esta compañía goza de más del 80% del mercado, son las más elevadas del mundo según la OCDE.

Jordi Borja, El País 7-IX-2015

El mito de la ‘Smart City’

Con las nuevas tecnologías, nos dicen, lograremos ciudades maravillosas y ciudadanos felices

La tecnología no siempre juega a favor de los ciudadanos. En 2010 IBM lanzó una campaña publicitaria —Smart Cities Challenge— y en 2011 un nuevo producto —Intelligent Center for Smarter Cities—dirigido a un público específico y extenso: los gobiernos locales. Ofrece utilizar las tecnologías informáticas y digitales para abordar problemáticas urbanas relativas a cuestiones como transportes y movilidad, salud pública, vivienda, seguridad ciudadana, estado del espacio público, gestión de los servicios urbanos, reconversión de zonas degradadas, etcétera. La información y las soluciones que se barajan devienen tan “objetivas” como los “mercados” y las grandes empresas de servicios (con frecuencia más privadas que públicas) se presentan como poseedoras de las respuestas. Algunas grandes ciudades compraron el producto, Rio de Janeiro la primera, con resultados más que dudosos.

¿A qué se debe la emergencia de este mercado y el éxito del eslogan ‘Smart City’? Por una parte, a que las Administraciones locales son de facto menospreciadas por los Estados. Poseen escasos recursos en relación con las demandas sociales y, excepto a las grandes ciudades, se las ignora y con frecuencia se las considera “localistas” y reacias a la modernización. Por otra parte, las instituciones políticas y los partidos han perdido credibilidad pero los ciudadanos siguen teniendo cierta confianza en los gobiernos locales, en cuyo marco pretenden conquistar sus derechos y reivindicaciones. Las dinámicas participativas y las políticas neoliberales han coincidido, sin pretenderlo, en la revalorizar las políticas locales. En unos casos con vocación democrática y en otros para transferirles competencias inasumibles y favorecer las privatizaciones.

En este entorno, global y local, las ciudades han emergido como actores sociales y sus élites las publicitan como globales, competitivas, sostenibles, integradoras, inteligentes, del conocimiento, participativas, etcétera. Unas etiquetas que en muchos casos sirven para legitimar políticas locales contradictorias con los objetivos que se anuncian. Se vende la ciudad en beneficio de unas minorías que se lucran con los acelerados procesos de acumulación de capital mediante usos depredadores, intervenciones especulativas y mercados cautivos.

IBM no es una ONG, ni un organismo bien intencionado de Naciones Unidas. Es una empresa integrada en el capitalismo financiero global que solo busca el lucro a corto plazo, para lo cual precisa la comprensión de los gobiernos nacionales y la complicidad de las grandes empresas de servicios. Es una gran multinacional que sirve y se sirve de los poderes políticos y económicos de cada país. En la práctica persigue tres objetivos. Primero, vender hardware — en muchos casos sobredimensionado— aprovechando el papanatismo de políticos que pretenden una vía rápida a la última modernidad. O por complicidad corrupta. Es escandaloso el despilfarro que se produce en nombre de la tecnología y de la información. Segundo: se ofrece un conjunto de ítems e indicadores sectoriales que no tienen relación entre sí, lo que supone ignorar las necesidades de las poblaciones, pues la vida urbana requiere políticas integrales e intedependientes. Gran parte de la información no es de fácil acceso ni de fácil comprensión para la gran mayoría, y en muchos casos, es además poco significativa. La magnitud de las desigualdades, por ejemplo, no aparece.

Tercero: se uniformizan las políticas al margen de las estructuras, comportamientos sociales, cultura, historia o prioridades de cada lugar. Es la versión tecnoeconómica de la “ciudad genérica”. Las ciudades pierden identidad colectiva y la ciudadanía se atomiza. Los ciudadanos lo son cuando son “conciudadanos” y se pueden identificar con su lugar. Con las “nuevas tecnologías”, nos dicen, conseguiremos ciudades maravillosas y ciudadanos felices. En el Foro Urbano de Medellín, en 2014, escuché decir a un alcalde de una gran ciudad europea que con las TIC se resolverían las desigualdades sociales.

IBM ha puesto de moda el anglicismo ‘Smart City’ que sugiere inteligencia, inmediatez, accesibilidad a todo tipo de conocimientos, progreso, ultramodernidad al alcance de todos, etcétera. En sus inicios, las tecnologías transformadoras de la vida social representan una promesa. Pero en sociedades altamente desiguales y poderes políticos cómplices, sus usos sociales se pervierten. Sucedió en las anteriores revoluciones industriales y ocurre ahora con la informatización. La historia nos enseña que las promesas de las grandes innovaciones tecnológicas han servido para lo bueno o para lo malo, para mayorías o para minorías, con efectos positivos o todo lo contrario. En todo caso no son neutras. Sus usos han sido casi siempre ambivalentes. Depende de quién las produce, las vende, las compra y de quién se apropia de su uso.



[Palabra de Mono Blanco]

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El castellano, software libre

A diferencia del catalán, vinculado siempre al territorio físico de Cataluña, tal y como ya advertía inicialmente Ramon Muntaner en su célebre Crónica del siglo XIV (anotando esta característica como sorprendente, en una época en que las primeras lenguas románicas se diseminaban por Europa de modo impredecible), el castellano, en su evolución hasta ahora, arribado el siglo XXI, ha quedado exactamente situado a 180º de esa posición relativa, es decir, dispensado de cualquier ligazón terrenal. Algo que ni es malo ni es bueno. Esta circunstancia histórica indica que el idioma de Garcilaso y de Cervantes se encuentra desperdigado libremente por países, culturas y continentes, y al parecer en expansión, aunque no pueda compararse en este sentido con la lengua inglesa, hegemónica y mucho más difundida.

Se trata de un simple hecho, un dato empírico y vulgar que ha sido ignorado por los jerarcas de la cosa pública catalana, oscurecido por los medios goebbelsianos de la Corporació, y vituperado por gente a veces pretendidamente erudita –cuyo proyecto político, escasamente ambicioso, es, por otra parte, perfectamente legítimo–. Hay un sector alucinado en Cataluña que afirma que manejar los dos idiomas que se hablan actualmente el país provoca… “disglosia cultural”.

El castellano, lengua milenaria, NO es de Madrid, ciudad que apenas tiene cuatrocientos años de antigüedad. El castellano nació en un monasterio perdido en el tiempo, de modo parecido al catalán en sus orígenes. Y el castellano, aparte de desarraigado y prácticamente común en el seno de la geografía peninsular –es una ventaja que los vecinos se entiendan–, hoy es una lengua universal para quien desee adjudicársela. El castellano hoy es un programario libre, cualquiera puede tomarlo, usarlo, emplearlo y asumirlo sin problemas. Está tan extendido, y se habla en lugares tan dispares, que –muerto Franco hace cuarenta años– ya no sublima identidades, ni sirve para copyrights de naciones, ni alienta chovinismos, ni menos aún localismos. Es un bien público e internacional, ideológicamente gratis, neutro –como lo son todas las lenguas de la tierra– y el cual, por cierto (desde Nebrija al menos), está muy bien construido, muy bien articulado, y se traga los conceptos, los fenómenos y la historia como las flores. Este esperanto no es un espanto, sino, al revés, es dulzura en manos de Fray Luis de León, García-Lorca o Dámaso Alonso, etcétera. Y, sobre todo, pertenece a quien quiera quedárselo.

Expresado algo tan elemental, ¿cómo es posible que Barcelona haya renunciado a un bien tan evidente como la capitalidad literaria y editorial de este programario-chollo? ¿Cuántos kilos de papanatismo han sido necesarios en la casta política catalana (CiU & Co) para haber dejado escapar este regalo suculento? El castellano estaba inserto en la red cultural de Barcelona y de Cataluña hace tan sólo unas décadas ¿Quiénes son los responsables de este despilfarro monumental –anticatalán, antipragmático, aberrante, ximple–, tal como refleja el siguiente texto?

Santiago Rocangliolo, El País 23-VII-2015

Perdiéndonos la fiesta

Hace un par de meses, me desplacé de Barcelona a Madrid para la presentación del poeta peruano Carlos Germán Belli. Lo hice por admiración pero también por solidaridad, porque pensé que un poeta extranjero y difícil no iba a ser precisamente un éxito de público. Cada asistente era importante. Por suerte, me equivoqué.

Al acto, celebrado en la Casa de América, asistieron cerca de 150 personas. Sobre Belli flota el rumor del premio Cervantes, de modo que había representantes de las instituciones culturales como la Real Academia o el propio Instituto Cervantes. Pero también asistieron otros escritores peruanos y latinoamericanos, que encontraron un punto de encuentro. Y público en general con interés por el Perú o la poesía. Mario Vargas Llosa recitó un texto de Belli. José Manuel Caballero Bonald trazó un mapa de las relaciones entre su poesía y la del homenajeado. Apenas lo conocía personalmente, pero se sentía unido a él por una lengua y una tradición literaria común.

Para mí, fue emocionante. Y a la vez, triste. Porque comprendí que, en Cataluña, una fiesta así sería imposible.

Sí. Este año se organizó en Barcelona un bello homenaje a Gabriel García Márquez. Pero cualquier escritor que no tenga un Nobel, esté muerto, y sobre todo, haya residido en Cataluña, tiene pocas posibilidades. La lengua española no recibe apoyo del Estado, y el mundo cultural tiene la cabeza en su propia historia. Hay una Casa de América catalana que hace lo que puede, pero sus recursos son mínimos. Es muy gráfico que esta Casa ni siquiera tenga un local individual: está en un entresuelo. Y durante años, ni siquiera pudo tener un cartel visible desde la calle (tampoco es muy visible el que tienen ahora, la verdad).

Pero en el acto del poeta Belli descubrí algo mucho más alarmante: los latinoamericanos de mi medio —escritores, editores, periodistas— están abandonando Barcelona. He pasado tiempo creyendo que se marchaban de España por la crisis. Pero ahí me encontré con que muchos de ellos se han trasladado a la capital. En cambio, ya ninguno hace la ruta contraria, la que yo mismo hice, la que antes era normal.

Ninguno de estos amigos y conocidos se ha marchado por ser anticatalán o antinacionalista. Ninguno diría que la política ha tenido algo que ver con su decisión, Simplemente, han encontrado trabajo allá. Pero precisamente eso es la consecuencia de lo que está pasando en la política catalana: hoy, si escribes en español, tu vida está en otra parte.

Cuando comento estas cosas en Cataluña, los más nacionalistas me responden que eso ocurre porque Madrid es la capital: hay más dinero, más movimiento, más todo. Pero ese argumento ignora su propia historia. Para los escritores en lengua española, Barcelona siempre fue mucho más importante que cualquier capital. Como recuerda Xavi Ayén en su monumental Aquellos años del boom, el gran momento de la literatura latinoamericana se forjó en Cataluña. Lejos de Franco y cerca de Francia, esta ciudad se convirtió en la puerta del español hacia Europa. Y cuando yo llegué aquí hace diez años, aún lo era. Los intelectuales que hoy abandonan Barcelona prueban precisamente que antes estaban aquí. Madrid nunca había podido llevárselos. Hoy Barcelona se los regala, renunciando con convicción a su propio lugar de privilegio.

El crítico y editor Andreu Jaume ha advertido que la capitalidad editorial de Barcelona “peligra por la desidia política que propicia una diáspora cultural”. Yo añadiría, a la desidia, la ceguera. Porque esta ruptura responde al conflicto de algunos políticos catalanes con España, pero el español no es la lengua de España: es la lengua de quinientos millones de personas y la segunda más hablada en el mundo. La española ni siquiera es la mayor comunidad de hablantes de ella, tampoco la más importante. Si los hispanos de Estados Unidos fuesen un país, formarían parte del G20. En este gigantesco universo, lleno de energía creativa, Barcelona siempre fue la Nueva York. Hoy está empeñada en convertirse en la Letonia.

Me temo que no se trata de un error, o de un daño colateral, sino de un acto voluntario y deliberado. Como todo nacionalismo, el catalán se basa en el convencimiento de su propia superioridad respecto de quienes lo rodean. El nacionalista catalán cree que los suyos son más eficientes, modernos y cultos que un andaluz o un gallego, y resume todas esas cualidades en el concepto “más europeo”. En general, muchos europeos están convencidos de ser mejores que los demás y ya no reparan en el tufillo xenófobo de considerar su origen como una cualidad. A eso me he acostumbrado. Pero ante gente que se considera más europea que otros europeos ¿Qué podemos esperar los americanos? Todo lo que un nacionalista catalán desprecia de España es lo que nosotros representamos.

Ahora bien, independientemente de cuestiones de sensibilidad: ¿De verdad es viable desdeñar a toda esta gente? ¿A todos esos países? El español es la segunda lengua de Estados Unidos. Es una puerta a Japón y China a través del relaciones entre los países del Pacífico. El impacto cultural de este fenómeno no se limita a los libros, sino a todos los ámbitos de la comunicación. Un país hispano, México, alberga la segunda feria editorial más grande del mundo en Guadalajara. El español es la segunda lengua en Twitter. La ficción latinoamericana se emite en pantallas de televisión de Croacia, Rusia o Australia ¿Es posible menospreciar a todo el planeta?

La respuesta es no. Lo que sí es posible es que quedarse solo. En la medida en que Cataluña defiende su identidad como diferente de la de todos los demás, pierde referentes para hacerse oír en el mundo. Hay una fiesta allá afuera. Y los que vivimos aquí nos la estamos perdiendo.

Cataluña nunca fue esa provincia encerrada en sí misma que los nacionalistas quieren construir. Si algo ha admirado de ella el mundo hispano es su espíritu cosmopolita y su apertura. Durante décadas, su bilingüismo perfecto ha sido la señal de una sociedad culta, orgullosa de sí misma y dialogante a la vez. La protección del catalán en la educación fue un ejemplo para las lenguas autóctonas americanas, antes de convertirse en todo lo contrario: un esfuerzo por borrar al otro.

La paradoja es desoladora: basados en un elevado concepto de su propio cosmopolitismo, los nacionalistas están construyendo una sociedad más provinciana. Por enormes que sean sus banderas en plazas y estadios. Por fuerte que griten en catalán e inglés. Por muchas embajadas que quieran abrir. Su único proyecto cultural es precipitar a Cataluña orgullosamente hacia la irrelevancia.

[Palabra de Mono Blanco]

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Lo que sueñan las abejas

Sueñan con una colmena, evidentemente; y por tanto les pasa igual que a los responsables de la universidad –en este país– cuando sueñan: sueñan con edificios.

Es un automatismo genético.

Al igual que las abejas desenvueltas construyen panales de cera, los directores generales de Universidad, los secretarios y ministros del ramo, los subsecretarios, los rectores, los vicerrectores, etc., en caso de disponer de la más mínima posibilidad de elaborar algo, no piensan en otra cosa que en las piedras, es decir, en ladrillos: uno junto a otro, formando células que se tocan y justificando la inversión.

Inversión y contraposición, sí, existen diferencias entre el mundo animal y el típicamente humano. Hoy es mejor el animal. Las abejas proyectan conocimiento blando (las obreras mantienen la temperatura alta para moldear la cera) Las universidades, en su frenesí, no se entiende porqué, producen siempre un proyecto duro.

El hecho es espontáneo. El saber, en estas latitudes, “ocupa lugar”. La burocracia universitaria en España y en Cataluña no concibe un inicio de proyecto académico sin que intervenga la construcción. Igual que las moscas acuden a la miel, la textura del hormigón es la mermelada del desayuno de los responsables de las universidades españolas. El imán del tocho sigue siendo el norte para los políticos.

Las abejas obreras mastican la cera hasta que se ablanda y unen grandes cantidades de ella para construir panales. Los estudiantes y, sobre todo, los profesores, mastican frustración, pues están cansados de aulas hiperinfladas, descoordinación por todas partes, informaciones sin sentido en la red y salarios de miseria; pero únicamente hasta que algun responsable superior –conectado con las empresas “high tech”– proclama eufórico, camuflando una planificación universitaria horrible, y para levantar el ánimo de la comunidad: “nosotros, la administración de los intelectuales, vamos a levantar otro muro de tochana…”

Esta locura ha persistido décadas en todas las esquinas de la piel de toro. Las universidades han florecido como setas, pero ep! setas que no pueden arrancarse, inamovibles, llenas de bedeles y algún cañón de proyección. Algunos boletaires dicen que esto constituye el misterio del conocimiento, y que con Internet, precisamente, el fenómeno está por extinguirse, pero es mentira. En la sofisticada Barcelona “it happened again”. Verbigracia: la prestigiosa Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) está a punto de caramelo…

Cuando no producen miel las abejas a veces pican, pero, de nuevo, hay diferencias notables entre el ocio (del animal) y el negocio (humano). Si una abeja de la miel clava su aguijón, el saco de veneno y otras partes de su cuerpo se destruyen, lo que produce la muerte de la abeja. Es lógico, es ecológico. En cambio, cuando el lobby constructor azota el ámbito universitario hispánico, emergen por doquier refritos de hormigón-ladrillo con las consiguientes hileras de ventanas y departamentos de funcionarios. Entonces suele haber un responsable que revifa, es decir, que asciende de nivel en la administración.

Barcelona contempla en estos días un nuevo pelotazo, y ello con la aparente anuencia y pasividad del equipo de gobierno municipal recién estrenado.

Ada Colau ha frenado los rascacielos especulativos de los colegas Gaspart y Clos, sí, pero no ha dicho ni mú sobre el famoso ‘Campus del Besós’, que se cierne como una amenaza ante cualquier mente despierta de la ciudad, y que nos regaló la cúpula de la universidad susodicha cuando la sometía CiU. Nadie de la organización universitaria la había solicitado. Se rumorea que un relevante empresario del Consejo Social de la UPC tenía y tiene intereses inmobiliarios en este nuevo y magnífico Campus, el cual, finalmente, es verdad, ha quedado algo ridículo: tres edificios escasos (de 13 dibujados). Suena a fantástico, pero en el fondo es malo. Sigue siendo la picadura de la piedra; la diferencia es que aquí nadie muere. Porque la agenda universitaria catalana –especialmente barcelonesa– sigue en manos de CiU y sobre todo en manos de Unió, con su flamante Secretari General d’Universitats, de ESADE. ¿Podrá tolerar Colau el sinsentido del control neoliberal de la universidad pública catalano-barcelonesa, que afecta al territorio metropolitano? Lo levantado en el referido ‘Campus’ a algunos les parece ya suficiente para herir el sentido común (y la dignidad humana) de cualquier barcelonés…

Porque ahora se trata de realojar (?) la Escuela Industrial de la calle Urgel, una institución casi centenaria imbricada perfectamente en el barrio del Ensanche, una pieza urbana que crea y genera ciudad, y que no tiene necesidad alguna de moverse: lo dicen sus inquilinos en bloque: informáticos, ingenieros, físicos, doctores.

Hace poco asistimos impávidos a la venta, al capital internacional más especulativo, del Port Vell de Barcelona. La alfombra roja que el alcalde Trías extendió a los amigos de Putin (vía Londres) en la remodelación de esa zona emblemática de la ciudad sigue ahí, y va a llevarse en volandas a otra institución venerable, tricentenaria, también adscrita a la UPC, que dispone de un edificio histórico que mimaría como una joya cualquier ayuntamiento europeo: la Facultad de Naútica de Barcelona.

No dudamos que estas agresiones –la desaparición de la Escuela Industrial de Urgel y la inminente de la histórica Escuela Náutica del puerto– causarían la completa felicidad del exconcejal Vives, y del Secretari General d’Universitats actual; los dos han pretendido hacer caja, jamás hacer prosperar un sentido urbano y cívico (el que vincula socialmente las comunidades y genera réditos a largo plazo). Uno de estos personajes se ha esfumado (y ni siquiera se le busca); pero el otro permanece en un lugar inquietante.

Teniendo en cuenta el nuevo signo político del Ayuntamiento, contando los medios de comunicación aún sensatos, oyendo la voz de cronistas de la ciudad, de muchos periodistas y profesionales alarmados, sufriendo en los zapatos de la variadísima gente de a pie, y de seny, y escuchando a las asociaciones de vecinos, la pregunta es: ¿Cómo es que los barceloneses toleramos todavía este tipo de cleptocracia?

[Palabra de Mono Blanco]

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Ikea de las ideas

(Abril 2015)

Las ideas más elementales son muchas veces las mejores. En el siguiente texto, Mercé Vilarrubias propone un kit de montaje ideológico básico, de sentido común, de perogrullo, para enfocar el problema (que no debería serlo) de las lenguas del estado. Un estado que debe erigirse en actor protagonista de un nuevo reparto de papeles y dar juego en el sentido excelente que se cita, pragmático propósito de Vilarrubias, aunque la autora olvida un detallito: ¡Madrid ha de pasar a un segundo plano!, o de lo contrario el problema se ‘reseteará’ una y otra vez… Es decir, la lata de siempre, el estado español sobrevivirá o no en el s. XXI -no es un tema especialmente afín a EMB-; pero si lo hace, tendrá que desempeñar roles activos como el que se indica en el artículo, y además no podrá estar obscenamente concentrado como actualmente…

Mercé Vilarrubias, El País 24-IV-2015

Los nacionalistas se han erigido en los únicos amos del catalán

…los niveles de enfrentamiento, intolerancia y visceralidad a los que se ha llegado en materia lingüística llevan a pensar que es necesaria una intervención clara y decidida para intentar reconducir las cosas. Hay un acuerdo generalizado en que las lenguas son una cuestión que sigue sin abordarse satisfactoriamente y que es este uno de los escollos más grandes que tenemos para avanzar. Ha llegado pues el momento de pensar en una reforma en el campo de las lenguas.

Conviene recordar que el modelo actual se origina en el pacto constitucional de 1978, cuando se diseñó un mapa lingüístico de “bilingüismo territorializado”. Ello significó que las lenguas distintas del castellano serían oficiales solo allí donde se hablan y los gobiernos de las comunidades bilingües tendrían plenas competencias en la política lingüística de sus comunidades. Así, la Constitución fue generosa en sus predisposiciones lingüísticas con la idea de curar las heridas provocadas por el franquismo. Pero hay algo con lo que pocos contaban en 1978, esto es, que la legítima recuperación, revitalización y avance del catalán (y el vasco y el gallego) sería puesta enteramente al servicio del proyecto nacionalista, lo que llevaría a posicionar el catalán como la Lengua-Única de Cataluña. Gracias al diseño constitucional, los nacionalistas han podido elaborar la política lingüística que les ha convenido a ellos.

Desde la Transición, el modelo de bilingüismo territorializado ha evolucionado hasta llegar a la situación actual, a saber, que el nacionalismo es el único actor que habla en nombre del catalán y sus hablantes. Habla para decir que el Estado ataca el catalán pero más allá de lo que dicen, lo importante a señalar aquí es el hecho de que los nacionalistas sean los únicos que se sienten legitimados a hablar en nombre de esta lengua y sus hablantes. Al ser los únicos que la gestionan y representan, han adquirido el monopolio del discurso público sobre ella. En consecuencia, se han convertido en los amos del catalán. ¿Qué significa ser el amo de una lengua? Significa auto-erigirse en el único representante de esta lengua y en el único intérprete de los sentimientos de sus hablantes. Significa también ser el único que puede permitirse amonestar a los hablantes de otras lenguas. En España observamos cómo los nacionalistas catalanes llevan tres décadas dirigiéndose a los ciudadanos y gobiernos del resto de España con un discurso que les culpabiliza por ser hablantes del español y les obliga a sentirse acomplejados y temerosos cuando quieren expresarse sobre este tema. No solamente son los nacionalistas los únicos actores lingüísticos en Cataluña; lo son también en el resto de España. No existe otro actor lingüístico ni un discurso alternativo.

Frente a esta exclusividad sobre el catalán de la que gozan los nacionalistas, parece claro que un plan reformista debe incidir específicamente en esta cuestión: su monopolio del discurso y la gestión del catalán. ¿Cómo abordarlo entonces? Desde mi punto de vista, se trata de posibilitar la emergencia de un nuevo actor lingüístico, el Estado, el único que está legitimado a ocupar este lugar por ser el Estado de todos. A ello se añade que tiene una vía constitucional para poder hacerlo. El artículo 3.3 de la Constitución señala que “la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”.

¿Cuál debería ser este nuevo discurso lingüístico a elaborar e implementar? Un discurso de reconocimiento pleno de la diversidad lingüística de España; una práctica de integración de todas las lenguas españolas oficiales, el catalán, el vasco y el gallego, junto con el español en todas las instituciones y actos del Estado; una actitud de cercanía y complicidad hacia ellas y sus hablantes. El Estado sería pues este nuevo actor que también gestionaría las lenguas distintas del castellano y también representaría a sus hablantes, dentro de sus competencias, esto es, en las instituciones del Estado (no en las autonómicas ni municipales) conforme a modelos existentes en otros países de gestión federal de lenguas, como Canadá. Es este, sin duda, el posicionamiento de un Estado moderno, abierto e inclusivo.

Un proyecto en esta dirección es la Ley de Lenguas Oficiales, que propone hacer del catalán, el vasco y el gallego lenguas oficiales del Estado junto con el español, permitiendo así su presencia y uso en las instituciones y actos del Estado, sin perjuicio del carácter de lengua de trabajo del castellano. Es esta una propuesta realista y sensata, cuyos detalles hemos tratado en estas mismas páginas (Todas las lenguas de España, El País 1-XII-2014) y que estamos impulsando desde sectores reformistas de Cataluña. Es una propuesta hecha, claramente, no desde el victimismo ni para apaciguar a los nacionalistas sino desde la voluntad de mejorar el diseño territorial de España en el campo lingüístico.

Desde nuestro punto de vista, la Ley de Lenguas Oficiales aborda de manera muy precisa lo que he señalado como la cuestión clave en este momento en el tema de las lenguas: posibilitar la emergencia del Estado como el nuevo actor que también se hace responsable de las lenguas distintas del español. Y llevarlo a cabo de una determinada manera, esto es, no se trata de someterse una vez más a la aprobación o desaprobación de los nacionalistas sino de hacer algo totalmente distinto e inédito: que el Estado se autorice a sí mismo a hablar en nombre del catalán y las demás lenguas españolas. Y a poner en valor todo lo que de, he hecho, ya hace a favor de ellas, algo que actualmente es silenciado e ignorado. Para ser también gestor del catalán, el vasco y el gallego, y representante de sus hablantes, dentro de sus competencias, el Estado no necesita pedir permiso a los nacionalistas. Puede y debe actuar de forma independiente de ellos en la elaboración de este nuevo modelo de política lingüística federal, respetuoso con los derechos lingüísticos de todos. Con este modelo alternativo, radicalmente distinto del de los nacionalistas, tal vez podríamos llegar a percibir el plurilingüismo de España como una realidad positiva, una característica de nuestro país asociada a la modernidad, en su dimensión de aceptación de la diferencia y de saber hacer con lo diverso. Por ello, este debería ser el mensaje central del nuevo discurso: que el Estado reconoce plenamente a todas las lenguas oficiales de España y quiere integrarlas en sus organismos.

Este contexto favorable a la diversidad lingüística y la inclusión permitiría abordar la realidad del español como la lengua mayoritaria y común de España de otra manera. Actualmente hay miles de ciudadanos en las comunidades bilingües que creen de buena fe que el español es una “lengua opresora” y otros miles que no creen en las soflamas nacionalistas y están en desacuerdo con la política lingüística de sus comunidades pero no pueden expresarlo por temor a ser tildados de fachas y españolistas. Esta es la realidad del español en las comunidades bilingües. Pero, si el Estado se hace responsable de todas las lenguas de España, estará entonces en posición de poner en valor el español como la lengua común porque esta podrá ser visualizada por todos como una lengua común que no se opone a las otras lenguas españolas sino que convive con ellas en las instituciones del Estado y las considera sus pares. Los sistemas de inmersión lingüística obligatoria han tenido el pernicioso efecto de hacer de lo común –la lengua española- algo ajeno; tanto más fácil será deshacer este equívoco si logramos que lo hasta ahora propio –el catalán, el vasco y el gallego- sea también puesto en común. Ha llegado la hora de avanzar juntos como el país moderno y plurilingüe que somos y poder dejar atrás los nacionalismos anacrónicos con su exaltación de la Lengua-Única, sea esta la que sea.

[Palabra de Mono Blanco]

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Desconexión high-tech

Un artículo de Robert Casadevall en la prensa demuestra que CIU, más que nunca, tiene una idea de Cataluña rompedora y europea. El último proyecto de alta tecnología del Govern se llama BCN World, y consiste en desconectarse del sentido común de la ciencia del urbanismo, es decir, en continuar siendo jauja para el tocho. ‘Jau-Ja’ es un bisílabo, igual que el ‘Po-ble’ socorrido del conseller de la presidència, a quien se le hinchan los mofletes al referirse a la base de la nación… Fem país, fem territori, dos chistes de El Roto, porque hay una pila de localidades reventadas literalmente por el hormigón, como por ejemplo el ayuntamiento en que Marta Pujol Ferrusola detentó durante años la concesión de licencias -con la connivencia de un alcalde PP y un concejal PSC-, antes de su actual destino. El topónimo de esta malhadada población catalana (catalana, pero con más de uno que hizo el egipcio) se cita con rechifla, y ya no hablamos del Polònia en TV: por su desfiguración ha quedado bautizada como la ‘Marbella del Maresme’… Seguimos tocando la tenora.

Robert Casadevall, El País 7-III-2015

BCN World

Si usted es un alcalde de uno de estos pueblos de entre 5.000 y 6.000 habitantes, con un término municipal de unos 15 kilómetros cuadrados, un par de núcleos de población, una urbanización de segunda residencia y algunas naves industriales que no alcanzan a hacer un polígono, tal vez hará un plan de ordenación urbanística municipal, un POUM. Y, con el POUM, querrá prever algún crecimiento adecuado a las necesidades y un poco más para ver si reactiva la zona y propicia algún crecimiento.

Pongamos que piensa clasificar veinte o treinta hectáreas, y prever 150.000 o 180.000 metros cuadrados de techo. Ya sabe que deberá justificar muy bien este crecimiento, la adecuación del POUM al planeamiento territorial; elaborar y aplicar un programa de participación que asegure que la población pueda debatir este crecimiento y proponer alternativas o rechazarlo; deberá hacer también una memoria social, y algunas cosas más.

Pero quizás es una sociedad anónima que tiene varios cientos de hectáreas con una calificación sin salida en el mercado. Entonces no hay problema. Podrá prever, no 180.000, sino 2,5 millones de metros cuadrados de techo, con lo que conlleva, sin tener que justificar nada ni aguantar ningún tipo de debate público con garantías y alternativas sobre cómo se ordena este territorio. Sólo habrá que fiarlo todo a un documento técnico, en el que, como mucho, las alternativas serán poner los hoteles en este lado o en el otro.

Esto es lo que está pasando con lo que hasta ahora llamábamos BCN World y que ahora no tiene nombre. Había, en el Centro Recreativo y Turístico, el CRT, un potencial de 495.000 metros cuadrados de techo residencial, con un formato de baja densidad, con 2.477 viviendas, junto a un parque temático que funciona bastante bien; un potencial que, tal como está el mercado inmobiliario, no tenía salida. Y esto se quiere sustituir por unas cuantas viviendas más —más de 4.000— zonas comerciales y cerca de un millón y medio de metros cuadrados de techo de usos turísticos, casinos incluidos.

Cualquiera pensaría que un cambio de esta magnitud debería ser ampliamente justificado y debatido. Después de todo, supone una ocupación del territorio muy superior a la de muchos núcleos de población existentes, y un cambio sustancial en la movilidad, el consumo de recursos, el desarrollo territorial o el paisaje. Es decir, en todo lo que hay que tener en cuenta en la ordenación del territorio. Y el territorio, como espacio de la comunidad, es de todos, por lo que nadie puede hacer absolutamente lo que quiere en su terreno, sino lo que colectivamente decidimos en beneficio de todos. Pero en este caso no lo habremos podido debatir ni decidir, ni conocido datos objetivos —no propagandísticos— que sostengan la bondad de la solución propuesta.

¿Es razonable la posibilidad de construir hasta 4.102 —con un mínimo de 2.200— viviendas en un ámbito, el de las comarcas del Baix Camp y el Tarragonès, donde, con datos del censo de viviendas de 2011, había más de 35.000 viviendas vacías y más de 75.000 viviendas secundarias? Y, si nos limitamos a los municipios inmediatos al BCN World —Salou, Vila-seca, Cambrils, Mont-roig del Camp, Vinyols i els Arcs— 13.784 viviendas vacías y 43.600 secundarias. ¿No hemos aprendido nada de la burbuja inmobiliaria? ¿Queremos repetir —y aumentar, por lo visto— un modelo de desarrollo basado en la construcción y en la ocupación ilimitada del territorio?

Esto podría llegar a ser legítimo si fuera fruto de un amplio debate hecho a partir de datos objetivos y con la posibilidad de contrastar proyectos claros, pero no hemos tenido nada de esto. El proceso de planeamiento ha pasado a ser un simple revestimiento técnico y jurídico para dar cobertura a unas decisiones, y ha perdido el carácter previsor, ordenador, previo que le da sentido. En lugar de marcar unas pautas para el futuro, a las que adecuar las actividades y las propuestas —sin perjuicio de los ajustes necesarios— lo que se ha hecho es definir un escenario completamente nuevo, y entonces ajustar la previsión.

Para llegar aquí, ya no serían necesarios planes, por tanto. Se ha desplazado a un documento técnico —un plan director urbanístico— que debe dar forma y concretar el alcance de una serie de determinaciones que deberían ser fruto de un debate público, riguroso, amplio, sobre el impacto territorial que puede tener. De hecho, lo que conozco del PDU es, sobre todo, referido al estricto ámbito del CRT, pero con escasas o nulas reflexiones sobre los efectos externos, de entre los se cuentan algunos tan significativos como la movilidad, la energía o los recursos.

…El proceso seguido hasta ahora con BCN World es una muestra de un viejo urbanismo y de un viejo modelo territorial, que muchos quisiéramos tener definitivamente superados…



[Palabra de Mono Blanco]

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Los amantes de la alfombra china

(Febrero 2015)

No hablemos de seres extraterrestres: Marta Ferrusola en la comisión de investigación del Parlament de Cataluña.

Centrando el caso: ¿existen las alfombras chinas?. Segundo, ¿puede hacerse el amor sobre una alfombra china con una abultada gavilla de polvo debajo? Tercero: ¿es el mejor sitio para hacerlo? Dudemos sensatamente de la motivación política de la nomenclatura de Pekín (pues los hijos de los super-chinos van en Ferraris) y catalana (ídem de ídem), y dudemos de lo siguiente: ¿puede un facundo ciudadano barcelonés caminar cómodamente sobre un lecho de hojas de plátano diseminadas a su libre albedrío? Puede. Sucedía así con las originales hojas de árbol de Barcelona, otoño tras otoño, año tras año, pero hoy es diferente, al haberse abusado tanto de las palmeras en los últimos tiempos, y, fundamentalmente, al haberse transparenciado unos extraños folículos bajo el nuevo pavimento de la Diagonal. ¿Esconde el rutilante suelo, recién estrenado, alguna comisión (aparte de, eventualmente, algun delito)?

Es curioso cómo se lee la intemperie urbana, tanto de día como de noche; el gremio de los hoteleros ha conseguido actualizar “lo suyo” con inteligencia de artista, con poder de capital, a calzón quitado (como dicen los madrileños). Con la excusa de las baldosas, han enchufado a plena luz del día un piedrolo de 100 m de alto –chúpate ésa– para alojar en suites bestiales a japoneses, chinos, rusos, kazajos, uzbekos y a quien se tercie, con camareras posh. A los súbditos de los emiratos y de Catar ni te cuento (y el harén, a cuatro velas).

Las hojas del nuevo pavimento de la Diagonal son un vitrificado exclusivo promovido por el lobby de sopladores de euros de la ciudad. Es el reflejo de lo que llaman músculo financiero, derrapen o no las turistas con Louboutins en la nueva superficie. En definitiva, para el viandante hay gente que dice A y gente que dice B. Pero siempre hay N posturas mezcladas en la agenda del alcalde, quien, como en la decisión de remodelar la Diagonal, es adepto a la estrategia internacional del peti qui peti. Ah, pero él tiene siempre “la ma estesa”… Es bonito oir idiomas en los súpers. La genuflexión graciosa de Trias y Vidal de Llobatera ante al rey Gaspart, vendiéndose el vellocino de oro (la esquina más cara) del Paseo de Gracia, ha sido un ademán que honra a los barceloneses, similar al gesto de extenderle una alfombra roja a los entrañables amigos de Putin en el puerto.

Lo cierto es que el pavimento del Paseo de Gracia aún resbala, viscoso como el concejal Vives, florentino él (escribe novelas), aunque ignoramos su participación en el rascacielos del Ferrater, que huele a los cambalaches del hotel fallido del Palau –con Tusquets–, un escándalo de órdago. Ante las próximas elecciones, los ilustres regidores tienen delante de las narices una auténtica piel de plátano. La modificación ad hoc del Plan General Metropolitano (PGM) de Barcelona ha permitido ampliar en 5000 m² de techo residencial la torre Deutsche Bank, que pasará… de 14.000 m² a… cerca de 20.000. Una trempada. Bien por el arquitecto Carlos Ferrater Lambarri. Y pega mucho, en una zona huérfana de iconos que evidencien quién es el que manda. ¿Colmatación simbólica del comercio en una de las calles más solicitadas de la urbe catalana? ¿Aniquilación definitiva de ácaros, pulgas y hormigas (sinónimos de vecinos) en la gran alfombra de Barcelona? ¿Se están revolcando metafóricamente los amantes de la plutocracia sobre la nueva superficie de la Diagonal? ¿O tumbarán este regalito –el superhotel, las aceras sobredimensionadas, el monopolio del turismo, etc.– los siguientes arrendatarios del Ayuntamiento?

De no ser por la añoranza del cuadrilóbulo de Puig i Cadafalch, tradicional, casolà, gris, pero muy de tieta de l’Eixample (y que nos encanta pisar con garbo), el tema tendría un aire pornográfico.

[Palabra de Mono Blanco]

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Tecnología del avispero

No hablamos de Siria. Nos referimos a que el problema real de estado de por aquí, el del pequeño Nicolás, ya se ha diluido en los media, y es hora de continuar con otro asunto. En este sentido, esta revista es tozuda. Hemos aireado casi desde el origen el drama más virulento que tiene lugar, secularmente, en la península ibérica, es decir, el que protagonizan los políticos de Madrid -en concreto-, no el que protagoniza “España” -en genérico-, según la tendencia de tipo goebbelsiano que padecen los líderes de la cosa pública en Cataluña. Pues bien, seguiremos por este camino.

Santa zafiedad: esto se ha transformado en un avispero. Oriente Medio es un chiste.

O un campo de patatas, donde el centralismo de Madrid, inexplicable en pleno siglo XXI -con Internet, Facebook, etc.- parece miope y agudo, por no decir desgraciado; sirva como ejemplo el artículo clarividente que firmó hace unas semanas Enric Company en la prensa. Fuera de hojas escamosas, no tiene desperdicio.

Enric Company, El País 6-I-2015

Los amos del Estado

Las generaciones crecidas después de la Guerra Civil vivieron bajo una dictadura que proclamaba un día tras otro, obsesivamente, la indestructible unidad de España. En la escuela, en los diarios hablados de la radio, en todos los periódicos. En la mili les hicieron jurarle fidelidad. De manera que, para muchos de aquellos jóvenes, la unidad de España era un asunto del régimen. No les importaba ni poco ni mucho. Tampoco es que estuvieran en contra. Es que pronto entendieron que el permanente vocear sobre la patria y su sacrosanta unidad era un recurso retórico que escondía los verdaderos intereses de los beneficiarios del franquismo: exprimir las ubres del Estado. Algunos, convertidos en una burocracia política de múltiples ramificaciones; otros, a través de un entramado empresarial más o menos adicto, pero usufructuario de aquel orden.

Todo esto fue una eficaz vacuna contra el nacionalismo. Llegó el día en que se impuso la evidencia de que tanta invocación de la sagrada unidad de España expresaba, también, lo contrario de lo que predicaba: la consciencia de una debilidad. La idea de que si no la apuntalaban cada día, se agrietaría. Se derrumbaría. Había unas cuantas cosas enlazadas: el monopolio de la política por los militares y los falangistas, o por sus colaboradores; la supresión del conflicto social, por decreto o a la brava; el centralismo y la imposición de la lengua castellana; la preservación de la religión oficial, la católica. La religión y la unidad de la patria española eran las grandes causas que lo justificaban todo. La policía y, en último término, el Ejército eran el instrumento que lo garantizaba. Al final, en la década de los setenta, era así de sencillo. Este era el paquete que debía desaparecer con el franquismo.

En Cataluña cunde ahora, sin embargo, la penosa y frustrante impresión de que aquel concepto de nación sigue vigente en una parte de la estructura política española. Esa parte incluye la casi totalidad de los cuadros del partido gobernante, el PP de Aznar y Rajoy, y su cohorte de abogados del Estado y altos burócratas; el ala del PSOE representada por los Bono, Redondo, Vázquez, etcétera. Y sus partidos satélites. Es la idea que han heredado. La mamaron de pequeños, como todos, pero ellos no la han sustituido por otra. Y en la actual coyuntura política rebrota a través suyo la vieja idea de que la unidad nacional es frágil. Creen que si no utilizan los aparatos del Estado para apuntalarla con sus leyes y su fuerza, la nación española no se sostendrá. No en Cataluña y probablemente tampoco en el País Vasco. Y si cayera por ahí, váyase a saber qué podría suceder en el resto. Es una percepción peligrosa porque introduce el miedo en el comportamiento de los gobernantes españoles. “Mientras yo sea presidente, esto no sucederá”, repite amenazante Rajoy. Es decir, que si no fuera por la resistencia de su Gobierno, la desaparición de la nación española estaría cantada. Está claro que para él nación española y Estado son lo mismo.

Todo esto es un desastre de una gran magnitud. Es la expresión de un cierto fracaso político de la generación que protagonizó la Transición. La que creyó que podría superar el franquismo y en muchos aspectos lo consiguió porque ahora vive en libertad. Para ella estaba claro que algunas transformaciones solo serían plenamente efectivas si se producía el desapoderamiento de la burocracia franquista surgida de la dictadura. Pero este proceso ha quedado a medio hacer. Es el punto débil de la Transición: el pacto comportaba la renuncia a desmantelar aquella burocracia. Incluso la renuncia a sustituirla en algunas de las instituciones más delicadas, como el Ejército, la judicatura y las empresas estatales. El resultado es que los herederos de aquella vieja burocracia de Estado están desnaturalizando el modelo político surgido de la Transición inoculándole su vieja concepción de España y presentándola como si esta fuera la fórmula que recoge la Constitución. Intentan imponer una reinterpretación del pacto constitucional.

De ahí viene el malestar catalán. Se expresa en el rechazo a la ostentosa apropiación del Estado español por la casta dirigente de la Administración central, una subclase formada en patrones muy centralistas. Está compuesta en parte por altos funcionarios, en parte por políticos, en parte por directivos de las grandes empresas públicas y de las grandes contratistas y concesionarias del Estado que, en el modelo español, lo parasitan. A veces todo a la vez o alternativamente. El PP es su emanación. Son los amos del Estado. Al rechazo catalán de todo esto se añade ahora el de Podemos. El rabioso rechazo con que el establishment ha acogido la emergencia de Podemos indica que ha entendido el peligro mejor que el independentismo catalán. Los independentistas perciben también a Podemos como un adversario, pero en realidad deberían ver en el nuevo partido un aliado por lo menos para una parte de su camino, si de verdad creen que pueden ganar su causa por la vía democrática. No les sobra ninguna mano que quiera derribar el orden centralista y su vieja idea de España. No les sobran aliados. Su común adversario es la nomenklatura que controla el Estado.



[Palabra de Mono Blanco]

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La gloria de los objetos liberados

Antonio Gramsci, quien inventó la especie del “intelectual orgánico”, también tematizó la distinción entre buen sentido y sentido común en sus Cuadernos de la cárcel. La introdujo con un ejemplo literario procedente del capítulo sobre la peste de Los Novios (I promessi sposi) de Manzoni, donde uno de los personajes confiesa que se niega a aceptar la creencia supersticiosa en unos individuos malvados que contagian voluntariamente la peste (en Cataluña, cualquier idea de “España”). Cita Gramsci a Manzoni: “el buen sentido existía, pero permanecía oculto, por miedo al sentido común”. Los malos eran oficialmente malos si no eran de la mayoría, y la ficción de una mentalidad trucada por los “intelectuales orgánicos” les demonizaba. El sentido común, dice Gramsci, es “la filosofía de quienes no son filósofos”; es el resultado de una estratificación histórica de discursos naturales cuya coherencia y sobrevivencia no está garantizada. En Cataluña, el discurso hegemónico de TV3, por ejemplo, y de los diversos medios de la ‘Corporació’, procura domeñar el sentido común, el seny –diríamos– , sin conseguirlo. No consigue apropiárselo, sujetarlo, domarlo.

La perorata de Cataluña como triángulo a segar perentoriamente de la península ibérica, tajando por el Ebro, los Pirineos, y las islas Formigues (un daño que –de saberlo– haría revolverse en la tumba a nuestro Pere el Gran) es habitual por Barcelona, y lo contrario es satanizado a ultranza por el lletraferit y historiador Joan Culla i Clarà, al que parece imposible sacarle de su fijación. Él “ve” un destino irrefutable y joseantoniano para Cataluña, una “cosa” llamada patria única y que es la solución de todo desengaño, es decir, un destino universal perdurable por los siglos de los siglos. Por otra parte, Culla, en su faceta periodística, es el campeón del silogismo “y tu más”. Se dirige a sus lectores con elocuencia –bien: hay que reconocerlo–, lectores a quienes apela mediante el ridículo –mal: muy fácil de obtener– de los argumentos de la caterva madrileña, pues no en vano ésta cultiva una fijación análoga referida a un engendro altamente manipulable, y de más envergadura, denominado España, entidad vaga a la que –sobre el papel– la caterva no tendría que monopolizar. Culla boxea con mejores argumentos, aunque es evidente (la sensación es inequívoca) que a este señor va a ser imposible disuadirlo jamás de la predestinación que él anuncia, detalle que lo invalida como intelectual de verdad (cuyos intereses deberían ser universales, no obsesivos), o al menos como intelectual enterado de los rudimentos del psicoanálisis. Puede incluírsele, así, en el cajón de los “intelectuales orgánicos” gramscianos, es decir, alguien al servicio del régimen político que ha abducido hoy a Cataluña y, por descontado, que se pone a disposición de sus “medios”, en cuyas tertulias no deja de colaborar.

Pues bien, por primera vez, Joan B. Culla ha sorprendido a la parroquia y al conjunto de lectores –entre los que nos contamos, pues curioseamos entre pendencias sin inclinarnos por los contendientes– y deja a un lado su devoción por la “causa” (es decir, la de ciertos tatarabuelos nuestros con barretina, del siglo XIX), y lanza a los diarios, ojo, puro sentido común, no camuflado, no contaminado, en estado virginal. La noticia es la bomba. ¡Culla a la intemperie, es decir, argumentando “cositas” fuera de su ecosistema, típicamente amarillento (y, además, sin ensalzar a Israel -?-, que es otra de sus manías).

Veámoslo en este artículo de El País que transcribimos intacto, sobre el que manifestamos nuestro gran regocijo –sincero, profundo, real–. Damos la bienvenida a su autor al mundo de lo sensato y de lo mínimo común objetivable. Lo que parecía imposible ha ocurrido. Resulta que un intelectual que parecía “orgánico” (órgano de su propio delirio, u órgano de TV3) ingresa por arte de magia en el mundo de las consideraciones razonables, lúcidas y positivas, propositivas, constructivas, y que apuntan sagazmente al resquebrajamiento del lobby madrileño (el cual no tiene -por fin JBCC cayó del caballo- porqué diantre identificarse con “España”) ¡Sí!

Joan B. Culla i Clarà, El País 21-XI-2014

La nación estrecha

El marco mental que se ha impuesto es el de una España excluyente que exige para Madrid el monopolio de todos los poderes

Con pocas fechas de diferencia, dos organizaciones de inequívoca filiación antiindependentista han coincidido en señalar —tal vez involuntariamente— uno de los factores que, a mi juicio, más han contribuido a poner las relaciones Cataluña-España en la crítica situación presente. El pasado día 12, en Madrid, el presidente de Sociedad Civil Catalana (SCC), Josep Ramon Bosch, fue el ponente de un desayuno informativo organizado por Nueva Economía Forum; y en el curso de esa comparecencia propuso como algo razonable e incluso “necesario” el traslado a Barcelona de alguna alta institución del Estado, por ejemplo —dijo— el Senado o el Tribunal Constitucional.

Cuatro días después, el domingo 16, El País informaba del aparente bloqueo de las conversaciones entre UPyD y Ciudadanos de cara a suscribir un pacto electoral; subrayaba que los de Rosa Díez reprochan a los de Albert Rivera no tener “un proyecto nacional”; y ponía en boca de un miembro de Ciudadanos la siguiente réplica: “Somos un partido nacional con sede en Barcelona, ¿o es que Barcelona no está en España?”

Pues no; a los efectos de la concepción del poder y de su asentamiento territorial que caracterizan al establishment, la élite o la casta usufructuaria del Estado, Barcelona no está en España. No debe de ser fortuito que, en dos siglos, no haya existido jamás una organización político-social relevante de ámbito español cuya dirección estuviera domiciliada en Barcelona. El PSOE fue fundado públicamente en 1888 en la capital catalana —que es donde se concentraban a la sazón los obreros fabriles—, pero su núcleo rector venía de las orillas del Manzanares, y a ellas regresó rápidamente. Nacida en la misma ocasión, la UGT mantuvo voluntariosamente su Comité Nacional en Barcelona hasta 1899, pero a la postre tuvo que rendirse a la evidencia estructural: sólo es nacional-español aquello cuyo vértice reside en Madrid. Ni siquiera la CNT escapó, al menos formalmente, a este axioma.

Cuando, en el desayuno antes citado, el señor Josep Ramon Bosch dijo lo de trasladar el Senado o el Constitucional a Barcelona, sus oyentes madrileños no se echaron a reír, porque a esta clase de convocatorias suele acudir gente fina y educada. Pero, en silencio, sin duda pensaban: “¡Vaya, otro catalán iluso proponiendo fantasías! Y mira que este parecía de los nuestros…”.

Otro, porque está en la memoria de todos que el primero en sugerir la mudanza del Senado a Barcelona fue, tres lustros atrás, aquel Pasqual Maragall que defendía una España en red, y la co-capitalidad, y el federalismo asimétrico… “Bah, maragalladas”, sentenció ya entonces el establishment. ¿Cómo podrían los doce magistrados del Tribunal Constitucional, o los dos centenares y medio de senadores, ejercer como tales lejos de Madrid, sin la posibilidad de frecuentar cada noche a ministros y subsecretarios y jueces del Supremo y directores de diario y grandes empresarios; sin poder acudir cada dos semanas al palco del Bernabéu, la lonja de negocios de todas las Españas; sin gozar de unos ámbitos de sociabilidad elitista de los que las “provincias” (Barcelona incluída) carecen por completo?

Hasta hoy, el único y modesto intento de trasladar desde Madrid a Barcelona un alto organismo público con jurisdicción sobre todo el Estado lo promovió José Montilla durante su etapa como ministro de Industria (2004-2006) y tuvo por protagonista la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT). La resistencia al desplazamiento fue numantina, el entonces director del ente habló de “deportación” y los funcionarios afectados pusieron todas las pegas y exigieron todas las contraprestaciones imaginables, en una larga guerra de desgaste. Menos de una década después, el aparato estatal ha digerido y metabolizado aquella intolerable ruptura de la lógica ancestral que lo preside: desde octubre de 2013, la CMT quedó integrada dentro de la nueva Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), cuya sede se encuentra en la madrileña calle de Alcalá. Dónde si no.

Tal es el marco mental dentro del que se viene ejerciendo el poder en España al menos desde la creación del Estado unitario, hace tres siglos. Ese marco mental que expresó a finales de 2005 con inusual franqueza la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, cuando —a raíz de la OPA lanzada por Gas Natural sobre Endesa— deploró que la sede de esta última compañía pudiese ser trasladada “fuera del territorio nacional”, es decir, a Barcelona. Fue el mismo momento en que no se sabe bien si la propia Aguirre, Miguel Arias Cañete o Manuel Pizarro —tres miembros conspicuos de la élite, en todo caso— dijo aquello de “antes alemana que catalana”.

Esta concepción estrecha, reductiva y excluyente de España y de lo nacional-español, esta tendencia del Madrid oficial al monopolio —no a la primacía, sino al monopolio— de todos los poderes y a la provincianización del resto del territorio, ha contribuído enormemente a laminar aquel catalanismo de tradición hispánica que hoy muchos dicen añorar. En 2014 como en tiempos de Felipe IV sigue siendo verdad dogmática que “sólo Madrid es corte”.



[Palabra de Mono Blanco]

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Cristobalillo

Parece que el oso tiene una oreja tan fina que iguala la del perro, pero desde luego falla un especimen, el oso del madroño, que está como una tapia.

Xavier Vidal-Folch dice en un artículo de El País de 2-X-2014 que el Ministro de Hacienda es un escándalo: es un agente encubierto de ERC en Madrid, es decir, como le pasaba a Josep Pla –espía de Franco, en Francia. Después de ver lo que afirma Vidal-Folch, la categoria literaria de Pla (que sordeaba) no aminora, pero hay que rebajar la inteligencia de Cristóbal Montoro, gusano puro al lado del monstruo de Palafrugell.

Rajoy sigue con poemas íntimos, es decir, inaudibles, e ignoramos si escribe con renglones torcidos, como Dios, pero sospechamos que los individuos de Madrid que ocupan sus correspondientes Carteras lo hacen a la manera de Cristóbal El Diver.

Los publicistas decimonónicos del Principado excluyen al universo si no hay independencia –nosotros censuramos un animal, y condenamos las risitas–, y, por otro lado, la caterva mediática dice que la Consti monda y lironda, pelona -entre ellos, el centro-, sirve ‘pa todo’.

¿Cómo reaccionar ante la charlotada? Probablemente, lo único digno es lamentarnos, como el periodista citado, cuyas palabras –quizá jeremíacas, y en todo caso pedagógicas– reproducimos a continuación.

Xavier Vidal-Folch, El País 2-X-2014

Cataluña no es culpable

Los catalanes no son culpables de la pinza entre dos Gobiernos nacionalistas enfrentados. Sobreviven entre la espada del secesionismo y la pared de una acerba recentralización. Digan algo de esta, también, los doctos asiduos de estas páginas, los Ubide, los Carbó. La locomotora económica de España merece más reconocimiento. Incluso por egoísmo.

Es una provocación incendiaria que, con lo que llueve, el presupuesto de 2015 incluya la menor inversión pública regionalizable del Estado para Cataluña en 17 años; que Cataluña sea la más penalizada respecto a 2011, con un descenso del 57,9% en la inversión per capita; y el farolillo rojo de las comunidades peninsulares en inversión por habitante en 2015 (según El País de ayer). O Cristóbal Montoro se ha convertido en secreto en jefe de Esquerra o quiere independizarnos.

En vulgata de partidas y administraciones distintas: AENA aumenta el coste de la T-4 de Barajas en 400 millones por tasación de precios expropiados (ya sobrepagó un 600% del presupuesto inicial), y el tren de Barcelona a El Prat duerme en vela de una inversión privada. Pues claro que la gente sale a la calle.

Ahora Cristóbal perdona la vida a las autonomías que desbordan desde ya el déficit que tenían de tope para todo el año. ¿Quién alguacilará al alguacil? ¿La Autoridad-Fiscal-Independiente-Sometida? ¿Bruselas? Si el ministro mira para otro lado, es porque él suele ser muy incumplidor: por cinco décimas en 2013.

Y sobre todo porque se han adjudicado todos los márgenes, y todos los sobrantes de recaudación, mientras regurgitaba el partido facha contra la presunta anti-España periférica: las autonomías… En 2012 la Administración central (más la Seguridad Social que ella administra) no redujo el déficit de 2011, lo igualó (5,2%), mientras las autonomías lo reducían a la mitad (3,3% a 1,8%). Y en 2013 lo aumentó (a 5,3%), mientras las autonomías lo reducían. Y los denostados municipios se llevaban todos los laureles.

O sea que en términos relativos, el Estado (central) ha hecho muy poco por la austeridad. Solo predicó; dieron trigo las autonomías. Como con acierto ha resumido el consejero de Finanzas catalán, Andreu Mas-Colell, “en el periodo 2010-2013, las comunidades realizaron el 56% del ajuste global, y las corporaciones locales el 31,6%, mientras que la Administración central y la Seguridad Social solo asumieron el 12,4% restante”.

¿O sea? Que en términos políticos, la austeridad ha sido autonómica; el Estado central ha vegetado; incluso engordado. Y que en lo económico-social, los recortes han dañado a la sanidad y la educación —ambulatorios y escuelas—, gestionadas por las autonomías, y no al gasto corriente burocrático. Bajo la cruzada antiseparatista late también una pulsión antiautonómica. Y, perdón, reaccionaria. Contra Cataluña. Contra el welfare state.



[Palabra de Mono Blanco]

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El dret a respirar

(Octubre 2014)

Esta revista –cuyos representantes han votado siempre al color de la pureza– propone mojarse en política y arrancar una campaña en los foros pertinentes, por ejemplo en sitios como en la célebre ‘change.org’, sobre la defensa de un recurso inalienable y consustancial al ser humano, como no puede ser de otra manera. Propugnamos huir de la neutralidad característica de El Mono Blanco y apostar por el ‘dret a respirar’, es decir, por el simple y pícaro derecho a respirar oxígeno, deseo natural por el que que la sociedad catalana –y prácticamente el conjunto de la biosfera– se desvive en secreto, y que debe manifestarse libremente, en consulta abierta, democrática y popular. Pedimos amparo a la ANC para la logística. La reivindicación ha de aflorar gracias a una consulta encabezada por una pregunta llena de posibilidades, y que recoja todos los matices y todas las sensibilidades de las catalanas y los catalanes, quienes –digámoslo alto– jamás han temido a la democracia.

Exigimos recabar opiniones inequívocas, fundamentales, al respecto (¿y qué mejor que votar como un pueblo y alentados por una ilusión? ¡Respiremos!). ¡A la calle! Se trata de un privilegio irrenunciable para una nación superviviente. Se trata de una preocupación genuina que se nota en las avenidas, en las plazas, en los millones de personas que se manifiestan en cualquier paraje de nuestra geografía. No hay que ser ciego para comprobar que, constantemente, los catalanes incurren en un acto reflejo (europeo donde los haya): “inspiración-espiración”. Tenemos una historia milenaria de respiraciones sobre los hombros, y hay convenio. Nos referimos a Òmnium , que llevará los aspectos culturales de la campaña. La fecha de la consulta será fijada según estratagema comunicativa revolucionaria en radio, TV e Internet: el abuso. Apelemos a las bases populares (las mujeres de Òmnium-ANC que se quiten los sostenes –¡oprimen los pulmones!–, y los hombres, los calzones, perjudiciales para el diafragma). Diseñemos pancartas y tomemos la CUP, en el mejor sentido de la expresión: o sea, con astucia.

Bueno, pidamos un poco más de tiempo (para coger aire).

La pregunta será antológica, high tech. En el dia histórico –por determinar– podrá ejercerse la opinión popular contestando a lo siguiente:

PRIMERA PREGUNTA AL PUEBLO DE CATALUÑA
De entre las que se citan a continuación, y en relación al ‘dret a respirar’, ¿qué opción es la de su preferencia?
A) respirar sólo por la nariz
B) respirar por la nariz y por la boca

SEGUNDA PREGUNTA AL PUEBLO DE CATALUÑA
En caso de responder ‘B’ a la primera pregunta, complete la consulta.
¿Qué opción prefiere?
A) respirar aire contaminado
B) respirar aire puro

En lo posible, recomendamos al votante que conteste a las preguntas sin condicionantes de ningún tipo, honestamente, porque sabemos que médicos y terapeutas sugieren, por un lado, no dejar de respirar ni un segundo, mientras que los políticos, los de Madrid especialmente, escupen sin descanso: muérase, ahóguese, que cuadramos las pensiones.

Nuestro consejo es observar el elegante modo de respirar de los locutores de la Corporació y olvidar por un minuto lo que dicen en TV3, prestando atención sólo al fuelle de sus tráqueas. Decida por usted mismo. Es indiferente que la parrilla de la programación pública esté volcada a ‘BB’ (opción erótica para algunos).

Siendo vital la pregunta, para qué negarlo, parece mentira que nadie pueda oponerse. La propuesta es inmaculada, y el esclarecimiento de tan básica cuestión lo plantean dia y noche todos los medios públicos de Cataluña. Y claro, los políticos del PP la rechazan. La Constitución dice que los referéndums son propiedad del Estado, y es obvia la esperable cerrazón, pues nos hallamos ante un referéndum. Un referéndum tácito; la Constitución española no permite respirar formalmente. Es decir, no espere que Madrid admita esta connivencia con el derecho a impulsar aire, hacia adentro o hacia afuera: no hay alternativas teóricas. Por no hablar del tapeo que acaba entre esternón y espalda en los bares ministeriales –adentro–, en el Paseo de La Castellana, cuando cualquier funcionario distendido apela a una Constitución multiuso. Léase: detengamos la iniciativa de los catalanes después del chato de la mañana y de las gambas.

– Pa eso están.
– ¿Los chatos?
– No, hombre, las normas de la Constitución.
– Ni dejan ir al lavabo cuando más ganas tienes.
– Creía que hablabas de las gambas.

Por otra parte, no repugna que el Govern se enfrente a Madrid y garantice que en la consulta los representantes de los colegios sean serios. Un rigor, una firmeza. Serán chicos de la ESO, pero con la condición de que no exhiban fonendoscopios de Famosa. Y se ha decidido que las urnas no sean urnas, sino dispositivos sostenibles, que es primordial: bolsas de basura, o bolsas de súper, sostenidas en vilo, en el aire, por los mismos estudiantes reclutados –se ha adivinado– para ahorrar en mesas y ayudar a encestar las papeletas. Que podrían ser bolsas de deporte, de acuerdo, pero no, porque los andorranos quedan excluidos por extraterrestres. Al final de la jornada, cada saco debe sellarse con un nudo que no deje escapar ni los mocos (de los jefes de mesa) ni los votos (del conjunto del electorado). El coste de tal despliegue político, como puede suponerse, es irrisorio, y la Generalitat ha dicho sí. El Consell de Garanties ha permitido introducir en la convocatoria a los estudiantes de la ESO, pues sinó, quién aguantaría las bolsas; pero a los críos de EGB no se les permite entrar. Se les veta. Sí, se ha excluido del censo a los niños de EGB, aunque la Mesa Central reunida en el Saló de Cent estimó la posibilidad. Esos críos están familiarizados con los videojuegos –se arguye– , donde una escena lleva a otra, y ya se sabe, a estas alturas, aunque todos valoramos la I+D, a estas benditas almas pudiera ocurrírseles algo, como por ejemplo asfixiar a los convocados empleando –precisamente– bolsas recolectoras como capuchas (estrangulamiento, etc.). Descartada pues la KGB como coadyuvante de la cita, perdón, descartada la EGB, por seny, la ANC ayudará en el reparto indiscriminado de los taleguillos –cualquier parecido con los que salen en óleos carlistas es pura coincidencia–.

Por cierto, la votación tendrá lugar en Cataluña utilizando las mismas papeletas del ‘dret a decidir’, pero impresas por detrás, para reciclar. El cómputo oficial de votos se efectúa mediante una app de diseño muy user-friendly, un software ingeniado por expertos en el emirato-satrapía de Catar (país guay del concejal Vives y de Artur Mas), el cual podrá bajarse fácilmente en Android y Iphone. La versión Windows está a punto de salir, lo han adivinado.

(La propuesta de una consulta sobre el derecho a zapping en la TV la dejamos para más adelante).

[Palabra de Mono Blanco]

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Software pirata

(Septiembre 2014)

Es cierto que “la diferencia que pueda existir entre un mongol y un catalán, por ejemplo, es nula si se compara con la diferencia que existe entre un castellano y una acacia, o entre un zulú y una gacela”. Y que “lo que nos caracteriza como seres humanos no es una lengua determinada, sino la capacidad de usar libremente cualquier lenguaje, frente a la indigencia de los seres inanimados o animados que, para su desgracia o su sosiego, no conocen esa libertad ni ese regalo” (Jordi Llovet, 2012).

¡De acuerdo con el profesor! Pero esta humilde gacetilla siempre ha defendido que el idioma castellano es un software muy potente que se extiende en red y que todas sus tecnologías derivadas deberían tener de nuevo su centro en Barcelona, volver al redil, volver a la ciudad condal, polo o nodo de donde no debieron salir nunca. Repetimos que es absurdo que un lugar que hace sólo cuatrocientos años era un villorrio (Madrid) se quede con los beneficios mundiales de la explotación intelectual de una lengua milenaria. El castellano –artefacto hoy abstracto, refinado, sin nada genuino de Madrid– merece hospedarse en una ciudad con una civilización a sus espaldas, y con lengua propia.

Dicho de manera contundente: la Real Academia de la Lengua –incluso en caso de dudar que sea “Real”, o incluso que sea “Academia”–, tendría que residir pragmáticamente en Barcelona, lugar histórico donde se ha usado siempre un castellano más puro, más legítimo, más libre de casticismos, emancipado de flexiones comarcales y de modismos latinoamericanos (singularidades todas, por otra parte, valiosísimas y que decantan un núcleo que enriquece la lengua de Cervantes). Las gentes ilustradas de por aquí de toda la vida “enraonen en català i en castellà”, indistintamente, y cuando lo hacen en esta última lengua –con cierta competencia (no como los iletrados políticos de CiU, de acento abominable)– se parecen, bueno, se parecen mucho a los mejores locutores actuales en los medios audiovisuales españoles, los cuales –casualidad– suelen ser catalanes.

Comentar estas cosas en público suena como raro, casi como criminal, o peor, suena a chifladura perversa para personajes como la consejera catalana de Educació, quien ha llegado a proponer en la Universidad Catalana de Verano, en Prada de Conflent –sin que se le corra el rímel–, un programa de “patriotismo a través de la lengua”. Ante estas declaraciones, uno, la verdad, se rasca la oreja, y estruja mucho para sí, ciñéndolo contra el pecho, un ejemplar del Pompeu Fabra. “No pongas tus sucias manos en mis discos de Mozart” (Manuel Vicent, 1980). Porque eso es piratería. Cuando personajes inquietantes –intelectualmente hablando– como Muriel Casals o Carme Forcadell se apoderan de lo ajeno y aseguran que una Cataluña independiente habrá de ser monolingüe, entonces uno ya se toca más que la nariz; o sea, ojo, que de no implantarse el catalán como lengua única, aseguran las visionarias, se inducirá al pueblo a una confusión muy grande, pues se le abocará a una “disglosia cultural” (sic)… Entonces, y ante soterradas revelaciones goebbelsianas en los altavoces de la Corporació (y en medios subvencionados), alerta, entonces uno no es que se quede cabizbajo, es que se queda apesadumbrado, y cae definitivamente en la añoranza de la libertad personal, aquella noción de perogrullo conquistada en la Revolución Francesa; y desde luego –ya en un arrebato inadmisible– cae en el aura del canto número 26 del Paradiso de Dante:

«Es cosa natural que el hombre hable, pero también la naturaleza deja a los hombres que hablen así o asá, según les apetezca».

“Cuando una patria, una nación o un estado cualquiera piensa que su principal signo de identidad es su lengua particular… descuenta el hecho de que las lenguas las hablan propiamente las personas, no las cofradías; pues, ante todo, acceder al lenguaje, sea el que sea, diluye hasta la pura anécdota el que la lengua sea románica o semítica, celta, germánica o eslava…”

En efecto, es el maestro Llovet de nuevo quien perora, y quien remacha:

“Enormement discutible és la suposada relació entre llengua, literatura, nació i patriotisme. En principi, les llengües no són ni patriòtiques ni antipatriòtiques: són un instrument que les civilitzacions fan servir per a la comunicació de totes les coses, les de la realitat, les simbòliques i les sobrenaturals, quan és el cas. És cert que les llengües permeten fórmules i expressions que afavoreixen el sentiment patriòtic, com ara: ‘Deutschland, Deutschland über alles’ o ‘Visca Catalunya lliure!’, però les mateixes llengües permeten fórmules directament oposades a aquestes, igual de gramaticals. Els sentiments patriòtics, o són muts, o són un derivat ideològic que poden forjar tant les llengües com el folklore, la gastronomia, el paisatge, la vestimenta local i mil coses més…”

Dado que en estas latitudes es hábito frecuentísimo, popularísimo, combinar el uso de las dos lenguas mencionadas, y más, y para gran regocijo de la cultura en general, hay personas que han recurrido a la justicia para sostener lo obvio en Cataluña. Apoderarse de una lengua y manipularla para fines políticos, además de financieros, es un acto de piratería. Pretender poner vetos a la china a determinados bienes que han estado siempre en la red cultural de los catalanes (¡antes de Franco!) es un delito político, social, y un largo etcétera. Según refiere El País de 5-IX-2014 (artículo de Juan Claudio de Ramón y de Mercè Vilarrubias) existe un grupo no pequeño de ciudadanos catalanes que considera que la normativa lingüística catalana vulnera derechos civiles, y pues, tal y como pasaría en cualquier estado federal, recurren a los tribunales. Hay una larga serie de sentencias a favor de una enseñanza bilingüe que, of course, son recurridas ad eternum por la Generalitat…

“…Actualmente –sigue el artículo citado–, miles de ciudadanos están siendo persuadidos de que el catalán se ve atacado y menospreciado. Y este maltrato es esgrimido por políticos y opinadores nacionalistas como una razón para adherirse al proyecto independentista. Pero el relato del ataque al catalán no se ajusta a la realidad. Los datos de que se dispone lo desmienten. Los dos últimos informes del Consejo de Europa sobre la aplicación de la Carta Europea de las Lenguas Regionales y Minoritarias (2008 y 2012) sitúan al estado español como un país que ha cumplido con creces los requerimientos de la Carta con los que se comprometió. Ningún otro informe internacional indica que el estado español viole la Carta Europea o contravenga recomendaciones internacionales sobre la promoción de la diversidad lingüística en países plurilingües”. Una perla para el PP, que no se la merece…

Y prosigue: “…así, el principal escollo para abrir un diálogo es, sin duda, la cerril oposición de la Generalitat a modificar el más mínimo aspecto de su política lingüística, una política totalmente cautiva de la ofuscación y el dogmatismo…”

Es que ni los vascos, con sus cosas, parecen tan tajantes. Preferimos no continuar con las reflexiones de Jordi Llovet sobre el halo inherente al manejo político de una lengua, que la sume en ocasiones “en la vergüenza y la deshonra”, como fue el caso del nacionalsocialismo, es decir, una consecuencia histórica, entre ardides de la peor calaña, de una esencialización desbordada de la lengua alemana.

[Palabra de Mono Blanco]
[Postdata de Febrero 2016: véanse matices de Joan F. Mira a las opiniones anteriores, aquí]

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La costra de la casta

(Agosto 2014)

Hubo un tiempo en Cataluña en que, Pujol por un lado, y Mari Pau Huguet por el otro, el país quedó como drogado. Carlos Ruiz Zafón dijo una vez que desde la Guerra Civil no había sucedido nada reseñable en Barcelona. Excepto Pujol por un lado, y Mari Pau Huguet por el otro, se sobreentiende. La hegemonía del pujolismo ha tenido efectos devastadores para las sucesivas generaciones de infantes que se han alimentado cándidamente de TV3 y ahora tienen, digamos, entre 0 y 40 años. Mari Pau representó el cénit de este periplo, el clímax de una era caracterizada por una célebre jefatura de personal de TV3 que filtraba aspirantes con perfil CiU. Sorprendentemente, el inteligente Joan Majó, con el primer tripartito, no tocó un pelo de la Corporació, dejando con cara de boniato a muchos votantes de la izquierda. Majó ha encarnado siempre una rara mezcla de inteligencia y pusilanimidad, de modo que ese momento de esperanza se convirtió en agonía, pues la factible creación de un vivero de pensamiento más allá del catalanismo de pandereta –que ya duraba lo suyo–, se perdió para siempre. Al final, como estirabot definitivo de la performance histórica de TV3, vamos a una campaña de independencia con suaves tintes goebbelsianos, y es lógico. No hay más ideas.

Sin embargo, con ser patético, esto no es lo más grave que sucede en España.

Lo grave es lo de la casta, pero no la de Podemos, que también, sino la que denunció ya en los medios el periodista Antoni Puigverd, concretamente en La Vanguardia de 14-V-2012. Puigverd hablaba de la costra de la casta, y argumentaba que Madrid, la capital, era, en este sentido, la vergüenza del Estado. Algo más importante que el hipotético problema de Cataluña. Porque la casta que denunció Puigverd resulta ser, en efecto, más virulenta (e inclusiva) que la de Podemos. No se refería al pelotazo de las famosas cuatro torres de la capital, el pelotazo hispano por antonomasia, emblema de todos los pelotazos hispánicos de las mafias del ladrillo, anteriores y posteriores, habidas y por haber -emblema por tanto de nuestra crisis. Leamos atentamente: “…Los millonarios rusos del tipo Abramóvich, propietario del Chelsea, procedían de los jóvenes cuadros del comunismo. Desmantelaron la arruinada URSS y mientras los rusos pasaban de nuevo hambre y frío, ellos se convertían en potentados de talla mundial. Y algo parecido sucedió aquí. Muchos de los nuevos ricos españoles fueron altos funcionarios encargados de privatizar viejos monopolios en tiempos de González y Aznar. El Reino de España no era un inquietante estado de excepción como la nueva Rusia, pero la aparición de fortunas poco estéticas apenas causó escándalo. Se obtuvieron gracias a información privilegiada y a posiciones estratégicas que la política regaló y sigue regalando. El verdadero poder en España es un punto ciego que vincula altas finanzas y empresas estratégicas con altos mandos de la Administración, generalmente en manos de los cuerpos especiales del Estado. Es fácil pasar del mundo de la alta Administración a los grandes negocios; y al revés. En este punto ciego ha prosperado una casta…”

Recapitulemos, resumamos. “Polotanto”, como decía Andrés Gimeno comentando un partido de tenis. La prensa catalana de los ayatoláhs, por un lado, y la caverna mediática capitalina, por otro, han escogido equivocadamente los contendientes. La piedra en el zapato de España no se llama Cataluña, y viceversa, sino que el núcleo del conflicto principal está en Madrid. Leyendo a Puigverd, la casta de Madrid se ve como el súmmum de las castas, la cáscara de las castas, la madre de todas las castas, la costra de las castas. Centrando el tema mencionaremos otro artículo de La Vanguardia, en esta ocasión escrito por el historiador Borja de Riquer, con el que –por una vez– estamos de acuerdo (¡por fin tangentea la lucidez del padre!):

Borja de Riquer, La Vanguardia 26-V-2014

Madrid es el problema

El año 1887, Valentí Almirall, en su L’Espagne tellequ’elle est, sentenció que el gran problema político de entonces era España, no Catalunya. El último número de la revista L’Avenç lleva un editorial titulado “El problema es español”. Pienso que el principal problema que hoy tenemos no es Cataluña, ni tampoco es España, sino que es Madrid. O mejor dicho, el bloque político económico que desde Madrid controla y gestiona toda España. Me explicaré: cuando escribía Almirall, y años después Joaquín Costa, una oligarquía poco moderna y un caciquismo tradicional dominaban España desde un Madrid pequeño, burocrático, provinciano y bastante desvinculado de Europa. El gran cambio se produjo con el franquismo, que consiguió convertir Madrid en “la capital del capital”. El régimen de Franco no sólo hizo de Madrid el exclusivo centro de las decisiones políticas, también propició que fuera el principal núcleo financiero y sede del poder económico. Se quiso hacer de Madrid un importante centro fabril, puesto que era preciso “descongestionar las grandes y peligrosas concentraciones industriales de Barcelona y Vizcaya” (Franco, 1944). Y si el primero y el segundo objetivo se lograron con creces, el tercero fracasó. Hoy no queda casi nada de las grandes industrias madrileñas creadas durante franquismo.

El proceso de convertir Madrid en la capital del gran capital se ha reforzado notablemente durante los 35 años de democracia, a pesar de la creación del Estado autonómico. Los gobiernos del PSOE y del PP han hecho de Madrid al gran beneficiado de sus políticas. En Madrid se recaudan los impuestos, se concentran las principales inversiones extranjeras –más del 65%–, se controlan los principales flujos financieros, es la sede de los más importantes centros de decisión públicos y privados y de más de la mitad de las empresas de mayor volumen de ventas. Pero Madrid exporta poco, está muy por debajo de lo que le correspondería porque produce muy poco. Sobre todo gestiona y reparte los recursos del conjunto español, pues su modelo es básicamente extractivo.

Hay un fenómeno significativo que aparece en todas las encuestas sobre los sentimientos identitarios de los españoles: la comunidad de Madrid es donde hay el más alto sentimiento de pertenencia español y la menor identificación con su comunidad autonómica. No ha cuajado un regionalismo madrileño, cosa que sí ha pasado en la mayoría de las otras comunidades. El sentimiento de “capitalidad” imprime un carácter tan acusado que ha producido una gran identificación con el Estado-nación español hasta el punto que hoy son muchos los madrileños que piensan que, en el fondo, España es Madrid.

Estamos ante una sutil forma de apropiación de España por parte de Madrid. La enfática defensa de la nación española hecha por muchos políticos y los intelectuales de Madrid es una hábil forma de proteger el “modelo Madrid”. Aunque esta gran concentración de poderes sólo beneficia a una pequeña minoría. A una élite integrada por buena parte de los máximos dirigentes de los partidos españoles, por directivos bancarios y de multinacionales, por altos técnicos de la administración pública, por ejecutivos de empresas, por algunos profesionales e incluso por intelectuales. Las estrechas relaciones entre política y negocios, lo bastante bien engordadas durante la locura especulativa de los años 1996-2010, han consolidado una nueva oligarquía española, más moderna, poderosa y ambiciosa que la denunciada por Costa hace un siglo. El comportamiento de esta élite no es de simple administradora del patrimonio común de todos los ciudadanos, sino que a menudo actúa como el amo de la finca: recuerden aquello de “el solar es nuestro”. Esta minoría privilegiada, como controla también buena parte de los medios de comunicación, ha logrado difundir la falacia de que está defendiendo la nación de todos los españoles cuando, de hecho, protege su modelo de gobernar y decidir. Esta élite es la principal causante y beneficiaria de la baja calidad de la actual democracia española: monopolio de los partidos institucionales, políticas de influencias y corruptelas. Y es la gran responsable del considerable despilfarro de recursos públicos provocado por su política neocaciquil.

Favorecida por el bipartidismo institucional (como durante la Restauración), esta élite se muestra firmemente opuesta a cualquier reforma democratizadora… Cataluña es demasiado importante para dejar que se escape de su control: concentra el 16% de la población, el 19% del PIB, el 22% de las recaudaciones fiscales, el 25% de las exportaciones, el 25% del turismo, el 35% de las patentes comunitarias, etcétera. Su forma de gestionar la vida política española sería inviable sin Cataluña. Hoy la élite de Madrid ve Cataluña como una “grande y peligrosa” concentración económica y “es preciso” que no tenga un auténtico poder: hace falta que todo continúe igual.

El caso catalán no ha provocado la actual crisis política española. Al contrario, es uno de los resultados de la persistencia del “modelo Madrid”. Los propugnadores de hipotéticas terceras vías tendrían que saber que cualquier propuesta o pacto sobre el futuro político español pasa necesariamente por el desmantelamiento de este modelo de gobierno que sólo está beneficiando a la nueva oligarquía madrileña del siglo XXI…



[Palabra de Mono Blanco]

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Amb aquella alegria

(Julio 2014)

España entera asiste al nuevo entronizamiento de un rey y a la venta de un pastel público gigantesco (AENA, los aeropuertos españoles) como si tal cosa, como si no pasara nada, y santas pascuas. Asimismo, algunos catalanes contribuyen a la independencia más sublime (la financiera). L’aigua de boca, que es la expresión normativa en TV3 para denominar lo que nuestros abuelos llamaban elegantemente “agua potable”, es decir, el agua de la red de suministro de la ciudad condal, atención, barceloneses, ya no es un bien público (lo era en parte): CiU acaba de privatizarla por completo. No será tuya ni mía. Y nadie ha dicho ni mú.

Triste poble català, que bebía agua gratis en las bellas fuentes desparramadas por nuestras comarcas: otro xic del folclore que se funde, privatizado, en las manos de los de toda la vida.

La electricidad y el gas hace tiempo que se independizaron, incorporándose, por supuesto, a las arcas de La Caixa y de la mafia italiana, soberanas sin pasar por un 9 de Noviembre. La Caixa es la institución más reputada del Principado, con gran espíritu de servicio; se ve en las autopistas. Tiene una Obra Social que ríete de la Madre Teresa, Vicente Ferrer y Bill Gates. La Obra dispone de un presupuesto estratosférico con el que, se rumorea, dan de comer (faisán) a sus directivos, unos profesionales donde los haya pero que difieren del ciudadano medio castigado por la crisis y por las preferentes, aunque, ojo, un ciudadano que, pecando de pobreza, dispone de cartilla d’estalvis. La Caixa ha estado en nuestros genes desde Adán y Eva, seres mitológicos como el poble patanegra (la saga Pujol, para entendernos), es decir, como los que tienen cuentas de ocho dígitos y controlan filantrópicamente los activos. En La Caixa no especulan porque no hace falta; tienen un pedigree tan viejo como los orígenes del Virolai, que es una especie de sicav del inconsciente catalán desde la Renaixença (la de las 100 familias), y la cosa no parece chirrirar en absoluto. Por ejemplo, el intercambio de preferentes por acciones de La Caixa ha sido de bona fe y establecido sí o sí por la entidad: el preferentista ha visto el 40% de sus valores convertidos en humo. No ha pasado nada: ni por aquí, ni por allá. Los dirigentes de La Caixa poseen bula milagrosa desde la absorción de unas mútuas asistenciales hace ya décadas, que dejó en bragas a los mutualistas. Hoy La Caixa es el Hola económico de Cataluña, que echa flores a la gente y los convence de su buen hacer –siempre que todos ocupen el lugar que les corresponde–, mientras el monopolio energético sigue en forma.

Dejando de lado el dret a decidir, la independencia se logra con unas cuantas partidas de golf y transacciones con dinero recabado de las hormiguitas indulgentes y calladas (nosotros), porque la discreción es una cualidad nuestra, y de nuestros mandamases. Por ventura, si Nin, Brufau & co. viajan a Bali a meditar sobre el feeling de bancos amigos (de asientos en libros apátridas), y a ponerse morenos (no diremos negros), no hay murmullos con antelación, presuntuosos, que puedan oir domésticas latinomericanas de sus apartamentos en Pedralbes o la Bonanova. Esquerra Republicana ni se entera. Òmnium Cultural contribuye disimulando. Los catalanes somos expertos en jugadas que nunca se notan.

La Caixa acaba de experimentar otra transformación insigne, viniendo de varios momentos históricos buenos, como el citado de la abducción de mútuas delictivo, o el más anterior aún de la absorción de entidades de ahorro fundadas por la burguesía principalmente esclavista del siglo XIX, repleta de crímenes a sus espaldas. La Barcelona decimonónica era una ciudad de notarios, agentes de ventas y procuradores, pero nadie sabía, nadie anotaba nada, los protocolos cambiarios y seculares del comercio layetano desaparecieron durante un siglo -sorprendentemente- ante los últimos coletazos del mayor genocidio que hubo en Occidente antes de los nazis. Todo este caudal negrísimo, en el sentido literal de la palabra, desembocó en La Caixa. ¿Tráfico de esclavos en la familia? Au, ves…

Nuestra querida senyera exhibirá pronto la estrellita de la bandera de Cuba, polo de sacarocracias caribeño-catalanas antológicas, sitios de los que San Antonio María Claret, que intentaba hacer buenas obras antes de la Obra Social, dijo: “los propietarios de negros más malos son los que han venido de España, y singularmente, los catalanes”. Fulgor independentista que odia mezclar conceptos y que compensará rigurosamente los latrocinios del pasado y del futuro, se dice, pero gracias a iniciativas como la que aportará La Caixa. O La Caixa, o bordaremos el euro y el dólar (€, $) en un calcetín zurcido con las cuatro barras por puntaires tailandesas venidas de Emiratos -pues las que había en casa también habrán desaparecido.

Como aseguran en las tertulias de TV3, todo está en relación y yuxtapuesto. No queremos la independencia porque sí; sino porque queremos preservar l’estat del benestar, gracias al óbolo que pagaremos por bailar sardanas, montar castells, o celebrar la festa del cargol. Óbolo que se ingresará en la cuenta de toda la vida, en donde, por cierto, se aplican las comisiones más leoninas del contubernio extractivo; mientras, el moderador de la tele, con cara de póquer, aclarará confusiones y los invitados se aclararán la garganta privadamente con agua envasada en recipientes de plástico. Pronto será más barata que la del grifo.

Y otro día hablaremos de Madrid –problema prioritario de la piel de toro, aunque La Caixa es un lobo con piel de cordero– y del artículo que ha publicado Borja de Riquer en La Vanguardia de 26-V-2014.

Y preferimos no comentar otro tema, que este año 2014 toca, aunque es curioso que a quien realmente le toca, se lo ha saltado como en el juego de la oca: se trata de la celebración del 35 aniversario de la aprobación del Estatuto de Cataluña, recuperado después de 40 años de franquismo (aprobado por Ley Orgánica de 1979, etcétera). Hay silencio en los canales del régimen.

[Palabra de Mono Blanco]

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Una mano por delante y otra por detrás

(Mayo 2014)

La frase, como se sabe, tiene lecturas. La primera: taparse las vergüenzas por la ropa inexistente o el resultado de una bancarrota, como la de media Cataluña. La segunda, egipcia, alude a las palmas de las manos que se disponen invertidas y en pose de receptación; hablamos de las de Zaplana (“estamos aquí para forrarnos”), y, con mayor actualidad, de la quiromancia de Bárcenas. O de las contorsiones de Félix Millet, eso, El Egipcio, tras escuchar un Virolai. Sin descontar un dato: que Millet se hizo El Flamenco tras El Egipcio (con CiU).

Aquí Artur Mas –futbolero, business-friendly, muy de Catar–, parece desinflado. Habría que animarle:

– ¡Olé tu padre!

Con fairplay: no se sabe de ninguna irregularidad de Mas, pero los gobiernos de Andalucía y de España prestidigitan, es decir, tocas carta y sale de la chistera confetti satinado como en las cláusulas prohibitivas de Neymar. Dicen que el fútbol -que le gusta tanto al President– es la próxima burbuja. Y la saga Pujol no ha llegado tarde a los vestuarios, precisamente, en este campeonato, ni en otro… ¡porque circula en la escudería de bólidos del hereu! A pregunta histórica de un periodista sobre su descendencia, del Pujol senior recordamos un coletazo de Gran Cocodrilo al rechazar que sus hijos universitarios pudieran ir al paro nunca, jamás, y quedarse sólo con el título. Pujol daddy aseguraba en TV3:

Tinc tots els fills colocats.

¡Olé los hijos! Y dicho en prime-time. En la entrevista, el President de los 23 años movió apenas un párpado –el presentador se jugaba el puesto– no por falta de riego, sino por insinuación de recomendaciones. Vosté que es pensa. Era el director de producción máximo, y no existía algo parecido a la CUP para sublimar la amenaza que hoy se abate sobre el país: la miseria moral y completa. Pujol hablaba del enchufe de toda la vida en múltiples vertientes (¿siete?) y caben, de nuevo, un par de posibilidades: o Walt Disney era un futurólogo que vio el estrago de los 7 enanitos (en la actualidad lo padece tutti quanti, excepto los siete hermanos Pujol-Ferrusola), o bien, es el gran Pujol, a tenor de lo que el juez instructor ha descubierto.

Pujol funcionaba como padre omnipotente de la Hispania Citerior: con chulería, digo.

En el primer punto, además del Papa y de Messi, el expresident (que concede intervíus, y ha publicado sus memorias) sigue buscando oro: un especialista de la Argentina, buen psicoanalista, que replantee Edipo, pero en versión catalana: donde no hay vástagos rebeldes, ni muere Yocasta ni el rey, sino que la palman todos los demás (allende Mequinenza y las islas Formigues).

A la respuesta antológica de Jordi Pujol -Tengo a todos los chicos colocados- ya se la denominó en su momento “sincericidio”, y la expresión ha quedado en el cajón de los recuerdos. Obviamente hubo más Pujol-Ferrusolas colocats de los que hoy aparecen en los juzgados; pues todos los retoños del matrimonio de Jordi Pujol y Marta Ferrusola, pobres, estuvieron en posición comprometida, es decir, expuestos. En el siglo XIX, George Eliot, en Escenas de la Vida Parroquial, aseveraba: “Los vicios no requieren motivo fuera de sí mismos: sólo requieren una oportunidad”. Y de oportunidades, para esta saga, hubo un futiment. Lo dice la wikipedia.

Sus señorías magistrados no han preguntado suficientemente a los liniers de antes de la depresión, por ejemplo, las oportunidades que tuvo la arquitecta Marta Pujol Ferrusola navegando por las bandas, es decir, por los laterales del pelotazo arquitectónico y urbanístico catalán, y explotando a tope el gentilicio suyo PF, por una parte, y, por otra, la llamada interpretación egipcia. En el llamado “gremio del tocho” circulan anécdotas al respecto. La bola se infló y se infló, pero algunos barruntan que el estallido final tuvo el cling musical de la caja registradora (para la pubilla).

Por su lado, después de 23 cursos, Marta madre no se cortó un pelo por quedar aparentemente en precario, y lo dijo sin ambages en el instante en que su marido perdió la votación frente al tripartito primero. La señora Ferrusola lloraría en prensa: “Nos robaron las elecciones”. Y remacharía, según las hemerotecas: “Es como si te atracan en casa y te roban todo”. Vamos, que hasta Martí i Pol pudo haber añadido el siguiente e inspirado verso a Estimada Marta:

Nos hemos quedado con una mano por delante y otra por detrás.

[Palabra de Mono Blanco]

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Catar, ese referente

Los textos del profesor y arquitecto Josep Maria Montaner constituyen una excelente lectura o interpretación de la ciudad condal. Nos referimos a una interpretación de hoy, porque hace ya bastantes años que el “modelo Barcelona” dió de sí lo que llevaba dentro. Ahora todo está a merced de ideas tan lineales que hasta un mono -yo mismo- podría ser alcalde. El siguiente artículo habla con pesadumbre del nuevo faro que guía a los próceres barceloneses. No hace falta que lo diga The Guardian o que lo diga Amnistía Internacional, ni el lúcido JM Montaner. Hablan los hechos: la esquina más “guarra” del mundo, la más contaminante, la más sucia, según el respetable índice de The Global Footprint Network es Catar, un país seguido por un vecindario digno del Medioevo: Kuwait y Emiratos Arabes Unidos. Las facturas del aire acondicionado de este polo de satrapías –cuyos rascacielos se perciben desde miles de metros de altura– pueden pagar la deuda de más de un país pobre de África. Y Catar, por supuesto, es el referente del ayuntamiento BCN y, en especial, del concejal Vives, quien de urbanista y de escritor tiene lo que un servidor de macaco. Hace nada este mismo sujeto, Vives el vivales, comerciaba con yates de lujo en Montecarlo. Ay que el Titánic parece realmente hundido.

Josep Maria Montaner, El País 13-III-2014

El modelo CatarBarcelona tiene crecientes vínculos con el emirato, pero no puede ignorar las grandes injusticias de su modelo social

Es evidente la riqueza y potencia emergente del emirato de Qatar, con la política expansiva de su imagen y sus inversiones, algunas de ellas ya en Barcelona. Sus fuerzas armadas (QAFID) han adquirido recientemente el hotel Renaissance y el fondo Qatarí Diar ha invertido 200 millones de euros en el hotel W, antes Vela. Su compañía aérea oficial, Qatar Airways, es la imagen omnipresente del Fútbol Club Barcelona, incluido el anuncio internacional con los jugadores del Barça promocionando el pretendido paraíso de Qatar. Todo ello hace que nos preguntemos sobre este país y sobre su capital, Doha.

Hace ya meses que se extiende la polémica en torno a la preparación del Mundial de Fútbol de 2022. Dos líneas de informes, del diario británico The Guardian desde septiembre de 2013, y de Amnistía Internacional, que lo presenta en su publicación del pasado enero, argumentan lo que ya se intuye en una visita rápida a la ciudad de Doha. Esta ciudad genérica, que crece como una gran maqueta sin memoria, llena de hoteles, rascacielos corporativos, barrios de lujo, museos y estadios, proyectados algunos de ellos por Jean Nouvel, Rem Koolhaas y otros; esta ciudad del control omnipresente, fría dentro de los vehículos y ardiente en las avenidas llenas de operarios en el extremadamente caluroso clima catarí; dentro de una sociedad tradicional y clasista, bastante machista, que excluye a las mujeres debajo del anonimato de sus abayas e hijabs negros y tupidos, se basa en un sistema que esclaviza e invisibiliza a más de un millón de trabajadores migrantes.

Según estas informaciones, la que será la sede de la Copa de Mundo de Fútbol de 2022, incumple los derechos humanos. El 90% de los trabajadores, procedentes de India, Pakistán, Nepal, Sri Lanka, Irán, Egipto y Filipinas tienen el pasaporte requisado por sus empleadores; el 56% no cuenta con la tarjeta sanitaria necesaria para acceder a los hospitales públicos; el 21% “a veces, raramente o nunca” recibe su salario; el 20% obtiene un salario más bajo del prometido, y el 15% tiene un puesto diferente del que le habían asegurado, presenta textualmente el informe de Amnistía Internacional. Los trabajadores migrantes, que constituyen el 94% de la mano de obra, carecen del derecho de sindicación, derecho que sí tienen los trabajadores originarios de Qatar.

Con estas condiciones de trabajo, abusivas y precarias, proliferan los accidentes: la media se aproxima a un accidente mortal en las obras cada uno o dos días. Entre 2010 y 2012 consta que fallecieron entre 500 y 700 trabajadores indios; y The Guardian informó que entre el 4 de junio y el 8 de agosto de 2013 murieron 44 nepaleses. La Confederación Sindical Internacional (ITC) calcula que, a lo largo de estos años hasta el inicio del mundial de fútbol, podrían llegar a ser unos 4.000 los fallecidos en accidentes laborales en las obras públicas e infraestructuras, más una gran cantidad de heridos, lesionados y discapacitados. No solo se mueren en accidente laboral, también de ataques al corazón, de suicidios por desesperación o al desfallecer por las malas condiciones de vida: insuficientes horas de descanso, mala alimentación, hacinamiento en viviendas, entornos contaminados y escaso soporte sanitario.

¿Barcelona, una ciudad que ha sido referente por su urbanismo, necesita tomar como modelo la imagen de Doha? ¿Tiene sentido admirar un sucedáneo de ciudad que está siguiendo lo peor de nuestro modelo de desarrollo insostenible? ¿Vamos a cerrar los ojos ante la denuncia de constantes y graves abusos en el sector de la construcción de dicho país? Cuestionada Zaha Hadid, autora del gran estadio Al Wakrah para el Mundial, sobre si no le preocupa que haya accidentes mortales en su obra, ha declarado que ella, como arquitecta, no puede hacer nada y que le preocupan mucho más los muertos en su Irak natal.

Es cierto que Doha nos queda un poco lejos, pero sus inversores y su marca ya están entre nosotros y va ser el centro en el Mundial de 2022. Por lo tanto, tenemos una cierta responsabilidad en apoyar lo que Amnistía Internacional argumenta en su campaña: pedir que el Gobierno de Qatar tome realmente medidas urgentes para que se respeten los derechos humanos y se hagan cumplir las leyes y los contratos; y exigir a las empresas constructoras que abusan de los trabajadores, contratados y subcontratados, que cesen en ello y cumplan las leyes.

Nuestro mundo de opulencia y comodidades se ha basado y se basa en no mirar la trastienda global de la explotación, extendida por muchos países. Pero en este caso se ha establecido una relación tan directa entre Qatar y Barcelona ciudad y club de fútbol que se hace difícil mirar solo su imagen representativa, que intenta convertirse en un referente simpático, y no hacerse eco de esta polémica que pone sobre la mesa los mecanismos de enriquecimiento con la explotación de los recursos y de las personas.

[Palabra de Mono Blanco]

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Lo malo de las especializaciones

(Febrero 2014)

Se atribuye a un jefe de gobierno francés, el primer ministro Georges Benjamin Clemenceau (1841-1929), la frase histórica: “La guerra es demasiado importante como para dejarla en manos de los generales”. Teniendo en cuenta que Clemenceau fue médico, quizá no mostrara asombro ante su secuela en Internet:

“La salud es demasiado importante como para dejarla en manos de los médicos”

Y también en la red:

“La política es demasiado importante como para dejarla en manos de los políticos”

Más un largo etcétera. Insistiendo en el navegador Google, y realizando una búsqueda con la sucesión de caracteres “…demasiado importante para…”, aparece una retahíla de insinuaciones sobre la mayoría de gremios del mundo, sin distinción ni clase. Resulta que es incierta la competencia de casi todos. A saber:

“El arte es algo demasiado importante como para dejarlo en manos de los artistas”

“La ciencia es demasiado importante como para dejarla en manos de los científicos”

“La banca es demasiado importante como para dejarla en manos de los banqueros”

“La historia es demasiado importante como para dejarla en manos de historiadores”

Advertencias que encierran algo inquietante. Nuestra confianza en el principio occidental de la división del trabajo quiebra por completo, hace aguas (pero ojo: “El agua es demasiado importante como para no dejarla en manos del mercado”). Repasemos el escrutinio, por si aparecen detalles sobre nuestra profesión.

“Internet es demasiado importante como para dejarlo en manos de los internautas” (se puede negar esto con paciencia, y sale: “El control de Internet es demasiado importante como para dejarlo en manos de los gobiernos”)

“Su seguridad en línea es demasiado importante como para dejarla en manos de un proveedor no fiable”

“El fútbol es demasiado importante como para dejarlo en manos de los futbolistas”

“La economía es demasiado importante como para dejarla en manos de los economistas”

“La arquitectura es demasiado importante como para dejarla en manos de los arquitectos”

No es moco de pavo. Encontramos a personalidades históricas con reputación que han empleado el mismo juego de palabras del insigne Clemenceau -aunque se rumorea que la frase es de Churchill, como siempre- para poner en jaque múltiples actividades. El prestigio de nuestra sociedad está en duda.

“La delincuencia es demasiado importante como para dejarla en manos de los delincuentes” (John Le Carré; y también, in péctore, Bárcenas, Millet, Pujol, etc.).

“El márketing es demasiado importante como para dejarlo en manos del departamento de márketing” (David Packard, cofundador de Hewlett-Packard)

“El español es demasiado importante para dejarlo en manos de los españoles” (Guillermo Cabrera Infante)

Reflexionemos sobre el escepticismo. Lo intrigante es que la pauta retórica genérica “La ocupación X es demasiado importante como para dejarla en manos de…” es curiosa y tiene una pizca de verdad. Por algo prospera en la red. Ensayemos más tiradas:

“El ajedrez es demasiado importante como para dejarlo en manos de los ajedrecistas” (de ahí los players automáticos)

“La astronomía es demasiado importante para dejarla en manos de los astrónomos” (de ahí las drogas)

“La filosofía es demasiado importante como para dejarla en manos de los filósofos” (de ahí la literatura)

Por consiguiente, como diría Felipe González; a estas alturas uno sospecha que se pueden fabricar este tipo de sentencias ad hoc, completamente al azar, dependiendo de quien las prepara. Y funcionan todas. Un republicano, por ejemplo, anunciaría con aplomo:

“La corona es demasiado importante como para dejarla en manos del rey”

En cambio, a un individuo como Vladimir Putin no le costaría decir: “La democracia es demasiado importante como para dejarla en manos de los demócratas” (en ruso suena peor)

Llevado a sus extremos, el argumento da resultado:

“La estupidez es demasiado importante como para dejarla en manos de los estúpidos” (Whatsapp, Facebook, Twitter?)

Y así.

[Palabra de Mono Blanco]

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L’Anciene Régime según Martínez

Guillem Martínez ha escrito unas divertidísimas reflexiones políticas en el diario El País, que oscilan entre El Discurso sobre la servidumbre voluntaria de Étienne de La Boétie (1552) y la Dialéctica de la Ilustración de Adorno, Horkheimer y Marcuse. Tesis, como se sabe, por la que un fraude económico asociado a la tecnología está alienando al ciudadano y, contra todas las apariencias, restituyéndolo a su antigua condición de súbdito, o peor, de esclavo. Martínez pone de manifiesto un neomasoquismo popular implícito, respecto a los representantes públicos y a sus parafernalias estatales -vano probarlo- con unas meditaciones útiles y una hipótesis arriesgada: España será Texas. Glups. Dicho esto, se despide como un gentleman.

Guillem Martínez, El País 18-I-2014

Nuevo antiguo régimenLas cinco debilidades del nuevo/viejo Estado que explican el cada vez más limitado perímetro de discusión política.

El Régimen de la Transición ha dejado de ser el Día de la Marmota. Está cambiando, radicalmente y dentro de su lógica. Este artículo es una meditación del Nuevo Viejo Estado, a través de cambios que, desde el Gobierno ZP, están dibujando:

* Un Estado sin soberanía. Poseer la Constitución con menos soberanía popular del mercado europeo (la española) ha creado una cultura con poco control ante la intervención externa. Incluso poca percepción. Algo, por otra parte, normal en un Estado al que se le dijo que se desindustrializara en los ochenta y fue y lo hizo. Un político del terruño sabe hoy que su trabajo, en buena parte, está deslocalizado. Quizás por eso, la clase política local aún no valora en su justa violencia la reforma constitucional exprés de 2011, que definitivamente reformula el Régimen, y deja al Estado incapaz de cualquier actividad que no sea la decidida desde fuera. Es decir, el pago de deuda.

* Un Estado con Parlamento débil. ¿Pueden defendernos de ello los parlamentos? Como en todas las constituciones posteriores a 1945, los parlamentos locales no tienen una gran capacidad. Pero se reduce más aún vía selección de representantes, a través del sistema electoral y a través de una figura inexportable: el secretario de organización, el tipo que decide quién será diputado y quién dejará de serlo, el tipo que bonifica o penaliza comportamientos. Sobre el concepto bonificación: sabemos muy poco —lo que es escalofriante— de los ingresos de nuestros representantes. Ejemplo: la presidenta del Parlament esbozó, para descartar un recorte salarial a su egregia institución, que un parlamentario cobraba 3.000 pepinos mensuales. Y coló, si bien un parlamentario cobra entre 4.000 y 8.000 euros anuales exentos de IRPF solo en concepto de transporte —a su lado, nuestra T10 es una bicoca—. Los sueldos van desde los alrededor de 160.000 euros que cobra ella, los 150.000 que cobra una treinta de sus presididos y lo que cobra el resto, que es variable pues el sueldo lo deciden los jefes de grupo; el 30% suele ir al partido. Ese sistema de recompesas y castigos puede ser una de las explicaciones del escaso conflicto que crean nuestros representantes en el trance de votar, pongamos, la contra-reforma democrática, a través de leyes y presupuestos.

* Un Estado corporativo. Si un representante pasivo puede ver cambiada su economía, un político hiperactivo puede ser ya Califa en lugar del Califa. O, al menos, que el IBEX esté formado abrumadoramente por empresas reguladas, ilustra que, por aquí abajo, el Estado y la empresa tienen un rollete. Verbigracia: la cantera de los consejos de administración de sectores regulados —el top: energía, banca y comunicaciones—, es el Consejo de Ministros, o, en el caso David Madí, soberanista de pro, los pre-Consejos de pre-Ministros. La imbricación de la empresa en el Estado es tan retorcida que se adentra en el género sucesos. Los casos Bárcenas, Ferrovial o Pujol jr. dibujan la venta de políticas a cambio de dinero. El ultimísimo rescate de la banca más sólida del mundo, la no reforma de la Ley Hipotecaria y la ultimísima Reforma Energética, que ha hecho sonrojar hasta a la UE —robot que nunca se sonroja—, ilustran que la disciplina se está intensificando, y que tarde o temprano acabará llamando la atención de Scorsese.

* Un Estado irresponsable jurídicamente. Paralelamente a la renovación del business friendly en nuestras instituciones, la irresponsabilidad del Jefe del Estado, en 35 años, no sólo no se ha acotado, sino que se ha expandido a la clase política, que culturalmente no se ve responsable de sus actos. Algo problemático en un momento en el que, muerto el ladrillo, la gran fuente de riqueza de nuestras empresas es la venta del Estado a las empresas. La escasez de condenas, el aumento de indultos, el rol de Perry Mason que está adoptando Fiscalía Anticorrupción o que el segundo intento de imputación a la Infanta tenga el grosor de una novela del XIX, explica lo difícil que es —y será— someter al control de la Justicia a miembros de la gran famiglia del businessfriendlysmo.

* Un Estado autoritario, nacionalista y confesional. La contra-reforma laboral estaba dictada por entidades no democráticas externas. La Ley de Seguridad Ciudadana, la ley Wert o la Ley del Aborto, no. Son preciosismos a-democráticos locales. Es decir, implican cierta voluntad más allá del deber fijado desde Europa. La Ley de Seguridad supone que, para evitar el conflicto y elaborar cohesión social, el Estado renuncia a costosos mecanismos culturales, ya amortizados, y apuesta por la represión y el control. ¿Pueden los Estados Unidos de Europa permitirse un Gran Estado de Texas? Respuesta: tal vez, mientras pague la deuda.

Las otras dos formulaciones de la poca soberanía existente —lo de Wert y lo del aborto— suponen el planteamiento del nacionalismo —único tema de discusión permitido en los últimos 35 años—, y de la confesionalidad —intento de tema de discusión substitutivo, introducido por ZP—, como los dos únicos ejes de fricción política posibles. Lo único matizable, el combate, la ideología, la calderilla del nuevo/viejo Régimen. Lo demás, me temo, está fuera de discusión. Suerte, amigos.



[Palabra de Mono Blanco]

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Rajoy habla en verso

Constantemente. Lo que pasa es que no nos damos cuenta. Igual que Aznar habla idiomas en la intimidad, Rajoy hace poemas para sus adentros, para su propio gusto. El vate galego, le llaman hasta en el Consejo de Ministros, porque enfrentado a una pregunta, no amaga con repreguntar como otro galego, sino que en el caso del presidente –siendo de Santiago–, devuelve respuestas muy singulares –aseguran–, abundantes en ripios. No es la primera impresión. Hay que caer en la cuenta del chispeo de la barbilla y la intensificación de las pupilas. Es imperceptible, pero si en Mariano la mirada es viva, hay una copla en la nuez.

Contrasta este fenómeno con el pasado de castañuelas del joven político Alfonso Guerra, en una Sevilla donde tutti quanti elaboraba poesías, más bien recitables, aunque de calidad desconocida. Guerra explicaba que cuando un colega de la época se aproximaba con una mano en el bolsillo (como para agarrar el Colt), él entonces -por si acaso- reaccionaba más rápido, es decir, volteando velozmente sus dos palmas sobre los laterales de la chaqueta:

– Si me lees, te leo.

Mariano pertenece a otra cultura, a la galaxia celta, alejado del bullicio sureño. Ni foulards ni americanas de pana. Por estar lejos, no hace falta ni que pergeñe la “o” con un canuto, ni que declame nada, y menos ante un micrófono. ¿Un simple comentario político después de una comida copiosamente regada con, diríase, un buen Rias Baixas? Pa qué. Lo mejor es una redondilla. Toda poesía es una revelación, es dirimir un monólogo permanente con Becquer, o quizá con Campoamor, o, porqué negarlo, con Rosalía de Castro. Tras el análisis meticuloso de sus tics, vemos que Rajoy tiene una flor en la gola y versifica en secreto; por lo que una saeta dirigida a la Macarena en la Semana Santa hispalense no se le supone. No, al presi, cualquier detalle le sugiere un sonetito simple, un endecasílabo, una baladita.

Lo malo es que no lo oímos, porque todo es introspectivo. Los ciudadanos deberían estar al tanto. Mariano se explaya más en Moncloa, donde una vez abrió los labios para farfullar (y aquí hemos de ocultar la fuente):

– Doméstico, abre esos pinos, corre esos linos, para que entren los céfiros matutinos.

Hay más cosas reseñables, como el almuerzo de un plato de lentejas que cocinó y que se le empacharon:

– Condimenté unas atrevidillas, sus efluvios subieron, y mi humanidad se postró…

Además esto es verso libre, verso blanco, y tiene mérito. Rajoy maneja una métrica importante en un hombre de su talla; pero entre las gentes -en el universo audible- sus dotes líricas quedan escamoteadas. Le hemos descubierto el truco.

En cambio, Alberto Ruiz-Gallardón va de sobrado, y, claro, no es por el perfil rasante del pelo (a lo sargento de la guardia mora de…). Son diferentes. Se parecen como un huevo a una gallina. Si Rajoy trova discreto, Gallardón lanza fuego por la boca cada vez que habla. Desata un incendio en cada intervención suya, en cada idea que promueve, en cada ley seca que promulga, y vaya, que –asi Deus me leve– es un enigma cómo consigue despistar a la parroquia de los súbditos de Santiago y cierra España. Ser Ministro de su majestad le ha servido a Gallardón para disimular el enorme agujero de las finanzas capitalinas, como en la historia clásica del perro de Alcibíades, donde Alcibíades, con su machete afilado, corta la jovial cola de su perro en el ágora. Ante el despiadado y sangrante espectáculo, los rumores y comentarios de la plebe saltan por doquier, alejándolos así de los problemas socioeconómicos reales provocados en Atenas por ¿quién sinó? Alcibíades. Pues bien, hoy desviar la atención (eso) del gigantesco socavón económico de Madrid al precio que están exigiendo los incendios sucesivos de Don Alberto, a cual más animal, no parece una parábola, más bien es una gruesa tomadura de pelo (que, por cierto, afeita más que el cráneo), y un pelotazo político de la escala del Obradoiro.

Y otro día hablamos de Fernández y Fernández.

[Palabra de Mono Blanco]

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BEHR

Basado En Hechos Reales (B.E.H.R.), es la apelación más simpática del oficio de la prensa a su cometido, es decir, a todo lo que eventualmente entrega para su difusión pública, pero sobre lo que -de todas maneras- planea siempre aquella instrucción supuesta de las escuelas de periodismo: Nunca dejes que la realidad te estropee una buena noticia.

El artículo de Xavier Vidal-Folch en El País de 17-X-2013 suena tan verídico que uno, muy alejado de lo último, se siente arrastrado a otro tópico, pero esta vez del gremio de los artistas, o mejor, de los magos de chistera y conejo dentro: ¿la ficción es más real que la realidad?

Discutámoslo. Cada vez que nos ponemos serios hemos comprobado que el verdadero problema de España es Madrid, no Cataluña, y Vidal-Folch lo explica con un estupendo texto, tangible y directo, tanto que proporciona cosquilleos en las manos, haciendo honor a las llagas (¡tópicas!) de Santo Tomás: datos, razonamientos y amenas figuras verbales. Realidad descarnada. Hora de decidir, behr.

Xavier Vidal-Folch, El País 17-X-2013

Aznar contra MadridLa herencia del imperio es ruinosa en Iberia, Barajas, AENA, Bankia y las radiales

Todo empezó con la faraónica T-4 de Barajas, proyectada en 1996 al aterrizar José María Aznar en el Gobierno. Debía ser el aeropuerto más grande del mundo, con un millón de metros cuadrados: y a fe que lo fue. Debía costar 1.033 millones de euros, y al inaugurarse en 2006 se habían invertido más de 6.200 millones, los dos mil últimos en etapa de su sucesor: ¡un sobrecoste del 600%!

La gran pirámide se entregó casi entera para su explotación a la compañía aérea de bandera, Iberia, privatizada a bajo precio por el Gobierno Aznar en 1999. Entre los compradores de Iberia destacó Caja Madrid, que se hizo con un paquete del 10%, progresivamente aumentado hasta casi el 24% en 2007. La operación fue auspiciada por la (liberal) presidenta y ex ministra de Aznar Esperanza Aguirre para afianzar el éxtasis (público) radial de la capital.

La ejecutó el presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, puesto en el puesto en 1997 en su calidad de compañero de pupitre de Aznar como opositante a inspector de Hacienda. Blesa fue eficaz. Logró con ímprobos esfuerzos reducir a basura la caja de ahorros que Jaime Terceiro había convertido en una gran entidad, rentable, respetada y competitiva con La Caixa. Ni siquiera Rodrigo Rato logró enderezarla.

Resultado: a final de 2012, figuraban en el balance de su sucesora, Bankia, 24.500 millones de euros de dinero público. Los pagamos todos, catalanes y europeos incluidos, pero además los madrileños se arriesgan a quedarse sin su entidad local emblemática. Dén gracias al aznarismo.

Bankia acabó vendiendo su paquete de control en Iberia, ya fusionada con British Airways en IAG. Esa fusión quizá no fue mala operación, pues garantizó al menos la existencia temporal de Iberia. Pero ninguna de las conquistas prometidas. Mera y mísera sucursal, incapaz de atender a los latinoamericanos emergentes, su supuesto mercado natural. Tampoco garantizó su pretendida “españolidad”, ese lema cursi del nacionalismo proteccionista español, un falso liberalismo castizo. Porque dilapida dinero a borbotones. Iberia registra hoy 1,7 millones de euros de pérdidas diarias; en el primer trimestre del año la holding perdió por su culpa cinco veces lo que en igual período del año anterior.

Y es que la T-4, e Iberia, son un erial. ¿Por qué? ¿Quizá porque las tarifas aéreas que impone AENA a Iberia sean excesivas? Pero el caso es que AENA/Aeropuertos —pata clave del complejo imperial/radial— pierde dinero, 75,7 millones en 2012, y exhibe un déficit de tarifa de 250 millones anuales. ¿No será culpa del centralismo transfranquista que modeló el modelo aeroportuario monopolista, hostil a la competencia privada y local, que solo practica ya la transoviética Rumania?

Quizá ocurre que ha bajado la afluencia de viajeros y visitantes. Pero, ¿por qué? Esta está siendo la mejor temporada turística de la historia en toda España. Pero la afluencia de visitantes a la villa de Madrid se ha reducido un 7,7% en los primeros ocho meses de 2013, y un 22,2% en el mes clave de agosto. Acaso si el presidente Ignacio González se ocupase de un turismo sobre el que ejerce competencia plena, en vez de a proponer referendos patrióticos o a comprar áticos en Marbella; o si la alcaldesa Ana Botella, digna socia de Aznar en Fazmatella, SL, desplegase encantos más allá de sus esfuerzos en Madrid-Arena o tomando cafés-con-leche, se explotarían mejor los innegables atractivos de la capital. Pero nada de nada. Cero aznarero.

O quizá porque Iberia (y pues, Barajas) sigue secuestrada por sus pilotos. Su convenio le impide ceder la T-4 (¡que es de AENA!) a vuelos y compañías baratos (Iberia Express)… esos con los que ha tenido que sobrevivir El Prat —y superar a la capital—, un aeropuerto convertido en cenicienta al abandonarlo Iberia pese a cebar la única línea rentable, el puente aéreo Barcelona-Madrid, ese monopolio incapaz de reaccionar a la nueva competencia del AVE. Qué entrañables los ministros de Industria y Fomento correteando por el mundo para salvar el complejo madrileño… todo lo que nadie hizo cuando su rival se hundía.

Tal vez la cuádruple ruina encadenada Barajas-AENA-Iberia-Bankia no sea letal para el macizo de la raza económico de un Estado endogámico que habita en el aislamiento tibetano, según describió Agustí Calvet, Gaziel. Pero lo es para sus vecinos, y los amigos de sus vecinos. Como lo es la ruina de las autopistas radiales de Madrid y sus hermanas (260 kilómetros), también criaturas de Aznar y Aguirre: mal diseñadas, al competir mediante peajes con vías gratuitas y al acoger un tráfico que resultó menos de la mitad del calculado. Como el Estado asumía ese cálculo, ahora caen 3.600 millones de quiebra técnica sobre todos nosotros, madrileños y los demás.

Pero Aznar no es responsable, lo son las autonomás dilapidadoras, según su FAES… que todos subvencionamos. España iba bien, Madrid va bien y él, como Ignacio González, combate separatismos. Cuando no juega al golf a cuenta del erario.



[Palabra de Mono Blanco]

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No-me-lo-puedo-creer

Dos llamadas “fantasías morales” de Quevedo, el Discurso de todos los diablos y La Hora de todos, son sátiras lucianescas de característico tono jocoso-serio, aunque en su factura y creatividad superan al Discurso de todos los diablos o infierno enmendado (1628), publicado en algunas versiones como El peor escondrijo de la muerte.

Shakespeare murió el mismo día que Cervantes, insigne como Quevedo, lo que explica la audacia de la alcaldesa de la capital de España, Ana Botella, madrina de una Olimpíada creada por el asimismo célebre Coubertain e incondicional de Demóstenes, el gato (en unos dibujos animados muy antiguos). La dueña de Madrid acabó llevándose el gato al huerto de Guillermo en la presentación de la candidatura, y aventurándose con su idioma sin que se le moviera el rímel. Pípel, miau, que os conozco, oreja a the following.

Podía haber empleado el código de estas rayas, con perdón, cervantino.

¿Famoseo, bulla literaria, caos, mera escatología, como en el mencionado “Discurso…”? En absoluto. Era que, en cuestión de lenguas, la Botella es más gorrina que gongorina, y más gongorina que quevedesca, pero hay deportistas que lo ponen en tela de juicio. Quevedo pergeña una variación en La hora de todos y la Fortuna con seso, donde ésta recobra el entendimiento y endosa a cada uno lo que merece, provocando transtorno y desorden, con antelación al Quijote (la novela de Cervantes es un ‘sistema complejo’, según Paulson), es decir, justo el cisco que organizó la alcaldesa en fecha 8-IX-2013, y que ya se denomina en cualquier aula de inglés, o de esperanto, y, sobre todo, a lo ancho y largo de la Commonwealth, como perorata de la piedra.

La segunda muerte del poeta de Stratford-Upon-Avon, el hundimiento simbólico de Stonehenge, y el definitivo de Madrid, fueron un golpe seco, lo más parecido a un estertor de oca. El PP asegura que fue un leve graznar de cigüeña, como las aves que estas semanas sobrevuelan nuestra geografía. En todo caso, un pedrusco. Hay polémica sobre las condolencias personales de García-Margallo al Foreign Office, olvidándose de Gibraltar. En sus tiempos, Valle Inclán declaró que había viajado a México porque se escribía con X. La alcadesa aparentemente viajó a Suramérica porque la BBC era, antes de Alvarez del Manzano o Gallardón, y de Messi, y de ella misma: Bruta Barbarie, Ceporros.

Ay, Jose Mari.

Francisco de Quevedo y Santibáñez no se desplazó nunca al tenebroso reino de Albión –los grandes pájaros migran a África–, y en el argumento del literato el padre de los dioses tornó las cosas a un primitivo númen, es decir, las volvió del revés, como vaciar una botella y romperla en una despedida de soltero en Lloret, o, a sensu contrario, como volcar un café estrepitosamente en la Plaza Mayor capitalina.

Hipótesis solventes apuntan a que aquella dicción era con chivato, o sea, que la munícipe con más desparpajo de España llevaba auricular acoplado. Vaya. Tenía al marido online. Cuidado con Aznar, que habla idiomas en la intimidad. Nos referimos a una pareja políglota, empezando por Anni Bottle. Lo del equipamiento tecnológico sofisticado puede ser demagógico, eso sí, porque el oso y el madroño deben entre los dos 9.000 millones del ala (regalo de Alberto el Fuerte) y nadie está ahora para software ni para hardware (adminículos, imposible, dado que termina en “culos”, y la alcaldesa no tolera las palabras “pipí” y “caca”), y porque a estas alturas, cualquier hijo de vecino –es decir, excluyendo a los genios del Siglo de Oro– domina los gadgets, y lo de “¡yo no soy tonto!”.

En fin, es dudoso lo del pinganillo, aunque es totalmente cierto que la alcaldesa ha ordenado colocar ropa interior a mis pobres congéneres del zoo de Madrid: no quiere que los nenes pequeños estén “viendo genitales todo el rato”.

(Sigue transcripción fonética, y no-me-lo-puedo-creer)

Zanquiu Ignacio, Presiden Rogue, diar állosi members, leidis an yentelman. Ai jaf de chans tu espic tu meni of yu in praibet conberseisions an olso in ar presenteisions in San Petensbun an Ilosan.

Ai mas set, ai lai tu continiu ar frensip an francli, ai don guon dis tu bi aur las chans tu espic tu ich oderrr.

So let mi tel yu e litel morr abaut mai biutiful jomtaun Madruid. Madrid is uan of de moust cónfortabel, charmin an inbaitin sitis in de guorlt. Yast laic olf Espein, Madruid is an ameisin mitchur of tradisions. Yu can si, fil an teist de guonder of espanis colcher. In Madrids parcs its fud, its art an is arquichercher.

Perjaps dous of yu ju jaf bisitit Madrí sheeeer dis filin. Güi jaf bin guorquin jart for meni yiers, so ar guest olmost eit milion ich yier, fil at joum.

A most importantli, Madrid is FAN. De olimpic gueims ar not ol de selebreision of esport. Dei ar olso a selebreision of laif. An ai ausur yu no guan selebreits laif laic de espanis pipel du.

¿Der is nazin cuait laic e relaxin cap of café con leche? ¿In Plaza Mayor? Or e cuei romantic diner in el Madrí de los Austrias, di oldes part of Madruid.

Dis expirienses an so mach mor an de jart an soul of Madruid.

So, leitetudei juen yu ar condiderin yuar chois for tuenti tuenti, ai joup yu rimember dat in adision tu de best preper plan, Madrí olso ofes yu e siri ful of calcher, FAN an güelcamin pipel.

De mayic of Madrí is ruiel an güi guon tu sher it güiz ol of yu. Muchas gracias.

[Palabra de Mono Blanco]

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El caos de la Politécnica

La UPC, la Universidad Politécnica de Cataluña, es, vamos a decir, nuestro MIT (Massachusetts Institute of Technology), cuyo original visitó en América el señor Artur Mas no hace mucho, instando a los catalanes a emularlo amb il·lusió. Claro que el president no había estudiado allá ni en sueños –los procedimientos de admisión son rigurosos–, ni tiene la más repajolera idea del funcionamiento de las instituciones educativas bostonianas, ni de su seriedad, ni, sobre todo, del debido respeto a sus estudiantes y profesores. Tanta pretensión seria actualmente un bombazo. En todo caso, en sentido culto y periodístico.

Cotejarlo no impide ver que el Rector de la UPC es un físico nuclear torpecillo que ha intentado la multiplicación del euro por fisión tras padecer un haz de recortes supersónicos por parte de la Generalitat. Los responsables de ésta son quienes torpedean la universidad pública, hoy por hoy una nave de los locos, y por ello lo comentamos; la cual de facto navega, navega o lo intenta. Algunos observadores incluso afirman que la UPC satisface tres condiciones que ha de cumplir un barco: flotar, flotar y flotar.

Docentes y alumnos hacen virguerías en dedicación para salvaguardar la dignidad de la institución tecnológica del país, dignidad que un par de delincuentes (en sentido etimológico: véase artículo anterior “Gángsters”) está acabando de rematar. Efectivamente, parecen locos de remate los tripulantes de a bordo de esta UPC que aún resisten la ola de siniestros legales, burocráticos y sobre todo, de mando, que los ahoga. En el fondo hay un personaje silente, un Neptuno barbado y maligno (le falta la forca, y su fisonomía hace el resto), tapado de la universidad privada y liberal, que antaño era un pecio abundante en corales, pero ahora decae herrumbrosa y con algunos peces pastoreándola, especialmente en escuelas privadas de arquitectura. Es lo que tienen las burbujas (financieras). Solución olímpica: pinchar -estoquear- a lo que queda de la susodicha, y trasvasar masa a los bancos, aunque aludamos metafóricamente a los bancos de peces; es decir, trasvasar alevines a la universidad privada, pero –feo detalle– empleando no sólo triquiñuelas sino algo prohibido en el arte de la pesca, ya sea a la almadraba o al curricán: las cargas de dinamita. El señor Secretario General de Universidades, Antoni Castellà, está echando el bofe, precisamente, contra todo lo que de lejos, pero que de muy lejos, se parecía al MIT, es decir -en este hilo de razonamiento-, contra la Universidad Politécnica de Cataluña.

Se da la circunstancia de que dicho prócer se había camelado al magnífico rector de la UPC con instrucciones precisas para despedir, echar a la calle, a un monton de personal, y no exactamente funcionarios barrigudos, sino a profesores contratados, es decir, el no va más del “modelo” de la U al que la propia Gene aspiraba hace muy poco; tal medida, insistimos, aun a sabiendas de que el cartucho iba a representar un 0,0000001 % d’estalvi en el tesoro, el cual, si nos ponemos, parece custodiado por piratas. Hay rumores de que en el interín el conseller Andreu Mas Colell bailaba con el sobrecargo del navío, curiosamente éste aun más loco, o bien bipolar, pues hablamos de un Director General de Universidades que por carrera pertenece a la Politécnica (Sr. Jofre, ¿bebiendo en la sentina?). Y tot això con Mas Colell marcando paso en cubierta como un Minnesoto firme, recio, potente, con lo que se comprueba que en USA la cultura del Middle West es baja. En Minnesota ignoran que la mascota representativa de Boston es una langosta, y mucho menos percibirán que cada verano nuestro naviero supremo, Artur Mas, se jala una ídem en formato ‘caldereta’ en Fornells (Menorca): es lo más cercano a la filosofía del MIT que ha estado el president en toda su vida.

Por consiguiente (como diría Felipe González): no emulemos lo que no podemos emular, Sr. Castellà, cambie el chip de su patrón máximo, emocionado quizá con los EEUU. Aunque, ojo, tampoco venda platos de lentejas a los rusos, porque, entre otras cosas, los platos no son suyos. Nos referimos a otra de sus inteligentes iniciativas, que consiste en vender a una cleptocracia de nuevos ricos -que se ha apoderado del Port Vell- la entidad más antigua de la UPC, la de más solera, la más enraizada en el imaginario de la ciudad entre las instituciones educativas, como es la Facultad de Náutica de Barcelona y su elegante edificio en el puerto. Medios de comunicación sensatos, historiadores de la ciudad, periodistas de todo signo, profesionales portuarios, además de variadísima gente de a pie y de seny, sin mencionar a asociaciones de vecinos, se han manifestado contra esta postrera barrabasada suya, última picardía de su tridente en unas nalgas ya enrojecidas, ay, como las de todos los barceloneses.

[Palabra de Mono Blanco]

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Ho esto ho lo otro

(Abril 2013)

O bien TVE o bien TV3, ya funcionando ambas, a su modo, como Telemadrid en sus mejores momentos, lo predijimos en estas páginas: en vez de senyeres, sólo salen estelades en la televisión oficial catalana. Birrioso dilema conceptual el de tener que ser o nacionalista españolista (madrileño) o nacionalista catalán. Intelectualmente, una disputa a la altura de las cloacas. Lo vaticinamos. ¡Si es que las ideas de esta gaceta cultural no son tan exóticas!. Tiempo atrás publicamos un artículo para intentar salir de esas coordenadas absurdas que se titulaba “Madrid, la culpa de todo”, por el que recibimos críticas, pero cuya versión galaica acaba de surgir ahora y nada menos como libro, de encabezamiento suave, es cierto, pero con un contenido fabuloso que remacha las alusiones de la maliciosa Barcelona: “Madrid es una isla” es el título que comentamos hoy (Libros del Lince). Se trata de un discurso interesantísimo producido por un señor gallego de Vigo, Oscar Pazos, quien apuntala el sentido de nuestros razonamientos de entonces, y suelta perlas como las siguientes:

“La hipercapitalitzación de Madrid ha tenido un coste enorme, que es la supremacía de la política en España […]. El resultado es la debilidad de una economía subsidiada e improductiva, el fomento de una cultura funcionarial y adocenada, y de una sociedad carrinclona, apática e inerte que ha contagiado a un país subordinado y dependiente del poder”.

El juicio de Pazos, sumarísimo, es que el fracaso de España, como estado y como proyecto, es atribuible en primer lugar a su capital. Pazos se expresa con sosiego; nada de una supuesta envidia o rencor de la periferia peninsular, sino desde una población que no es capital ni lo ha sido nunca, y por tanto con una perspectiva más que correcta. Sin perjuicio de que, en nuestra opinión, Vigo –como Barcelona, o como Huelva– pudiera ser políticamente relevante en España si –en la ejecución hipotética de soluciones drásticas y alternativas para el país– se descentralizaran parcialmente, o territorialmente, muchas de las funciones estatales apelmazadas hoy en la capital.

El autor en ciernes aventura que los madrileños no entenderán ni jota del libro, porque llevan disfrutando de prebendas demasiado tiempo, por la cara, porque sí, por el hecho de ser el ombligo político del reino: ellos sienten en sus íntimos fueros que no hay que dar explicaciones de nada. Para los madrileños-madrileños, subraya nuestro autor, el libro ha de parecerles un incunable escrito en arameo, un libelo indescifrable, o en todo caso algo similar a la parábola de un país imaginario presidido por un monarca loco. Ceguera de allí incomprensible en el resto de España, y mucho más en Cataluña, y por eso nos regocijamos al vernos acompañados por alguien más en el club, en efecto, nuestro amor por Galicia en estos instantes es inconmensurable; es un placer comprobar cómo, al margen de controversias que nos devuelven a riñas pueblerinas del siglo XIX (regresión en uno y otro bando: propaganda TVE y TV3), hay quien ofrece nuevas reflexiones, frescas, diferentes. Respiramos.

Oscar Pazos (¡y que viva Vigo!) primero analiza y después desmenuza y razona, pues los fenómenos tienen su lógica. Y el origen de Madrid como capital del imperio también. “A Felipe II, convertir en capital Madrid le permitía construir un estado absoluto sin tener que dar explicaciones. Era un dispositivo fácil para sustraer poder a las ciudades, y administrar territorios extensos desde su retiro. Construyó su pequeño mundo desde el que gobernaba en solitario” Madrid es, en su arranque urbano, un retiro como lo fue después Versalles para los Borbones franceses. Sólo que –la petite difference– Versalles no sustituyó a París, pero Madrid sí sustituyó a Toledo.

“Hay un momento clave en el siglo XIX en que la corte se transforma en una capital”. Claro, siempre a partir del drenaje de recursos de la península, básicamente en lo que hoy se llamaría “fuga de cerebros”. Si las cosas pasaban indefectiblemente por Madrid, todo el mundo había de dejarse ver por allá, e incluso quedarse. “El negocio de Madrid es acumular poder”, sentencia Pazos.

El dibujo de la España radial al servicio del centro ha sido analizado recientemente por Germà Bel en su “Espanya capital París” (La Campana, 2011) -impecable en los datos, pero a veces parcial en las estimaciones-. Nuestro autor de Vigo es neutro, va más lejos y muestra cómo la pujanza económica madrileña es fruto de decisiones que tienen poco que ver con el interés común. “En el siglo XIX, se intentó llevar la industria a Madrid; el hierro, el ferrocarril, las armas, porque el poder siempre quiere tener cerca los recursos para mantenerse y volverse aún más poderoso. Igual que un capitalista pretende acumular dinero, el capitalismo político de la capital de España quiere acumular poder y más poder”.

Lo raro del caso descrito por el ensayista gallego es que Madrid vela por su estatuto únicamente. La región que la engendró, Castilla, ha sido la primera víctima de su rapiña, el primer cadáver del expolio despiadado de la capital. “Madrid no nació como una capital española, sino como una capital de los Austrias. No tenía ningun vínculo o interdependencia con Castilla, como París sí lo tuvo con las tierras de Francia: Madrid era un invento de geómetra, en cierta medida similar a lo que hoy es Bruselas como capital de Europa”.

Los viajeros del siglo XVII, prosigue Pazos, se sorprendían al toparse con una ciudad enmedio de la nada, enmedio de una meseta con apenas población. El crecimiento de Madrid tendía en efecto a arruinar lo poco que hubo a su alcance, sin miramientos, como un animal –hoy un monstruo urbanísticamente hablando– de apetito insaciable e implacable. “Madrid nunca tuvo consciencia de la responsabilidad de su dominación, ni de la responsabilidad de ninguno de los fracasos de España”. Viene a decir Pazos que hay un adormecimiento genuino de Madrid, que hace que cualquier desgracia experimentada por el conjunto político al que supuestamente da cabeza, a nivel del estado, les pase un poco por encima, o “les resbale”. La culpa por los infortunios españoles nunca es de Madrid.

Pazos, por otra parte, y en esto hay que detenerse, considera que las autonomías han repetido los mismos errores crasos de la actualmente capital -que podría no serlo-; lo que concuerda, dado que la tesis es idéntica, con el artículo ya histórico de esta revista. “Al crearse las autonomías se crearon mini-centralismos, como el que vivimos en Galicia con Santiago. Las inversiones se mueven hacia donde están los políticos”. Y este esquema de funcionamiento explica también el estallido de la corrupción. “Un sistema centralizado del poder siempre favorece la corrupción y la ineficiencia”, constata el autor.

Idónea y especialísima es esta última consideración de Oscar Pazos para alejar los fantasmas más cándidos del nacionalismo catalán, que puebla los medios y la prensa patria en Barcelona y alrededores, y que ha menester seguramente de otro argentino (¡uno más!), descontando al Papa y a Messi. Alerta, necesitan un buen psicoanalista que les explique porqué Cataluña cuando dice amor quiere decir sexo y quizá desee independizarse definitivamente de Madrid-Madrid (¿no lo deseamos todos?), pero quizá haya otras maneras de que Cataluña se relacione inteligentemente con sus vecinos (vecinos de rellano, no lo olvidemos), es decir, con el resto de lo que ha venido en llamarse geográficamente las Españas, o Hispania, o Spain, etc. Para sintetizar, para acabar y para entendernos: no podemos concebir una imagen más ridícula que un catalán viajando a Menorca o a Mequinenza, por ejemplo, con el pasaporte en los dientes; y en consecuencia, tal como se adivina en este libro, hay aire, hay espacio, hay oxígeno para discusiones y debates, etc., fuera de la biunívoca, obligada y patética oscilación a lo bestia, a lo bruto, entre Cataluña y “España” (sin la más mínima decencia cartográfica).

Mentecatos de uno y otro bando: ¿pero qué es España? Y a los periodistas de TV3: ¿no os dais cuenta de que en los boletines meteorológicos que vosotros mismos difundís sale el mapita dels Països Catalans incluyendo Valencia y las Baleares? ¡Obvio! ¿Porqué independizarnos de ellos, si son nuestros hermanos (por cercanía y por lengua)? El problema es expulsar a Madrid, no a España. Habéis conseguido que todas las tierras ibéricas próximas -nuestros aliados naturales- nos odien…

[Palabra de Mono Blanco]

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Gángsters?

(Noviembre 2012)

Rompiendo el hábito de esta publicación armada en la compostura y la letra de los artículos -voluntariamente sin ilustraciones-, he aquí la imagen de dos personas excepcionales por su erudición y sabiduría. Seamos francos. Excepcionales, pero a la manera de los gángsters en el sentido de que nadie sabe donde están, como la pareja Bonnie & Clyde… ¿Puntales de la cultura? Dos desharrapados no son: son políticos de lujo en la órbita de CiU y cortejados por la empresa privada, que han aprendido cosas, concretamente la doctrina de Rajoy; es decir, resabiados que no aparecen cuando más se les busca.


Libres y quizá dañinos, Antoni Castella y Lluís Jofre, Secretari d’Universitats y Director General de las mismas, respectivamente, cobran sueldos públicos de los cuales no se tiene conocimiento, pues no hemos llegado a la saciedad del conocimiento (por la que la colectividad intenta averiguar qué diantre cobran los altos cargos). A tot estirar, tenemos información sobre un mini-Eurovegas al lado de Port Aventura, y, no obstante, este par de individuos, en cuyas manos descansan sofisticados proyectos de país, permanecen embozados, escondidos sin soltar ni mu, por cierto, ante la crisis más profunda de la universidad pública y ante el desmantelamiento inminente de la Universidad Politécnica de Cataluña, en particular, el estandarte del desarrollo tecnológico catalán, la promesa de nuestra juventud más dinámica y emprendedora. La UPC debiera ser nuestro MIT si continuáramos con la glosa de Massachusetts realizada por el President hace bien poco, que no continuamos, of course, porque las comparaciones son odiosas, además de abominables, pues la Generalitat amaga con dejar ir a la institución por una pendiente más inclinada que las del Dragon Khan; esto es, en dejarla ir a la bancarrota.

La sequía es desalmada, y los interfectos silban distraidamente como pajarillos; es que son unos intelectuales… Nosotros somos unos estúpidos, además de monos, pero hay pocas dudas de que estos dos prófugos forman políticamente un gang, estos dos son delincuentes (en el sentido etimológico de la palabra *). Los retratados son la pareja más solicitada de Cataluña en el oasis ‘académico’, epíteto más gastado que la goma de borrar, es verdad –los adjetivos son arrugas del estilo, según Alejo Carpentier–, pero insistimos: estos dos cracks del seso y fomentadores de la ciencia son reos de desinformación, con alevosía, con ensañamiento, con peligrosidad y prolongación inhumana de la pena de la víctima (toda la sociedad catalana). Infructuosa búsqueda de la gente en el desierto. ¿Dónde demonios están el Director General de Universidades de Cataluña y su adlátere socio (de ESADE), el Supersecretario?. Que emerjan a la superficie y digan algo presentable, incluso pomposo, por favor, ante tanta sed de noticias. El pudrimiento, el desmantelamiento del foco tecnológico mínimamente digno que queda por estas latitudes, merece unas migajas de retórica; que hablen ya, que peroren, aunque reciten letanías, epitafios…

(*delinquere: obrar por defecto, dejar de cumplir una norma por abandono)

[Palabra de Mono Blanco]

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Barcelona capital

La moderación es languidez y pereza del alma, como la ambición es su actividad y su ardor, afirmó una vez La Rochefoucauld. A este literato clásico el proyecto de independencia de Cataluña le parecería la rechifla, timorato y corto de vista. (Es decir, una apuesta de saltataulells e industriales de vuelo bajo. Un florero pujolista con plantas mustias, el agua amarillenta y una letra de Banca Catalana pegada al borde con celo; una pretensión caduca, la aspiración de una pedanía, el sueño de una banda municipal que toca a Wagner sin trompas, ni timbales, ni contrafagots. Solo con los cornetines de la cobla.)

La ambición nunca ha sido lo nuestro, y sin embargo, ¿de dónde salió el desperta ferro?. Que se levante Pedro III de su bañera de pórfido en Santes Creus, y grite un improperio de los suyos (en italiano, francés, o catalán) al oido de estos politicastros de ateneo. Pedro el Grande venció al rey de Francia, se quedó con Sicilia, conquistó Túnez, sometió el Mediterráneo y, fundamentalmente, le puso imaginación y agallas al asunto. Permanecer calladito en el cauce del Ebro, por el lado de aquí, y, en el costado de mar, no más lejos de las islas Formigues, que están delante de nuestras propias narices (donde cayó derrotada la flota francesa) es ridículo, inconcebible, ignominioso. ¡Pensemos a lo grande, como nuestro rey Pedro!. Los catalanes merecemos empresas importantes. Unos gramos de creatividad y hasta de avidez son de rigor. Sin exigir vasallaje medieval al resto de la península, pues los tiempos han cambiado; pero la solución es simple, llana, perogrullesca, tonta. Barcelona, capital de España, tout court y tot solucionat.

Ya se flirteó con esta idea en 1888, con ocasión de la Exposición Universal. Nada nuevo.

La verdad es que estos confines actuales de Cataluña son una birria comparado con lo que podemos conseguir si expandimos nuestros intereses, nuestro savoir faire. El horizonte es dilatable como nuestras fronteras, y está al alcance si nos constituimos primero en capital del Estado, y luego ya veremos. Organicemos una macromanifestación, pero a nivel ibérico. La gente está harta de Madrid. Además, siendo Barcelona capital de España, la devolución diplomática del Rosellón –que es nuestro– sería aparentemente más fácil. ¡Pero cómo no se le ha ocurrido a nadie! Incluso a Portugal, siempre reacio a todo lo que venga del oso y el madroño, le caería simpática la idea de integrarse en los nuevos dominios de ‘Barcelona’, no lo olvidemos, una marca actualísima.

Más consecuencias: el idioma castellano (un software muy potente que se extiende en red) y todas sus tecnologías derivadas pasarían a tener de nuevo su centro en Barcelona, de donde nunca debieron salir. Es absurdo que un lugar que hace sólo cuatrocientos años era un villorrio (Madrid) se quede con los beneficios mundiales de la explotación de una lengua milenaria. El castellano –artefacto abstracto, refinado, sin nada genuino de Madrid– merece hospedarse en una ciudad con una civilización a sus espaldas, y con lengua propia.

Elucubremos, pues, echándole valentía y pragmatismo. Consigamos sobrepasar el vallado de nuestro huerto. Siendo BCN la capital, además de tener la llave de la caja (el Ministerio de Hacienda estaría en el Paseo de Gracia), nadie nos negaría una pluralidad de cosas, como, digamos, préstamos a largo plazo de unos cuadrillos del Prado, cuyo patronato estaría ahora en la Rambla (operando por Internet). “Que se consiga el efecto sin que se note el cuidado”, nos comentaríamos sonrientes entre nosotros, mientras, mica en mica, la sala abovedada del Palacio de Montjuic –la más grande de Europa– se iría llenando con todos los Rubens que hoy guarda el célebre museo de los Austrias. ¿Podemos imaginarlo? ¡Sí!

[Palabra de Mono Blanco]

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El rey de la tochana

(Septiembre 2012)

Josep Ramoneda ha escrito un lúcido artículo (El País, 11-IX-2012) que resume el state of the art de la realidad catalana más puntera e innovadora, definido por un nuevo proyecto de futuro. Cataluña high-tech. Es a lo más a lo que aspiramos con estos políticos.

Del fuego a las brasas

De Sheldon Adelson a Enrique Bañuelos, salir del fuego para caer en las brasas: El Gobierno de CiU tiene una innegable querencia por el capitalismo mafioso. De Massachusetts al modelo valenciano Zaplana-Camps, pasando por Las Vegas, una trayectoria descendente donde las haya. El presidente Mas convirtió en proclama que su Gobierno quería ser amigo de los empresarios. Sí, pero hay amigos y amigos. Y, finalmente, por sus amigos les conoceréis.

Cataluña acababa de librarse de Eurovegas, vale. Mucha gente experimentó alivio; nos quitábamos de encima un proyecto contaminante, que se movía en territorios fronterizos entre el negocio canalla y la opacidad delincuente, que pretendía instalar un espacio de excepción legal en plena área metropolitana de Barcelona. Todo ello desde la arrogancia de quien se sitúa por encima de la ley y exige a los Gobiernos que se pongan a su servicio.

Que Eurovegas vaya a Madrid es una buena noticia para los catalanes, y una mala noticia para nuestro Govern, que se implicó más de lo razonable en el cortejo del inefable Adelson. Con el acompañamiento de distinguidos miembros de la llamada sociedad civil, el Govern se arrodilló a los pies de un individuo cuya biografía ofrece de todo menos honorabilidad. Afortunadamente, el proyecto no prosperó. Se entiende que el Govern se sienta despechado después de haber jugado fuerte por un proyecto en que ni siquiera en su seno tenía unanimidad. Pero, del ‘no’ de Adelson, el Govern habría podido extraer una conclusión positiva: el empresario americano ha preferido un sitio —Madrid— en el que intuye que podrá hacer y deshacer a su antojo. Es decir, el Govern podía argumentar que Adelson desiste del Principado porque le era imposible conseguir todo lo que pretendía. Perfecto. Sin embargo, en su frustración, Mas y sus consellers han preferido improvisar otra puesta en escena, otra movida. Y han encontrado al broker Enrique Bañuelos como bufón. Cabía esperar que el Gobierno catalán recuperara sus acentos iniciales. Que para contrarrestar Eurovegas reimpulsara la digna apuesta por proyectos de alta gama, es decir, en conocimiento, en tecnología, con carga de valor añadido. Pues no; ha optado —probablemente, porque es lo único que tenía a mano— por seguir cuesta abajo.

¿Recuperar a Bañuelos, en este momento? Bañuelos es un icono de la peor cultura especulativa del ladrillo. Un hombre que hizo fortuna como comisionista de terrenos, a la sombra del modelo valenciano del PP, con una deslumbrante subida y un fulgurante descenso. Astroc (su empresa) es el nombre que por sí solo recuerda todos los desastres urbanísticos que llevaron hasta la situación actual. Y ahora el Gobierno catalán recibe bajo palio a este emperador de la tochana para salvar la cara de un fiasco anunciado. ¿Este es el plan para después de la crisis: volver a las andadas como si nada hubiera pasado?

¿Qué es Barcelona World? En realidad, hoy por hoy, solo una opción de venta por dos años de unas parcelas de La Caixa a una empresa de Bañuelos, que tiene este tiempo para buscar el dinero necesario para la construcción —contigua a Port Aventura—. Lo demás es una carta a los Reyes Magos (que vuelven a estar en su sitio, no en Massachusetts), más modesta que la que presentó Adelson como cebo, y que se irá rebajando probablemente en proporciones parecidas a como fueron decayendo las promesas de Eurovegas.

Y, finalmente, una pregunta que entra en el campo de la psicología política: ¿Qué diantre tiene CiU con los casinos? ¿Por qué para compensar la pérdida de Eurovegas era necesario un proyecto que incluyera también casinos de juego? ¿Para hacer la competencia a Adelson con su proyecto madrileño? Un país que está pensando en su independencia merecería un proyecto de futuro que mostrara toda su ambición de vanguardia creativa. ¿Será que el proyecto de CiU para Cataluña es un pseudobalneario para el ocio y el entretenimiento ludópata de la Europa rica?

[Palabra de Mono Blanco]


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Petitoria

(Julio 2012)

Los jueces de este país son unos fenómenos mundiales. Uno de los tres poderes que teorizó Montesquieu, en este país nuestro, olvidando la equipotencia con los otros dos, está constituido por unos magistrados que juegan a ser 1) fanáticos del descanso –como Dívar– o 2) doctores de la lengua –léase más abajo–. Es decir, que para ellos A) los legisladores son meramente quienes suministran el producto bruto –algo así como la ley–, y B) los políticos son unos tipos arrogantes que a veces generan sobresueldos.

Están que se salen. Por ejemplo, el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo a finales de 2011 dictó una sentencia fabulosa, que, ciertamente, por arriba pulveriza la pirámide de Kelsen (que clausura conceptualmente el sistema jurídico), y por abajo mataría de un síncope a la loba de Rómulo y Remo, por ser hembra, dejando al pairo a los dos fundadores de la gran civilización de Roma, la bella, la inmortal, la marmórea, donde nació el derecho.

Del Olmo va directo al asunto y huye de la elocuencia de Catón, pero se le entiende; no firma sentencias inextricables como alguno de sus coleguillas. Cultiva la gramática que es un gusto. Asevera que llamar “zorra” a una mujer no es delito, ni falta, ni nada de nada, porque “quien usa ese adjetivo en realidad quiere decir que dicha mujer es astuta y sagaz”. El documento histórico en que se cita esta idea preclara –ya famoso– es de tal pureza semántica que, transcurrido medio año, sigue dando vueltas por la cabeza de la gente, y asimismo por Internet, e ignoramos si por los juzgados. Unos dicen que la interpretación suave de “zorra” es doctrinal y ya está; otros que es el colmo de del Olmo. En cualquier caso, réplicas, peticiones y cartas de reconocimiento vario abundan en la red, como la siguiente, que transcribimos.

Señoría:

El motivo de esta misiva no es otro que el de solicitarle amparo judicial ante una injusticia cometida en la persona de mi tía abuela Felicitas y que me tiene un tanto preocupada. Paso a exponerle los hechos:

Esta mañana mi tía abuela Felicitas y servidora nos hemos cruzado en el garaje con un sujeto muy cafre que goza de merecida impopularidad entre los vecinos. Animada por su sentencia que hace comprender la utilidad de la palabra como instrumento para limar asperezas, y echando mano a la riqueza de nuestra plural lengua española, mi querida tía abuela, mujer locuaz donde las haya, le ha saludado con un jovial “que te den, cabrito”.

De poco ha servido explicarle al sujeto que mi pariente lo decía en el sentido de alabar sus dotes como trepador de riscos, y que en épocas de recortes a espuertas, desear a alguien que le den algo es expresión de buena voluntad. Espumarajos labiales ha echado unos cuantos, el interpelado, quien ha proferido vocablos que quizá fueran insultos o piropos, no lo sabemos, porque no ha especificado una entre sus múltiples acepciones; pero ha enfilado hacia la comisaría más cercana haciendo oídos sordos a mis razonamientos, que no son otros que los suyos de usted, señoría, y a los de mi tía abuela, que ha despedido a ese individuo señalando hacia arriba con el dedo corazón de su mano derecha con el evidente fin de saber hacia dónde soplaba el viento.

Como tengo la esperanza de que la denuncia que sin duda está intentando colocar esa hiena -en el sentido de que es hombre de sonrisa fácil- llegue en algún momento a sus manos, le ruego, por favor, que intente mediar en este asunto explicándole al asno -expresado con la intención de destacar que es hombre tozudo, a la par que trabajador- de mi vecino lo de que las palabras no siempre significan lo que significan, y le muestre de primera mano el texto (escrito de su puñeta) donde se determina que llamar “zorra” a una mujer es nada, siempre y cuando se connote mujer inteligente, sagaz y astuta.

Sé que usía (Ud.) es un porcino -dicho con ánimo de remarcar que todo en su señoría son recursos aprovechables- y que como tal, pondrá todo lo que esté de su mano para que mi vecino y otros carroñeros como él -dicho en el sentido de que son personas que se comen los filetes una vez muerta la vaca- entren por el aro y comprendan que basta un poco de buena voluntad, como la de mi tía abuela Felicitas, para transformar agrias discusiones en educados intercambios de opiniones, tal y como determina la sentencia referida, convirtiendo así el mundo en un lugar más agradable.

Sin más, y agradeciéndole su atención, se despide atentamente una víbora (es evidente que en el sentido de ponerme a sus pies y a los de su señora). Salude a las zorras de su esposa y de su madre.

De toda nuestra consideración, Q. T. J.

[Palabra de Mono Blanco]

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Cómo dar una vuelta a la manzana por un euro

Mayo 2012

Si usted vive en una gran ciudad, dar la vuelta a la manzana por un euro y no morir en el intento será temerario, pero no imposible. Lo vamos a demostrar. Usted sale de casa y en la esquina empieza a ver turistas. El turismo naturalmente es un negocio y, como tal, consiste en hacer creer al incauto que necesita algo. Más específicamente, es sostener el mito de que dar la vuelta a mi manzana –pagando– resulta más interesante, divertido y culto que dar la vuelta a la suya.

Esto es una confusión tan grande como identificar la ruta de Colón (por el Atlántico) con la ruta del cólon (por el intestino grueso).

Ya lo dijo un argentino: “Una vez que a mi pared descascarada por la humedad la creés ruina –visitable– y te viniste al barrio, vos sos un rehén. Si te cansás de dar tumbos, te cobro el umbral; si te pica el bagre, pagás por caviar un sanguche de salchichón, y si tenés una urgencia sanitaria, te cotizo la loza como el trono de Maradona”.

Confiemos en que el ciudadano regular no se confunda, porque a los turistas los timan aquí, en Maracaná y me Río de Janeiro. Para evitarlo, punto número uno, el llamado peatón ha de evitar, en cualquier ciudad, cualquiera de las nuevas y sofisticadas panaderías, aquellas de infinitos bollos, hogazas, cocas artesanas y pastas sin fin que ofrecen un magnetismo insoportable, sobre todo si no se ha desayunado.

Después vienen los cafés, todos de franquicia, normalmente sin puertas, que entrañan el riesgo de caer dentro inmediatamente después de tropezar con las panaderías-hornos. En los cafés, al menos, no lucen esas boinas que jamás llevó panadero alguno en España. Pero uno puede acabar tomando el segundo café del día y hojeando el periódico con tanta naturalidad que hay que repetirse por dentro: “Soy un simple vecino y te lo voy a demostrar, San Honorato” (patrón de los panaderos). Fallar en esta estación sería impropio, teniendo en cuenta que en la perspectiva de la calle lo siguiente son los bazares chinos.

Sobre los bazares chinos, dos observaciones. La primera es que parecen todos iguales y uno diría que se comunican por dentro como los restaurantes chinos; al fondo del dédalo habría un panóptico, o una red de pasadizos secretos que quizá los conectarían con un único almacén distribuidor y centralizado de la ciudad. En caso de desmentirse el bulo, preguntemos inocentes: ¿quién no necesita un paraguas, una funda de móvil, un ambientador de incienso, un trolley de fuelle, un peine, un juguetito para el niño, etc., etc., si cuestan una nadería?

Hay que seguir caminando. Nuestro objetivo es: el circuito del bloque entero sin soltar lastre, y sin tropezar con pizarritas de bares ofreciendo ágapes por sumas X. Un auténtico zigzag. Rebasa tú un escaparate que te pilla la córnea como un cuadro del Renacimiento. Es decir, prohibido recular en las tiendas de moda. Puede tratarse de una tienda de zapatos, de alfombras, de complementos, de yogurtería, da lo mismo. No importa el dinero que ganes. Es mental. En la acera, hay que apretar la mano sobre el infiernillo de la americana, sobre el cierre del bolso de mano, sobre la cremallera de la mochila, etc., para no acabar adquiriendo algo de lo que seguro nos arrepentiremos.

A continuación viene otro de los grandes peligros cosmopolitas: el quiosco. Un quiosco era un sitio donde se ofrecían sólo veinte o treinta cosas, tradicionalmente diarios, pero eso era antes; hoy en día, un quiosco urbano donde los haya, honorable, honrado, comme il faut, debe ofertar, como mínimo, más de trescientas cosas inútiles. No hay manera de no toparse con uno. Los coleccionables, en concreto, pueden provocar un trastorno obsesivo compulsivo, y es fácil caer en la tentación, de modo que hay que aumentar la velocidad de paso. Ojo a los quioscos.

Por otra parte, uno va absorto en sus pensamientos, y es facilísimo despistarse. ¿No hay cadenas en la manzana?. Nos referimos a las que atan y sujetan, sí, las del supermercado. ¿Te acordás de que te faltá algo en casa?. Por supuesto. El súper es tierra prometida del consumidor, pero una maldad absoluta para la billetera y/o fondo de la tarjeta de crédito. Peor: es la ratonera universal del transeúnte. Se conocen casos extremos de entradas antojadizas en el súper de clientes que ya no han salido nunca más; por ejemplo, en España, en el súper de El Corte Inglés, donde sucedería lo que en los bazares chinos: alguien puede entrar en el Corte Inglés de Diagonal y emerger por el de Serrano, en Madrid, sin haber salido nunca a la superficie.

Si llegados a este extremo, querido lector, crees haber podido mantener sólidamente tus creencias, tus finanzas, exponiéndote a la aventura de un paseo de gastos mínimos alrededor de tu domicilio, enhorabuena, quizá lo conseguiste. La emoción, entonces, puede impelirte a gastar tus ahorros en algo menos trivial, en algo más relevante que los extravíos callejeros que has logrado soslayar. Imagínate, como recompensa anímica que te mereces, que se te ocurriera adquirir, por poner un caso, un libro, un humilde y digno libro gutenberguiano… Para ello, vas y te diriges tranquilo a la librería cercana y feraz, a la librería de toda la vida, la de proximidad, en donde sueles leer tomos, eventualmente comprar libros, e incluso quedar con las amistades. No tan deprisa… Ma cagun dena, maldita sea, grumete del diablo, zapoteca de truenos y rayos -¡por todas las maldiciones de Haddock!-, han cerrado la única librería que quedaba en el área por liquidación total, por quiebra absoluta, por hundimiento -craso- del negocio (Acaba de suceder con la librería “Ancora y Delfín” de Barcelona).

¡Coloquintos de grasa de antracita, bachi-buzuk de los Cárpatos, ectoplasmas…!

[Palabra de Mono Blanco]

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Calambur

Abril 2012

Extraño y travieso en esta revista, llamándose como se llama y estando dedicada a los humores de la cultura, sería pasar por alto el viaje de Juan Carlos I a Africa, dado que -lo sabemos- no era para saludar a Bokassa, aquel individuo que de sargento pasó a emperador del orbe. La fauna y la flora han sido siempre de gran interés en España, en Botsuana y sobre todo en la factoría Disney, que prepara ya nueva película: “El Rey Borbón”. Juanito va con muletas, sí, pero el calambur hispánico más famoso sobre la monarquía se atribuye a Francisco de Quevedo, quien llamó “coja” a la reina Mariana de Austria (lo era de verdad, sin haber cazado más que resfriados). El literato ganó una apuesta a unos colegas que aseguraban que no habría ……. suficientes para restregarle por la cara tal defecto a la segunda esposa de Felipe IV, malhumorada siempre por su hándicap. Pues bien, adquirió Quevedo un ramo de claveles y otro de rosas, y allá que se fue a palacio. Con una reverencia, Quevedo extendió ambos brazos y ofreció a Doña Mariana de Austria, reina consorte de España, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, duquesa consorte de Milán, duquesa consorte de Borgoña, soberana consorte de los Países Bajos y regente del Reino, las humildes flores, pero recitando estos versos octodecasílabos sin carraspear:

“Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja”
“Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es-coja”

Pardiez que funcionó pues el valiente Quevedo no murió en el acto (lo hizo en un convento, años más tarde), pero hay otro juego de palabras famoso que tiene que ver indirectamente con Madrid, que es la capital del reino según la Constitución. Decimos “indirectamente”, porque Madrid y su televisión local son el coto privado no del monarca, sino de Esperanza Aguirre, quien de todas maneras está casada con un conde al que le gustan los terrenos, lo cual no se comenta ahora por el título (de conde), sino porque los terrenos no valen nada, según ha experimentado Paco el Pocero -quien, a falta de escudo nobiliario, patrocinó una escudería de motos. La cadena de televisión Telemadrid se metió en arenas movedizas, qué digo yo, en camisa de once varas, cuando hace unos años levantó el siguiente y brillante spot:

“Telemadrid: espejo de lo que somos”

Enseguida hubo quien leyó la frase como perteneciente al Siglo de Oro:

“Telemadrid: Espe, jode lo que somos”.

Hiciéronle notar las consecuencias silábicas de la campaña a Aguirre, dolida aún por la pifia de Sara-Mago, escritora nóbel, y entonces sí, la regis potentia de Melchor, Gaspar y Baltasar, de Juan Carlos o de Felipe, de Idi Amin o de Isabel II, por no decir de las celebridades del panteón de la Almudena (donde están enterrados el Fari, Lola Flores y el Pescadilla), aunque se juntara en masa, fueron una minucia, una fruslería, una bagatela, un detalle, al lado de la brutal cólera desatada de Dios -de Aguirre- pidiendo a gritos la cabeza del responsable.

Se rumorea que dicha testa cuelga como trofeo cinegético en la oficina de la presidenta.

[Palabra de Mono Blanco]

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La ‘U’ es una ‘M’

(29 de febrero de 2012)

Desde tiempos inmemoriales, en las letras inglesas existe el género humorístico “campus de la Universidad”. La vida académica y sus múltiples dislates son el punto de mira de escritores como David Lodge, que han hecho de esta tradición un filón literario. Por ejemplo (he aquí un argumento): en una fiesta del curso un profesor entabla conversación con una chica, aunque “conversación” sea un eufemismo –eufemismo: recurso retórico que habría que explicar a muchos estudiantes– porque el ruido infernal del contexto impide que el profesor se entere de una sóla palabra, ni del compromiso que adquiere de tutelar la tesis de la joven, por lo demás muy atractiva. De hecho, la vista es lo único que puede ejercitar el profesor en esa reunión; el oído, imposible, por el escándalo y porque además el académico sordea un poco. Pese a su cordura, en los días a venir el escolástico se lanza a una persecución agobiante de la joven alumna, e intenta seducirla, y ésta, lejos de sentirse molesta, se deja llevar, y pasa a enriquecer –en la novela de que hablamos– la bibliografía de la histeria lacaniana, es decir, la de los deseos insatisfechos y cambiantes típicos de una conducta narcisista, imprevisible y neurótica. El profesor jubilado casi enloquece.

Otra historia del mismo autor presenta un grupo de profesores de literatura inglesa en una universidad de provincias. Son noveles, y deciden jugar a un juego llamado “Humillación”, que consiste en que cada uno confiesa un libro básico que todo el mundo debería haber leído –y más, expertos en la materia como ellos– pero que no han leído realmente. Uno de los profesores eufórico, animado por el juego, reconoce en cierto momento que no ha leído nunca Hamlet. El juego finaliza de modo abrupto, y al dia siguiente es despedido.

Y ahora a lo nuestro, a la universitat catalana y/o española, quizá alejada de las figuras hilarantes (en el fondo secundarias, como las tesis), pero nunca de los políticos, los cuales han dejado vaciar la caja y tienen la sartén por el mango. Visualicemos el semblante de un Mas-Colell protagonista de Els Segadors, dándole dos tijeretazos a la ‘U’ de la bolsa universitaria, volteándola y convirtiéndola en una ‘M’. La candidez ficticia, sarcástica, era uno de los atributos de los guardias de Auschwitz, según nos cuenta Imre Kertész, Premio Nobel de Literatura 2002, en “Liquidación”, su novela más significativa. Recordemos también a Philip Roth y a su alumno aventajado, en el relato “Indignación”, estupefacto por las cosas que pasan en la universidad. En la novela de Roth el alumno se rebela y es expulsado. Por su parte, Miguel de Cervantes escribió unas Novelas Ejemplares, y es que a veces los títulos, como los prólogos, se deslizan por la historia y tienen un destino magnífico, y no nos referimos al Rector.

Quizá esto sea un prólogo (a la huelga prevista para hoy 29-II-2012), pero Borges sugirió un libro que “constaría de una serie de prólogos de libros que no existen”, en un sentido parecido a lo que es la universidad realmente en España, un prólogo que se prologa a sí mismo sobre una obra inconsútil, y sobre la que no se encuentra el bistec: algo sin estructura administrativa coherente, sin sueldos dignos, y sin meollo científico. Los estudiantes matriculados, por consiguiente -que diría Felipe González-, son fatalistas a lo Jacques le Fataliste, es decir, sólo atienden a la picaresca.

Ante este panorama, cualquier broma, aun siendo literaria, resulta pesada. La conclusión es que la novela satírica en este país es incultivable en el jardín de la academia. Que la realidad supera a la ficción es decir un mucho en este apartado, por lo que vayamos con pies de plomo y adoptemos aires goyescos; no nos referimos al bandolerismo catalán –un tipismo casi coetáneo del pintor de Fuendetodos–, sino a los dibujos más negros de la Quinta del Sordo. No está bien esgrimir una novela, ni un preámbulo, ni nada de nada, ante un ser agonizante, sólo para reírse: es mejor inscribirse o matricularse en nuestra universidad paupérrima, misérrima, valleinclanesca y roñosa, y chequear directamente el remate de la faena.

(Efectivamente, la tortilla ha dado la vuelta y ahora Els Segadors son los políticos, que cantan y cantan y cantan…)

A los pobres docentes y discentes que sufren el plan Bolonia: sperano impetrare da Dio miserichordia

[Palabra de Mono Blanco]

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S.O.S. de columnista desesperado

En fecha reciente, el escritor y articulista del diario El País Juan José Millás ha lanzado a la población este S.O.S. desesperado, que nos vemos en la necesidad de airear íntegramente. Diríase que el artículo entremezcla temas, pero no.

Desgobierno (El País, 20-I-2012)

En efecto, del Costa Concordia se decía lo mismo que de nuestra banca: primero, que era imposible que un buque de esas características se hundiera; segundo, que, de hundirse, era imposible, dados sus modernos sistemas de salvamento, que hubiera víctimas; tercero, que, de haber víctimas, la primera sería el capitán. Pero resulta que se hundió, que hubo víctimas y que el capitán salió por piernas abandonando a los pasajeros a su suerte.

Nos dijeron que era imposible que nuestra banca tuviera problemas; que, de tenerlos, era imposible que hubiera víctimas; que, de haberlas, las primeras serían sus directivos. Pero nuestra banca tuvo problemas, hubo víctimas y los directivos fueron los primeros en abandonar la nave con indemnizaciones millonarias. La diferencia entre un asunto y otro es que el capitán del Costa Concordia está preso mientras que los capitostes de los bancos encallados o hundidos se encuentran en paradero desconocido, disfrutando del dinero que se llevaron al tiempo de gritar sálvese quien pueda.

Dinero de nuestras comisiones, claro, pero no solo de ellas. Durante los llamados años de bonanza vendieron productos bancarios incomprensibles a personas que confiaron en el director de la sucursal de su barrio y que ahora han perdido todos sus ahorros; concedieron a sus clientes más vulnerables créditos que no podrían devolver a sabiendas de que no los podrían devolver, prevaricando hasta el paroxismo, signifique lo que signifique paroxismo; sobrevaloraron los inmuebles por los que se otorgaban las hipotecas, infravalorándolos luego a la hora de ejecutarlas. Realizaron, como el capitán del Costa Concordia, todas las maniobras desaconsejadas por los manuales de navegación y fueron los primeros en ocupar los botes salvavidas. Fiscales, jueces, defensores del pueblo, ¡suban a bordo y hagan algo, coño!

[Palabra de Mono Blanco]

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Ética barata para una ciudad desnortada

Diciembre 2011

Barcelona no tiene un buen norte, por defecto va inclinada en Google y en los navegadores de los móviles, nos estamos convirtiendo en una ciudad torcida. Sólo la Avenida Meridiana aparece alineada al lado vertical del cuadro. Los barceloneses pensábamos que al norte está el Tibidabo, y al sur el mar, es decir, las golondrinas, siguiendo una cartografía de pa sucat amb oli heredada de nuestros abuelos. Pues oye, estamos acostumbrándonos a que el Pararelo sea un paralelo (geodésico) y la Meridiana, un verdadero meridiano del plano.

¿Tenemos ya, a marchas forzadas, otra identidad gracias a Google maps?

No. Un mexicano denunciaría pleonasmo (quién mejor que un mexicano para detectarlo). El mero norte de Barcelona, brujula en mano, es Cerdanyola, puestos a geómetras, pero hay que ver el Ensanche cómo queda en la opción no satelitaria: sin chaflanes y guiñado. Y véase que las rectas perpendiculares del Paralelo y la Meridiana, convenientemente prolongadas, van a cruzarse sobre las tranquilas aguas del Port Vell, cosa en que no habíamos caído nunca, hasta que dicha crucecita, próximamente, colindará con Rusia.

El Paseo de Gracia cobija ya al flamante nuevo rico-rico. Los ‘putines’ son y no son otra clase de pasta, como los tallarines. Son un imán tan poderoso que la autoridad portuaria, sospechamos, ha rotado con nocturnidad la estatua de Colón, en cuyo famoso dedo los compinches de Vladimir que nos visitan ven un hotel remetido (!), arriba. La pugna entre moscovitas y sanpeterburgueses, sea con piercings de oro o de diamantes, y que bajan por las ramblas, persiste: ambos bandos dicen que el descubridor, tras un giro necesario, apunta a los Urales. Chto?

En efecto, y como conclusión, parece confirmado que era insuficiente entretener a los japoneses con bagatelas de Gaudí. Ahora el Ayuntamiento, la autoridad portuaria, el Port Vell, tutti quanti, sabemos donde está el dinero-dinero. En los aledaños del puerto estábamos hartos de tanto mástil de barquito sin utilidad, multiplicado por mil. Demonios, qué aburridos. Es la hora de los auténticos yates de megarricos, que además provienen de la enorme llanura euroasiática, cepa marinera de la gente próspera de verdad.

Es que no captamos nada (excepto capital ruso). Se avecinan grandes cambios a la altura de una urbe internacional. El Port Vell está a punto de convertirse en una marina de lujo para yates de 60 metros, gracias a capital… bueno, ruso, pero convenientemente apantallado en una sociedad londinense. ¿Variedad de nacionalidades, tovarich…? Inexacto. Se prevee que el 95% de los atraques exclusivos -con máquinas expendedoras de caviar en el pantalán-, no sean un atraco precisamente, pues van a la medida de las superembarcaciones, las cuales son de propiedad, lo han adivinado, megarrusa (vía Londres, of course). Detalles del gran capital, manejado por tipos honrados y cosmopolitas, a quienes no les importa aflojar. Enhorabuena por haber elegido BCN. Un lugar tan coqueto.

Tengo un amigo (un bonobo) que dice que Rusia hace veintipocos años era un país comunista en el que, de facto, ningun ciudadano tenía dinero, no tenía nada, nada de nada, pues cualquier bien era del estado, es decir, de toda la comunidad. Es cierto que los políticos disfrutaban de excelentes domicilios con calefacción, y ‘dachas’ en el extrarradio de sus poblaciones, aunque de ningun modo tenían cuentas en Suiza (mi amigo jura este punto). Si fuera así, la explicación por la que unos cuantos de sus conciudadanos se han convertido en verdaderos tíos Gilitos acaparando el acero, el petróleo, el gas, etc., de todo el país, de la noche a la mañana (en menos de una década algunos, como Abramovich), resulta intrigante, incluso para un bonobo.

En Occidente, con una tradición filosófica detrás, a eso le llaman robar.

Son ejemplos que nos sacarán de la crisis. Pues no tratamos de una nación diminuta (Rusia), precisamente, ni de un expolio baladí. Hablamos de todos los bienes, medios, recursos energéticos, etc., que poseía la URSS, y de unas explotaciones colosales que han acabado concentradas en pocas manos, y que reflejan la ética trascendental del imperativo categórico de Kant, aplicado al individuo del día, emprendedor de hoy, universalizador de la posición moral que maneja el sujeto, quien duda sobre si es de cumplimiento hipotético para el prójimo en su totalidad. Visto lo que ocurre últimamente entre el Llobregat y el Besós, no seamos exigentes. El problema kantiano para algunos es andorrano, y para otros es poner en el puerto barcos de triple puente, lo que se agradece. Hundamos los barquitos, Trias (Tápate la nariz y cobra, dice el bonobo). Demos muelle a los que se han forrado a una escala estratosférica heredada de Catalina la Grande -la pobre era alemana- que no puede ni olerse veraneando entre los corchos de Cadaqués (las mafias rusas: una leyenda). No tenemos ni idea de la escala, no podemos evaluar. Alojar la escuadra rusa chula –la militar se pudre en el Báltico– en uno de los enclaves estrella de nuestra ciudad es intuición, no en vano aquí salió Francesc Pujols vaticinando una extraña derrota cuando aseguró que los catalanes no pagarían nada en el futuro. Aprovechemos, pues, que la mayoría de rusos no saben esto y usan calçotets con goma elástica, y las chicas de cubierta de los nuevos yates lucen visera de lobo de mar, ahumada; además de teñidos raros, un relojazo Chopard de lastre, y una peste a perfume de 200 euros escampado por los sobacos que tira de espaldas.

Si el egregio Emmanuel Kant –que nunca vio el océano, interesante– intuyera esta marina con aires de katiuska y tacones de plataforma rellenos de porexpan, no se le revolverían los huesos: es que se fundiría en el éter.

Observación: Francesc Pujols se cuidó de comentar una sóla palabra sobre cobros venideros, en rublos blanqueados (filtrados por el hombre del bombín, of course), por los conceptos de amarre, caviar, vodka y bichero.

Bisk-a-Katalunia.

[Palabra de Mono Blanco]

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John Wayne y la paga extraordinaria

(Noviembre 2011)

Kirk Douglas afirmó una vez que el único problema que tenía John Wayne es que creía ser John Wayne. Lo dijo Kirk, sabiendo que un egoismo desatado no era raro en celebridades como él mismo, y puesto que también lo padeció Johnny Weismuller, gritando su famoso alarido en el lecho de muerte. ¿Porqué John Wayne tenía la manía de que él, realmente, era John Wayne? ¿Narcisismo patológico? El nombre de pila del actor era Marion, no ‘John’, lo que lo afeminaba un poco, y le orientaba como reacción a la masculinidad de un rol al final absorbente. Aunque el motivo básico que hizo al hombre (Marion Morrison) confundirse con el personaje (John Wayne, 1907-1979) era otro: era que no tenía paga extraordinaria.

John Wayne, idéntico a ídem, en la última etapa de su vida saludaba a sus admiradores al límite del rancho que poseía, donde existía un riachuelo, siempre con atuendo western -sombrero Stetson, botas de montar, etc.- y con un rifle pegando tiros al aire; por carecer de paga extraordinaria, claro. Dato que los fans de la otra ribera del río, que acudían a los aniversarios del héroe, enfervorizados por la adulación y el clamor, obviaban. Y nosotros ahora, también.

Es que no requiere prueba: ¡el bueno de Juan Boina, figura del Hollywood mítico, no la necesitaba!

Abordemos el tema laboral, sin rodeos. A un hombre estándar le quitas la paga extraordinaria, y ¿qué te queda? Un tipo sin personalidad, sometido a un ego fantasma, es decir, resta la biografía de un asalariado X en el aserradero. Permanece la rutina (y ello en la hipótesis optimista de haber trabajo) de la frase “cada vez lo mismo” salida de la autoconsciencia de cualquier hijo de vecino. Pues bien, al asomar la cabeza huyendo de una nómina seriada, submileurista, la única opción digna para un sujeto es… la paga extraordinaria, sí, esa paga doble que es un pasodoble, hito social e imaginativo donde los haya, la cual –primera tesis– es utilizada por gente de calle, simples mortales, mucho más psicológicamente que en efectivo.

Porque en el subconsciente común, uno no es nadie sin la paga extraordinaria. Se contempla uno en el espejo y sabe que, escuetamente, su yo no existe. La paga extra es, por esta causa, incentivo e inventiva, un artificio contable (quitar un poco de cada mes arrejuntándolo aluego); un chute de adrenalina que nos convierte en interesantes… El glamour de los iconos del cine no reside en su paga extraordinaria, pues es evidente que no la han tenido jamás, entiéndase, al poder bañarse en sus piscinas de Bel Air directamente. Así, la vulgarización del olimpo cinematográfico podía llevarse a cabo sólo, y por tanto, gracias a la movida de volverlos mínimamente castizos, lo que ocurrió hace décadas en el lenguaje popular hispánico. Representantes de la era dorada del cine se convirtieron de repente, por estas latitudes, en Juan Boina (John Wayne), en Moncho Gil Ruiz (Montgomery Clift), en Pedro Herramienta (Peter O’Tool), en Humberto Gárate (Humphrey Bogart), en Gregorio Peca (Gregory Peck), en Gabi Copas (Gary Cooper), en Tirano Poderoso (Tyrone Power), o en Berto Plasta (Burt Lancaster).

Chanzas que trataban de difuminar el aura de las estrellas, es verdad, pero un modo de ponerlas a la altura del ciudadano corriente, porque, por descontado, ninguna de ellas disfrutaba, ni disfruta, de paga extraordinaria.

La segunda tesis es la siguiente: al considerar los astros del cinematógrafo olvidamos a los políticos, y aquí íbamos; lógico, lapsus debido a que el atractivo de los políticos está por los suelos, es menos que cero. En este país no sirven ni de entretenimiento para una revistilla cultural. Un político normal ya es de por sí ramplón, gris, mediocre como la medida de su gremio, y no puede nunca renunciar a su paga extraordinaria. Es lo mínimo. Autoanularse la paga es dilapidar la pizca de autoestima que pueda recaerle de cara a los votantes. La población presupone que les queda un ápice de pundonor. Se acepta que un político cobre su sueldo, no trivial, lo que le vuelve ínfimamente plausible, aunque esté sodomizado por el mercado. Es su trabajo, vamos a decir (el cobro, no la sodomía). Vale. Pero si un actor famoso puede pasar sin paga extraordinaria, un político no, de ninguna manera. En el contexto actual, es peligrosísimo. Ningun político puede ser tan cándido como para renunciar a la paga extra, igual que ha propuesto todo un presidente de Cataluña, a la brava, recientemente, como si fuera el veterano John Wayne con su Winchester, y llevando a los consellers a un OK corral suicida. Desde el punto de vista de la imagen, es una salvajada tan grande como la torre central de la Sagrada Familia, que menos mal que no existe. Definitivamente, gestos así roban a un político el último átomo de carisma que pueda quedarle.

Sostenemos en firme que, quitar por quitar, hubiera sido mejor prescindir de los cruasanes o las ensaimadas del catering diario del Parlament, o bien, antes de dinamitar este toque de honra y de realce, suprimir lo que es mismamente las guindas de los pastelillos de los almuerzos institucionales de sus señorías, en el palacete de la Ciudadela.

[Palabra de Mono Blanco]

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El chiste existe

Y sinó, que se lo digan a Trias, nuevo cap de todos los barceloneses, que a partir de ahora tendrán un arquitecto en jefe… ¡valenciano! El cual, recién designado por el supermunícipe de la ciudad, no va a parar quieto. Curtido en los entremeses del PP (léase corruptelas, léase -si se quiere- delitos) cantó un do de pecho en la comunidad valenciana en sus esplendores falleros de las últimas décadas, y justo a este señor nos lo plantan en Barcelona como líder de la cosa arquitectónica. Es como si Artur Mas encarga la remodelación del Parlament de Catalunya (y perdón por la idea) a Calatrava. Hay arquitectos en el mundo y van, y detienen el índice en Vicente Guallart, el del discurso más demagógico, vacío y facilón (las tecnologías digitales son taumatúrgicas) de lo que se sabe sobre el arte de Vitruvio, muy maltrecho en Barcelona; después de la grapadora, igual nos dan otra sorpresa (maligna) en el inmediato futuro.

El trabalenguas de las “erres”, y el continuo reacomodarse las gafas con el dedo -el mismo que apunta a un valenciano hueco, pirotécnico e inquietante-, deshacen las dudas: Trias es un humorista.

Y es que en ocasiones, después de la larga carrera de un hombre público, prevalece un detalle. Por ejemplo, en una novela entera, con centenares de páginas, como es el caso de la obra de Paul Auster “Viajes por el Scriptorium” (2007), lo verdaderamente destacable es una pequeña historia cómica. Lo dijo un eminente crítico después de leer todas las líneas de “Viajes por el Scriptorium” del escritor de la ciudad de los rascacielos. Los dedazos del nuevo alcalde Trias se sintetizan en una (única) gran pifia, o en una (única) gran perfidia, no se sabe bien qué es. Globalmente, ¿es una tragicomedia la designación del arquitecto municipal en jefe de BCN?

Los volúmenes de “Guerra y Paz” son buena literatura para casi todos los paladares -y suponemos que Trias lee-, pero apenas se halla un chiste en ellos, en el sentido clásico del término. Tolstoi logra reflejar innumerables escenas de gran comicidad, con una hilaridad profunda, llena de grandeza, pero en puridad no hay chistes, esas combinaciones humorísticas de las que Freud saca petróleo y en que se resume a veces una película de Woody Allen, de ascendencia judía como Freud y como Auster. Excepto cuando filma en Barcelona, Allen es genial y a veces parece querer introducir la vida en un gag. Woody presume de haber seguido cursos sobre lectura rápida, en diagonal, porque estuvo de moda. ¿Lo lograste?, le preguntaron una vez. -Sí, he conseguido entender ‘Guerra y Paz’ en veinte minutos; habla de Rusia.

En su juventud leyó a Tolstoi y a Dostoievsky, de cabo a rabo. Woody Allen es un sátiro, y la prueba es que ha creado notables películas serias (afrontar el entorno con gravedad equivale a reirse de uno mismo). Si la vida es ambigua, cualquier gracia resulta superficial, ramplona, y hasta barcelonesa. “Reír para no llorar” es fundamental en el humor judío, y viene a cuento porque explicita nuestra depresión al ver seleccionar por nuestro consistorio a Guallart. No pot ser. Es decir, hablamos de un médico cuyas terapias probablemente matan.

Woody tiene bisabuelos rusos (además de judíos), y el chiste ligero de Paul Auster es mucho mejor que todos los esfuerzos de Trias:

Un hombre entra en un bar de Chicago cada día a las cinco de la tarde, y pide tres whiskies; no sucesivos, sino simultáneamente. El camarero sirve los tres y el cliente se los bebe; paga y se va. Vuelve al día siguiente y pide lo mismo, y así cada día, durante cuatro meses. Un día, el camarero, con discreción, le pregunta porqué pide siempre tres whiskies y se los bebe seguidos. “Muy simple”, responde el cliente. “Tengo dos hermanos que viven uno en Nueva York y el otro en San Francisco, y estamos tan bien avenidos que para celebrarlo, los tres bajamos al bar por la tarde, pedimos tres whiskies, y nos los bebemos a nuestra salud”. La explicación satisface al camarero. Pero un buen día, el hombre de Chicago entra en el mismo bar, a la misma hora, y pide sólo dos whiskies. El camarero, con gran circunspección, y no menos delicadeza, pregunta porqué ahora sólo pide dos en vez de tres whiskies. Responde el cliente: “Es que yo he dejado de beber”.

Vale, concentrémonos en los eructos.

En nuestra baqueteada urbe layetana, después de la grapadora, el que s’ha begut l’enteniment es el alcalde. No sabemos cuántos whiskies ha necesitado Trias, y cuántos Vidal de Llobatera, pero probablemente los dos iban finos cuando se decidieron. ¿Debatían entre la vida y la muerte, es decir, entre la momia de Bofill y el ascendiente “intelectual”, retorizante, sublimemente alto y digitalmente mediterráneo del valenciano Guallart?

A lo mejor, una vez tocado este último en el hombro con la vara municipal, Ferran Mascarell es el que ha dejado de beber: pues ahora tiene un hermano culto en la alcaldía -con gafas de pasta- y un gemelo ciego en el socialismo.

[Palabra de Mono Blanco]

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Para qué sirve una plaza

(Mayo 2011)

Las plazas sirven para contemplar los edificios alrededor. En las plazas está prohibido tener armas y catapultas, pues entonces serían lugares para torneos, o bien serían castros de guerra en el sentido de la pulverización de las construcciones –como sucede en los juegos de consolas–; lo cual haría engrandecerse la plaza, y contrariamente ya no existiría la plaza. Pasaría a ser una explanada. Como en el lema visto en el 15-M:

– Yes, we camp

Las plazas no sirven para dar palos, excepto los de montar una tienda Quechua comprada en el Decathlon.

– Pienso luego estorbo

Mucho más se vio en las manifestaciones de las plazas españolas, lugares donde sobran cosas. Por ejemplo, en la Plaza Cataluña de Barcelona, se rumorea que un pedrusco con forma de escaleta es un homenaje a Francesc Macià. Las estatuas están para mirarlas, pero se tropieza con ellas. El problema de la Plaza Cataluña es que está dejada de la mano de Dios; y la mano del hombre era –hasta hace poco– un filipino o un tirolés dando de comer a las palomas. No se sabe en qué consiste una plaza. Cada plaza es una contraplaza, pero la paradoja –que podría ser genérica– es intensa en el centro de la ciudad condal. Un arquitecto del Renacimiento, teletransportado a la Plaza Cataluña de Barcelona, un día cualquiera, sin concentraciones, caería fulminado, y no por las porras de los Mossos. (Sólo mirando ‘El Triangle’). Por otra parte, un Miquelangelo redivivo ante el monumento mencionado se transmutaría en tortuga. O sea, un no-lugar resulta perfecto para que la gente diga:

– Me sobra mucho mes al final del sueldo

Plazas singulares albergan mercados librecambistas y justos. Y una plaza puede pasar factura, como en las llamadas “facturas de plaza”: dispositivos efímeros relacionados con un espacio amplio y polisémico de la ciudad, a veces lleno de bote en bote, mientras los periodistas filman entre la muchedumbre:

– Los políticos y banqueros desde arriba nos mean, los medios dicen que llueve

La ‘o’ con la ‘u’, sociedad = suciedad, como en las deposiciones del consejero Puig, disléxico, y con bate. Y también castañean las dentaduras de Hereu, Trias, Gallardón, Aguirre, etc., al unísono, ante millares de ingenuos indignados:

– Nos habéis quitado todo, ahora lo queremos todo

Los promotores-urbanistas están inquietos asimismo, no tienen ni repajolera idea de lo que se avecina, ni qué significa este caos; ignoran el billete (?) siguiente:

– No soy antisistema, el sistema es anti yo (?)

Incomprensible, pero totalmente comprensible, sobre todo cuando entre las multitudes se lee:

– No hay pan para tanto chorizo

En un ángulo de Sol, en la misma capital del reino:

– Te limpio el coche con mi título universitario

Este eslógan último no surgió en la Plaza Cataluña, para alivio de la consejera Ortega -falsa psicóloga-, pendiente de los incidentes de Barcelona en las pantallas, “a lo Hilary Clinton” en aquel oh, cuando fotografiaron a la norteamericana haciendo piña con Obama; todos seguían, on-line, la eliminación de Osama.

La instantánea dio la vuelta al mundo, como las fotos de los fenómenos populares que comentamos y que en Barcelona han echado a las aves de la Plaza Cataluña, símbolos de la paz. Tranquilos, no se trata de eliminar a nadie, ni a las palomas. Las masas en las manifestaciones son benignas, aunque los mofletes de Felip Puig resulten sospechosos. Las masas se han abandonado a licencias:

– Tendremos un mañana si la calle se la gana

Puig, ingeniero de caminos, no lo pilla. Hace como si atendiera una pastelería del Ensanche con la bata de ‘saltataulells’. Ha planteado grabaciones desde helicópteros y camaritas en los cascos de los antidisturbios para poder retransmitir él mismo, igual que pondría una webcam en la puerta del negocio. La consellera Juana revisará el video con calma. Créditos, música, el palomo principal, y, of course, su palo de béisbol.

– Apaga la TV, enciende tu mente

Los diarios dicen que por fin alguien ha aprovechado la Plaza Cataluña; quiere decirse: para temas distintos de una carpa Movistar o un concierto de temporada. Eureka, éxito final en el páramo. Viva la Plaza Cataluña a rebosar de gente y de letreros.

– Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir

Que no se vayan, que se le de un uso. Este espacio se lo merece. Por otra parte, hemos descubierto la utilidad universal de la plaza: es la emperatriz del eslógan. Una plaza sirve fundamentalmente –en Túnez, París o Atenas– para desplegar pancartas. Se comprueba, además, que la pancarta es un género literario. También lo es la Historia, disciplina intelectual que cultivan, por cierto, los Reales señores Académicos de la Historia en la capital de España. Más casposos y cutres no los podemos suponer, con “plaza” de funcionario y suculenta nómina…

– Tu botín mi crisis

[Palabra de Mono Blanco]

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Hacer el humor

(29-IV-2011)

A una televisión australiana le han prohibido hacer juegos de palabras sobre la boda del año, es decir, sobre el enlace del Príncipe Guillermo -hijo de Diana de Gales y Carlos de Inglaterra- con Kate Middleton, y el impedimento no ha venido, desde luego, de Felipe de Edimburgo. Los cónyuges, curiosamente, van a tomarse unos años sabáticos para preparar el reinado.

Sabáticos… La prensa en épocas anteriores llegó a escribir que William fue fumador de hierba; aunque en las últimas horas el aprendiz de rey se ha limitado a tartitas de fruta, al chocolate (de cacao) y a otros delicatessen legítimos y compartidos con los 2.000 invitados, y cuyo coste ha bordeado la suma de 50.000 euros. Nótese el burbujeante champán Bollinger exclusivo de la recepción.

El gasto de la ceremonia de Westminster, en pleno centro de Londres, se calcula en 650.000 euros, en concepto de boato y catafalcos. Antes de la ceremonia, la novia y su cortejo se habían hospedado en el lujoso Hotel Goring. La alianza del dedo anular de Kate está valorada en 9.000 euros, y el vestido –incógnito hasta el comienzo del espectáculo- era una bagatela, 300.000 euros. Para levantar el meñique.

La seguridad era lo más importante. La Casa Real ha invertido millones en garantizarla, con riadas de policías, personal militar y una legión de guardaespaldas yendo de aquí para allá, sospechando de tutti quanti. Lo de Marruecos ha explotado en las noticias: casi 20 muertos.

¿Quién dijo crisis?

Los australianos; y están enojados. Claman que esto no es democracia. Restricciones jurídicas han obligado a la Australian Broadcasting Corporation (ABC) a anular un show alternativo a las nupcias. Habían previsto una emisión con el grupo cómico The Chaser, pero el programa se canceló, porque, una broma sobre la pareja, y adiós al contrato de retransmisión.

Kim Dalton, director de la cadena, dijo estar anonadado “por la censura a nuestro enfoque… ¡era un hito tan importante en la vida del futuro jefe de Estado!”. Julian Morrow, miembro de los comediantes, señaló: “Para una monarquía, emitir decretos sobre la forma en que los medios la cubren está fuera de los tiempos… supongo que eso es precisamente la monarquía”.

Olvidan el buen tono del abuelo, exhibido desde tiempos inmemoriales a lo ancho de la Commonwealth, difundido siempre por el espacio radioeléctrico. ¿No recuerdan los números de Felipe de Edimburgo -por eso lo citábamos-, aplaudidos en América, Australia y Oceanía? A este caballero parece atribuírsele el apócrifo:

– El chiste avant toute chose

Si el nieto Guillermo, con sabáticos o no, logra quedar a la altura de los zapatos del abuelo, los australianos van a resarcirse. Por ahora, el beso público en la boca ha divertido, y los paparazzi babearán si en el futuro atrapan al novio –además de en alguna metedura de mano– en mínimas anécdotas inspiradas en la grandeur del marido de la reina de Inglaterra, apodado en este sentido “el metepatas”. En USA, la periodista Kathy Griffin, directora de un programa para la ocasión, había declarado: “Como comentarista de la realeza durante cierto tiempo –y seamos sinceros, me refiero al adorable trasero del príncipe Harry–, estoy eminentemente calificada para reportar sobre el evento, y no sólo porque alguna vez me encontré a Helen Mirren en un burger”.

El consorte de la reina Isabel II, antes, durante y después de la boda de su nieto, navega por otra galaxia. Es un noble de los pies a la cabeza, y nunca ha desviado la mente del lugar correcto. En 1947 interpeló a un empleado ferroviario sobre sus posibilidades de ascenso, y éste exclamó honesto: “¡Ah! Tendría que morir mi jefe”, a lo que Felipe replicó, mirándole a los ojos: “Igual que lo que me pasa a mí”.

Es un crack.

Fiesta organizada en Londres por la oficina de la Commonwealth, hace un tiempo. Felipe de Edimburgo está presente, se pasea y se comporta (I party, therefore I am). De repente se dirige a un hombre negro y le dice: “¿De qué exótico lugar del mundo procede usted, amigo mío?”. Como resulta ser lord Taylor de Warwick, responde: “De Birmingham”… Cuando Barak Obama estuvo en Gran Bretaña en 2010 y fue recibido por la reina, el príncipe consorte se interesó por cómo andaba la jornada. El norteamericano convino que bien, que había conocido ya en Londres al primer ministro, Gordon Brown, al líder de la oposición, David Cameron, y también al presidente ruso, Dmitri Medvédev. “¿Es que puedes distinguirlos a unos de otros?”, preguntó.

En Escocia, durante la visita del Papa al Reino Unido, el líder del Partido Laborista luce corbata con tartán (cuadrícula) típico de la comarca. Instinto, desparpajo, alcurnia, afloraron de nuevo en Felipe, quien –casi nonagenario- le espetó a la representante tory local, Annabel Goldie, lo siguiente: “¿Annie, tú en las bragas llevas estampado ‘esto’?”…

No comment -dijo la interpelada, con Isabel II próxima. Lleve bragas o no, de ningun modo puedo enseñarlas, majestad”.

[Palabra de Mono Blanco]

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Tesis y antítesis

De cómo se afirma una cosa, y de cómo se vuelve atrás para afirmar lo opuesto, prácticamente. Hoy en día esta técnica no presenta dificultades, incluso parece un deporte -o una amenidad-, y mucha gente la ejercita, incluidos los representantes de Convergència i Unió.

Camilo José Cela, ante un periodista que le acusaba de afirmar lo contrario del año anterior, con semblante serio, decía: “No pretenderá Ud. que sea consecuente con mis opiniones”.

La pauta básica es la expresión popularísima “sí, pero no”, y tiene una forma culta en el constante devaneo hegeliano, supuestamente productivo, entre tesis y antítesis. La forma útil se halla en la retórica del president Artur Mas: una declaración firme seguida del conocido “tot i que…”, locución aún no suficientemente explotada por el programa televisivo local Polònia.

La cita de Shakespeare “la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y de furia, y que no significa nada…” dio pie a un célebre relato de William Faulkner. Tal principio afirma que la vida es muy agitada, y por momentos parece que obedezca a ciertos intereses, y persiga algunas finalidades, sí, de acuerdo, pero en conclusión toda esa variedad atolondrada y extravagante de lo que ocurre cotidianamente ante nuestros sentidos, ante nuestros ojos, carece por completo de causalidad… En Cataluña, nuestros políticos han leído Hamlet, lo que les honra: “ser o no ser”, ésa es la cuestión, y es absurdo hurgarse la barretina para dilucidar si es A o es Z. No importa decir una cosa o la otra: al final todo es caos, para qué mentir. ¿A qué velocidad hay que circular por autopista: a 110, a 120, a 80, a 100 Km/h? ¿Hay que saltarse las señales, los periódicos, los radares, el anticiclón? Versión universal del mismo principio: “donde dije Digo digo Diego”.

Oriol Pujol maneja dudosamente el inglés (y los instrumentos de afeitado), pero se metió en una buena cuando dijo que la Generalitat tenía problemas para pagar las nóminas de los trabajadores públicos y que el tripartito había dejado la caja vacía; “tot i que” Andreu Mas-Colell dio marcha atrás ipso-facto reconviniendo a los cuatro vientos: “El funcionariado no está en peligro y la tesorería de la Generalitat se encuentra en situación normal”. Reculada a tiempo. Ni los lapones habrían echado cubitos de hielo al whisky del President, de no ser por este speech de última hora, mareando a los catalanes con el ectoplasma “sí, pero no”, como en el impuesto de sucesiones, donde todo sucedió al revés de lo que tenía que suceder, etc.

Moraleja: entre una pretensión y una jactancia hay una diferencia, y sinó que se lo digan a Zapatero, cuando ni se olió la crisis, y ahora la ha resuelto de un carpetazo. Reconozcámoslo: los políticos son unos eruditos de tomo y lomo. La ambigüedad de estos intelectuales es sana para el cuerpo, para la yuxtaposición de opiniones -filosóficamente rica- y para la discusión de cualquier tema. Pero al final mando yo.

No es una tesis; es una síntesis.

Tot i que…

[Palabra de Mono Blanco]

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El Ministro y la Consejera, ¿cuestiones de matiz o diferencias abismales?

(Marzo 2011)

Nuevo bochorno político. Es que no escarmentamos, pardiez. Clarísimamente, España no es Alemania, ni Cataluña Renania, Sajonia, o Baviera. Y no lo decimos por la deuda. Acaba de dimitir (d-i-m-i-t-i-r) un ministro germano por un percance académico que afecta por lo visto al 20% de su tesis doctoral –pues el título superior universitario ya lo tenía-, y aquí toda una Consejera de Gobernación y Relaciones Institucionales inventa un diploma universitario entero, completo, por la patilla. Además va y lo pone en Internet. Pescada flagrantemente en el delito, Joana Ortega ofrece ligeras disculpas y se reacomoda el cabello ante la prensa y los medios. Se rumorea que pidió perdón a Mas, pero se ignora si al primero (Artur) o al segundo, Mas Colell, encargado de Universidades, en silencio como un muerto. Ella aparece como recién salida de la peluquería.

El teutón compareció con ceremonia, muy afectado frente a las cámaras, en la sede oficial de su Ministerio, en Berlín. Con significativa seriedad leyó una carta de renuncia. Al contrario de lo que acostumbraba a hacer en público, no despegó la mirada de los papeles; leyó con voz rota y, tras pronunciar la ultima palabra, se dirigió rápidamente a las escaleras.

Del Mercedes pasamos al Biscúter, de la berlina al motocarro. Aquí la Consellera, ante una mentira del tamaño de las montañas de Montserrat comparada con lo del señor Zu Guttenberg (el político dimisionario y compungido), ha hecho como que si no, como si fuera una mentirijilla, boba de mí, despistada que es una; picarones que lo veis todo… Unas asignaturas de más o de menos. Tic o movimiento de cervicales y desdén de la muñeca: despeje de flequillo.

El parche que salió corrigiendo la web de la Gene (lugar de los hechos) pone en cuestión la salud mental del electorado, no del Palatinado. Percibimos un cambio: “Joana Ortega, formada en Psicologia”. Sustancioso, pero –oh, aclaración– ella insiste en que no ha pretendido nunca ser psicóloga, que no domina la materia; sincericidio que deja en “suspenso” –¿un 1, un 2, un 3?- lo que entendemos universalmente por formación. Un desliz. ¿Aplicamos el refrán “excusatio non petita, acusatio manifesta”?. Podríamos. Que venga Mas y lo vea, Mas Colell queremos decir, quien -a pesar de ser del gobierno catalán- está obligado por el juramento deontológico de Minesotta: ninguna indulgencia posible, tal fraude comporta una dimisión catedralicia en cualquier lugar del hemisferio norte. Ya lo dijo Ortega (y Gasset): “no es esto, no es esto”. La verdad es que Joana, ‘cabeza de lista’ después de Artur Mas, es casi ‘pedazo de tonta’. Cosas que han aflorado a raíz de este culebrón: J. O. soporta en su biografía la iniciativa de montar un garito de prácticas de mecanografía, el cual, por cierto, se fue al garete. Se habla de que Joana es accionista de un restaurante familiar, y que éste, al menos, funciona como una moto.

Pero, ay, lo que “natura non da, Salamanca non presta”.

Se venden títulos universitarios en la Red por 250 euros. ¿Cansada de estudiar? ¿Siquiera lo ha intentado? ¿A punto de acabar? ¿Quiere ser titulada en tan solo 24 horas? Los foros de la Red son hervideros de intercambios en los que pueden conseguirse diplomas en muy corto plazo. Hay páginas donde adquirir tesis o trabajos de chatarrería –para cualquier asignatura que falte de un título–, y en un abrir y cerrar de ojos, de hecho. No entendemos cómo la Vicepresidenta despreció tantas y tan buenas oportunidades antes de airear a los cuatro vientos una información tan inteligente.

[Palabra de Mono Blanco]

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La contaminación de Barcelona

(Febrero 2011)

Hace pocos años, el RACC (Real Automóvil Club de Cataluña) difundía la noticia de que el 96% de los automóviles 4×4 en circulación en España habían circulado siempre por asfalto. Es decir, que el 96% de los todoterrenos existentes en este país no habían pisado una humilde pista forestal desde el día de su matriculación. Hoy este porcentaje inédito es aún mayor. Considerando que los 4×4 representaban hasta hace poco el segmento de ventas de crecimiento más espectacular, y que, por su tamaño y cilindrada, son los generan mayor contaminación entre el parque automovilístico hispano, y teniendo en cuenta la abundancia de este tipo de coches en los centros urbanos y comerciales de nuestras ciudades –especialmente los más caros–, entonces cabe concluir que nos hemos vuelto locos.

A primeras horas de la mañana, en la cornisa noroeste de Barcelona –donde se concentran los colegios elitistas de la ciudad–, se contempla un desfile de estos vehículos avasallantes, muchos de la marca Audi, Volkswagen, BMW, Mercedes y Porsche; firmas que en su día apostaron por un tipo de vehículo completamente ajeno a su tradición automovilística, con tal de no perder mercado, una vez desatada la histeria colectiva por lo “ostentóreo”. España es su concesionario modelo. España es su concesionario estrella. Por aquella zona de Barcelona mencionada, era y es habitual ver la típica mamá conduciendo un hiperinflado ‘Tuareg’ (Volkswagen, 80.000 €), o un lujoso ‘Cayenne’ (Porsche, 100.000 €) para desembarcar su equipaje minúsculo a las puertas de la escuela. De pronto, la madre –con irisaciones en el pelo y pulseras– se detiene, y un enano con mochilita desciende del mastodonte… No únicamente son escenas matutinas, con los atascos consabidos por el Paseo de la Bonanova, porque el fenómeno se ha extendido al resto de la ciudad, y ahora es normal a cualquier hora. Es frecuente el ama de casa ociosa circulando por la calzada del centro de la urbe utilizando, vamos a llamarlo, este “ancho de banda”. Hoy se ven los increíbles gigantes de cuatro ruedas en cualquier arteria de Barcelona. En poblaciones urbanas periféricas con altos niveles de renta, como Sant Cugat, también proliferan.

Se sabe que en Madrid, la capital financiera del estado, el delirio por la exhibición de automóviles de precios prohibitivos, grandes, de gama alta, es mayor que en la ciudad condal, y ha sido una ‘moda’ en alza hasta llegar a pleno siglo XXI. La brutal y despilfarradora estructura urbana de Madrid con infinidad de viviendas diseminadas en el extrarradio obliga a disponer de varios vehículos por casa o familia. En las renombradas urbanizaciones madrileñas, hay auténticos festivales de Ferraris, Porsches, Aston-Martin, BMWs, etc.

Para rematar este panorama inquietante, estando como estamos justo en el momento medioambiental más delicado del planeta, y en el del peor estado de la contaminación de Barcelona y de Madrid –lo que nos afecta directísimamente-, viene algo peor. A la cazurrería ecológica local, a la inactividad y las mentiras de nuestras autoridades locales, a esta enfermedad nuestra, a esta pérfida y contumaz idiosincrasia, le acaba de salir un aliado inesperado –es cierto–: el éxito popular de las carreras de Fórmula 1. Gracias a la eclosión de una figura excepcional como Fernando Alonso en los últimos años –posiblemente uno de los mejores pilotos de automóviles de todos los tiempos–, España ha ingresado definitivamente en la zona más estúpida del mapa de las civilizaciones.

¿Porqué los españoles tienen una suerte tan funesta? ¿Es algo hegeliano, spengleriano o irremediable? ¿Porqué demonios Alonso no pudo aparecer en la década de los 60 o los 70 o los 80, como todo el mundo, al lado de ases del volante como Jim Clark, Jackie Stewart o Ayrton Sena? Justo en el momento medioambientalmente más comprometido del planeta (hoy, aquí, y crónicamente en Barcelona y en Madrid), justo ahora nos aparece la figura automovilística genial entre el vecindario… ¡Qué sinsentido histórico, qué desgarradora herramienta de contrapropaganda! ¡El auge de los coches, en el instante menos oportuno! ¡Qué mala potra! (con perdón).

Al hilo de esta fina idea, véase la carta dirigida por un ciudadano sensato (Antonio Cánaves) al director de un diario de gran circulación (El País), publicada ya en Marzo de 2007, sobre los automóviles en concreto. Dice:

“El automóvil es el mayor despilfarro de energía que existe, ya que tiene que mover dos toneladas de chatarra para transportar a una persona que sólo pesa entre 60 y 80 kilos. Sería un éxito de planificación reducir la venta de automóviles, para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero no únicamente por su uso, sino por el proceso de su fabricación, que representa el 25% de la energía que consumirá: extracción de materias primas de minas o canteras a cielo abierto, transporte de las mismas, transformación en grandes hornos, procesamiento en la industria siderometalúrgica, fabricación de los miles de componentes y accesorios, distribución de los mismos por todo el mundo, fábricas de montaje, distribución de los diferentes modelos por todo el mundo… A todo ello hay que sumar los costes ambientales de toda la infraestructura del combustible.

La infraestructura que necesita el coche para su fabricación, mantenimiento y consumo, desde el origen de las materias primas hasta su desguace, puede suponer el 80% de las emisiones de los países con alta motorización.

Lo preocupante es que cada año (el artículo data de 2007, ahora las cifras son mayores) se venden 70 millones de coches, que hay que sumar a las emisiones de los 800 millones de automóviles que circulan actualmente por el mundo. Esto sólo es una brisa de lo que puede acontecer si los países menos desarrollados copian nuestro modelo de vida; sólo con que China y la India lo hagan, representará 2.000 millones más de coches echando gases.

Espabilen, la solución es sencilla y el tiempo apremia. Pueden empezar por limitar la propaganda del instrumento más peligroso que la humanidad haya inventado jamás y que todos los años mata en el mundo a 1,2 millones de personas…”

Uno aún diría más: ¿porqué no empezar esta lucha ante el despilfarro y la contaminación, insoportable ya, con los impuestos, o con los peajes urbanos? Los malos de la película son fáciles de identificar: el abrumador Hummer, el cínico Cayenne o los Range Rover (¿todoterrenos de lujo para circular por autopista?), los Touareg, el Pathfinder de Nissan, los brutales pickups de Ford que parecen que van a cargar balas de heno en la Plaza Cataluña, el enorme y absurdo semicamión Audi Q7, los semicamiones de la gama “alta” de BMW, todos los desproporcionados 4×4 estúpidamente circulando aún por el centro de la ciudad –con una sóla persona al volante– y jamás por un camino rural o en una explotación agrícola (donde al menos tendrían un poco de sentido), etc. etc.… ¿Qué coherencia hay en fomentar la bicicleta y dejar que estos inverosímiles automóviles serpenteen por las zonas más asfaltadas y más contaminadas de Barcelona?

[Palabra de Mono Blanco]

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Barcelona pusilánime

Después del nuevo pastel de Bohigas en el ‘Dhub’, edificio al que sus propios adeptos definen con el apelativo de “curioso” (todo lo más que puede obtenerse del juicio de un taxista sobre un edificio), después de ver levantarse irremediablemente este aguijón de muerte a lo que pudiera ser el futuro de la plaza de las Glorias, la conclusión es peor: la máquina de parir licencias municipales, el récord de la pusilanimidad oficial de Barcelona con los “trabajos de artista” en un ámbito tan importante como la Arquitectura, ha llegado a su cénit. El Dhub, la ‘grapadora’, o lo que sea, una vez construido, lo padeceremos durante siglos; no es lo mismo que el monumento de Francesc Macià en la Plaza Cataluña, o el de Francesc Cambó en el inicio de la Vía Layetana. Es letal, no podremos desembarazarnos de él en un golpe de piqueta.

Detengámosnos en un extracto del artículo que la historiadora del arte María del Mar Arnús ha escrito recientemente en El País (16-II-2011) sobre esta cándida, blandengue y malhadada liberalidad de Barcelona:

…La ciudad pide cambios y el PSC se ha propuesto debatir entre dos modos de enfocar el tema. Pero la federación socialista de Barcelona y su capitán Jordi Hereu no han hecho autocrítica de su gestión, en sobresalto continuo. El último disparate es la concesión del premio de Arquitectura y Urbanismo Ciutat de Barcelona al director de obras de la Sagrada Familia por el eco mediático que ha conseguido.

Hacía tiempo que no se oía mayor dislate que dar un premio a una obra que se ha saltado las leyes democráticas, hecha sin licencia y sin control de materiales y planos: a la buena de Dios, como si la Iglesia volviera a recuperar sus antiguas maneras de hacer. Y en un momento crucial en que están cerrando los buenos despachos de arquitectura y que está lleno el campo de jóvenes propuestas de arquitectos mucho más edificantes y válidas para los tiempos que corren. Con este premio se proclama el fin de la Barcelona que se había erigido en vanguardia de la Arquitectura. Ahora lo que se premia son los ecos mediáticos.

Jordi Hereu es un pusilánime rendido al poder: al de la Iglesia (visita del Papa y presencia constante en actos religiosos); al del dinero, dando licencias a constructores infames que no respetan el espacio público (La Rotonda, el Palau de la Música) ni la obra de arte (el entorno de Casa Batlló). Hereu se ha rendido ante la corrupción en Ciutat Vella, sacrificando a una concejal de primera categoría como Itziar González. Ha claudicado, finalmente, ante los caprichos de los vecinos (las pajarerías de La Rambla o los jardincillos descuidados frente a los huertos urbanos) y ha vendido la ciudad al turismo de ocasión en detrimento del ciudadano de a pie. Todo esto sin olvidar el estrepitoso fracaso de la reforma de la Diagonal…


[Palabra de Mono Blanco]

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La subida de la luz

(Enero 2011)

La subida de la factura eléctrica se parece mucho a la bajada de pantalones frente a Telefónica. La compañía ‘telco’ de referencia en España mantiene unas prestaciones y unos precios indignantes, comparados con los del resto del universo, una estafa que no cesa y que lastra la recuperación económica y estructural de este país, la cual habría de pivotar sobre la fluidez y la modernización de las comunicaciones digitales.

Y ahora, aun ignorándose todavía las ganancias de las eléctricas al cierre del ejercicio de 2010, sube el recibo de la luz como mínimo un 10%. Se han publicado los beneficios del pool de la electricidad en España en el primer semestre de 2010 (http://www.invertia.com/noticias/articulo-final.asp?idNoticia=2382759), los cuales -compruébese- no son moco de pavo, precisamente. ¿Hablamos de compañías al borde del colapso, o con problemas financieros, o con el agua al cuello, etc.? No. Las compañías eléctricas -tiene delito- también son cortejadas por los representantes de la política. Les acaban de regalar un incremento anunciado del 10% en las tarifas -ya veremos en qué queda-, cuando sólo los seis primeros meses de 2010 ganaron 4.524 millones de euros (!). Una cifra estratosférica; un dato obsceno, para qué mentir. Las referidas empresas -igual que Telefónica- son las niñas mimadas de la banca y de todos los parquets bursátiles de Europa, y del mundo; y sus CEO’s siguen ingresando unos sueldos que tumban de espaldas. Endesa acaba de fichar a José María Aznar por 200.000 euros anuales, según fuentes fidelignas (ver).

¿No habíamos quedado en que la privatización del sector energético -al margen de efectuarse en condiciones políticas bochornosas, por cierto, en parte con Aznar- fomentaría una sana competencia y que los precios, en consecuencia, iban a la baja?

¿Cómo es que un expresidente se forra -digámoslo con todas las letras-, mientras continúa el expolio general, al alza, de modo que una inmensa mayoría de ciudadanos no dice ni pío, ni protesta en la calle, ni cuelga pancartas en los balcones, etc.?

Ausencia increíble de quejas. Misterios del 2011…

[Palabra de Mono Blanco]

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Españoles, ¿sois idiotas?

La gente del norte peninsular suele ser directa, y a veces demasiado franca y echada “palante”, como quiere el tópico. En el artículo que se reproduce a continuación, extraído recientemente del diario on-line “Noticias de Navarra” (noticiasdenavarra.com), como valor de fondo desde luego aflora la contundencia, y sigue en la línea del encabezamiento acusativo de este mismo escrito, que copia el del original. En él, aparte de no mencionarse los cientos de miles de pasajeros que se quedaron en tierra con un palmo de narices (es decir, como… idiotas) en docenas de aeropuertos, y aparte de ignorar que el nóbel Saramago ha fallecido, hay afirmaciones e interrogaciones muy sutiles. Para empezar, el articulista declara su pasmo -y nosotros nos solidarizamos con él- ante la inconmensurable indulgencia de la sociedad española frente a los políticos.

(Diciembre 2010, Noticias de Navarra, Don Jesús Sanz Astigarraga) – Españoles, ¿sois idiotas?

…Hay un problema laboral con los controladores aéreos… y casi todos saltáis como energúmenos pidiendo el linchamiento de ese colectivo cuando el día anterior hacen otra reforma del sistema laboral más restrictiva, quitan los 420 euros de ayuda a 688.000 parados que están en la ruina, y anuncian cambios drásticos -a peor- en la ley de pensiones que afectan al 80% de la población, y nadie se indigna ni dice nada, ¿sois idiotas?

Apoyando al gobierno en contra de los controladores, estáis pidiendo a gritos que se apliquen medidas que quitan el derecho a la baja laboral, a los permisos retribuidos y a las horas sindicales, y estáis pidiendo que se puedan sacar militares a la calle, ¿sois idiotas?

Estáis leyendo que mintieron en los vuelos de la CIA, en el caso Couso, que gente del PP cobraba de la trama Gürtel, que hay políticos que cobran más de 230.000 euros al año, pero que nos cuestan más de 3 millones de euros, que la corrupción en la política no es excepción, sino norma, que ellos mismos se adjudican el derecho a cobrar la jubilación máxima con pocos años en las Cortes y a nosotros nos piden 35 de cotización, banqueros que consiguen del gobierno medidas duras contra los trabajadores y que tenían que estar en la cárcel por delitos demostrados de fraude fiscal, y no decís nada; os quitan dinero para dárselo a esa gente que cobra cientos de miles de euros año, especula con nuestro dinero, defrauda a Hacienda, y seguís callados, ¿sois idiotas?

Tenéis una monarquía que apoya a los poderosos, a EEUU, a Marruecos y a todo lo que huela a poder o dinero, hereditaria como en la Edad Media, ¿sois idiotas?

En Inglaterra o Francia o Italia, o en Grecia, o en otros países, los trabajadores y los jóvenes se manifiestan hasta violentamente para defenderse de esas manipulaciones, mientras en España no se mueve casi nadie, ¿sois idiotas?

Sabéis perfectamente quién es toda la gentuza de las revistas del corazón, futbolistas supermillonarios pero jamás escucháis a nadie como Saramago o Chomsky, u otros mil intelectuales veraces y comprometidos con vuestros problemas, ¿sois idiotas?…

Etc.


[Palabra de Mono Blanco]

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Vargas Llosa sobre Barcelona

“…De todos los años que he vivido en suelo español, recuerdo con fulgor los cinco que pasé en la querida Barcelona a comienzos de los años setenta. La dictadura de Franco estaba todavía en pie y aún fusilaba, pero era, sobre todo en el campo de la cultura, incapaz de mantener los controles de antaño. Se abrían rendijas y resquicios que la censura no alcanzaba a parchear y por ellas la sociedad española absorbía nuevas ideas, libros, corrientes de pensamiento y valores y formas artísticas hasta entonces prohibidos por subversivos. Ninguna ciudad aprovechó tanto y mejor que Barcelona este comienzo de apertura ni vivió una efervescencia semejante en todos los campos de las ideas y la creación. Se convirtió en la capital cultural de España, el lugar donde había que estar para respirar el anticipo de la libertad que se vendría. Y, en cierto modo, fue también la capital cultural de América Latina por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo. Para mí, aquellos fueron unos años inolvidables de compañerismo, amistad, conspiraciones y fecundo trabajo intelectual. Igual que antes París, Barcelona fue una Torre de Babel, una ciudad cosmopolita y universal, donde era estimulante vivir y trabajar, y donde, por primera vez desde los tiempos de la guerra civil, escritores españoles y latinoamericanos se mezclaron y fraternizaron, reconociéndose dueños de una misma tradición y aliados en una empresa común y una certeza: que el final de la dictadura era inminente y que en la España democrática la cultura sería la protagonista principal…”

(fragmento del discurso de aceptación del premio Nóbel de Literatura por Mario Vargas Llosa – Estocolmo, 2010)

[Palabra de Mono Blanco]

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Oda a la Moto

La primera motocicleta se fabricó en el verano de 1885; por tanto, en 2010 -hito en los éxitos del motociclismo hispano- se han cumplido 125 años del nacimiento del invento. Una de las travesuras del ingeniero Gottlieb Daimler (1834-1900) fue sembrar el pánico por el tranquilo valle del Neckar -Alemania- a lomos de una bicicleta dotada de motor de explosión, por aquellas fechas. Al año siguiente (1886) el mismo personaje ratoneaba a bordo de su Victoria movida por petróleo, mientras los locomóviles de Serpollet y el marqués de Dion iban todavía peor… perdón, iban todavía a vapor.

Victorias y motocicletas se juntan, y la mente se va enseguida al campeón de la llamada categoría “reina” de las competiciones, es decir, 125 años después del primer golpe de gas a mano: el mallorquín Jorge Lorenzo, quien confiesa en una entrevista actual -sin pelos en la lengua- no saber nada realmente de motores; ni siquiera conoce la distinción mecánica entre un motor de cuatro tiempos y un motor de dos tiempos.

La ignorancia de la moto duró bastante, aunque no a este nivel (supino). En el período de entreguerras europeo el invento de las dos ruedas había de convertirse, con y sin sidecar, en el vehículo preferido de los deportistas, pero tardó cierto tiempo en ser asunto meritorio para escritores, pintores o músicos. A la moto no le hicieron mayor caso cubistas, dadaístas, surrealistas, ni futuristas, si exceptuamos el caso de Bernanos –polifacético– , quien caracoleaba por las calles de París allá por los años 30 del pasado siglo con su petardeante máquina roja. ¡Georges Bernanos! El ensayista, novelista y dramaturgo (1888-1948) tuvo un accidente que casi le costó la vida, un dato que recuerda otro episodio cierto, y con consecuencias nefastas: el accidente que padeció el legendario Lawrence de Arabia en su última excursión por el desierto, cuando cambió el camello por una Brough Superior SS100.

Estaban por llegar “el hombre sin atributos” de Robert Musil, los “poveri amanti” de Patrolini y los “ragazzi di vita” de Pasolini, con sus motos culebreando por diversos escenarios. Luego vino “La motocicleta” de Mandiargues, los teddy-boys, y las Harley-Davidson de los Hell’s Angels norteamericanos retratados en el cine: una horda que en Europa ha sufrido una verdadera mutación; los jinetes de las Harley son –aquí, hoy– cándidos padres de familia barrigones con cadenitas y botines de fin de semana.

Históricamente, y respecto a la motocicleta, las letras hispanas siempre han reaccionado con alegría, han engranado todas las marchas, por así decirlo, y no hablamos de la efusión periodística de páginas y páginas celebrando triunfos recientes de motoristas. Sirva decir que, ya en el remoto 1901, el narrador uruguayo Horacio Quiroga Forteza (1878-1937), a la sazón gran ciclista, en su “Diario de viaje a París” relataba sus experiencias memorables, novedosas, entusiastas, aupado a lomos de un “bicho a petróleo que alcanzaba colosales velocidades”. Rebuscando en el pasado -pues hay mucho material- aparece también un académico y catedrático de Lógica, el madrileño Leopoldo Eulogio Palacios (1912-1981), quien honró así a la moto, en castellano:

“Bruto de acero que el cerebro humano,
en el vaso del sueño,
pergeñó como nuevo Clavileño
para alcanzar el horizonte arcano:
Déjate acelerar bajo mi pulso,
Y transmitir tu impulso
a las llantas inquietas
que el ingeniero brinda a los poetas”.

[Palabra de Mono Blanco]

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El Mono Blanco y el voto en blanco

El ciudadano hoy vota tapándose la nariz, por decirlo de alguna manera -no está nada convencido acerca de quién debe gobernar-, y puede tener muy claro, en cambio, quién no quiere en absoluto que gobierne. El estudioso J. R. Capella dejó escrita en una propuesta hace años la solución del problema personal del ciudadano ante las ganas irreprimibles de votar en blanco, tan presentes en el ambiente –catalán en este caso– , o incluso ante el deseo intensísimo de saltarse el rito del sufragio. Decía J. R. Capella que, con el sistema que se describe a continuación, el ciudadano se sentiría de nuevo atraído por expresar su voluntad y por participar en la vida colectiva y cívica, no tanto para manifestar una confianza no sostenida, sino para subrayar un temor –o un horror– aparentemente fundado.

El método era el siguiente, y está inspirado en los sistemas estrictamente democráticos de las órdenes monásticas medievales. Se trataría de que los ciudadanos pudieran optar entre votar a favor de una de las listas electorales presentadas, o votar en contra de una de ellas. Que pudieran optar entre votar y vetar a una sola de las opciones presentadas. Para ello, bastaría introducir en el sobre de la votación una lista tachada; y en el escrutinio deducir los votos negativos o vetos a cada formación de los votos afirmativos, distribuyéndose los escaños según el total de los votos emitidos.

Así los partidos políticos –argumentaba J. R. Capella– experimentarían a corto plazo un fuerte impulso para mejorar: tendrían que calibrar mejor su discurso público no ya para ganar votos, sino simplemente para no suscitar temores; tendrían que explicar mejor sus incumplimientos y sus errores, y evitar las políticas no anunciadas, las que llegan al gobierno por no haber entrado en el debate pre-electoral. Con este arreglo de perogrullo, el elector que se sintiera traicionado podría optar entre votar a otro partido o castigar al que en el pasado le sorprendió en su buena fe, etc.

Este minúsculo cambio del sistema electoral no tendría prácticamente costes. Sería muy fácil y económico de aplicar, en opinión del autor de la sugerencia.

Pues bien, sabemos que es cierto: sería facilísimo. Pero la realidad es terriblemente estúpida, y los políticos jamás dejarán que prospere tamaña afrenta a su ecosistema, no van a permitir que se dinamite el dispositivo tan perfectamente retratado, por otra parte, por Xavier Roig en su exitoso libro “La dictadura de la incompetencia” (Ed. La Campana). Por eso, y ya que se acercan las elecciones de todas formas, e irremediablemente, vamos a recordar aquí cómo votar en blanco de manera útil, y en este sentido “El Mono Blanco” se complace en parafrasear ahora otro artículo de prensa, muy reciente, del académico Norberto Bilbeny, sobre cómo votar en blanco, pero de manera operativa, efectiva, de modo que tenga alguna consecuencia práctica. Explica Bilbeny:

Un voto en blanco es, o bien el sobre vacío, o bien aquella papeleta cuya cabecera dice “Voto en blanco”. Pero sólo esto último es computable y se traduce en escaños. Lo primero, no. No tiene eficacia. La papeleta del partido blanco consigue, si suma, asientos vacíos en las cámaras. Pero no para hacer política. El representante en blanco ha de ser consecuente con el significado del voto que representa y comprometerse, en su programa y durante la campaña, a no ocupar ningún escaño, no cobrar por tener el acta de diputado o diputada, y no beneficiarse de ningún privilegio por ser representante político. Tiene acta y escaño, si bien este permanece desocupado. El asiento está ahí, vacío, entre odiado y codiciado por el resto del hemiciclo, pero como visible señal de lo que piensa una parte de la ciudadanía…

…Por definición, el voto en blanco se prevé excepcional. Pero no es por ello testimonial. Puede ser útil. Al menos computa y habla más claro que la abstención, que no habla. No es un voto mudo, ni se puede decir que sea un voto ‘freaky’… (28-X-2010, Norbert Bilbeny, La Vanguardia)


[Palabra de Mono Blanco]

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No hay premios Nóbel alternativos en política

Porque si existieran, se los darían a nuestros políticos.

Para ganar un IgNobel, el famoso premio Nobel alternativo (http://improbable.com/ig/winners/), no basta con tener una idea disparatada, hay que trabajar en ella, investigarla a fondo, como hacen los políticos catalanes. Este año de 2010 –informaba desde Boston el diario El País– destacan en el palmarés un estudio que afirma demostrar que La felación entre los vampiros de la fruta prolonga su tiempo de cópula (galardón en Biología) y un método para limpiar los mocos a las ballenas mediante un helicóptero de control remoto (Ingeniería). En este escenario no podía faltar este año una distinción (la de Economía) para los banqueros, incluidos los de Lehman Brothers, por “crear y estimular nuevas vías de invertir dinero, vías que maximizan las ganancias y minimizan los riesgos financieros en la economía mundial, o para una parte de la misma”, como indica el acta de premios.

Los IgNobel, que celebran su 20 edición, se conceden anualmente por la revista Anales de Investigación Improbable y se entregan en prestigiosa Universidad de Harvard (EE UU) en una ceremonia llena de bromas. El objetivo es “honrar los logros que hacen que la gente primero se ría y luego piense”, dice el padre de la idea, Marc Abrahams, quien al menos podría inspirar -en este punto- a los Montilla, Mas, Carods, Hereus, etc. Pero no a los del Polonia; a los de verdad. Lástima que en Harvard no entreguen copas ni trofeos en el apartado ‘Política’. Nos los llevaríamos.

Por cierto, cinco premios Nobel de verdad -de los de Estocolmo y Oslo- han participado este año en el espectáculo, y se han conchabado con los distinguidos en el IgNobel, quienes, obviamente, han acudido a la gala a desternillarse de sí mismos.

He aquí el palmarés de 2010. Además de los vampiros (a un grupo chino-británico), las ballenas (investigadores de México y Reino Unido) y los banqueros, ha recibido el IgNobel 2010 en Medicina un científico holandés por descubrir que los síntomas del asma se pueden tratar montando en una montaña rusa. El de Transporte destaca el uso de un moho mucilaginoso para determinar las rutas óptimas del trazado de la red ferroviaria, y va a un equipo británico-japonés: el Ayuntamiento de Barcelona debería contratarlos para dirimir de una vez la polémica del trazado del AVE bajo la Sagrada Familia…

El galardón de Física honra a unos neozelandeses por la demostración de que en invierno, al caminar por senderos helados, la gente resbala y se cae menos si llevan los calcetines por fuera de su calzado. El de la Paz se lo llevan unos británicos por confirmar la creencia generalizada de que maldecir alivia el dolor. El de Salud Pública destaca a unos estadounidenses que han determinado experimentalmente la escalada de los microbios por la barba de científicos que la llevan, y el de Química trata de la obsoleta creencia de que el agua y el aceite no se mezclan, yendo lógicamente a un grupo de EE UU dedicado a modelizar fugas de pozos petrolíferos. El Nóbel Ig de Salud Pública del año pasado fue muy comentado: lo ganó una doctora que inventó la manera de transformar su sostén de mujer en dos mascarillas anticontaminación, una para la dueña de la prenda (que la perdía), y otra para cualquier ciudadano próximo con problemas respiratorios.

El IgNobel de Gestión de 2010 se ha cebado en unos italianos que han demostrado matemáticamente que las organizaciones serían más eficaces si promocionaran a sus empleados al azar.

Volviendo a la política: ¡menudo descubrimiento!

[Palabra de Mono Blanco]

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Hábito del agrimensor

Un hombre va a medir un campo donde se cultivan hortalizas. Y resulta que -nada más llega- el campo se convierte en un ‘solar’ por arte de magia, cambio de denominación aparentemente inocuo, si se puede expresar así. Poco después llaman al lugar ‘parcela’. Dicha parcela es aún medible como superficie en metros cuadrados, no como volumen, y menos como volumen de negocios, aunque esto último llega por sí solo, dado que el agrimensor conoce su oficio (hecho con vara, cinta o maquinita de ultrasonidos) y se abstiene de efectuar ningun trabajo que no sea por cuenta propia. Y entonces aparece el catastro, una red mucho más antigua que Internet. El catastro es una red geométrica de propiedades por la que cruzan carreteras, vías de tren y aeropuertos, que otorga una especie de patente de corso. El catastro es neutral, pero curiosamente, al cabo de unos veranos, legalmente la parcela deja de ser mensurable y rebasa la ciencia de la medición -nacida en la época de los egipcios-. El hombre se va. El campo a medir se ha transmutado de iure y de facto en chalets adosados intangibles, pues el “activo” (nuevo nombre) se ha metamorfoseado en viviendas pareadas, cada una con tres plantas, solarium y jardín.

Posteriormente hay un cambio de titularidad, y los inmuebles se derriban, con lo que los dueños unipersonales desaparecen -y con ellos las responsabilidades-, de modo que sigue flotando por la zona, ahora llena de zanjas, la magia inicial. Se constituye una sociedad, una sociedad anónima que asume el coste del bloque de apartamentos subsiguiente, enorme y bien cimentado, con lo cual, si se piensa, continua la magia; pues ¿alguien anónimo puede erigir algo tan “concreto”? (esta palabra asume su acepción anglosajona: hormigón armado). Gracias a una recalificación urbanística, of course: pasito de paloma, vuelo de águila. Ciertos políticos finalmente llegan al gobierno, y gracias a un crítico de arquitectura que tilda de “búnker” y antidemocrático lo que hay, en un abrir y cerrar de ojos consiguen tirarlo abajo, y levantar un rascacielos en tiempo récord, en las mismas coordenadas GPS del campo del principio, pues las estrategias constructivas han avanzado una barbaridad.

¿Qué ha pasado, mientras, con el buen agrimensor, heredero de un oficio que los egipcios practicaban para “recalificar” el cauce del Nilo ante sus subidas periódicas? Pues que se ha jubilado, y decide un día ir a comer con su mujer al restaurante panorámico de la cima del coloso, no en vano costeado en parte por el Ayuntamiento y sus técnicos de management. El ex-agrimensor repite para sí, con obsesión neurótica: todos los ciudadanos formamos parte de la comunidad, y hemos pagado el quíntuple de lo presupuestado en el caso del rascacielos. El restaurante-atalaya es brutal gracias a nuestros impuestos y es famoso en la comarca. ¿Porqué no probar sus productos vegetarianos u hortofrutícolas, licuados y presurizados, muy caros, pero exclusivos y exquisitos? El diablo se regodearía en el pecado de la gula. La web dice que son un auténtico deleite.

Desde ahí arriba, después de mirar el plato vacío, el agrimensor se relaja, bosteza, medita, estira el cuello, y consigue divisar, muy lejanamente, a través del amplio ventanal, un campo remoto donde atisba hierba alta, vegetación desordenada, piedras, hileras de árboles, a lo mejor viñas… ¿Aún posible? La cuerda de su memoria se alarga, pero la billetera está vacía… El vino -malo, pero aparentemente bueno- se le ha subido a la cabeza.

[Palabra de Mono Blanco]

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La fórmula valenciana

En el verosímil año de 1985 (el 10 de noviembre) Baltasar Porcel escribió en un diario una denominada “Crónica Familiar”. Era un retrato despiadado de la Roma imperial, en el que el escritor mallorquín describía de manera divulgativa –buena sinopsis, tratándose de Porcel- las innumerables crueldades, tropelías y fantochadas de los emperadores Nerón, Calígula, Claudio, etc. Se trataba de un relato breve que condensaba las hazañas de la llamada familia Julia Claudia, protagonista de una era donde, como se sabe, alcanzó todo su apogeo el principio de “panem et circenses”. El autor del articulito, desde luego, a pesar de las enormes distancias en el tiempo, sugería más de una semejanza con la realidad de nuestro país en los ochenta.

Las bajezas de los héroes históricos del texto mencionado y la altura aparente del imperio quedaban en paralelo, efectivamente. Este recurso tan sencillo, contrastar la desfatachez, impunidad y perversidad de determinadas criaturas humanas con la magnitud de sus celebraciones, trofeos y autocondecoraciones (incluyendo trajes, carreras de coches o monumentos arquitectónicos) es uno de los atractivos -ancestrales- de la siguiente fotografía literaria, certera, altamente precisa, de la Comunidad Valenciana hoy.

Veamos cómo el escritor y periodista Adalberto Muñoz “la clava”, como se dice popularmente.

La fórmula valenciana (El País, 31-VII-2010, Adalberto Muñoz)

Meninfot es como se conoce en Valencia a quien todo se le da una higa. Palabra ad hoc que bien puede aplicarse a la izquierda valenciana y su base ciudadana, sumidas desde hace lustros en la sima de una perpetua oposición. Secas como el cauce del río Turia.

Mientras la izquierda de la ciudad de Valencia, y del País Valenciano en general, es más bien meninfot, la derecha se dedica a sus negocios, privados y/o públicos. Algunos, como Terra Mítica, parque temático ubicado en un secarral, pierden millones con alegre despreocupación. Otros, como la visita del Papa en 2007, han supuesto el despilfarro de 84 millones de euros del erario público.

La punta de lanza de la actual derecha política valenciana es la burguesía agraria que llegó desde las comarcas a las ciudades con el talante de un llauro (labrador) a lo Paco Martínez Soria. Se mudaron con su subcultura y son los que hoy mandan.

La progresía, entre tanto, lleva años mesándose los cabellos sin entender cómo el AVE de la historia puede ir para atrás, pues en menos que canta un gallo se pasó de celebrar que la ciudad de Valencia había sido capital de la II República en su etapa postrera a fastos papales y marianas procesiones dignas de una superproducción de Cecil B. de Mille.

Fuera de aquí la gente se pregunta: ¿cómo es posible que el PP valenciano lleve 19 años seguidos sin perder las elecciones autonómicas y municipales? ¿Ha cambiado algo desde que se reventara ese forúnculo de merendones que es el caso Gürtel? ¿Son los votantes de Castellón inmunes el caso Fabra y los de Alicante inmunes al caso Ripoll? ¿Cómo es posible que, pese a todo lo que se sabe de Paco Camps, tantos de sus votantes le estén agradecidos por la oportunidad que les ha brindado de asarse al sol los domingos en las gradas sin techado del puerto para disfrutar de la fórmula 1 y de Fernando Alonso en acción?

Los socialistas valencianos ven cómo siempre les adelanta un PP de tono chulesco, que aprendió el inestimable valor político del golpe de efecto, los fuegos artificiales tan queridos en las tierras valencianas. El populismo político valenciano del siglo XXI es una mascletá, como las risotadas de la alcaldesa Rita Barberá ante las acusaciones de que El Bigotes le compró el bolso. La edil exhibe una mueca a lo Millán Astray, y con la cabeza echada hacia atrás, parece decir: “Da igual lo que penséis, de aquí no nos moveremos”.

Todo comenzó a torcerse para la izquierda a finales de los 80 cuando el conocido popularmente como búnker barraqueta comenzó a avivar el anticatalanismo y fabricó de la nada un monstruo secesionista, el blaverismo, que logró divorciar este país perplejo de sus primos naturales del norte. Apareció una caricatura salida de un sainete de Bernat i Baldoví llamado Vicente González Lizondo para enarbolar el pendón anticatalán y con un remake del Vivan las caenas y otro del Muera la inteligencia, el blaverismo empezó a subir como la espuma.

La burguesía urbana ilustrada fue acorralada por una clase venida del campo y extremadamente conservadora. Al principio, el PP sudó tinta para frenar el populismo de los blaveros, pero luego llegó el llamado Pacto del Pollo que disolvió Unión Valenciana en las filas del PP. Lo que catapultó a Rita Barberá a la alcaldía de Valencia en 1991, y ahí sigue.

Empezó la larga marcha por el desierto de la izquierda del País Valenciano. Muerto Joan Fuster, diluidos los periódicos impulsados por la burguesía urbana progresista como Diario de Valencia, situada en la marginación la izquierda nacionalista (Acciò Cultural), el terreno estaba libre para el peor de los escenarios posibles: un urbanismo salvaje impulsado por la derecha ruralota. Hoy la destrucción del litoral valenciano es tal que Benidorm es casi un parque ecológico. Entre 1997 y 2006 se construyeron en el país perplejo 750.000 viviendas, lo que supuso la desaparición de 180 millones de metros cuadrados de suelo rústico. Y esta insaciable clase dominante barrunta ya, con el beneplácito de Paco Camps y su Consell, unos planes de ordenación del territorio que suponen añadir 718.000 viviendas en tan solo 57 municipios. Se expande la pesadilla a lo Mad Max.

Los socialistas valencianos también tienen su responsabilidad. Gobernaron la ciudad y la comunidad a finales de los setenta y comienzos de los ochenta y tomaron algunas decisiones relacionadas con la actual situación. La más vistosa fue el modelo de la televisión pública autonómica: el actual híbrido entre ramplonería folclórica y desfachatez partidista nació con ellos. Bajo mandato socialista, Canal Nou fue diseñado como una botiga para marujas a fin de no enfadar a los blaveros.

Valencia no siempre fue así. El historiador Ramiro Reig escribe que en los primeros lustros del siglo XX, durante la Feria de Julio, el pueblo pedía a la banda municipal que tocara La Marsellesa, y que el Viernes Santo los concejales republicanos paseaban en tartana por la ciudad contra la orden que lo prohibía. Valencia era laica, liberal y progresista hasta el punto de que en las elecciones de abril de 1931 la candidatura de Alianza Republicana alcanzó porcentajes superiores al 75% en los distritos populares.

Pero la Valencia de hoy continúa seca como el Turia bajo el cruel sol de julio. Ni siquiera parece interesada en recuperar su espíritu extraviado.


[Palabra de Mono Blanco]

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¿Qué le deben los políticos a Telefónica?

(Junio 2010)

La deuda actual de Telefónica es bochornosa, y su cuantía es más importante que el escándalo de la privatización de esta empresa en 1997: recordemos el regalo político histórico ante el que nadie se rasgó las vestiduras, incomprensible; propio de un país bananero o de una república soviética. Tampoco nadie dijo nada cuando, años después, el principal beneficiario del golpe de mano más vergonzoso de la joven democracia española voló a Miami con un maletín repleto de millones como indemnización a su “gestión”. Se le había rendido -llaves en mano- la compañía de telecomunicaciones del estado, sufragada por varias generaciones de ciudadanos, a él y a su círculo de financieros. Villalonga, tras el desastre de unas inversiones (Endemol, Terra…) bastante estúpidas -pagadas con billetes hasta hacía poco públicos- se fue forrado, con un montón de dinero. Aquí nadie dijo ni pío, incluido el fiscal general, el defensor del pueblo, o incluso los políticos más despistados, quienes seguramente pensaron que era divertido viajar a México porque se escribía con “equis” (como dijo Valle-Inclán).

Telefónica opera en España desde entonces en régimen de cuasi-monopolio, con tarifas, velocidades y prestaciones que han sido denunciadas por los propios comisarios europeos en diferentes ocasiones, al ser las más abusivas del mundo. Las otras compañías “telcos” privatizadas en diversos países (France Telecom, Deutsche Telecom, etc.), en sus respectivos ámbitos compiten ahora en igualdad de condiciones con empresas surgidas a raíz de la liberalización de las telecomunicaciones en Europa. En cambio, Telefónica mantiene un porcentaje burdo del mercado español que supera el 80%, lo que es inaudito. Como consecuencia, las firmas alternativas que compiten en la piel de toro (Vodafone, Orange…) lo hacen -claro- banderilleadas, sangradas al máximo, evidentemente sin poder rebajar los precios de su picador de referencia.

Y ahora viene lo mejor. Sucede que ante el panorama de la crisis, el Sr. Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, está dispuesto hoy -a partir de bancos que se le supeditan- a darle un empujoncillo ‘público’ a Telefónica de unos 7.000 millones del ala. Tal préstamo será para que Telefónica pueda adquirir la empresa VIVO de Brasil, del ramo; en vez de que esos 7.000 millones de euros se inviertan aquí en España en economía real. Nuestros ilustres políticos, Zapatero o Rajoy (tanto monta, monta tanto) miran a la luna cuando se les recuerda que Telefónica es la empresa más endeudada del Ibex 35, con una deuda oficial (Marzo de 2010) de 45.000 millones de euros, o sea que, si le prestan esa cantidad aún lo estará más.

Algún analista de prensa (bendito) ha insinuado por lo bajines que es obligación del Banco de España y del Estado controlar esa deuda estratosférica, porque Telefónica -a fin de cuentas- es una empresa que presta un servicio vital como son las telecomunicaciones y que, a pesar de ser privada -y usurera-, es demasiado grande para caer. Añade que todo es posible en este maravilloso mundo de los mercados, y que igual tenemos que salvarla entre todos, como está ocurriendo con las cajas…

[Palabra de Mono Blanco]

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