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Políticas de reciclaje

(Abril 2009)

Es evidente que el funcionariado, la estructura administrativa de un Estado opera, separándose netamente del poder ejecutivo, como un quinto poder no diseñado por Montesquieu en “El Espíritu de las Leyes” (tampoco previó el cuarto, la prensa). Robert Musil ya dijo que en la sociedad de masas dos instancias tienden a ocupar el lugar de la ideología: una es el periodismo; la otra es la burocracia. Lo característico de la burocracia no es cómo se propaga, sino la manera de retroalimentarse con otro estamento inquietante en el sentido del autoprovecho: los representantes políticos. De aquí vienen las 180 páginas que el autor Xavier Roig dedica al creciente poder de los empleados públicos, en su nuevo libro “La Dictadura de la Incompetencia” (Ed. La Campana, Barcelona 2009).

Pese a la espartana presentación y su nula publicidad, la obra es un superventas en Cataluña.

Después de una vida laboral en la empresa privada, Xavier Roig se ha desahogado con un libro sobre una casta que es una costra, la cual, en efecto, se autoregenera de una manera muy especial, gracias al subvencionismo en boga, las comisiones por doquier y la porosidad de los partidos ante los puestos vacantes públicos. En este sentido, Roig habla de las políticas del “reciclado”. Un círculo vicioso que gangrena la vida pública hasta el punto en que los ciudadanos se convierten en autómatas al estilo del mejor Kafka (El Proceso, El Castillo). Montado sobre el mero funcionariado de ventanilla, el sistema es orgánico y halla su máximo exponente en el político y el parlamentario. Que éstos hacen las leyes a su medida y para protegerse lo prueban las escalofriantes cifras que ha investigado Xavier Roig: en su libro muestra que únicamente el 28% de los parlamentarios españoles provienen del sector privado (!!); el 32% en el caso catalán. Es decir, que cuando desalojan cíclicamente sus butacas (en la Carrera de San Jerónimo y en el Parque de la Ciudadela, respectivamente) estos individuos regresarán tan ricamente a sus puestos de funcionarios. Y aquí no ha pasado nada. No corren riesgos, no compiten por el pan de cada día como el resto de los mortales. Además, por ser mayoría en el Parlamento legislan para perpetuar el corralito al que pertenecen, ya sea judicial, sanitario, educativo, o del ámbito que sea. “Defienden sus privilegios corporativos y sus intereses, y no los de quienes les han votado”, dice Roig en tono didáctico, a pesar de la magnitud de la tragedia. “Si el principal colectivo de un Parlamento es mínimamente propenso al riesgo, cuando sus señorías constituyen una bolsa de gente que no ha tenido que competir nunca, y que no vive en cierta tensión como las personas que les mantienen, entonces nos encontramos con un dispositivo obsoleto, corrupto e ineficaz, icono de una sociedad rendida y desvalorizada… un ejército sin armas para luchar ante los grandes desafíos actuales”.

[Palabra de Mono Blanco]

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