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Spain is different: el caso de ‘El Camaleón’

(Abril 2010)

Con Samaranch está ocurriendo algo parecido a lo de Garzón, es decir, que tenemos a toda la prensa extranjera alucinando con lo que pasa debajo de los Pirineos (coletazos del franquismo sometiendo al poder judicial, en el caso del magistrado: el poder que Simone Weil priorizaba sobre el ejecutivo y el legislativo).

El óbito del anciano Juan Antonio Samaranch, apodado ‘El Camaleón’ por sus allegados, ha suscitado por una parte una oleada de admiración necrológica en España, singularmente en Barcelona, y, por otra, una retahíla de artículos hostiles en el resto del universo. Publicaciones y entidades de alcance mundial y nada sospechosas como The Times, L’Express, la BBC, Le Monde, The New York Times, La Stampa, The Wall Street Journal, y un largo etcétera, no habían salido todavía de su pasmo ante el numerito del Tribunal Supremo hispánico (procesando a Garzón), cuando, en efecto, dichos medios han tenido que afrontar otra cosa: la locura de las esquelas aparecidas en la prensa y los medios en España sobre el ex-presidente del COI fallecido; según las glosas de aquí, un santo.

Para los de allá, es curioso, nada de hagiografías. O sea, escasísimas alabanzas; todo lo contrario. Samaranch era el tipo más corrupto del orbe, un fascista confeso, el individuo más arrogante que ha existido desde los zares, entregado al lujo y al derroche a costa del dinero de la comunidad internacional, recaptador de prebendas de toda índole, reo de cooptación y de nepotismo evidente (nombró a su hijo en el COI), forjador de una fortuna inmensa en Suiza gracias a sus cargos públicos y a la manipulación interesada del deporte, etc.

Lo dicen los siguientes links

– The Times

– L’Express

– BBC news

– Le Monde (I)

– Le Monde (2)

– The New York Times

– La Stampa

– The Sidney Morning Herald

– Kurier

– The Wall Street Journal

Spain is different!

[Palabra de Mono Blanco]

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Una inmobiliaria de Núñez revienta un edificio histórico del Tibidabo

(Marzo 2010)

Estamos hartos. En esta ocasión le toca a La Rotonda, una simpática construcción de la parte alta de Barcelona coronada por una glorieta que da su tradicional fisonomía a la zona. La que había sido ha sido la casa de Salvador Andreu (el doctor Andreu) resulta que se convertirá en un brutal bloque de oficinas por gentileza de José Luis Núñez y Navarro. La Rotonda es un histórico edificio situado en la confluencia del paseo de Sant Gervasi con la avenida del Tibidabo, un emblema de la ciudad, el lugar exacto donde arranca el Tramvia Blau.

Hay una plataforma ciudadana con centenares de firmas contra la colmatación del volumen edificable, con todos los metros cúbicos posibles. Los vecinos, aterrados, estupefactos ante la amenaza de una transformación última y letal de lo que hasta ahora era un digno edificio -con diferentes utilidades a lo largo del tiempo-, creen que es un insulto a un enclave protegido del barrio, mientras el Ayuntamiento de Barcelona mantiene que todo está bien, que el expediente es legal y que, a la espera de un informe de ‘Patrimonio’ (nido de funcionarios indulgente con auténticas aberraciones), es de prever que la obra no tendrá problemas. El edificio se halla inscrito en el catálogo histórico-artístico, aunque los catálogos los publica ‘Patrimonio’, y, en cualquier caso, no es la primera vez que acepta engendros en sitios clave, perpetrados con la ayuda de la municipalidad bajo no se sabe qué pactos.

La Rotonda echó a andar como proyecto en 1900. Salvador Andreu quería construir una casita que acabó, en 1910, siendo una casona de tres plantas y jardín, obra del arquitecto Ruiz Casamitjana. El edificio fue reformado en los años 30 por Enric Sagnier, y luego en los 50 por un pariente suyo, arquitectos de aquella burguesía barcelonesa tan distinguida, volcados en construir lo que fuera, pero siempre -hay que confesarlo- con tacto y sentido de las proporciones. La reforma última se produjo en los 70, firmada por un tal J. Esteban, evidentemente más prosaico, y con objeto de adaptar el edificio a usos hospitalarios. La Rotonda se fue deteriorando progresivamente, y cayó en el abandono. Ahora, los ediles, en vez de invitar al rescate de este edificio-icono para afinar sus formas delicadas y elegantes, y vaciar el caos interno provocado por antiguos usos, apilados como un palimsesto, ahora, con alevosía, deja la iniciativa al buitre inmobiliario más voraz de Cataluña, que quiere obviamente rebañar la tostada embutiéndole ladrillos hasta el último rincón. El señor Núñez planea “transformar” la grácil Rotonda en 11.000 metros cuadrados puros y duros, es decir, en un edificio de oficinas con una volumetría máxima.

Esa edificabilidad –se excusa el Ayuntamiento– es el tope que permiten las normas urbanísticas. Como el edificio está catalogado, el promotor ha dispuesto volúmenes retranqueados en varias plantas, a la manera de la célebre ordenanza de Nueva York, para evitar el sobrevuelo de la altura de la fachada. “Una colmatación que tendrá un impacto de órdago”, sostiene la señora Àngels García, de la plataforma de vecinos.

El proyecto ha superado los controles pertinentes. Fue aprobado por el distrito de Sarrià-Sant Gervasi, que acotó en teoría las partes superiores del edificio, sin decir nada del estrangulamiento del antaño holgado patio interno, por el que respiraba el edificio. Esto y la sobreconstrucción “reventaire”, no quedan disimulados precisamente en la maqueta que aparece en la documentación del área de Urbanismo del Consistorio: los cuerpos superiores, inferiores, colaterales, periféricos, estratosféricos, etc., dan una apariencia bestial al mamotreto. Las recomendaciones de Sarrià fueron tenidas en cuenta, alegan en Urbanismo. El gerente del área, Ramon Messeguer, asegura que el proyecto se ajusta a la legalidad. “Es cierto, agota la edificabilidad, pero ello es legítimo. Opinen sobre si les gusta o no, nada más”, amonestaron a los periodistas.

Pues bien, nosotros opinamos que este abuso es un delito, y daña la firma de Alfredo Arribas, autor del hiperaprovechamiento, quien, como todos los arquitectos actuales, y siendo diplomáticos, seguramente va “curt de feina”. Para este artista (con trabajos premiados, experto en vinos y arquitectura japonesa), la lectura que hace la plataforma vecinal no tiene base. “Mi intervención enaltece la Rotonda, pues la edificabilidad se ordena de una manera suave y armoniosa” -afirma con aplomo, y sin revelar sus honorarios, directamente proporcionales a la rentabilidad explotada al límite. Que se callen los vecinos, insulsos, ignorantes y zopencos.

[Palabra de Mono Blanco]

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Porqué la gente vota al Partido Pirata

Peter Sloterdijk, filósofo y catedrático, ha desmontado con elegancia en su obra “Esferas III” la pretenciosidad de los arquitectos actuales. Éstos, inmunes al desastre medioambiental provocado en gran parte por la sobreconstrucción en el planeta, todavía hoy ignoran cualquier crítica que merme su inexplicable prestigio social. Escuelas de arquitectura avanzadas, como la famosa Graduate School of Design de la universidad de Harvard, hacen tímidos intentos por construir discursos alternativos para una disciplina –la arquitectura- que hoy, bajo un análisis mínimamente riguroso, se encuentra en los antípodas de la actualidad de la cultura, de la ciencia y de todo lo interesante que circula por las redes telemáticas. A los mandarines intelectuales del tocho (es decir, a aquellos que caciquean en las escuelas de arquitectura europeas, y especialmente en las españolas, llenas de funcionarios) les cuesta enormemente digerir conceptos más allá del diseño de pasteles y espacios “singulares” contratados por munícipes facinerosos, adscritos a un fetichismo de la forma y la geometría ante el que la colectividad se muestra indulgente.

Es insólito, pero los medios siguen encumbrando a esta ralea de presuntuosos y sus “logros” y “hallazgos” arquitectónicos.

La ciudad de Barcelona padece esta suerte de papanatismo, en parte por su afamada escuela de arquitectura de la Diagonal, una institución muerta desde hace decenios, pero sorprendentemente valorada en algunos círculos aún más estúpidos (o bien más perversos, o bien secretamente interesados en mantener una mafia internacional del diseño)

Sloterdijk mete el dedo en la llaga, y no sólo en la de los arquitectos, ayer miembros de la intelligentsia, y hoy cazurros del copón. También ha debatido drásticamente con su colega y paisano Jurgen Habermas sobre paradigmas biopolíticos y “bioéticos”, con una tesis que –en su momento, y como mínimo- dinamizó el gastado debate cultural. Asimismo, en una fecha tan lejana como 1983, Sloterdijk pergeñó una Crítica de la Razón Cínica que explica perfectamente el sentir del ciudadano medio actual frente a los políticos, y, en más de un sentido, el nacimiento y auge del autodenominado “Partido Pirata” contemporáneo.

¡Se necesita un partido así, centrado en el ámbito de la arquitectura y el diseño, idealmente con sede en Barcelona, en el 22@!. En Suecia y Alemania, desde luego, los Partidos Piratas se ven a sí mismos como una fuerza emergente en la escena política global. “En tan sólo 42 meses hemos registrado un intenso crecimiento”, afirmó hace poco el director de la asociación internacional de los partidos pirata. Hay ya 40 partidos pirata en el mundo, entre otros países, en Argentina, Perú, Brasil y España.

En Suecia el Piratpartiet alcanzó un 7,1 por ciento de los votos durante las pasadas elecciones al Parlamento Europeo el 7 de junio de 2009. Los 215.000 votos obtenidos en Suecia valieron a la formación obtener un escaño en la Eurocámara, que ocupa el ingeniero informático Christian Engström. En Alemania el éxito logrado por el Piratenpartei fue incluso mayor, al obtener 229.000 votos, cifras que se relativizaron debido al tamaño del país (0,9 por ciento de los votos), sin traducirse en otro escaño para su candidato; los resultados sin embargo, fueron excepcionales considerando que fue la primera vez que dicha formación participó en la campaña para ingresar al Parlamento Europeo.

El Partido Pirata -esencialmente antielitista- parece centrarse en la cuestión de los derechos de autor, y en la circulación libre de contenidos digitales, pero su ideario esconde más de una ironía grata y saludable en el desolado panorama europeo, éticamente devastado, y permanece abierto a cuestiones que incomodan grandemente a los políticos tradicionales. Pues bien, en el sentido de las muchas contradicciones que afectan al ciudadano actual -carne de cañón para los partidos políticos predominantes-, Francesc Torralba Roselló, de la Universidad Ramon Llull, ha escrito recientemente este artículo de prensa:

El antídoto al cinismo
(Francesc Torralba, El País 15/02/2010)

Desde que el filósofo alemán Peter Sløter-dijk publicara la Crítica de la razón cínica han pasado ya más de 25 años y, sin embargo, su profundo análisis de cinismo postmoderno sigue gozando de una extraordinaria vigencia. Esta obra, junto con la Teoría de la acción comunicativa (1981), de Jürgen Habermas, y El principio de responsabilidad (1977), de Hans Jonas, es, con mucha probabilidad, uno de los ensayos filosóficos más sugerentes del último tercio del pasado siglo.

En la obra, reeditada hace muy poco por Siruela, el polémico pensador distingue, con lucidez, el cinismo griego, cuyo máximo representante es Antístenes, del cinismo contemporáneo. En aquella escuela filosófica se adoraba al perro, se reivindicaba la vida natural, sin normas, ni convenciones, en plena harmonía con el Todo; se aspiraba a una existencia sobria, sin ornamentos, ni artificios; se anhelaba la autenticidad, lo cual nada tiene que ver con el cinismo difuso de la tan cacareada postmodernidad.

El cinismo postmoderno es una expresión del nihilismo. El cínico postmoderno ya no cree en nada, ni en la Patria, ni en la Revolución, ni en el Partido. Ha dejado de confiar en las grandes palabras. En su alma habita el más inquietante de los huéspedes: el nihilismo. Parte de la idea que todo lo sólido se desvanece en el aire, por lo cual, la lucha carece de sentido, como también la revolución.

El cínico es el último eslabón del criticismo, la consciencia desgraciada de la Ilustración, el gato escaldado por las ideologías. Como insinúa Peter Sløter-dijk, sólo se mueve por el instinto de autoconservación a corto plazo. Experimenta una cierta ternura frente al joven alternativo, al rebelde antiglobalización y al ecologista convencido; una suerte de piedad frente a los que sueñan que otro mundo es posible. Viene de vuelta de todo, pero, en el fondo le devora una melancolía que mantiene bajo control emocional. Es un conformista, lleva tatuada en su epidermis la mentalidad TINA (There is no alternative), pero aparenta creer en algo, da la impresión que tiene convicciones y, de hecho, sigue en el Partido, en la Iglesia o en la ONG de turno, pero sólo él sabe que ya no cree en nada más que en conservar su statu quo. El cinismo difuso es el gran mal a combatir, una especie de virus que campa a su aire por el mundo social y político.

El cínico se mira con indiferencia los avatares de la historia. No cree en el poder de la razón y experimenta pasivamente cómo se embrutecen las masas con los medios de comunicación audiovisual y cómo se atrofia la democracia. Sabe, en sus adentros, que el fracaso de la Ilustración que anunciaron los filósofos de la primera generación de la Escuela de Frankfurt, Theodor Adorno y Max Horkheimer, se ha hecho fatalmente realidad en la burbujeante sociedad postmoderna que, más que líquida -con perdón de Bauman-, parece pura gaseosa. Viendo cómo va el mundo desde el sofá de su casa, el cínico, víctima de una sobredosis de telebasura, se pregunta para qué ha servido la cultura de la crítica, la escuela de la sospecha, los grandes maestros pensadores.

Pregunté a mis alumnos cómo se detecta a un cínico; cómo curarse del cinismo, diagnosticarlo a tiempo y combatirlo. Me quedé sorprendido de sus respuestas. El cínico, por bueno que sea -decía uno-, es un texto camaleónico, que adopta la forma del contexto, un ser sin convicciones que manosea las grandes palabras para mantener su silla. Cuando uno contrasta su discurso público con su vida privada, aflora la incoherencia y el cínico aparece con luz meridiana.

El cinismo es una secreta forma de desesperación y de resentimiento contra toda forma de pensamiento alternativo. En la vida política está alcanzando tal magnitud que uno tiene que luchar firmemente contra su escepticismo para no tirar la toalla. Muchos jóvenes ya la han tirado. No se creen a los políticos cuando hablan y, sin embargo, están sedientos de referentes sociales, de arquetipos ejemplares, de razones por las que merezca la pena luchar. Tienen hambre de épica.

El cinismo genera desconfianza y desesperanza. Frente a él es necesario repetir una y otra vez que otro mundo es posible (y necesario). Contra el fatalismo histórico que anida en el alma del cínico, es esencial reivindicar el poder de la razón y de la participación, el principio esperanza del olvidado Ernst Bloch, la indignación frente al mal y las estructuras de injusticia que ahogan el mundo. Nos conviene recordar que toda realidad viene precedida por un sueño.

El cinismo es el fruto maduro del nihilismo finisecular. Friedrich Nietzsche lo predijo, pero no nos dio herramientas para liberarnos de él. Después del fracaso de las utopías, llegó el nihilismo y, con él, el cinismo. Pero, después del cinismo, ¿qué podemos esperar? Nadie lo sabe con certeza. Será necesario forjar nuevos horizontes de sentido, anclados en el conocimiento real del ser humano, pero con la memoria despierta, pues, de otro modo, podríamos tropezar, una vez más, con la misma piedra.


[Palabra de Mono Blanco]

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Cultura y economía

El liberalismo económico considera la cultura como un epifenómeno de la economía, como un terreno más sobre el cual deben ejercerse opciones estrictamente individuales (que el libre tráfico favorecerá o satisfacerá).

Perseguir fines con medios individuales -que el mercado fomenta y sobre los cuales (teóricamente) prospera-, no garantiza los mecanismos sociales necesarios para la consecución de dichos objetivos, y mucho menos los culturales. La libertad cultural es la capacidad de la sociedad para “satisfacer una de nuestras necesidades más fundamentales, el derecho a definir cuáles son justamente esas necesidades” (Comisión Mundial sobre Cultura y Desarrollo, 1996).

Hace ya muchas décadas que cada generación espera como algo natural mejorar su situación respecto de la anterior. No sorprende que se consideren la innovación y la creatividad con mayor fuerza. El crecimiento económico antes de 1800 era lento, errático y sometido a bruscos retrocesos. El anhelo del progreso era casi desconocido en las sociedades premodernas; los antiguos tendían a cultivar el recuerdo de una edad de oro mítica, y a admirar, o incluso a adorar, a sus antepasados. Las sociedades premodernas vivieron pues, bajo la inercia de la costumbre y de la tradición.

Estamos ahora en una época en que la atención pública duda del progreso “conseguido” y oscila violentamente entre los resultados económicos, por un lado, y las creencias y valores que quedan en la sociedad -nuestra cultura-, por el otro. Nuestros deseos y nuestras espectativas sociales ¿se han realizado, actualmente, por sí mismos? Entonces habría que admitir –a la antigua– que el contexto cultural encauzó o enmarcó el devenir económico. ¿O es la cultura la que se adapta a la evolución económica en cada período histórico?. Si la hipótesis por antonomasia de los economistas afirma que la cultura se deriva de la situación económica, entonces, en esta tesitura, el futuro inmediato en España (y Cataluña), estaría en un momento duro. Los desastres acaecidos son tan brutales, que entre los colegas de la disciplina del dinero se oyen renuncias significativas, es decir, un grito anticorporativista, un clamor por un enfoque ajeno a su materia, la apelación al borrón y cuenta nueva en política; en resumen, la apuesta desesperada por un movimiento drástico de conciencias y comportamientos…

¿Qué fue antes, la cultura o la economía?

Véase el escrito reciente de un especialista de la ciencia de Adam Smith, cuyas reflexiones finales, en cualquier caso, parecen abogar por un cambio cultural histórico (y porqué no apuntar con el dedo a Ministerios, Consejerías y Departamentos de Cultura: ¡que se muevan ellos primero en la foto!)

It’s the deleveraging, stupid

Roberto Centeno – Catedrático de Economía de la UPM (25/01/2010)

“¡Es el desapalancamiento, estúpido!”. Parafraseando la conocida expresión, “¡es la economía, estúpido!”, el reputado analista John Mauldin titulaba así un reciente comentario que es de aplicación en todo el mundo y en España, el país más apalancado del planeta, resulta el corazón de nuestra problemática económica. Mauldin explica el hecho conocido de que la crisis actual, a diferencia de las anteriores, es una “recesión de desapalancamiento”.

Nos hemos endeudado demasiado, los activos adquiridos con el endeudamiento, en contra de lo que afirmaba el irresponsable Pedro Solbes en la primavera del 2007, incitando a las familias a endeudarse más y más, “cuanto más se endeuden más ricos son”, han perdido gran parte de su valor, llevándonos a una situación de muy difícil salida, a lo que en nuestro caso se añade un modelo de Estado corrupto hasta la médula e imposible de financiar, y un sector bancario fuertemente politizado e incapaz de devolver su inmensa deuda. Una combinación explosiva, que en lugar de desactivarse se esta potenciando.

John Mauldin hace referencia en su análisis al estudio realizado por el McKinsey Global Institute (www.mckinsey.com/mgi/publications/debt-and-deleveraging/index) que muestra como los procesos de desapalancamiento han durado de media de 6 a 7 años en 45 casos posteriores a 1930, durante los cuales el crecimiento ha sido prácticamente nulo, y cuando éste proceso se prolonga, ha acabado siempre en una grave crisis financiera.

El estudio refiere, en el caso de nuestro país, un precedente de desapalancamiento a través de la inflación. “La muerte del general Franco en noviembre 1975 dejó un vacío de poder. El país adoptó una política monetaria tan expansiva que produjo un incremento espectacular de la inflación, que alcanzaría su máximo en 1977 con un 25% -en realidad el 44% a mediados de ese año-. Después, la política monetaria se endurecería y la inflación bajaría al 16% en 1980”. A continuación, explica cómo de una deuda del 120% del PIB en 1976, una bagatela comparada con la actual, se consigue bajar al 106% en 1980, gracias a la inflación -o del 105 al 92 % considerando sólo la deuda privada- pero con unas consecuencias devastadoras sobre el crecimiento y el empleo.

Aunque el estudio no lo especifica, pasaríamos de un crecimiento medio del 7,5% en el periodo 1970-75 a otro del 0,8 % en el decenio 1975-85 -el 6% la media de la OCDE- y el paro del 3% en 1973 al 35% en 1977. Y lo que el estudio denomina eufemísticamente “vacío de poder”, fue simplemente el desastre político económico de la Transición, donde un hatajo de irresponsables, ineptos o cobardes, de uno y otro signo, sentaron las bases de la ruina económica y política de España, inventando el modelo de Estado, más destructivo, ineficaz y corrupto de occidente, y un sistema partitocrático profundamente antidemocrático, que permite a unos pocos imponer su voluntad y expoliar impunemente a toda una nación. Si este país ha de sobrevivir, tendrá que barrerlo primero del mapa y volver a empezar de cero después.

En la economía real el resultado fue el hundimiento de la renta “per capita” relativa, que después de alcanzar su máximo de convergencia de todos los tiempos en 1975, el 81,4 % de la media de los 9 países del entonces Mercado Común, se desplomaría hasta el 70,8 % en 1983. Y que 35 años después no se ha conseguido superar. La renta “per capita” relativa a esos 9 países, es hoy del 79,6 % o del 97,4 % de la UE-27. Pero la prueba del nueve del desastre del modelo de Estado impuesto durante la Transición es que mientras en 1975 la renta “per capita” de Irlanda era igual a la nuestra -10.000 $-, hoy es un 30% superior, consecuencia de un modelo de Estado que nos hizo crecer por debajo del potencial, incluso en los mejores momentos, y hoy nos lleva a la ruina. En la economía financiera, se produciría la mayor crisis de nuestra historia, brillantemente resuelta por el último Gobernador con mayúsculas del Banco de España, el injustamente vilipendiado Mariano Rubio, que entre 1978 y 1983 rescató, consolidó o nacionalizó 52 entidades de un total de 100, con unos depósitos equivalentes al 20% del total.

Hoy (2009, 2010) ya no estamos hablando de una deuda del 120% del PIB, sino del 282%, la mayor en términos de PIB del mundo desarrollado: 129% del PIB empresas, 88% familias o 125% de su renta disponible, y 65% AAPP y seudoempresas públicas. El desapalancamiento ha comenzado en la parte privada y va a continuar, lo que convierte en delirantes las previsiones de consumo e inversión de los PGE de 2010, pero crece sin limite en la pública.

Según el estudio McKinsey, existen cuatro arquetipos de desapalancamiento: 1) austeridad o “apretarse el cinturón”; 2) quiebras masivas; 3) inflación elevada; y 4) un crecimiento rápido del PIB. Obviamente, en España sólo se dan dos posibilidades, la 1) y la 2). ¿Y dónde estamos nosotros?, el estudio habla de varias fases. En la primera, comienza la caída de la economía pero ésta todavía sigue apalancandose (1-2 años); en la segunda empieza el desapalancamiento y el crecimiento del PIB es “significativamente bajo” (2-3 años); y en la tercera la economía se recupera lentamente mientras el desapalancamiento continúa (4-5 años). Añade también que el crecimiento del endeudamiento público, y cita a España específicamente, puede contrarrestar las reducciones de deuda de familias y empresas, y concluye “vemos el riesgo de que algunas economías -España obviamente- pueden permanecer altamente apalancadas, lo que crearía unas perspectivas económicas muy frágiles y altamente inestables a lo largo de los siguientes 5 o 10 años”.

¿Y cómo nos aplica esta evidencia empírica? Para empezar, seguimos en la primera fase, “caída de la economía mientras sigue el apalancamiento”, “ergo” ni siquiera hemos empezado los años de “crecimiento significativamente bajo”, ¡y estos mentirosos que nos gobiernan dicen que hemos tocado fondo! Y en 2010 seguiremos igual, el despalancamiento de familias y empresas seguirá, pero el público crecerá significativamente, tanto que esto producirá un cambio mayor: en algún momento del año los mercados nos cerraran el grifo, y estaremos al borde del “default”. A partir de aquí ya no seguiremos el arquetipo 1), Gobierno y PP S.L. allá donde manda, están instalados en el despilfarro más absoluto sin intención de cambiar, excepto en la retórica. Pasaremos al escenario 2), quiebras masivas: quiebra de casi el 50% del sistema financiero, quiebra de la Seguridad Social y suspensión de pagos de España; un desastre sin precedentes en tiempos de paz. En línea con ello, la Agencia Tributaria acaba de publicar la realidad escalofriante del paro, más allá de las mentiras masivas del INEM y del INE: “El número de personas distintas que cobraron desempleo en algún momento de 2008 fueron 4.486.292”, un dato inapelable porque quien cobra el paro está parado. Y dado el incremento del montante de prestaciones en 2009, la cifra es hoy ¡6,6 millones! Algunos pueden ser parados estacionales, pero otros ya no cobran prestación alguna, o buscan el primer empleo. Los que hemos estimado el paro actual en 5,2 millones nos hemos quedado cortos.

Desde principios de año se ha producido un vuelco en la percepción internacional de nuestra economía, que contribuirá a precipitar los acontecimientos. Goldman Sachs, el primer banco de inversión mundial, recomienda desde la pasada semana vender la deuda española, para “protegerse ante un posible impago de la misma”. Deutsche Bank igual y en las próximas semanas lloverán los informes en el mismo sentido. Mientras, la prensa europea habla ya abiertamente de la suspensión de pagos de España junto con Grecia y Portugal. Además y en contra de todo pronóstico, la presidencia de la UE por Zapatero, en lugar de mejorar nuestra imagen, está contribuyendo a deteriorarla seriamente.

Da igual cuanto dinero despilfarre Zapatero en anuncios sobre su Presidencia en la prensa económica mundial, algo que no había hecho ningún otro presidente de turno, da igual lo que digan BdE, INE, BBVA que parece estar dirigido aún por Sebastián o quien sea, se acabó la fiesta, ya no hay dinero -en 2009 de cada dos euros de gasto uno se financió con deuda, en 2010 serán dos de cada tres- y la capacidad de endeudamiento llega a su fin. Sólo un giro inmediato y radical, reduciendo drásticamente el despilfarro, ¡estimado en 90.000 millones de euros casi el 9% del PIB!, y el gasto corriente; cerrando las entidades financieras inviables y acometiendo las reformas estructurales esenciales, podrá devolvernos al arquetipo 1), y a cambio de austeridad, sudor y lágrimas, conseguir en 2 o 3 años iniciar la senda de la recuperación. No sucederá, ni Zapatero ni Rajoy, en las áreas donde gobierna cada uno, están dispuestos a ello. Una pareja letal para una España en crisis.

[Palabra de Mono Blanco]

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Sobre el hotel Vela

(Enero 2010)

El arquitecto y profesor Josep Maria Montaner i Martorell realizó estos comentarios públicos hace casi ya dos años (14-VI-2008), pero mantienen toda su vigencia, teniendo en cuenta que cierto papanatismo arquitectónico es una dolencia característica de Barcelona:

…Es de temer que la Barceloneta va a seguir al Poblenou como barrio cuya memoria más se ha arrasado. A los riesgos que comporta la modificación del Plan General Metropolitano en la regulación de la edificación tradicional de la Barceloneta (2007)… se suma la amenazante aparición del hotel Vela, proyectado por Ricardo Bofill en 1999, situado en la misma línea del mar, en los terrenos de la Autoridad Portuaria de Barcelona, hito con el que arranca la transformación especulativa de la nueva bocana del puerto.

…Hay pocas dudas de que la política del Ayuntamiento de Barcelona ha cambiado. A ciertas miradas malévolas les interesa desfigurar esta evolución y quieren enfatizar que siempre ha sido así. Pero no es cierto. Cuando Barcelona renació como ciudad democrática, a principios de los años ochenta, se aplicó una política progresista y prometedora, si la comparamos con la regresión que implicaron los modelos neoliberales que entonces implantaban Margaret Tatcher y Ronald Reagan. Poco a poco, este modelo Barcelona, de búsqueda del consenso entre lo público y lo privado, se ha ido diluyendo en una política marcadamente neoliberal. La paradoja es que esta política urbana -conservadora y capitalista- la esté aplicando un gobierno municipal formado por dos (en realidad, tres) partidos políticos que se autodenominan de izquierda.

…El plan de la Barceloneta es expresión de un neoliberalismo implacable aplicado a los planes urbanos: será la lógica del propio mercado la que transforme el barrio en función de derribos selectivos para instalar núcleos de ascensores, agrupando varias fincas, y serán los propietarios potentes, los inversores y los turistas los que se irán acomodando a medida que se vaya expulsando a los antiguos inquilinos de pocos recursos económicos y legales. Es la culminación del proceso de ir dejando a la frágil Barceloneta a su suerte. Mientras se intervenía en otras áreas de Ciutat Vella, su patrimonio de casas proyectadas por ingenieros militares a mediados del siglo XVIII se dejaba desmoronar. El mismo plan de los ascensores, al establecer la altura reguladora en planta baja y seis pisos, favorece la desaparición de los escasos testimonios de casas bajas originales.

…Y el hotel Vela se levanta como emblema de la gentrificación de un barrio popular, como otro episodio más de la avaricia del puerto con sus terrenos, que ya generó una fuerte polémica a finales de los años ochenta y principios de los noventa por la abusiva transformación del Port Vell. Cuando funcione, el hotel va a contribuir más al colapso circulatorio y a la mutación de la Barceloneta… Tal mamotreto, fuera de escala y de contexto, chupando de las infraestructuras, aprovechándose de los desagües y colapsando los accesos del barrio, es un nefasto símbolo de la Barcelona neoliberal, vendida a la industria turística y a los intereses inmobiliarios. De momento, ya se ha expulsado a vecinos y las cases de quart se convierten en apartamentos por semanas. A los trabajadores del Poblenou les han ido borrando su memoria día a día, fábrica a fábrica, a cambio de nuevos edificios arroba; el antiguo barrio de pescadores y artesanos lo están convirtiendo en escenario del mundo basura del turismo. Quizá estén pagando tardíamente la factura de que en las primeras décadas del siglo XX fueran los focos de los movimientos sindicales y anarquistas.

…¿Será cierto que se va a detener el plan de los ascensores y la moratoria permitirá hacer uno nuevo, con una mejor supervisión pública y una mayor participación ciudadana? ¿O son tantos los pactos previos y componendas, los intereses para elevar astronómicamente los alquileres, que el plan ya no tiene vuelta atrás y se irá destruyendo el tejido social de la Barceloneta?

…El proyecto del hotel Vela fue aprobado con la connivencia de la Autoridad Portuaria, la Comisión de Urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona y el Gobierno de la Generalitat de Jordi Pujol, y con una rebaja de los 154.000 metros cuadrados a un máximo de 129.000, que sigue siendo una salvajada. El hotel tiene 450 habitaciones y, en la base, un gran edificio recreativo y de oficinas, de planta baja y seis pisos de altura. Se pactaron entonces unas contrapartidas de conexiones y transporte (monorraíles y recorridos marítimos) que aún no se han cumplido. ¿Es aceptable que los futuros usuarios del hotel colapsen aún más un paseo por el que pasan los vecinos, la ciudadanía y los bañistas? ¿Puede ser que contemplemos callados cómo se levanta, saltándose la Ley de Costas, la última puntilla para ahogar el carácter social y urbano de la Barceloneta?

[Palabra de Mono Blanco]

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La estafa global de Telefónica

Es cierto que las empresas se dedican a hacer dinero, que es su objetivo prioritario. Pero existen algunas como Telefónica que además se dedican a robar a sus clientes.

Telefónica de España sigue siendo uno de los ISP (Internet Service Provider) más caros del mundo (lo dice la Comisión Europea), una de las operadoras de teléfonos que mejor extorsiona, una de las compañías con el mayor número de engaños camuflados en sus promociones comerciales (véanse los foros de Internet), uno de los negocios con menos escrúpulos a la hora de timar a la tercera edad –ancianos que abonan religiosamente cargos ficticios, desorbitados, por inercia–, una de las concesiones políticas más vergonzosas del orbe, consecuencia de una privatización increíble (el regalo de Aznar a Villalonga), etc.

Reclamar ante una factura fraudulenta de Telefónica es un viacrucis. Querer dar de baja un servicio es una tortura. El ADSL no da jamás los megas prometidos. Detrás de una fachada de voces y opciones pregrabadas, después de una pérdida de tiempo de varias horas, después de deshacer malentendidos entre diferentes teleoperadores que no se comunican entre sí y no mantienen un mínimo log histórico de las llamadas relacionadas con una misma causa, después de acabar indignada y frustrada la víctima (pues éste es el verdadero nombre que debería recibir el “cliente” en Telefónica), en la mayoría de intentos de reclamación la estafa se consuma, y los estafados –perplejos, estupefactos, desesperados– han de pagar, o bien verse abocados a la desconexión.

La lista de delitos del principal teleoperador del estado es larga, algo gravísimo en un país en crisis, en busca de soluciones estructurales para la economía y el empleo, en donde las telecomunicaciones –como mínimo– deberían ser tratadas con exquisito mimo, con escrúpulo de cirujano. Aquí, sin embargo, Telefónica mantiene la cuota burda de “poder” -presencia en el mercado- más alta entre todas las ‘telcos’ fruto de recientes o antiguas privatizaciones estatales (como France Telecom, Deutsch Telecom, etc.), de modo que “lidera” las telecomunicaciones en España. Pero este liderato es una mafia. Telefónica tiene secuestrado el mercado y al país entero, un país que año tras año permanece detenido por un freno invisible y terrible.

Esta percepción global negativa, nefasta, es de dominio público, lo sabe todo el mundo, la mayoría de la población lo dice, lo comenta, lo sufre… Y de nuevo los políticos españoles mantienen una actitud decepcionante. Es necesaria una decisión político-estructural contundente, firme, correctamente orientada, para acabar con el monopolio lastrante de Telefónica. Una de las secuelas de este “liderato” es que las operadoras competidoras caen también en abusos para cuadrar sus exiguos balances, pues siempre van con la lengua fuera, dado que compiten en desigualdad de condiciones.

Y está el problema letal del tráfico, no el de datos, sino el rodado, que satura las grandes ciudades del país. Los índices de contaminación urbanos en España, en ascenso galopante, nadie se atreve a publicarlos: es uno de los secretos mejor guardados de nuestras autoridades.

¿A qué juegan los políticos españoles?. Aquí, en las telecomunicaciones, se presenta una posibilidad clara de maniobra ante el desastre económico, ante el peligro medioambiental, en un país sin recursos energéticos, capado por la cazurrería casi congénita del ladrillo. Imaginemos mucho, elucubremos sobre una España con el acceso a Internet más barato del globo, o gratuito, con redes Wi-Fi también gratuitas extendidas por doquier, con una avalancha de comunicaciones fluidas y virtuales que evitarían la asfixia de nuestras ciudades, con nuevos “brotes” de iniciativas pedagógicas sobre la red, con miles de empresas jóvenes investigando sobre una infraestructura de conexiones libre…

[Palabra de Mono Blanco]

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Timos que no cesan

En un encuentro reciente de economistas en Barcelona, surgió el tema de Cuba. De pronto, una intervención vagamente de izquierdas propuso algo breve y chocante que silenció de inmediato a los asistentes. Se trataba de una reunión informal, era una confrontación colectiva de ideas después de una cena, pero dicha reflexión, no esperada, recibió intuitivamente el crédito momentáneo del grupo. En Cuba la solución es muy sencilla, aseguró alguien: se instaura un régimen democrático en el que se liberaliza todo menos las prestaciones públicas fundamentales, que serán competencia del estado, y entonces se aplican a estas últimas (transportes, energía, educación, sanidad…), ex-novo, las técnicas de gestión que se han mostrado más eficaces en los países occidentales, las técnicas que un viacrucis de décadas ha conseguido “destilar” en la tarea de la explotación de unos servicios públicos eficientes… ¡Y resuelto el problema de Cuba…!

Uno cavila si la espontaneidad tiene aún cabida entre nuestros políticos, pero aplaude los planteamientos ingeniosos, directos, sintéticos, y éste al menos parece serlo. Frases cortas para conflictos complejos. Quizá –de prosperar esta insólita iniciativa– Cuba no tendría un problema, sino una oportunidad, y además envidiable. De un plumazo, podría librarse de las ironías que escarnecen a los ciudadanos occidentales a propósito de las cuasi-dictaduras financieras que operan en nuestras latitudes. Porque, ya en nuestros dominios, ¿las compañías energéticas no son monopolios de facto que heredaron en su momento (en condiciones políticas sonrojantes) servicios de interés colectivo indudable, y que están en la cresta de la ola de las finanzas –codiciadas por los grandes agentes económicos, cortejadas por los financieros, mimadas en la Bolsa, etc.-? Sí, pero tales empresas solicitan con cara de tonto, sin remilgos, machaconamente, una desregulación tarifaria de urgencia igual que si estuvieran al borde del abismo, para entendernos, como en la situación de Caja Castilla-La Mancha recientemente, es decir, a punto de quebrar. ¿No es obvio que -al menos en muchos años anteriores a la crisis- los beneficios publicados, conocidos, difundidos, de dichos “monopolios” han sido estratosféricos? Se da el caso de que algunas de estas empresas han mostrado incluso músculo levantando rascacielos (’Agbar’ y ‘Gas Natural’ en Barcelona, por ejemplo). Y aun así, tanto en la era pre-crisis (sobre todo), como en la etapa actual, y gozando siempre de una reputación esplendorosa en el llamado ‘parquet’, y disfrutando de una imagen muy saludable en los medios, tales corporaciones –pordioseras, las pobres– no han dejado de reclamar un aumento constante de tarifas…(¿?). ¿Cómo se digiere eso? ¿Es puro recochineo?

Juan José Millás tampoco lo sabe, y se muestra patidifuso; lo exponía hace poco en El País (20-XI-09):

Pavos en celo‘ (Juan José Millás)

Del mismo modo que leyendo atentamente los anuncios por palabras se pueden interceptar mensajes de los extraterrestres, que utilizan este medio para dar órdenes a sus contactos, si se presta atención a los anuncios a toda página, descubre uno disputas soterradas entre organizaciones poderosas. Endesa viene colocando en los periódicos una publicidad encabezada por la siguiente leyenda: “En Endesa, cuando hablamos de eficiencia energética, no vendemos pájaros y flores”. Lo sabíamos, vende kilovatios, y a precio de oro, para decirlo todo, de ahí que no tengamos relación alguna de afecto con sus directivos, por más que se empeñen en mostrarnos fotografías de gente feliz pronunciando con naturalidad frases artificiales: “Para mí decir domótica es decir comodidad”, por ejemplo. ¿Pero por qué esa puntualización absurda respecto a las flores y los pájaros?

Acabo de descubrirlo. Trata de prevenirnos sobre los falsos encantos de otra empresa, Acciona, que pretende hacerse pasar, con otra campaña carísima, por una ONG dedicada al medio ambiente. Si no conociéramos las dificultades económicas de las ONG, quizá habría colado, pues Acciona vende, en efecto, los pájaros y las flores como nadie. No sabemos quién ganará esta batalla librada a golpe de talonario, pero Acciona tiene una desventaja frente a Endesa, y es que no hemos logrado, ni siquiera después de entrar en su página web, averiguar a ciencia cierta a qué se dedica (aparte de hacer el bien, lo que resulta sospechosísimo en gente tan rica). En cualquier caso, hay unos perdedores fijos: usted y yo, que tendremos que pagar esos movimientos de pavo real en celo a través de los recibos del agua o de la luz del mismo modo que sufragamos los gastos del ejército de coches oficiales de los que entra y sale todo el día gente que cada día nos inspira menos confianza.


[Palabra de Mono Blanco]

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El pelotazo de Laporta

(Diciembre 2009)

Después de las seis copas del Barça, el alcalde de la ciudad y el presidente del Fútbol Club Barcelona se han liado la manta a la cabeza y se han animado a lo bestia: más Barcelona dura, más pisos, más locales, más despachos, más cemento… ¿Y los metros invendibles en Diagonal-Fòrum, y los páramos de las grandes sabanas hormigoneadas de l’Hospitalet, y los millares de pisos vacíos en el resto de la ciudad…?

Se moverán 300 millones del ala (pero serán más, como siempre), abatidos sobre las 22 hectáreas indefensas y manipuladas urbanísticamente en la zona del Miniestadi. La nota chusca ha hecho su aparición: ¡se crearán 5.000 puestos de trabajo! (en un sector nuevo que obedece a una innovadora estrategia ante la crisis…)

La Sagrera, por su parte, según ha repetido Hereu recientemente, se financiará en un 62% con la venta de terrenos… ¿Pero, por Dios, a quién? ¿Al consorcio de la Zona Franca, que es una inmobiliaria pública? ¿Más cambios de cromos entre administraciones –tú me compras, yo te vendo- hasta que se difumina la silueta de la plusvalía? En el caso del Barça, ganará una empresa bien situada en esta malla de ventas, intercambios y permutas que tejen los políticos. Ojo a los próximos movimientos del bufete de Laporta. Porque tarde o temprano llega el producto estrella, el de toda la vida: el bloque de pisos con interiores de “alto standing” (y satrapías a favor de las Caixas en forma de hipotecas, contratos de gas, etc.). Si es posible, habrá un arquitecto de firma respaldando la jugada.

El famoso consorcio de la Zona Franca, promotor del rascacielos de Frank Gehry -aparentemente paralizado por la crisis- proviene de terrenos en su día comprados al… Ejército, y también a… la Renfe, claro. Una de las claves de estas operaciones políticas que juegan con bienes colectivos de la ciudad como si fueran Legos, consiste en renegociar –más o menos soterradamente– grandes solares manumitidos en su día a precios de risa, pero finalmente vendidos a alguna promotora pública ad-hoc mínimamente coherente (léase: con intereses particulares dentro), camufladísima por supuesto, quintacolumnista de Telefónica, de la Caixa de Cataluña, o de La Caixa (de Criteria, qué más da…); llega un momento en que la maraña de transacciones genera valor (a veces estratosférico), y esto se consigue, básicamente, porque uno o más de los actores involucrados “tienen mano” sobre las recalificaciones urbanísticas del territorio. La poca o mucha gente que vive ahí y sus prosaicos intereses son irrelevantes.

Se trata de rodar pelotas financieras (con efecto de bola de nieve) de gran envergadura, como sucede con el área del Miniestadi, sin que existan los mecanismos políticos para impedir tales latrocinios. “Ellos” lo saben. Ellos oficialmente sólo “promueven” para especular y “levantar” dinero bancario. Es el cuento de la lechera donde la leche no se derrama sino que se reparte. Los políticos no escarmientan. Si hay dinero para regalar, es para los bancos. Nadie piensa en refinanciar el tejido empresarial y productivo creador de la rica Cataluña, ahora en declive. Nadie piensa en reflotar la Universidad pública, hoy agonizante. Nadie piensa, por ejemplo, en extender jardines verdes, con el color de la clorofila por doquier, con arboledas y prados ingleses, SIN edificaciones en absoluto, como solución limpia y sencilla para regenerar grandes espacios urbanos. No hay créditos, pero sin duda Hereu y Laporta piensan en duro, en otro préstamo brutal con ayuda de bancos y Caixas que les lleve a la construcción salvífica, a la burbuja salvadora, al recurso de las “titulaciones” del BCE, al paquete de hipotecas sobre terrenos artificialmente revalorizados, etc.

Hereu predica un crecimiento sostenible para la Barcelona del futuro, con brillantes superedificios y con el Estado de dinamizador y eje. La homilía de una especie de socialismo, donde unos extraños “soviets” aprueban operaciones urbanísticas caracterizadas por el oscurantismo, por la “amigocracia”, por el nepotismo, por la especulación pronunciada con todas las letras. Es de nuevo el caso del Fòrum, un macropelotazo cuyas justificaciones financieras fueron defendidas en ‘La Vanguardia’ por un arquitecto sin escrúpulos: el bueno del Sodupe.

En el Bellvitge de inicio de los 60 (aun siendo la peor de las ciudades dormitorio de la época), miles de obreros encontraron un techo por 150.000 pesetas firmando letras de 1.500 ptas. al mes. Los primeros módulos comerciales se vendieron a unas 6.000 ptas/m2. Pues bien, absolutamente nadie con la capacidad de compra de aquel segmento de población, hoy, encuentra vivienda, ni buena ni mala; ni cuarenta metros de hormigón prefabricado, ni sin prefabricar. Y sobran un millón de pisos por ahí, sin nadie dentro. Por no encontrar, la gente no encuentra ni trabajo. Los propios hijos se amontonan sin salida en aquella imposible vivienda paterna, o antiguos dueños las alquilan y convierten en “pisos patera”, es decir, en barracas de hormigón, en favelas disfrazadas. En la Barcelona periférica, estamos ahora como en los 50, pero peor, sin sueños y con droga, mucha droga. Estamos en la Barcelona progre y socialista.

En zonas colindantes de Barcelona, una generación después (en los 70-80), se encontraban hipotecas de 400.000 pesetas a doce años con carencia de dos, entradas de 100.000, y letras a convenir de hasta 10.000 a cinco años. Con eso, un obrero podía pagar su vivienda en cinco años, ¡y comer!. En la actualidad se necesitan veinte años, se adquiere una vivienda de peor calidad posiblemente, ¡y no se puede comer!

Los actuales “pelotazos” urbanísticos no se programan para este tipo de comprador, popular y obrero. Sí, en el proyecto se destina en teoría un porcentaje de viviendas a “precio fijado”, o con carácter “social”, o bautizadas con cualquier otro eufemismo que esconde un nuevo reparto del Poder, el rebañamiento final de la tostada (¿cuántos de estos pisos “sociales” se reservan para familiares de los promotores, para hijos jóvenes de los jerarcas de las Caixas, etc.?). En fin, ¡a especular!… Es el diamante del cuento, todo ocurre entre ejecutivos compinchados… “Tú me compras ese terreno, y yo pongo 100 pisos para el fondo inmobiliario tal o cual”… Yo te vendo Riofisa (a quien jamás la pagará) y contabilizo 305 millones de euros de beneficios, como cuando Narcís Serra solucionó las cuentas de explotación del 2007 de su Caixa de Cataluña.

Lo divertido es que hasta hace poco el Ayuntamiento de Barcelona presentaba la operación inmobiliaria-especulativa del Minestadi como la guinda de un pastel llamado “Portal del Conocimiento” (!!)

Hablando de ejecutivos e inmobiliarias, al tiempo que el grupo Caixa de Catalunya despide y rediseña plantillas, recontrata a un tal Eduard Mendiluce de ‘Inmobiliaria Colonial’ (ex La Caixa)… Es decir, de oca a oca; pero no es un juego win-win. Después de la quiebra y la crisis, el trasiego de ejecutivos de caixas o bancos a inmobiliarias, y viceversa, demuestra que la depredación que ha conducido a un país al mayor derrumbe económico de la historia, no se cobra –en España y Cataluña– ninguna víctima selecta. Un crack que, lejos de los suicidios dramáticos del 29, ha producido inmensas fortunas entre ejecutivos, directivos, políticos y entre sus “hombres de paja”, los inmobiliarios y constructores (no olvidemos a los arquitectos), que sumados a los narcotraficantes, acumulan la mayor cifra de “dinero negro” de Europa, en cuentas en los casi cincuenta paraísos fiscales que quedan en el mundo.

(texto extraído del blog ‘http://lagrancorrupcion.blogspot.com’, y comentado libremente)

[Palabra de Mono Blanco]

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Arquitecto

El periodista Enric González goza de fama de independiente. Su reciente artículo de prensa (“Arquitecto”), escrito en un diario en cuyas páginas -junto a información seria de carácter políticosocial- se filtran a menudo divulgaciones excesivamente cándidas sobre arquitectura, urbanismo y diseño, es un acierto. Su opinión suena objetiva, su bisturí detecta con precisión las contradicciones del sistema, y a la vez todo lo que escribe suele tener una pátina de ingenuidad. González es una rareza en estos días: parece adquirir sabiduría con los años.

Arquitecto’, Enric González, El País 19-VIII-2009:

“…La arquitectura es una cuestión polémica. Me refiero a la arquitectura contemporánea, por supuesto. En España, ahora, se habla menos del asunto porque se habla más de urbanismo, corrupción y fiebre ladrillera. Aún así, el tema da para grandes discusiones. La arquitectura, conviene recordarlo, es el único arte que estamos obligados a disfrutar o a sufrir todos los días.

El príncipe de Gales, Carlos Windsor, lleva 25 años batallando contra los edificios modernos. Sus esfuerzos por evitar que el arquitecto Jean Nouvel construya en Londres, cerca de la catedral de San Pablo, han suscitado la enésima ventolera mediática. La mayoría de la población y la prensa popular tienden a alinearse con el príncipe, que ha tenido razón en algunos casos: la nueva National Library de St. Pancras es, en efecto, un engendro espantoso que transmite desolación. Las élites, en cambio, suelen defender la nueva arquitectura.

Ese debate entre lo tradicional y lo moderno carece de gran interés, al igual que las opiniones personales de Carlos Windsor. Personalmente, respetaría un poco más las posiciones del heredero británico si un día se pronunciara sobre el palacio de Buckingham, una de las construcciones más horrendas del continente europeo.

Lo importante, me parece, es la creciente distancia entre la arquitectura y la gente. El cine, al menos en su producción comercial, es considerado un arte popular y todos nos atrevemos a opinar sobre una película que veremos una o dos veces en la vida (salvo si se trata de Pretty Woman); la arquitectura, que tenemos continuamente delante de las narices, se ha replegado en cambio, como la economía, a las trincheras tecnocráticas. Diga que no le gusta lo que hace Norman Foster (es mi caso) y quedará automáticamente como un paleto que no entiende nada. Peor: como un paleto que piensa como el príncipe Carlos.

En televisión se habla muy raramente de arquitectura. Recuerdo una serie de la francoalemana Arte que en Cataluña emitió el Canal 33 y algunos documentales en Discovery. Lo que se publica en la prensa escrita suele envolverse en jerga técnica y en frasecillas presuntamente poéticas. Es una lástima…”

[Palabra de Mono Blanco]

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Héroes del delito

La crisis tiene dobleces. Entre los arquitectos no existía lo que eufemísticamente llamaríamos “connivencia” con el sector financiero, sino bastante más, hubo una gran impostura, una gran perversión similar a la de los “grandes objetivos” que aseguraban tener los directivos y consejeros de las grandes corporaciones.

Éstos últimos –con traje y corbata- han disfrutado de infinidad de privilegios: sueldos estratosféricos, incentivos, vacaciones, jets privados, clubs de campo, etc., a costa de las empresas… Y sin ninguna recriminación, es decir, impunemente. Pero en el gremio de la alta construcción, de la mano de ejecutivos, promotores y banqueros, y con un atuendo más informal (predominó el negro Armani), no sólo hubo un silencio corporativo de los brahmanes de la arquitectura ante la tragedia. Hubo políticos que dejaron la iniciativa a varios santones de la cofradía, sueltos y sin collar. ¿Cuántos arquitectos han permitido –sinó perpetrado– la extensión del panorama sólido que yace ante nuestros ojos, enriqueciéndose y silbando distraídamente de manera muy similar a aquellas águilas de la economía?. En Cataluña y en España, en este sentido, ha habido mayor escarnio, pues los medios –con una candidez increíble- continúan en sus trece: siguen alabando proyectos estelares, urbanismos modélicos, diseños divinos, etc.

The Economist afirmaba recientemente que por aquí tenemos 1,2 millones de viviendas sin vender (!), y decía que es la misma cantidad que en EEUU, un país seis veces más grande.

En el bando de Adam Smith (el del manejo contemporáneo del dólar, la libra y el euro) se ven hoy intentos tímidos de autocrítica y de asumir culpas, mientras que a nadie en absoluto del otro equipo -el de los émulos de Vitruvio-, universalmente, parece concernirle un planeta arruinado en sus paisajes, en sus ecosistemas, en sus espacios públicos, a causa, en gran parte, del derroche y la proliferación de edificaciones incontables e inenarrables; edificios culturalmente vacíos, edificios sin pregnancia en la red (del sentido), edificios que alguien firmó y que al final exhiben su verdadero precio.

Menos mal que alguien sensato, para amortiguar la indulgencia general de la opinión pública -patética- con los arquitectos, corresponsables zangolotinos de esta crisis, ha escrito un artículo indispensable, inaplazable, urgente, en la prensa.

El Gran Saqueo

Rafael Argullol, El País 12-V-2009

“… no tengo la costumbre de leer informes del Parlamento Europeo ni de ningún otro Parlamento; sin embargo, a instancias de un amigo jurista, he leído un documento que les recomiendo si les gusta la literatura de terror: se trata del informe elaborado por la diputada danesa Marguete Auken sobre “el impacto de la urbanización extensiva en España en los derechos individuales de los ciudadanos europeos, el medio ambiente y la aplicación del Derecho comunitario”. Es un texto de 30 páginas que se puede leer tanto como un relato espeluznante cuanto como un pequeño tratado acerca de las peores conductas en materia política y moral.

… yo introduciría el informe de la señora Auken como lectura obligatoria en escuelas de arquitectura y universidades, y además, exigiría su conocimiento detallado previo a todo candidato a ocupar un cargo público. Ustedes se preguntarán por qué muestro tanto entusiasmo por ese documento redactado con la falta de gracia que caracteriza a este tipo de escritos, y la respuesta es que puede considerarse un espejo contundente que refleja, sin florituras ni hipocresías, la abyección incrustada sórdidamente en nuestra vida pública.

… Lo que llama más poderosamente la atención es la conspiración del silencio que rodea al asunto y que se explica por la vergonzosa alianza de los eurodiputados socialistas y populares españoles en el momento de rechazar el informe de Auken que, no obstante, fue aprobado por el Pleno del Parlamento Europeo a finales del pasado mes de marzo por 349 votos contra 110, con 114 abstenciones. Una arrolladora mayoría a la que se opusieron hasta el final populares y socialistas, tan lamentablemente estos últimos que, según informaron los periódicos al día siguiente de la votación, Michael Cashman, socialista también él y autor de un informe previo sobre el tema, acabó votando a favor de la resolución.

… no extraña en absoluto aquella conspiración de silencio, pues son tantos quienes quedan retratados que apenas es comprensible que un escándalo de tales dimensiones haya podido oscurecerse con permanente disimulo durante décadas. Condenada España severamente por la impunidad que ha rodeado a la corrupción, tampoco con posterioridad nuestros foros parlamentarios se han hecho eco de la resolución europea y, cómplices entre sí los diversos partidos, ha continuado la alegre política de poner la cabeza bajo el ala.

… la sensación más desagradable que me ha quedado tras la lectura del informe Auken es que el gran saqueo, la devastación sistemática del litoral español, y no sólo del litoral -una devastación que afectará a varias generaciones, las cuales señalarán a la nuestra como culpable-, es algo acaecido durante la democracia y no antes, en el franquismo. Los destrozos heredados de éste se han multiplicado, en las décadas democráticas, hasta límites insoportables. La conclusión no es difícil: nuestra democracia ha sido tan débil y tan poco vigilante que ha aupado una antidemocracia de bárbaros que pone en cuestión, como actualmente se está comprobando, muchos de nuestros supuestos avances.

… en el informe hay una relación minuciosa de hechos igualmente inquietantes cuyos protagonistas tienen en común la codicia, una concepción mafiosa de la política y un sentimiento de impunidad que resulta tanto más irritante por el descaro con que se manifiesta. De hacer caso a Auken, y al Pleno del Parlamento Europeo, la responsabilidad del desastre se propaga por todos los círculos del Estado español, desde el más general al más local, y en todos los ámbitos, desde el alcalde hasta al arquitecto. En este peculiar relato de terror se cita con la misma dureza a la Generalitat valenciana en manos de los populares que a la socialista Junta de Andalucía, tuteladora de diversos pillajes en Almería y sustentadora, por acción u omisión, de esa peculiar joya de la corona de la corrupción que ha sido Marbella. Al igual que sucede con todo buen relato de terror hay también en el texto pasajes cómicos, como las trampas que diversos funcionarios tienden a las comisiones de investigación enviadas desde Bruselas o las aireadas protestas de castizos munícipes quejosos con la intromisión de las narices nórdicas en las suculentas recalificaciones de los terrones mediterráneos.

… con murallas de hormigón por todos lados, sabemos perfectamente que sólo a la sombra de políticos ventajistas (con la colaboración estelar de los gremios “del tocho”) ha podido tejerse la telaraña de especulación y codicia de la que ahora parecemos lamentarnos. Lo grave es que ya lo sabíamos. Estos años de destrucción del territorio del patrimonio han transcurrido a la vista de todos, y con la firma de algunos. Bastaba coger el Euromed para comprobar lo que ocurría en la costa castellonense o alicantina; bastaba atender al vértigo de los precios de las viviendas, presentado a menudo como signo de nuestro progreso colectivo, para percibir que algo nauseabundo se cocinaba a nuestro alrededor.

… Marguete Auken pone el dedo en la llaga al describir las corresponsabilidades en la callada aceptación del delito. Es cierto que a la cabeza del cortejo de la corrupción han marchado políticos vendidos, especuladores o avariciosos y prestamistas fraudulentos, pero ¿y tras ellos? Arquitectos, promotores inmobiliarios, concejales e instituciones financieras, todos conchabados ¿Pero qué hacían los jueces? Según Auken, poco, y lo poco que hacían lo hacían tan lentamente que es como si no hicieran nada. La policía iba en consonancia con los jueces. Pero tampoco los otros estamentos ciudadanos ofrecieron resistencia. Los medios de comunicación han reaccionado tarde y los ciudadanos han acabado horrorizándose como consumidores más que como ciudadanos.

… la señora Auken ha descrito vivamente un relato de terror con ingenuidad nórdica y con toda la razón del mundo: el gran saqueo de lo que pertenecía al futuro por parte de nuestros modernos depredadores. Poco se puede añadir al cuadro trazado que, en buena medida, explica las dramáticas percepciones sobre la actual crisis económica.

… Aunque bien pensado, quizá sí se puede añadir algo: el gran saqueo material de todos esos años, generador de enormes fortunas y de daños irreparables, no habría sido posible si, paralelamente, no hubiéramos incurrido en el gran saqueo de las conciencias al que ahora denominamos “falta de valores”, “novorriquismo” y cosas semejantes, pero que en los años opulentos, o que creíamos opulentos, estableció una férrea cadena de complicidades entre estafadores y futuros estafados, vinculados unos con otros por el sueño del dinero -sueño, luego, pesadilla para las víctimas- y por la confusión entre bienestar y beneficio…”

[Palabra de Mono Blanco]

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Peronismo catalán útil

Cataluña tiene una intelectual argentina, mimada por el nacionalismo radical hasta un punto interesante. Parece llevar un apellido no eufónico en la lengua de Verdaguer, pero Patricia Gabancho -se trata de ella- jamás se ha ensoberbecido. Es catalana de adopción, y nunca una filiación de esta naturaleza, tan legítima, había calado en las esencias patrias con la intensidad reivindicativa de los tambores del Bruch. La Gabancho ha escrito soflamas ante las que los mismos socios de ERC se batirían en retirada. Ella tenía que escribir como fuera, es decir, estaba inquieta por un prurito de literata sin tema (a mano), que es igual que un perro sin su hueso.

Detalle biográfico. Recuerdo a un compañero de jaula en el Zoo, Joy, que venía directamente del Gabón y estaba desnortado en Barcelona, como si estuviera fuera de lugar, vamos. Tuvo que abrazar una causa, y empezó a hablar nuestra lengua sin parar. Se pasaba el día criticando a los cuidadores de plantilla que no hablaban catalán en el recinto.

Entre los celadores estaba también Fede, muy querido por todos, y que era un fumador crónico. Pero una vez aprobada la ley anti-tabaco, Fede se volvió más papista que el Papa. No permitía que nadie fumando se le acercara, y denostaba duramente a todo el que lo hiciera. De la noche a la mañana se convirtió en un perseguidor de consumidores de cigarros, y a la hora de librar, recorría inquisitivo todo el parque de la Ciudadela. Su obsesión continuaba en restaurantes, lugares de ocio, etc.

Cito ejemplos que son contraejemplos. Afortunadamente, cuando Patricia se libera de la pasión que le ha logrado un hueco en el mundillo local literario y periodístico –de alguna manera–, se muestra francamente al día. En ocasiones, el populismo también funciona. Es la buena retórica de los verdaderos poetas (Baudelaire). Véase esta perla de El País (13-XII-08) pergeñada por nuestra peronista catalana en una lengua que constituye “un hábito de vencidos y de perdedores” (el castellano en Cataluña), que le sirve al menos para retratar una nueva esquizofrenia generalizada: la del papanatismo arquitectónico imperante.

El urbanismo feo (por Patricia Gabancho)

Al salir del metro en la plaza de Lesseps, lo primero que se ve es la estampa serena de la iglesia de Els Josepets, y es una novedad, porque la vista estaba antes obturada por las vías de circulación. Ahora bien, el panorama de la plaza es desconcertante, porque no soluciona sino que disfraza los problemas de este cruce despiadado de calzadas hipertransitadas. A lo mejor no se podía hacer de otra manera. Pero a lo mejor sí. Lesseps tenía el desafío de las plazas que se construyen sobre el vacío (debajo pasa la Ronda del General Mitre) y el reto agregado de unos circuitos de tránsito muy complejos, que obligarán a esmerar la señalización. Además, la plaza tiene ahora forma de casquete así que, si Barcelona tiene a bien vivir una de sus lluvias torrenciales, lanzará el agua hacia las fachadas circundantes. Espero que al menos el suelo no resbale.

Pero miremos la plaza desde la perspectiva humana: es un vasto espacio paradójicamente lleno de ruido visual. Entregarle la ornamentación al señor Viaplana, a la vista de lo mal que ha envejecido la plaza de los Països Catalans, delante de la estación de Sants, era un riesgo cantado. Vigas adustas y miradores extraños constituyen la parte que se supone blanda de este espacio excesivo, despojado de sombras y de efectos amables. Un espacio, además, escasamente verde (excepto un rincón futuro), cuando la antigua plaza, impracticable como era, albergaba un bosquecito excepcional. ¿Era imposible salvarlo? Parece ser que el lápiz ordenador de este proyecto cree, como suele creer el Ayuntamiento, que para hacer espacio público basta con quitar obstáculos y abrir explanadas, calzar dos o tres bancos y plantar unas tipuanas. No es cierto: no son las extensiones, sino los asideros humanizados, los que convocan al personal y hacen, en definitiva, una plaza.

Hace ya unos cuantos años que el Ayuntamiento de Barcelona practica un urbanismo feo. Estéticamente y conceptualmente feo. A medida que la ciudad se ha ido haciendo más rica, se ha pasado de aquel eficaz urbanismo de sargidora, donde todo era detalle, a la creación de espacios que tienden a la desmesura (el parque de Diagonal Mar, sin ir más lejos), cuando la tradición de Barcelona es la plaza recogida, la calle multifuncional, las alturas discretas. Algunas fórmulas enamoran a los técnicos, y las van aplicando venga o no venga a cuento. Concentrar la edificabilidad en altura, por ejemplo, para liberar suelo e ir sumando parches verdes. Eso ha dado torres impensables en calles que no las admiten, espacios sin mantenimiento que mueren (estéticamente) al cabo de nada, ausencia de bajos comerciales: soledad urbana.

No hace falta hablar del caducado modelo de la firma de lujo que diseña desde la distancia un edificio sonoro. Las ciudades inteligentes ya no los admiten: Barcelona tiene todavía algunos en lista de espera, en especial el Ghery de la Sagrera, un arquitecto que ya sólo trabaja para millonarios americanos o bodegueros españoles. Son edificios solitarios y aberrantes, estériles como las mulas, incapaces de crear vida a su alrededor. Admisibles en un distrito tan artificial como lo es el del 22@, no tienen sentido cuando incomodan una textura urbana asimilada. Como tampoco convienen siempre las aceras anchísimas o esa relamida estética ex novo que mata entornos que exudan memoria. Podemos temblar ante la embestida que sufrirá la Diagonal. Si el Ayuntamiento barcelonés no es capaz de entrar de puntillas, respetando lo que hay -empezando por los árboles- y respetando sobre todo la historia, la piel de esta arteria modernista, valdría más que lo deje estar.

¿Es sólo la repetición de estos esquemas tan rígidos lo que da la fealdad a un urbanismo que, en el pasado, había logrado altas cotas de belleza? ¿Cómo puede salirle un forat de la vergonya a la misma Administración que hizo prodigios en otras zonas de la rehabilitada Ciutat Vella? ¿Cómo se explica que un espacio de representación como el grupito de hoteles de la zona del Fórum acabe pareciéndose a un suburbio de ciudad americana de segunda? Nunca se había creado tanto espacio público, tanta ciudad, como en los últimos años, y nunca había sido el resultado tan deficiente. Barcelona hace largos pasos sin saber cuál es el camino. Yo creo que éste es el problema: la ciudad sin norte, sin identidad. Señalan expertos internacionales que Barcelona ya es un eco de su brillo pasado: una estrella que se va apagando.

Tiempo atrás, Barcelona había definido su propio modelo, incluso arquitectónico y urbanístico. Ahora es un revoltillo de soluciones copiadas: torres, firmas internacionales, franquicias, parques de diseño artificial, todo sin memoria ni estilo ni raíces. La arquitectura autóctona, que había tenido fama y proyección, ya no cuenta. Todo acaba siendo una ostentación vana de riqueza (porque los proyectos son carísimos) que no alcanza a crear significados urbanos. Exactamente igual que esa viga de acero que cruza la plaza de Lesseps como una burla de quien se siente por encima del bien y del mal, del error y de la parida.

[Palabra de Mono Blanco]

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Políticas de reciclaje

(Abril 2009)

Es evidente que el funcionariado, la estructura administrativa de un Estado opera, separándose netamente del poder ejecutivo, como un quinto poder no diseñado por Montesquieu en “El Espíritu de las Leyes” (tampoco previó el cuarto, la prensa). Robert Musil ya dijo que en la sociedad de masas dos instancias tienden a ocupar el lugar de la ideología: una es el periodismo; la otra es la burocracia. Lo característico de la burocracia no es cómo se propaga, sino la manera de retroalimentarse con otro estamento inquietante en el sentido del autoprovecho: los representantes políticos. De aquí vienen las 180 páginas que el autor Xavier Roig dedica al creciente poder de los empleados públicos, en su nuevo libro “La Dictadura de la Incompetencia” (Ed. La Campana, Barcelona 2009).

Pese a la espartana presentación y su nula publicidad, la obra es un superventas en Cataluña.

Después de una vida laboral en la empresa privada, Xavier Roig se ha desahogado con un libro sobre una casta que es una costra, la cual, en efecto, se autoregenera de una manera muy especial, gracias al subvencionismo en boga, las comisiones por doquier y la porosidad de los partidos ante los puestos vacantes públicos. En este sentido, Roig habla de las políticas del “reciclado”. Un círculo vicioso que gangrena la vida pública hasta el punto en que los ciudadanos se convierten en autómatas al estilo del mejor Kafka (El Proceso, El Castillo). Montado sobre el mero funcionariado de ventanilla, el sistema es orgánico y halla su máximo exponente en el político y el parlamentario. Que éstos hacen las leyes a su medida y para protegerse lo prueban las escalofriantes cifras que ha investigado Xavier Roig: en su libro muestra que únicamente el 28% de los parlamentarios españoles provienen del sector privado (!!); el 32% en el caso catalán. Es decir, que cuando desalojan cíclicamente sus butacas (en la Carrera de San Jerónimo y en el Parque de la Ciudadela, respectivamente) estos individuos regresarán tan ricamente a sus puestos de funcionarios. Y aquí no ha pasado nada. No corren riesgos, no compiten por el pan de cada día como el resto de los mortales. Además, por ser mayoría en el Parlamento legislan para perpetuar el corralito al que pertenecen, ya sea judicial, sanitario, educativo, o del ámbito que sea. “Defienden sus privilegios corporativos y sus intereses, y no los de quienes les han votado”, dice Roig en tono didáctico, a pesar de la magnitud de la tragedia. “Si el principal colectivo de un Parlamento es mínimamente propenso al riesgo, cuando sus señorías constituyen una bolsa de gente que no ha tenido que competir nunca, y que no vive en cierta tensión como las personas que les mantienen, entonces nos encontramos con un dispositivo obsoleto, corrupto e ineficaz, icono de una sociedad rendida y desvalorizada… un ejército sin armas para luchar ante los grandes desafíos actuales”.

[Palabra de Mono Blanco]

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El escándalo de las telecomunicaciones

(Marzo 2009)

Las comunicaciones deberían verse como un sector estratégico en cualquier política de resurrección económica actual, y mucho más en un país como el nuestro, sin recursos energéticos, desesperado por la crisis y en busca de nuevos modelos de reconversión del empleo y del desarrollo. No obstante, parece que falta todavía un dato aún más davastador.

El titular de la noticia aparecida en un diario español el 26 de Marzo de 2009 es desmoralizante, acusador, indecente en estos tiempos, por cuanto muestra además cómo un organismo público (la CMT) sigue con la venda en los ojos, defendiendo los intereses de no se sabe quién…

O sí. Uno de los monopolios de facto más vergonzosos del mundo, Telefónica, sigue en la estela de lo que fue en su momento una privatización insolente y manipulada, es decir, el regalo de Aznar de una Compañía tradicionalmente pública –sufragada por varias generaciones de ciudadanos– a su amigo Villalonga y su cohorte de financieros.

¿Cuántos caminos podemos encontrar desde la ignominia a la indignación? Como mínimo éste. Lean.

El móvil e Internet son mucho más caros en España, según la UE (El País, Madrid – 26/03/2009)

…Varapalo por todo lo alto de Bruselas a las compañías de telecomunicaciones y a las autoridades competentes (Ministerio de Industria y Comisión del Mercado de Telecomunicaciones). Las tarifas del móvil y de acceso a Internet en España son mucho más caras que la media europea, según el informe de la Comisión Europea sobre las telecomunicaciones en 2008.
…El informe es especialmente demoledor en lo que respecta al móvil, ya que denuncia que el precio medio mensual en España es el más alto de la UE, y alcanza los 35,89 euros mensuales, un 84% más que la media europea (19,49 euros), según una cesta tipo de llamadas y mensajes para un usuario de consumo medio.
En conexión a Internet de banda ancha, el precio mensual medio en España fue de 45,83 euros, un 24% más caro que la media europea. Sólo Rumania, República Checa y Austria tenían ofertas más caras que las españolas, según los datos de Bruselas.El informe del Ejecutivo comunitario también revela que crece la brecha digital española respecto al resto de la UE, puesto que la penetración de la banda ancha en España avanza a un ritmo más lento que la media de la UE. El año pasado aumentó menos de dos puntos porcentuales hasta situarse en el 20,2% de la población en enero de 2009, con lo que se queda aún más rezagada del promedio de los Veintisiete (22,9%).Los datos eran malos pero la comisaria de Sociedad de la Información, Viviane Reding, los ha hecho peores, al cargar contra España y señalar que la culpa de los altos precios y la menor penetración del móvil es debido “a fallos graves en la competencia” del mercado español…

[Palabra de Mono Blanco]

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Desnudar al Rey

Enero 2009

Victoria Combalía ha desnudado al rey en un estupendo artículo de prensa (El País, 10 de Enero de 2009) sobre Oriol Bohigas, monarca, jerarca y heterodoxo impenitente de la escena cultural catalana. Bohigas es una curiosa instancia del célebre dictum “ceci tuera celà” atribuido a Víctor Hugo cuando afirmaba que el libro mataría al edificio, es decir, cuando decía que la literatura acabaría con la hegemonía secular de la arquitectura. Con su pluma Bohigas despacha este vaticinio de una manera light, es decir, no busca el asesinato directamente, sino más bien una coartada; una tapadera. Porque a través de la letra, que maneja con soltura, el gran valido de la piedra se va convirtiendo en un escribano que, día sí y día también, infravalora de rebote -fluidamente- cierta obra arquitectónica: la suya.

Autor de un palimpsesto de opiniones, artículos, libros y ocurrencias en constante reformulación, hay que reconocer que el producto tiene nivel. Bohigas es un buen historiógrafo, posee recusos estilísticos, y sus textos se leen con ritmo, quizá por las ventajas literarias inherentes a algo tan tangible como los ejemplos de la arquitectura y el urbanismo. Si la edad se lo permite –pues el arquitecto, provecto, comienza a tener unos abriles– podría lanzar perfectamente una novela, y es probable que fuera bastante mejor que “La Catedral del Mar”, la cual –dicho sea de paso– no deja de ser un culebrón de cordel con buena documentación. Mirado con la perspectiva que ya debería aplicarse, lo raro es que Bohigas, en el panorama de la arquitectura culta (de Cataluña, de la península y el extranjero), siga teniendo una reputación importante.

Con los años Bohigas se ha convertido en un excelente comunicador literario, pero su obra sólida –la techada– adolece de lo mismo que algun vino: no mejora con el tiempo. En su papel de rebelde con calcetines Beneton, gracias a la versión dada de sí mismo como lletraferit, Bohigas mantiene el listón, léase, el listón de un listo inteligente. Su pose actual podría sintetizarse de esta manera: observad lo que digo y qué bien que lo digo, y en cuántos sitios lo digo (empezando por el Ateneo de Barcelona): ¿no son éstos, acaso, la prosa y el raciocinio de un excelente arquitecto?

Pues no –y aquí aflora el anarquista ingenuo, ay–, y más cuando Bohigas molesta directamente a personas como Victoria Combalía, ella un especimen peculiar que también debería (psico)analizarse en este singular zoo de Barcelona del arte y la pandereta. Combalía se rebate legítimamente y constata cómo este caballero vive de rentas ya periclitadas; y le achaca un don de mando absolutista, propio de una especie de ilustrado al que no criticaremos por fairplay ahora, pues, en efecto, sí que fue carismática su mano de hierro -de pianista- en la ordenación olímpica de Barcelona. El caso es que Bohigas tiene eco en numerosos medios de comunicación (véase su alabanza esperpéntica de la plaza de Lesseps) aún, y, por otra parte, desde épocas remotas, disfruta de un ascendiente notable entre nuestras autoridades locales; lo cual resulta, como dice Combalía, infinitamente peor. Y no es por él mismo (que en definitiva va a la suya y defiende otro engendro, el del Museo prêt-à-porter de las Glorias), sino por las mencionadas autoridades locales, cándidas hasta lo irrisorio, como con el nuevo pasquín-anuncio del transporte metropolitano: ‘Dios no existe’…

¿Cómo que no existe? Bohigas está con nosotros, y Victoria lo sabe:

“…Conozco a Oriol Bohigas desde hace más de 20 años y he tenido múltiples ocasiones de escuchar, en situaciones tanto oficiales como privadas, sus famosas boutades. A veces son para épater le bourgeois, a veces dan en el clavo y a veces son tonterías que él proclama con total tranquilidad, imperturbable. Sus aportaciones a la política cultural de Barcelona dan un balance bicolor y siempre discutible: muchas cosas buenas, como hacer suya la proclama de Eugeni d’Ors de “més biblioteques!” o sus estudios sobre la historia de la arquitectura en Cataluña, y muchas cosas fallidas, como el proyecto faraónico del MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña). Siendo miembro (o miembra, pues ya verán que todo llegará) de su equipo asesor entre 1992 y 1994, descubrí que no escuchaba a nadie. El proyecto de reforma del MNAC ya estaba encargado a Gae Aulenti y ya iba por los 6.000 millones de pesetas gastados. Terminó costando alrededor de 20.000 millones y con una presentación tan miserable del arte románico (con muros suspendidos sobre el sufrido visitante, pasillos angostos, los ábsides a la vista como si de una obra de arte povera se tratara y piezas colocadas a nivel de perro o de niño gateando) que ahora, tan sólo 10 años después, van a cambiarlo. Todo esto pagado por el contribuyente.

…Ahora, en un artículo del pasado 10 de diciembre, Oriol nos llama a todos aquellos que hemos firmado el manifiesto en contra del desmantelamiento del Museo Textil y de la Indumentaria de la calle de Montcada ‘unos conservadores pintorescos’ y añade que suspiramos ‘por la pérdida de los pequeños museos creados por el fraccionamiento franquista’. Perdonen mi atrevimiento para contradecir a nuestro Rey Sol local, pero sencillamente es el colmo. En primer lugar, porque el Museo Textil se nutre básicamente de la Colección Rocamora y con el cierre de su anterior emplazamiento se incumple un contrato firmado entre el generoso donante y el Ayuntamiento. En segundo lugar, porque no estamos en contra de ningún museo del diseño, sino de cómo y cuándo se hacen las cosas en el Consistorio; porque, por ejemplo, cada vez que se proyecta algo nuevo, se aprovecha para desmantelar una institución existente. En este caso, el museo que todos llamábamos ‘de la moda’ era un punto de referencia de la calle de Montcada, era un lugar lleno de encanto y sus instalaciones eran fácilmente mejorables con el mismo presupuesto que ahora el Ayuntamiento se ha gastado en tan sólo una exposición temporal. La política museística de Bohigas, de la cual es heredera la actual, siempre privilegió los museos faraónicos. Quería que el MNAC fuera el Metropolitan de Nueva York y ahora querría que el Museo del Diseño fuera el Victoria and Albert de Londres; olvida que nuestras colecciones no son las mismas y que nadie en Nueva York piensa cerrar la Frick Collection, ni en Londres la Wallace Collection, ni en París el Musée Moreau o el Musée Rodin, ejemplos todos ellos de museos pequeños.

…Para resumir: el Ayuntamiento ha cerrado el museo de la moda para ubicarlo en el futuro Museo del Diseño, que estará emplazado en la plaza de las Glòries con un proyecto arquitectónico del estudio del propio Oriol Bohigas. Entretanto, y para salir del paso o para dar un sueldo a cuatro amigos, se han inventado una parida mental llamada DHUB….No se sabe muy bien qué es el DHUB, pero para llegar a este nombre el Consistorio ha tenido que pagar a dos empresas de naming, lo que les habrá costado su dinero (o sea, el nuestro). Sin embargo, si ustedes simplemente buscan la palabra ‘dhub.com’ en Google, encontrarán a una pequeña empresa inglesa dedicada a ‘hacer posibles las ideas’ y a albergar eventos organizados por otros. Antes se le hubiera llamado una agencia cultural y ahora un hub, es decir, una red de distribución, con un vocablo extraído de la informática y del mundo de la aviación (un HUB es un gran aeropuerto). Pero esta idea tan simple se plasma en un abracadabrante desplegable municipal en el que leemos: ‘¿Qué no es Disseny Hub Barcelona?’. Y seguimos leyendo: ‘No es un museo, aunque también lo sea. No es un centro de investigación, pero sí lo es. No es un aula, pero a veces podemos decir que lo es. No es un lugar, pero lo será’. Me vienen a la mente tanto Groucho Marx como Wittgenstein, quien estaría encantado con este buen ejemplo de falta de sentido…

O sea que han cerrado un museo, han colocado sus colecciones en una exposición temporal en un lugar remoto y sin una concepción museográfica de interés, se han inventado una cosa que nadie entiende y que venden con toda la parafernalia del mundo, han programado un museo del diseño en plena crisis económica, y todo esto ¿para qué?…Me gustaría que nos lo explicaran, no a los firmantes del manifiesto (que no quedamos en modo alguno convencidos cuando se nos convocó a una reunión), sino al ciudadano de a pie. Como decía un famoso crítico italiano, ¿es posible que quien se ocupa de obras de arte, de centros históricos, de la administración del patrimonio cultural, sea tan insensible y privado de gusto? Para administrar la cultura se requiere conocimiento, inteligencia, sensibilidad y sentido común, virtudes prácticamente en vías de extinción en nuestros lares…”


[Palabra de Mono Blanco]

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Menú a la boloñesa

(Diciembre 2008)

Como afirmaba Néstor Luján (de determinadas recetas eróticas): “la cocina afrodisíaca no existe; dicho esto, hablemos de la cocina afrodisíaca…” Es lo mismo que decir: hablemos de la universidad.

Porque los jóvenes, aunque sean universitarios, tienen intuiciones. Discutir sobre la universidad española es en vano porque la U es una guardería para la postadolescencia, y en un lugar así, la lógica, más que nada, hace gracia. Notan que, básicamente, la Academia les agrupa y controla como rebaños y sirve para atenuar o modular, conteniéndola, la agresividad de la testosterona. Saben que lo que hay en juego es primario, y que lo que los mayores quieren, sobre todo, es evitar espectáculos intimidantes como el de Grecia.

Habiendo lugarcillos como Harvard, Oxford, La Sorbona, etc., la Universidad española, en propiedad, no existe, si uno lo piensa. Hay un hervor por el debate. “Lejos de nosotros la funesta manía de pensar”, escribían en una exposición los profesores de la Universidad de Cervera en 1827. Actitud correcta para abordar la cuestión de la Universidad en España, actitud obvia. El problema tiene –actualmente– tres platos, y desde luego no hace falta elevar el tono; se reduce a un menú gastronómico (gustará o no gustará):

1.
Con herramientas discursivas nulas, los jóvenes de hoy, como los de cualquier época, tienen buenos presentimientos, buen rollo, buen feeling, para nociones de índole antediluviana como “dominación”, “poder”, “caciquismo”, etc. Intuyen que el tinglado de la Universidad hispánica “adolece de graves deficiencias estructurales”, expresado con un lenguaje eufemístico que es probable que ellos jamás lleguen a manejar. Ante Bolonia, resuena en su subconsciente profundo la frase lampedusiana: “es necesario que todo cambie para que todo siga igual”. El terremoto que se avecina con el plan de homologación europea será un refrito –sospechan–, de la famosa haute cusine francesa: “plus ça change, plus c’est la même chose”. El pollo que se está montando irá bien, a lo máximo, para moverse por Europa, pero en la vertiente sur de los Pirineos, el desconcierto, la corrosión interna, la devastación, perdurará…

2.
Esta vez el reajuste de los grados, el culebrón de las atribuciones, el kafkiano rifirrafe mutuo entre los Colegios profesionales, las decisiones del Ministerio y las competencias autonómicas han generado un cóctel letal que produce, a estas alturas, pavor. Y los estudiantes son hipersensibles a los estímulos primarios. Perciben que no estamos ante un mero “cambio de plan de estudios”, es decir, ese deporte nacional (léase “nacional” al modo madrileño, catalán, vasco o gallego) que suele practicarse una vez por década, más o menos. Chicos y chicas pescan que la ingeniería de horarios, los cursos-pasarela, la obsolescencia de títulos, las convalidaciones, la yuxtaposición de másters, la revisión de contenidos, etc., etc., en esta ocasión, sobrepasará con mucho, y en gran exceso, la célebre paradoja de los “n cuerpos” que Newton formuló en mecánica celeste y que persiste entre la comunidad científica. Interrelacionar y resolver administrativamente lo que se plantea, teniendo en cuenta los agentes que intervienen, y su nivel de sinergia, es, en verdad, anonadante. El personal discente ve que el cambio de chaqueta de la Universidad, aunque sea epidérmico, es serio, y quizá –especulan– también lo sea el precio a pagar (para ellos). En Cataluña el desasosiego ante el salto mortal es homónimo a la señora responsable del mismo: “Blanca Palmada”. Podemos acabar masacrados, muertos, es decir, completamente in albis.

3.
Como siempre –aunque en este caso es peor–, el seísmo que se le viene encima a la universidad por estas latitudes debe ser, según los políticos, “a coste cero”; por tanto, lo está siendo ya a escote de los atribulados profesores de a pie. Ellos son los que por ahora han pagado el pato, y se han reunido en laboriosas y tristes comisiones durante meses. Partidas nocturnas de cazadores desalentados, como honderos desesperados sin saber qué piedra lanzar: a ver qué presa se vislumbraba desde el ministerio, desde el gobierno autónomo, desde los Colegios profesionales, etc., porque matar dos pájaros de un tiro –de especie todavía ignota– en la negrura más espesa, es igual que aquella “funesta manía de pensar”: ¿vale la pena? Si la incoherencia llueve de arriba, cuando el panfleto es pergeñado en unas condiciones atmosféricas y de contexto desconocidas, el resultado es absurdo. Los estudiantes han sido testigos de reuniones dispuestas pero estériles, y están picajosos. El desastre organizativo de este nuevo episodio de la educación “superior” es insuperable.

Ante este panorama una eterna frescura se adivina en el horizonte… La de los políticos; la cosa no es nueva. Los políticos siguen tratando a la Universidad española como un chiste oído después de una comida bastarda y cutre –estafa estofada a la sociedad–, una sensación un pelo desagradable que quizá pueda afrontarse con el estómago, pero no con el cerebro. Cuando lo utilicen, y saquen la billetera de verdad –si algo queda, tras la limosna oficial y escandalosa a los bancos– la magnitud de los temas a examen ya habrá dejado el país en suspenso.

[Palabra de Mono Blanco]

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Trola de Barcelona (El espejismo del espacio público)

(Octubre 2008)

Las siguientes líneas citan y parafrasean las que ha escrito Enrique Gil Calvo, lúcidamente, en El País (18-X-2008). Comentando bibliografía reciente sobre las dos urbes más importantes de la península, el sociólogo se refiere primero a Madrid, y luego extiende sus opiniones a Barcelona:

…El denominado Gran Madrid no es “la suma de todos”, como reza la publicidad electoral de Esperanza Aguirre. Por el contrario, sólo pertenece a una exigua minoría de constructores urbanos, políticos derechistas, especuladores financieros y propietarios inmobiliarios. El resto de madrileños no pertenece a Madrid, sólo habita ahí, coexistiendo de manera relativamente pacífica. El espectáculo de la capital no es más que un espejismo que reverbera en la meseta manchega, como Las Vegas en el desierto de Nevada o Los Ángeles en la Baja California. El ‘Observatorio Metropolitano’, un equipo de geógrafos y urbanistas que lleva años diseccionando la Villa y Corte, dice de ésta que es el nuevo escaparate ostentoso del arribismo neofranquista. Y el mismo informe traza la cartografía madrileña de un espacio público reconstruido por la privatización, que lo fractura y manufactura para comercializarlo entre turistas y nuevos ricos con los inmigrantes a su servicio.

…Semejante hipertrofia especuladora del urbanismo no sólo tiene lugar en capitales regidas por el PP o sus avatares, como Madrid, Valencia o Marbella. Por desgracia, en la Barcelona regida por consistorios progresistas, que la izquierda española siempre ha citado como ejemplo, ocurre otro tanto. Un reciente estudio del antropólogo barcelonés Manuel Delgado va dirigido, precisamente, a la línea de flotación del modelo urbanístico de la Ciudad Condal desde la transición, y que alcanzó su cenit en los fastos olímpicos de 1992. Un modelo de disseny que tiene una prensa más edificante y edulcorada que el madrileño, y que, sin embargo, se ha erigido con la misma voracidad especulativa y depredadora, sin complejos para esgrimir como coartada una corrección política que le autoriza a arrasar barrios enteros en beneficio del presunto progreso municipal (¡atentos a lo que sucederá en fechas próximas en las inmediaciones del campo del F.C. Barcelona!).

…Es la otra cara sólo aparentemente antitética de la misma moneda de Madrid, ahora catalanista y tripartita en vez de franquista o pepera. Manuel Delgado denuncia los desmanes del llamado ‘modelo Barcelona’ : un urbanismo de moda y venal al que compara con la prostitución seudovirginal de una top model de pasarela, que no duda en vender sus dudosos encantos ciudadanos, arquitectónicos y paisajistas al mejor postor, desde el turista accidental al crédulo izquierdista, pasando por el inversor global. Como reza la publicidad del municipio: “Barcelona, ponte guapa” (para seducir con sus encantos urbanísticos a la clientela).

…La especulación es la principal fuente de financiación autonómica, municipal y de los partidos políticos. Es el lado oscuro de Madrid, Bilbao, Valencia y Barcelona, cuya faceta más visible se muestra en las torres de Madrid –el pelotazo inmobiliario más grande de la historia de España–, la cáscara del Guggenheim, los ‘calatravas’ de Disneylandia en Valencia -inmorales e infrautilizados-, o, en Barcelona, el falo de Agbar y el rascacielos-capricho de Gas Natural, compañía que acaba de subir la factura un 10% a sus clientes. Pero la privatización del espacio público no sólo genera espejismos urbanísticos como el barcelonés o el madrileño, entre otros casos de ciudades-espectáculo convertidas en parques temáticos como Shanghai o Venecia, sino que también ofrece otra cara oculta mucho más miserable, violenta e inhumana. Es la destrucción pura y dura de los espacios urbanos, o su hipertrofia cancerosa y putrefacta, causada por la globalización deslocalizadora que está generando un doble movimiento de huida, abandono y desertización de los viejos cascos históricos, y su reflejo contrapuesto, allí donde proliferan ingentes megaciudades-basura hechas de chabolas donde se acumula la escoria humana expulsada de los ecosistemas rurales destruidos para hacinarse en homicidas campos de concentración urbana.

Tenemos pues el espectro urbano de las ciudades muertas, el de los despojos urbanos de las ciudades-miseria (vean la película Wall.e, batallón de limpieza), junto al espejismo de las ciudades huecas y salvajemente especulativas que nos depara nuestra geografía ibérica; es decir, tres arquetipos para regocijo, solaz y consumo de nuestros políticos.

[Palabra de Mono Blanco]

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Los medios públicos de persuasión en Cataluña

(Enero 2008)

Vicenç Navarro ha dado otra vez en la diana, y ha escrito en el diario El País (de 12 de enero de 2008) una minicrónica de “los medios públicos de persuasión en Cataluña” sin desperdicio.

La persuasión, según Kant, es una ciencia fundada sobre principios insuficientes, y en cambio para los expertos en márketing la persuasión es un dispositivo perfecto para obtener la conformidad del comprador. Para el profesor Vicenç Navarro, la persuasión es, simplemente, una artimaña política para dar gato por liebre. He aquí sus palabras, a las que rendimos pleitesía:

“Durante los 23 años de gobierno nacionalista conservador, los medios públicos de la Generalitat de Cataluña (TV-3 y Catalunya Ràdio) fueron instrumentalizados para promover una visión nacionalista conservadora en la que los enormes problemas sociales de Cataluña (en la medida en que se reconocía su existencia) se atribuían al Gobierno central, ubicado en Madrid, que discriminaba a Cataluña. La fortaleza de esta visión nacionalista se basaba en un hecho real: la existencia de un balance fiscal negativo para Cataluña con el resto de España y un déficit de inversiones públicas por parte del Gobierno central. Otro factor que contribuía al crecimiento de este nacionalismo conservador era el nacionalismo español, que es el único que no se define a sí mismo como tal. Suele llamarse constitucionalista y, al negar el carácter plurinacional de España, alimenta los nacionalismos periféricos. De ahí que no fuera infrecuente que aparecieran en los medios públicos de información de la Generalitat las voces de este nacionalismo español (incluso en su visión extrema, la COPE) a fin de identificar al resto de España con esta visión nacionalista española que reforzaba al nacionalismo catalán.

Detrás de estos nacionalismos, en teoría adversos pero en la práctica complementarios, había unos intereses comunes de clase social que explicaban el profundo conservadurismo de tales nacionalismos, bien definido en aquel eslogan, que tales medios difundían, según el cual España iba bien, a lo cual los medios nacionalistas conservadores en Cataluña añadían que Cataluña iba incluso mejor. Los datos ignorados, cuando no ocultados, en aquellos medios mostraban que ni España iba bien (el gasto público social por habitante en inversiones públicas, tanto en infraestructuras como en servicios públicos, era el más bajo de la UE-15) ni Cataluña iba mejor; en realidad, en muchas áreas iba peor (el gasto público social por habitante estaba por debajo del promedio de España). Este último déficit se atribuía en los medios de persuasión nacionalista conservadora al déficit fiscal, lo cual era cierto sólo en parte, puesto que había otras dos causas ignoradas en aquel argumento. Una de ellas eran las propias prioridades del Gobierno nacionalista conservador de la Generalitat de Cataluña, que priorizó temas identitarios (como la creación de los Mossos d’Esquadra) sobre temas sociales tales como el desarrollo de la educación o la sanidad pública, dando prioridad a los servicios privados a costa de los servicios públicos. La evidencia de ello era abrumadora (véase L’Estat del benestar a Catalunya 2003).

La causa mayor del subdesarrollo social y de infraestructura de Cataluña (y de España), sin embargo, era y continúa siendo el bajo gasto público en todo el Estado español. Mientras que las luchas interterritoriales sobre la distribución de la tarta española (estimuladas por nacionalismos centrales y periféricos) tenían y tienen una enorme visibilidad en aquellos medios nacionalistas catalanes y españoles, el problema mayor -que es el pequeñísimo tamaño de la tarta- era y continúa ignorado. España tiene el gasto público por habitante más bajo de la UE-15. En realidad, aunque Cataluña recibiera el 18% de la inversión total del Estado español en infraestructuras (tal como instruye el Estatut), Cataluña todavía tendría un gasto público en infraestructuras por habitante menor del que le correspondería por su nivel de desarrollo económico.

El bajísimo gasto público (y la escasa visibilidad de este tema en los medios de persuasión) responde al poder de clase, es decir, al enorme poder político y mediático que tiene en España y en Cataluña el 35% de la población de renta superior, y su gran resistencia a aumentar los impuestos, sobre todo si éstos van a mejorar los servicios públicos utilizados predominantemente por el 65% restante de la población, es decir, por las clases populares. Envían a sus hijos a las escuelas privadas (cuyo gasto por alumno es superior al de la escuela pública), utilizan la sanidad privada (donde el tiempo de visita promedio es de 18 minutos, en comparación con ocho minutos en la pública) y se benefician más del AVE que de los trenes de cercanías.

Los cambios de gobierno en 2003 en Cataluña y en 2004 en España diluyeron poco el discurso nacionalista, tanto periférico como central. Ni que decir tiene que ha habido cambios en tales medios catalanes, pero en su totalidad han sido menores. El análisis de poder de clases y sus implicaciones en las políticas públicas continúa excluido, siendo extraordinariamente minoritarias las voces de izquierda no nacionalistas, realidad negada, como era predecible, por los apologistas de tales medios, que dominan el clima intelectual del país.”


[Palabra de Mono Blanco]

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Periodismo y metalenguaje

Septiembre 2007

A propósito de la muerte del escritor Carlos Trías, en Barcelona han aparecido varios artículos de prensa glosando su figura. De entre ellos, ha destacado el del escritor, poeta, artista plástico y hoy también dramaturgo Narcís Comadira. Asimismo, Félix de Azúa, escritor, poeta y profesor, una de las prosas castellanas más vigorosas de la literatura española, pergeñó un estupendo artículo póstumo el 10-IX-2007 en el ‘El País’. Alabando a un hijo de la refinada burguesía barcelonesa, ambos textos reseñaron la singularidad personal y literaria del difunto, y lo hicieron involucrando al catalán y al castellano, respectivamente; es decir, a las dos lenguas que desde tiempos inmemoriales ha simultaneado la élite cultural de Barcelona.

Sin embargo, caben algunas puntualizaciones. Comadira empieza su artículo mencionando que él pertenece a una “espiritualidad literaria” diferente a la del finado, y asevera que la suya es la espiritualidad del idioma catalán, mientras que la espiritualidad de Carlos Trías Sagnier –a quien rememora siempre con afecto– era evidentemente la del “español”. Lo escribe así un par de veces.

Es curioso. Nunca nadie en Cataluña, históricamente, ni por supuesto en Barcelona –y menos los Trías o los Sagnier– ha llamado “español” a la lengua castellana. Aquí la tradición siempre ha sido la de que uno habla, escribe, lee… en catalán o en castellano (en català o en castellà). Decir “español” cuando se alude al castellano en Cataluña no estaba en boca de nuestros padres, abuelos, ni bisabuelos. Y Comadira conoce nuestras tradiciones perfectamente. Por estas latitudes, en concreto, “enraonem en català o en castellà”, indistintamente, pero nunca en “espanyol” (???). Se trata de un uso apelativo de la lengua de Cervantes inexistente en Cataluña hasta fechas muy actuales. Es raro que el erudito Comadira no conozca la costumbre oral y escrita de llamar “castellano” al castellano en Cataluña. O bien ha decidido apuntarse a la moda del ideario nacionalista radical que, ahora, junto con los madrileños del PP más recalcitrantes, eluden cuanto pueden hablar del “castellano” y siempre preconizan el “español” como nombre adecuado de la lengua del imperio.

Este nimio incidente sociolingüístico sorprende en el contexto de Cataluña, y muestra el giro sutil pero forzado que se exhibe en algunos medios con respecto a los dos idiomas. Podría decirse que en este punto los “extremeños” se tocan, los pseudofascistas de la meseta se juntan con los independentistas más acérrimos, tipo el actor Joel Joan, y este paralelismo choca aparentemente con el perfil cultivado de Comadira. Por otro lado, en oposición a tales declaraciones, muchos catalanes de antes y de ahora –y esperemos que del futuro– yuxtaponen, contraponen, alternan, funden, confunden y fusionan las “dos espiritualidades” del noreste peninsular ibérico sin ningún problema –es más, diríamos que con gran ventaja–, como si nada pasara verdaderamente, y a diario.

Dicho lo cual, el artículo comentado de Narcís Comadira, es, como todo lo que sale de su pluma, de agradabilísima lectura.

[Palabra de Mono Blanco]

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Cosas que no deberían estar ahí

Mayo 2007

Barcelona hizo un cambio espectacular de su fisonomía abriéndose al mar. Era un asunto de gran envergadura, pero evidente y palmario: la ciudad sufría una muralla-tapadera hecha de viejas instalaciones portuarias, tinglados roñosos e infraestructuras industriales que impedían el contacto con el mar. Era obvio que todo eso era obsoleto y no debía estar ahí, y afortunadamente se eliminó. El impulso de la candidatura olímpica del 92 y los trabajos de la apertura marítima de la ciudad fueron liderados por un arquitecto mediocre, pero con una capacidad de mando, de seducción y de coordinación notables, sinó excepcionales: Oriol Bohigas. Su tarea fue saldar una deuda centenaria de la ciudad, abordando una escala de intervención considerable, es verdad, pero llevando a cabo algo rudimentario, primario: barrer y limpiar el waterfront de Barcelona. Había que hacerlo.

En este orden de cosas, todavía hoy quedan asignaturas pendientes en la ciudad. Una de ellas es el verde, “lo verd” que diría un ilerdense, es decir, la superficie franca y extensa con el color amable de la clorofila. Es sencillo: Barcelona no tiene un Jardín o un Parque (con mayúsculas) a la altura de sus espectativas. Dicha cosa tendría que escurrirse enmedio de la ciudad, quizá enmedio del Eixample, o quizá en un margen semiurbano y accesible (¿en vez del Fórum, como dibujó Cerdá?); pero la realidad es que nunca ha estado ahí. El jardín soñado de Barcelona es un mito. Los sucedáneos de éste (interiores acondicionados de manzana, cornisa del Collserola, etc.) quedan bien, se agradecen, pero El Verde en esta ciudad no deja de ser una curiosidad, una chinería, un musgo navideño comparado con Central Park o los enormes parques londinenses. El centro de Barcelona deberia ser blando, amplio y verde, sí, pero resulta ser duro y mineral que es una cosa mala, y parece difícil quitarlo de donde está.

Por otra parte, el MNAC no debería estar ahí. El FNAC (con “F”) –en un ángulo de la Plaza Cataluña–, por su lado, es una iniciativa privada que luciría mejor en un edificio de nivel, en la misma encrucijada sensible de la calle de Pelayo. La historia de la arquitectura de Barcelona no pasará jamás por el ‘Triangle’. Volviendo al hilo, el MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña) debería ceder su puesto a una institución pública prioritaria, primordial y pionera: el Parlamento de Cataluña.

El Palacio Nacional de Montjuic debiera arropar evidentemente a las cortes catalanas; por morfología (skyline de la ciudad, perfil de la montaña), por jerarquía de accesos (eje de la Avenida María Cristina), por su monumentalidad (artificiosa, pero asentada en el imaginario popular), por su escala (pompier, pero no ingrata), e incluso por las características de sus espacios interiores, como la famosa sala ovalada (destrozada por Gae Aulenti), un hueco noble en el corazón mismo de Barcelona: el fulcro idóneo para reunir a parlamentarios de un país grande y con historia. ¿O acaso los catalanes no somos lo que proclamamos?

En el Palau Nacional de Montjuic debería residir el Parlament de Catalunya, y punto. El MNAC -cuyo románico es una maravilla se ubique donde se ubique- debería exiliarse. La idea del Palau Nacional como Parlamento es básica, y habría que extraerla o rescatarla del subconsciente de la ciudad. El barcelonés es un tipo educado con cierto complejo preedípico, pero tolera bien a los psiconalistas bonaerenses; además, yuxtapone con gracia (el honor es poco útil) la magnificencia y el sentido común. Un marciano despistado que recibiera cuatro flashes sobre la historia del Principado (por ejemplo, en la abadía de Montserrat) y acto seguido sobrevolara Barcelona, consideraría no retórica la anterior propuesta de “reordenación icónica” del ‘cap i casal’ de Cataluña.

La obscenidad de la torre Agbar, por su parte, quizá tenga que ver también con su carácter reubicable. La torre en realidad es un disparo medioambiental contra la gente de esta ciudad. Preconiza la especulación sobre un bien ecológico y valioso: el agua, sobre el que cabría pedir a sus gestores mesura, bastante discreción y sosiego volumétrico. Sin embargo, el atraco a los vecinos que con las facturas del grifo pagaron la torre Agbar (150 millones de euros) ya está hecho; de acuerdo. Pero ¿porqué ese rascacielos no está plantado justo enmedio de la plaza de las Glorias? Metidos a emblematizar, puestos a que un monopolio nos recordase en la cara y desde arriba sus plusvalías estratosféricas, está claro que el emplazamiento natural, sensato, formalmente idóneo del cilindro obús de esta megatorre corporativa –índice de las ganancias, entre otros, de la Caixa– habría de ser el centro del círculo, es decir, el tambor de la plaza de las Glorias. La geometría en este caso parece de cajón, hasta un estudiante de primaria iba a entenderlo… En cambio, la torre echa raíces fuera de la gran rosquilla, marginada fuera de la circunferencia de los accesos, tirada en la cuneta más cercana. Se ha eludido la peana perfecta para exhibir un menhir representativo del poder y las finanzas tardo-capitalistas de Barcelona.

La casuística de las localizaciones incorrectas, o abyectas, de las cosas –o mejor, de las casas–, suele cebarse con los grandes edificios. No criticaremos al Teatre Nacional, ni al Auditorio de Barcelona, ni al último hotel con platillo volante de l’Hospitalet, por no resquebrajar la categoría cultural del ‘genius loci’. Evocaremos no obstante el chiste legendario del arquitecto Federico Correa sobre el emplazamiento del hotel Presidente de la Diagonal: un ogro, un engendro que iba dando tumbos por la calle Muntaner frenó de lado aparatosamente, y en un giro espantoso, en la Diagonal, quedó embarrancado para siempre.

Así le parece a Correa el insípido mamotreto de un hotel, una entidad –como se deduce– que tampoco debería estar allí. ¡Hay tantas y tantas viñetas mal colocadas en el tebeo interminable de la ciudad condal! El edificio de ‘Carburos Metálicos’, en la calle Aragón, por ejemplo, por el que se demolió un hito de Barcelona: la clínica Santa Madrona, un histórico chalet adaptado al pasaje de Méndez-Vigo, hoy miserablemente castrado. Esa clínica, que era de partos fundamentalmente, fue la cuna de la mitad del censo de barceloneses actuales. ‘Carburos Metálicos’ sigue siendo un edificio infame.

En el área de la extinta mutua de Santa Madrona –neoclásica, humilde y recoleta– hay que hablar del culebrón de los remontes de Porcioles. Por ‘remonte’ se entiende la excrecencia aérea que sufrieron en el pasado, como una plaga, gran cantidad de inmuebles barceloneses; especialmente en el Ensanche. En concreto, el remonte de la finca adyacente de la Casa Batlló de Gaudí, en el Paseo de Gracia, debió ser dinamitado hace mil años, pero sigue en su lugar, tozudo como una mula. No hay funcionario que pueda con él. Decenas de áticos ortopédicos en la trama del Ensanche siguen ahí en sus filas, escandalosamente.

Otro regalo no solicitado, pero aprobado por el consistorio tripartito en su momento, es el bloque del chaflán consecutivo a la Pedrera de Gaudí, bajando por el teóricamente preservable Paseo de Gracia –de nuevo–, esquina con Mallorca: se aprobó hace años gracias a una corruptela municipal que otorgó licencia en pleno mes de Agosto, permitiendo el derribo de lo anterior cuando todos estaban de vacaciones. El tono brutalista y la colmatación de esta nueva esquina, que llega hasta sus cotas máximas, apurando todos los metros disponibles, ha promovido la expresión cariñosa de “la bella y la bestia” entre los viandantes del Paseo de Gracia, mientras deambulan cuesta abajo y comparan el par de chaflanes seguidos, tan dispares y tremendos (es decir, La Pedrera y “Eso”).

Cuentan que en un muelle de Barcelona apareció un container nuevo, a punto de flete, pero prácticamente vacío y que no pertenecía a nadie, perdido como una maleta. No debería estar ahí, claro. Lo más insólito es que dentro encontraron una vieja máquina de escribir con un único folio y una sola línea que decía: “esto, señoras y señores, sólo es el principio…”

[Palabra de Mono Blanco]

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El castellano como condena

Septiembre 2004

Aun no siendo significativa a nivel mundial, los catalanes amamos profundamente nuestra lengua. Sin el catalán, los catalanes somos poquita cosa. El catalán forma parte indisoluble de nosotros, y eso tal vez nos convierte en únicos, siguiendo una idea amablemente formulada hace unas semanas por el nieto de Joan Maragall, a pesar de ser político. Las circunstancias adversas (históricas, culturales) no sólo no han extinguido nuestro idioma, sino que cabe decir -y ojalá no sea un error- que en este momento goza de un estado de salud relativamente bueno; lo cual nos alegra tanto como si la afirmación se refiriera a una parte de nuestro estómago, de nuestro pecho o de nuestro cerebro.

Sin embargo, y aunque no tenga relación con lo anterior, hay que apresurarse a desmontar varias imprecisiones sobre el uso del castellano en Cataluña. La lengua castellana ha estado presente en Cataluña desde hace siglos, y en algunos lugares geográficos, como en la ciudad de Barcelona, lo ha estado con gran intensidad y a lo largo de mucho tiempo, y no exclusivamente por razones coercitivas. La bota militar siempre ha sido un apoyo inestimable en la difusión de una lengua, como vimos en la propagación universal del idioma del bardo de Stratford-upon-Avon, pero ello no quita que Shakespeare sea un genio, o que los endecasílabos de Garcilaso de la Vega sean una maravilla. Resulta que el castellano se ha oído en Cataluña desde siempre, especialmente en Barcelona, coexistiendo con el catalán, lo cual no se sabe si es algo reprobable, pero ojo al dato. Políticos e intelectuales orgánicos: eso es tan cierto como la existencia de las montañas de Montserrat.

A veces, ateniéndonos a la programación de TV3 (la televisión pública catalana), o a algunos cultivadores de las letras en estas tierras, parece como si la aparición del idioma castellano por aquí tuviera una dimensión exótica. Para TV3, y para más de un representante de la intelligentsia autóctona, lo del castellano por estos lares, o bien es un asunto de emigrantes suramericanos, o bien es un residuo cultural de inmigrantes de otras partes de la península, o bien es el resultado exclusivo de imposiciones lingüísticas manu militari (como las llevadas a cabo por el anterior régimen), o bien, cénit de la ridiculez, es una pose de cierta ralea de urbanitas llamados “pijos”.

Cabe insistir en que no se sabe si es bueno o es malo, pero el castellano ha circulado por aquí siempre como Pedro por su casa, y eso desde que apareció la imprenta. Los primeros editores barceloneses del siglo XVI ya tenían a bien incluir la lengua del Arcipestre en sus catálogos. ¿Pero, y porqué? En primer lugar, digamos, por una cuestión peregrina de vecindad. Aragón, compañero de viaje de Cataluña en nuestras épocas gloriosas, fablaba y habla castellano, y en ocasiones de manera contundente, como nos recuerda el diputado Labordeta. En segundo lugar, y para qué negarlo, el castellano como dispositivo está muy bien trabado, o sea, conceptual y verbalmente es una máquina de trinchar ideas que funciona de miedo, como las flores, y se lo traga todo. Durante siglos, pasó como un vendaval de zetas e interjecciones por el continente americano, junto a una ola de barbarie que lo barrió casi todo, y hoy en día, en cambio, oh sorpresa –esa amiga de la lengua–, los herederos del latrocinio se expresan en un castellano pulcro, exquisito, casi musical.

¿Fueron los hispanoamericanos engullidos por la potencia del artefacto? Pues en Cataluña debió pasar algo similar, porque a los indianos catalanes que arribaban a las Antillas, por ejemplo, llegados de muchos pueblecitos no cosmopolitas, radicalmente payeses, no les costaba nada adaptarse rápidamente a la lengua de las colonias: es decir, en la metrópoli también se hablaba castellano. En la parte baja del Ensanche barcelonés, corazón de la ciudad condal, que empezó a poblarse en último tercio del siglo XIX, era frecuente encontrar a familias enteras de la burguesía naciente expresándose con igual soltura en catalán y en castellano, e incluso más en esta última lengua. El llamado “padre de las letras catalanas”, Jordi Rubió i Balaguer, artífice de la Biblioteca de Catalunya, erudito y profesor insigne, cuñado por cierto de un indiano catalán, José Gallart, se expresaba en familia predominantemente en castellano, con toda naturalidad. A un jurista famoso de Cataluña, el histórico Don Manuel Durán i Bas, que llegó a ser ministro en Madrid, y quien protagonizó el primer esfuerzo serio por unificar el Derecho Civil catalán, sus nietos catalanes le llamaban “el abuelito” y no “l’avi”. Los ejemplos son inagotables. El tráfico documental y comercial en Barcelona, desde tiempos inmemoriales, era frecuentemente en castellano por la sencilla razón de que esa lengua proporcionaba un código preciso, exento de ambigüedades, jurídicamente muy útil, y esto, de nuevo, no es una inquina de ahora, es otro dato, no necesariamente derivado de la fusta. Hubo un mago Merlín de los fonemas y los glifos llamado Nebrija que preparó bien el asunto en el siglo XVI, nada menos. Duele, pero hasta llegar al ingeniero Pompeu Fabra, hace muy poco, no conseguimos los catalanes nada similar. En Cataluña, todavía recordamos la anarquía de nuestros abuelos pronunciando aquel catalán fabuloso que ya sólo resuena en recónditos ámbitos rurales.

Todo ello, señoras y señores de TV3, “antes de Franco”…

No sabemos si es para bien o para mal, pero la lengua de Cervantes también es patrimonio de los catalanes. Es algo tan importante, que desde la perspectiva catalana, resulta incluso una frivolidad dejarlo en manos de los habitantes de la meseta. Esa lengua nació en San Millán de la Cogolla, en un monasterio riojano, o donde fuera, de acuerdo, pero pudo haberse escampado de otra manera por la geografía peninsular, o mediterránea, o europea, pues cosas más raras se han visto en la diseminación de dominios lingüísticos. Finalmente lo hizo como lo hizo, pero no es justo que Madrid acapare beneficios y maleficios en esta industria de las eñes. Como, por otra parte, tampoco es razonable el odio declarado de Jorge Luis Borges hacia el castellano, idioma que previsiblemente debió inyectarle en vena los placeres más indescriptibles de su vida de bibliotecario.

Es lo que hay. Como un regalo de las musas o como un castigo divino, el castellano vivió y vive y permanece ligado a Cataluña. Y está en este planeta para quedarse.

[Palabra de Mono Blanco]

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